martes, 30 de junio de 2009

Y como tantas otras cosas...

"El dinero, como la fama que se obtiene por el talento, es más fácil de conseguir que de mantener".

Samuel Butler, El camino de la carne

Primero una cosa, y después...

Algunas cosas -y también algunas personas-, entran en tu vida estrepitosamente y de la peor manera. Unas veces es más que nada que tu actitud hacia ellas no es la más adecuada: porque estás innecesariamente a la defensiva, porque estás escarmentada por algo que te ocurrió poco tiempo atrás... Otras, lo que pasa es que es la otra parte la que no empezó con buen pie por la razón que sea. El resultado es que acabas detestando cosas -o personas...- y ellas parecen "sentir" lo mismo hacia ti.

Pero la vida da tantas vueltas, que en uno de sus giros puede cambiar lo que falla entre tú y el resto, de tal forma que acabas por darte cuenta de que no podrías vivir sin ello. Y cuando, de hecho, desaparece de tu vida, lo acabas extrañando hasta que te duele.

En el otro lado, también hay cosas -o personas, sí...- que deseas con todas tus fuerzas y que más tarde te hacen maldecirte por haber sido tan inconsciente y haberlas invocado tú misma de esa manera. Y en vez de echarlas de menos cuando no están, las echas de más hasta que se marchan...

Lo que echo de menos ahora es encontrarme con alguien del primer grupo, porque las veces que lo he hecho, fuesen de grandes el tiempo, el espacio o las afrentas entre nosotros lo que lo fueran, lo que después nos acabó uniendo fue mucho más grande que la multiplicación de la suma de todo eso. O más. O incluso más aún. Por contra, procuro no desear nada ni a nadie, para no tener que llevarme un chasco luego. Eso sí que no lo echo de menos en absoluto... Aunque para mi desgracia, esas cosas no se pueden controlar del todo...

lunes, 29 de junio de 2009

Aquellos días...

-No morirás.
-¿Voy a ser eterno?
-Nunca me voy a olvidar de ti.
-Gracias.
-No me las des. Eso también me pasa sin querer.
-Es bonito que te pase...

domingo, 28 de junio de 2009

Hijos de puta

Hay gente que se pregunta por qué hay personas que se hacen daño a sí mismas, ya sea drogándose a pesar de conocer sus efectos negativos o cortándose las venas para intentar morir... o sólo llamar la atención.

Realmente no sé qué lleva a cada una de esas personas que hacen ese tipo de cosas a hacerlas, pero puedo imaginar ciertos motivos que, aunque no termine de compartir, puedo entender. Algunos lo hacen porque, por el motivo que sea, no se quieren lo más mínimo y se quieren destruir. Otros porque se sienten mal por alguna razón con algo que piensan o que han hecho y pretenden de ese modo castigarse. Los hay que están tan necesitados de notoriedad que hacen lo que sea por ser el centro... Pero sea como sea, eso les atañe principalmente a ellos.

Lo que no entiendo yo es, sin embargo, por qué hay gente que hace daño a los demás cuando estos no les han hecho nada. Incluso cuando además los otros no se pueden defender, porque son niños o pobres animales. Si fuese por lo mismo que los que se hacen daño a sí mismos está bien, que hagan lo que les dé la gana con sus cuerpos o sus vidas... pero, ¿por qué no dejan en paz al resto?

La gente tiende a pensar que quien hiere a alguien está mal de la cabeza, o que directamente es un psicópata, pero no. Evidentemente ciertos trastornos, entre ellos el de personalidad antisocial -o la psicopatía si se prefiere-, provocan eso en ciertas condiciones y en determinadas personas, pero eso no lo explica todo. También hay personas aparentemente "normales", sin las características que pueda tener un enfermo mental, que por alguna razón parece que disfrutan haciendo daño a los demás.

A veces los libros no terminan de satisfacerle a uno. A mí que me digan que esa gente no tiene empatía me parece una explicación simple y con lagunas, pero cuesta aceptar que haya gente que no tenga déficits emocionales ni patologías que expliquen sus repugnantes actos de violencia. Realmente a la gente le cuesta asumir que existen auténticos hijos de puta, pero existen. Lo que aún no sé es por qué... pero tengo muy claro que ya me he encontrado con más de uno.

La verdad es que no puedo acabar de odiar a una persona que sé que de algún modo está enferma... Aunque haya cosas que nos parezcan injustificables, cuando los engranajes de una persona no funcionan como deberían es muy complicado saber qué puede pasar... Sin embargo, no saber qué impulsa a un hijo de puta, o no conocer ningún motivo que explique aunque sea mínimamente su comportamiento o su forma de ser, me permite odiarlos a todos. Y, la verdad, no creo que eso cambie... Dudo que alguna vez encuentre una razón lo suficientemente poderosa para hacerme pensar de otra forma.

Self-confidence

Recuerdo aquella vez cuando tenía dieciséis años y decidí que yo también podía ser fuerte. Por aquel entonces descubrí una serie que me encantó, y admiraba en cierto modo a su protagonista. Era una mujer que, al fin y al cabo, había conseguido prácticamente todo lo que, al menos en un principio, me hubiese gustado conseguir a mí. Claro está que la perspectiva de futuro que tenía entonces y la que tengo ahora son un poco diferentes, pero para ese entonces, me propuse ser como ella.

No, cuando hablo de fuerza no me refiero a capacidad de afrontamiento, madurez, responsabilidad... Me refiero a fuerza física. Sí, sabía que aquello no era real, pero pensaba que de todos modos yo también podía destacar, aunque dentro de mis posibilidades, claro está. Y lo hice.

Me hace gracia, porque en aquel momento me bastó decidir cómo era para creérmelo y finalmente serlo. La verdad es que no tengo ni idea de si la genética estaba aguardando esa decisión para poner en evidencia unas cualidades que ya poseía y que simplemente aún no había descubierto, pero me parece más bonita la idea de que lo conseguí porque me lo creí.

Ahora me gustaría pensar que soy capaz de ciertas cosas, y también que eso es suficiente para conseguirlas, pero no las tengo todas conmigo. Aunque, pensándolo bien, hay gente de la que no te esperas tal o cual cosa hasta que finalmente la hacen... Y muchas veces también creo que si llegan a alcanzar ciertas metas es porque se llegan a creer que lo pueden hacer.

No sé si es eso a lo que llaman confianza en uno mismo... Aunque otros estoy segura de que darían en confundirlo con la prepotencia, pero sé que no tienen nada que ver. La cuestión no es sentirte superior ni poderoso... Es sentirte capaz. Y cuando uno siente que es capaz de algo de verdad, creo que pocas cosas se pueden interponer en su camino. Quiero eso otra vez. Quiero que nada se interponga en mi camino.

sábado, 27 de junio de 2009

Cerca y lejos

Supongo que cuando era pequeña, en algún momento que ya no recuerdo, alguien me explicó qué significaba cerca y qué lejos. Aunque no sé de qué forma me lo dijeron, estoy segura de que lo hicieron mal.

Antes pensaba que cerca estaba todo lo que tenía alrededor y podía alcanzar con la mano, y lejos todo lo demás, a lo que no llegaba. Quizás con los objetos esa improvisada lección tiene algún sentido, pero desde luego que se queda vacía cuando se trata de personas.

Hace poco estuve a pocos metros de algunas personas de quien normalmente me separan unos mil kilómetros, y sin embargo nunca antes los había sentido tan lejos. Ni siquiera me puse nerviosa. No temblé, el corazón no me empezó a ir más deprisa y mi respiración siguió tan parsimoniosa como lo había estado hasta entonces. Si de pronto hubiese empezado a correr o hubiera cogido un autobús podría haberles mirado a los ojos. Podría haberles tocado, como lo hice con uno de ellos, de hecho, pero aun de esa forma habrían seguido a años luz.

Ese cerca y ese lejos no sabría explicarlos. No es algo que se cuente, sino algo que se siente... Sólo sé que, cuando se trata de personas, mil kilómetros pueden deshacerlos una sonrisa cómplice o un par de palabras dichas con el corazón... pero no una hora escasa de avión.

miércoles, 24 de junio de 2009

Hasta que apareció él

Me hace gracia lo que cambian algunas mujeres -ignoro si a los hombres les pasa también, que posiblemente- cuando entra un hombre en escena. Si ese hombre además les atrae, el cambio puede llegar a ser espectacular.

He visto a algunas olvidarse hasta de que eran amigas, pelear entre ellas y odiarse a morir por un hombre. Creo que les quemaba más por dentro el odio hacia la otra que no la pasión, el amor o el deseo que sentían por él. Aquello era una auténtica guerra en la que la vencedora, además de quedarse al caballero, se llevaría el más profundo desprecio de la vencida.

Una sonrisa se puede tornar un mohín, un ceño fruncirse en cuestión de segundos y una mirada dejar de admirar a alguien para tratar de matarle. No es raro que pase. No es extraño repetirse que "nunca hubo problemas, hasta que apareció él". Y todo ¿por qué? Porque la gente pierde demasiado el tiempo fijándose en qué tienen los demás y a ellos les falta, y porque se llegan a querer tan poco que se vuelven locos intentando cambiar para gustar a quien quieren.

Si alguien no te quiere o no te hace el caso que crees que mereces es que esa persona no es para ti. No intentes entrar en moldes en los que sabes que nunca vas a encajar. No trates de hacer lo propio con el otro. Y deja de odiar a todos y todo lo que le gusta porque te mueres de envidia al no ser una más de esa lista. Todo eso no tiene la culpa. Él tampoco la tiene... Creo que no terminé de entenderlo hasta que apareció él. Pero a mí nunca me volvió tan loca como para recoger los guantes que me han ido tirando... porque sí, hay que estar majara para romper por eso una amistad. Eso o ser profundamente gilipollas.

martes, 23 de junio de 2009

Oportunidades

"Si te lo piensas demasiado, las oportunidades se escapan y no vuelven".

Terashima Nobuo, Nana

¿Santos?

A pesar de que esto tiene la hora de vete a saber dónde, ya es San Juan. Me hace gracia, dos personas tan diferentes... y hasta ellos tienen algo en común: el día en que se celebra su santo y que ninguno de los dos me soporta.

Sí, eso también me hace gracia... porque a mí que ellos no me aguanten me da un poco igual. ¿El corazón tiene razones que la razón no entiende? Pues como sea... Felicidades. Hace ya cinco años...

Noches de verbena

Recuerdo aquellos vaqueros cortos, esa camisa vieja de mi madre anudada dejando ver mi abdomen y unas botas hechas de no sé qué material. Mi pelo estaba bastante más corto y recogido en una trenza que empezaba más o menos donde lo hacen mis emociones.

Era de noche, pero a esa edad el peligro no era algo que se me pasara por la cabeza. Ya ahora a duras penas me doy cuenta del mundo en el que vivo y a veces hago alguna temeridad que otra... Entonces no sólo no me preocupaba eso en absoluto, sino que las calles de mi barrio en verano estaban repletas de gente. Y esta noche más.

Cada poco montaban una feria, y aunque todas eran más o menos iguales, me gustaba visitarlas todas. Me montaba en los cacharros y me daba vergüenza, porque me veía ya muy mayor para eso. Aun así me subía por una mezcla entre esa ligera indiferencia por el qué dirán que siempre me ha caracterizado y lo que me hacían disfrutar aquellos viajes tan cortos pero intensos.

La velocidad, el viento, los saltos, imposibles cuando no estás ahí arriba... Y después el olor del fuego. Las hogueras por todas las calles, tan grandes que podían verse desde bastante lejos. Los muñecos ardiendo en cada una de ellas, y los rescoldos revoloteando por todas partes.

En realidad era una noche mágica... Pero la gente a veces se vuelve demasiado civilizada y se olvida de divertirse incluso una noche o un fin de semana al año. Todo eso ardió hace tiempo en la última hoguera que vi hacerse por aquí.

Según la persona...

Me pregunto por qué a veces la misma cosa nos molesta más o menos según quién la haga... Está claro que si alguien que no te importa en absoluto hace algo a ti te importa más bien poco con tal de que no afecte a tu vida, pero ¿por qué es tan diferente de una persona a otra cuando ambas te importan? Creo que hay varias respuestas.

Una de las razones es que hay gente de la que uno espera más que de otra. Puedes querer a dos personas aunque sean opuestas, y por tanto puedes ser amigo de alguien que comulgue con tu forma de pensar y ver las cosas y también con alguien que lo haga en menor medida y, a veces, incluso en absoluto. Pero no es lo mismo que alguien que sabes, por ejemplo, que es un bala perdida cometa un error a que lo haga alguien de quien tienes una mejor impresión. Una mancha oscura resalta más en un fondo blanco que en uno gris o en uno negro. Por eso hay gente que te decepciona con algo y otra que no: de unos, aunque no sea algo bueno, ya te lo esperabas... pero de otros no.

Eso mismo puede ser por varios motivos: uno, que la trayectoria del que te decepciona fuese realmente tan "impecable" como tú pensabas y lo que te da rabia es que se tuerza a esas alturas... y otro que tú tuvieses una idea equivocada de cómo era esa persona, lo cual puede a su vez ser responsabilidad tuya, por especular demasiado sobre los demás, o suya por haberte engañado o dado una imagen falsa de sí mismo.

En realidad no siempre es justo que te enfaden cosas en unos y no en otros, pero no es algo que se pueda evitar... En todo caso puedes tratar de controlar que se te note, ya que eso, aunque difícil, no es imposible. De todos modos sigue siendo curioso que lo mismo te asquee o no según quién lo haga... Supongo que librarse de la subjetividad es una tarea aún más complicada que intentar ocultar todo eso que en realidad desapruebas sin derecho alguno.

domingo, 21 de junio de 2009

Solitarias idas y venidas

A veces está bien sentir mucho algo que te hace daño para aprender a conocer cómo es estar así y que las próximas veces ya no te pille tan por sorpresa. Lo malo es que si no tienes cuidado puedes estirar demasiado ese sentimiento hasta que pierde los límites y se apodera de ti.

Cuando eso ocurre ya estás perdido. Te sumerge en una espiral de la que no es fácil salir, y puede ser que necesites años para conseguirlo si es que eres capaz de hacerlo.

Es difícil sentirse bien con los demás cuando no te sientes bien contigo mismo. Si crees que no tienes nada que ofrecer, ofertas bien poco. O directamente nada. Si además piensas que nadie se va ni siquiera a parar a ver qué hay en ti, ni te molestas en levantar la mirada para comprobar si hay alguien mirando. Todo se resume en que te encierras tanto en ti que no ves nada más, y como en ese momento "tú" sólo eres ese sentimiento de tristeza y de vacío, no eres capaz de encontrar nada ni a nadie que te llene.

Aunque no sea sencillo a veces la vida, las personas o hasta nosotros mismos nos damos un golpe lo suficientemente grande como para desencajar los engranajes de ese círculo en el que nos hemos metido. Casi por casualidad y torpemente salimos de él y sólo cuando eso ha pasado nos damos cuenta de que, aun cuando creíamos que estábamos a solas y que nada valía la pena, teníamos a alguien al lado que sí que la valía y que, además, estaba seguro de que nosotros también.

Es complicado explicarle a alguien que te sientes menos que nada. Complicado, vergonzoso y embarazoso, por eso ciertos viajes elegimos tomarlos sin compañía. Pero una vez a la vuelta no siempre está de más dejar que los demás sepan por qué te fuiste... aunque casi siempre uno prefiere callarse los motivos y hacer ver que nunca ser marchó.

sábado, 20 de junio de 2009

I embrace aging

'It's very simple. As you grow, you learn more. If you stayed at twenty-two, you'd always be as ignorant as you were at twenty-two. Aging is not just decay, you know. It's growth. It's more than the negative that you're going to die, it's also the positive that you understand you're going to die, and that you live a better life because of it'.

Morrie Schwartz, Tuesdays with Morrie

Aviones

Se supone que el avión es el medio de transporte más seguro, pero aun así, cada vez que me subo a uno, pienso en la posibilidad de salir de él de cualquier forma menos por mi propio pie, y siempre que a uno se le pasa por la cabeza que puede morir piensa en las razones que le podría dar al ángel de la muerte para que no se lo llevase aún. Yo no soy una excepción.

Hace unos días cogí un avión, y poco antes de aterrizar atravesó no sé cuántas turbulencias e hizo no recuerdo cuántos movimientos más bruscos de los que tengo por costumbre sentir en el aire. Imagino que por la inconsciencia que caracteriza a los que conocemos a la muerte más de vista que otra cosa, no pensé realmente que fuese a morir. Sí que me lo planteé, aunque no acabase de creérmelo, y me dio pena pensar en dejar las cosas como estaban.

Peleas, malentendidos... Cosas por hacer, por decir, otras tantas por demostrar... Pero a la hora de la verdad no hay razones que valgan. O al menos no le valen a ese ángel, porque no tiene compasión ni miramientos y, al contrario que a ti, le da igual quién seas o qué cuentas tengas pendientes.

No pienso esperar a mi lecho de muerte o a un improbable presentimiento que me avise de qué día y a qué hora voy a dejar de respirar para siempre. Quiero hacer las cosas bien, o al menos a mi manera, siempre... pero pocas veces lo hago. No sé si necesito tiempo ni si lo tendré... pero hay cosas que no pueden forzarse, y aunque sea triste pensar en cómo de mal lo dejaría todo muriéndome mañana, siento que no puedo hacer gran cosa para cambiarlo. Y tampoco quiero hacerlo por sentirme mejor cuando posiblemente ni siquiera sienta más... Quiero hacerlo porque quiero, pero lo haré cuando pueda.

La presión para mí no es buena compañera. Hay quien necesita vivir como si se fuese a morir mañana... pero yo, para funcionar, necesito pensar que siempre habrá otro día, aunque en el fondo sepa que alguno será el último. Sólo me queda rezar para que me quede un poco más de tiempo... Sigo sin saber si lo necesito, pero lo que tengo claro es que lo quiero.

Contención

Hay veces en que una no debe sentir algo que siente. Es complejo poner cadenas a un sentimiento y muy discutible que sea realmente necesario hacerlo, pero alguna vez que otra he llegado a la conclusión de que era lo mejor y he tratado de hacerlo... sin éxito.

Cuanto más intentas reprimir algo con mayor fuerza te empuja... Así que al final decidí soltarlo y dejarlo correteando por mi jardín privado, rodeado por una valla lo suficientemente alta como para que otros no pudieran verlo sin mi permiso y que fuese a la vez capaz de contenerlo para que no se escapase y campara a sus anchas por donde, al menos yo, pensaba que no debía.

Se hace duro de esa forma, pero al final se cansa de correr y te deja un poco en paz. No sé cómo me habría salido de otra manera, pero esa fue la que encontré y la que me acabó sirviendo. Ya no tengo miedo de que se descontrole, pero por si acaso sigue ahí encerrado... Y la valla, sólo por si las moscas, la he electrificado, para no tener disgustos.

Supongo que por eso hace apenas unos días algo empezó a oler a quemado... La seguridad funciona. Lo que detesto es que tenga que ponerse en marcha...

jueves, 18 de junio de 2009

Rebobinando

Hay ciertas series o películas en las que no entiendes nada hasta que ves el final. Por eso luego tiene su gracia volverlas a ver e irte fijando en por qué pasaba cada cosa, en qué significaba todo eso que, en un principio, se te escapaba.

A veces eso también sucede en la vida real. No entiendes a alguien hasta que te escupe en la cara qué demonios era lo que le pasaba. Entonces empiezas a comprender por qué actuaba como lo hacía, o por qué te dijo ciertas cosas que tú no sabías a cuento de qué venían. La pena es que la vida no es una cinta que podamos pausar ni rebobinar para ver de nuevo. Hay muchas cosas, y demasiadas se nos escapan y ya no vuelven nunca.

Por eso me gustan los LOGs, los vídeos y las fotografías. Siempre reproducen algo que ya pasó. Leerlos o verlos nunca se nos antoja algo nuevo, porque son sólo el reflejo de algo que ya hemos vivido... pero al mirarlos podemos ver los detalles que cuando todo eso se estaba guardando no vimos. Algunas veces ya es demasiado tarde, pero otras estás aún a tiempo... A tiempo de tocarle a alguien en el hombro para que no se vaya, o de dejarlo ir y quedarte mirando cómo se aleja; para construir otro final o dejar el previsible que llevabas tiempo viendo venir.

Intérpretes

Somos intérpretes. Todos, en algún momento, nos vemos tratando de descifrar qué quieren o qué piensan los demás a partir de lo que dicen lo de lo que hacen. Sí, sería más sencillo si simplemente cada uno dijese lo que siente, pero sabemos que eso casi nunca es así.

Ocultamos siempre algo. Casi nadie quiere ser transparente. Casi nadie puede ser transparente, y por eso sabemos que es probable que tampoco puedan serlo los demás. Pero por mucho que nos empeñemos en tapar ciertas cosas, siempre acaban saliendo a la luz de la forma más inesperada. Sueños, posturas, ataques repentinos de ira, miradas, sonrisas, indirectas... Lo malo es que casi nunca hay dos iguales.

Nos pasamos la vida traduciendo un idioma que aún ni se ha inventado. Uno que escriben cientos de personas cada día y que pocos son capaces de leer. De todos modos es divertido jugar a interpretar, aunque equivocarse haciéndolo no lo sea tanto... Pero pocas veces acabamos por saber si estábamos o no en lo cierto, y ojos que no ven... hostia que te das. Las que nos damos a diario por no saber interpretar... y las que les damos a los demás poniéndoles difícil que nos entiendan a nosotros.

martes, 16 de junio de 2009

You raise me up

When I am down and,
oh my soul, so weary...
When troubles come...
and my heart burden me...
I am still and wait here in the silence,
until you come and sit a while with me...

You raise me up, so I can stand on mountains...
You raise me up, to walk on stormy seas...
I am strong, when I am on your shoulders...
You raise me up... to more than I can be...

You raise me up, so I can stand on mountains...
You raise me up, to walk on stormy seas...
I am strong, when I am on your shoulders...
You raise me up... to more than I can be...


You raise me up, so I can stand on mountains...
You raise me up, to walk on stormy seas...
I am strong, when I am on your shoulders...
You raise me up... to more than I can be...

You raise me up, so I can stand on mountains...
You raise me up, to walk on stormy seas...
I am strong, when I am on your shoulders...
You raise me up... to more than I can be...

You raise me up... to more than I... can be...

Westlife, You raise me up

Ese algo

No se puede dar marcha atrás. Menuda novedad... Pero es que no siempre quiero. No. Aunque las cosas salgan mal. Aunque no pasen como a mí en un principio me habría gustado... Algunas veces es necesario que todo sea un desastre para darte cuenta de algo, y no cambio ese algo por ninguna otra cosa.

Parece una tontería, pero sigo pensando que todo pasa por alguna razón. Da igual que yo no sepa por qué, o que apenas sea capaz de imaginarlo. Tampoco importa si las razones en las que yo pienso son de verdad o no, porque lo importante es que yo me lo crea y que con eso sea feliz incluso con todos los errores que arrastro.

Quizás eso no a todo el mundo le valga, pero me vale a mí... Creo que, ya que hay que equivocarse sí o sí, ya que hay que pasarlo mal de vez en cuando casi por obligación, lo mejor es aprender a ver lo que tiene de bueno. Sí, porque aunque en un principio no lo parezca, de todo se puede sacar algo. Ese algo que yo no cambiaría.

A veces está todo...

A veces está todo demasiado oscuro. Tanto tanto que no puedes ver ni lo que tienes al lado. Es desesperante. Agobia. Estresa. Frustra. No importa lo que hagas, porque nada vale. Además, no parece que vayas a volver a ver la luz nunca, así que empiezas a tratar de acostumbrarte a la oscuridad, de una manera tal, que cuando por fin empiezas a ver destellos cierras los ojos. Te ha costado tanto hacerte más o menos a estar así que ya no quieres perder la costumbre, por si acaso en un futuro la vas a volver a necesitar y vas a ser incapaz de tenerla de nuevo.

A veces está todo demasiado oscuro. A veces es así porque nosotros apagamos la luz. No eres capaz de ver lo que tienes al lado, y es tu propia incapacidad la que te desespera, la que te agobia, la que te estresa y la que te frustra. No importa lo que hagas, porque sigues sin ser capaz de ver nada y no sabes por qué, así que te empiezas a convencer de que, realmente, no eres tú que no ves lo que tienes al lado sino que no hay nada ahí. Y te resulta tan cómodo acostumbrarte a sufrir que no quieres dejar de hacerlo... porque te da miedo acostumbrarte después a ser feliz y que eso se acabe, como ya pasó otras veces.

A veces está todo demasiado oscuro... Pero sólo es a veces, porque casi todo tiene solución...

jueves, 11 de junio de 2009

Nervios

Supongo que es normal que la gente que no se pone nerviosa, o que no lo hace de la forma en que lo hago yo, no entienda por qué me pasa lo que me pasa. Ni siquiera lo sé yo.

Ahora, al menos, es más fácil que al principio. Con los años mi cuerpo debe haberme cogido algo de cariño y me trata un poco mejor, pero antes, cualquier pequeño cambio en mi rutina era susceptible de hacerme pasar una semana entera sin comer. No podía, y si lo hacía, lo vomitaba todo.

Eso, cómo no, repercute en tu estado general, ya que no sólo es que no comas, que es más o menos llevadero o soportable, es que vas viendo como se te va yendo la fuerza poco a poco. La gente se preocupa por ti, y en lugar de ayudarte te lo pone todo aún más difícil si cabe: pretende que comas, cuando tú ya lo intentaste otras veces y conoces el resultado, y esa insistencia en algo que sabes que te va a hacer daño te altera más todavía.

El hambre, por su parte, es muy traicionero y se mueve en una especie de círculo vicioso. Te sientes mal y no puedes comer. Después, por el mismo hambre notas un malestar en el estómago, pero temes que si comes algo te vayas a poner aún peor y no lo haces. Te sientes algo mejor, porque cuando pasan las primeras horas sin haber comido, cuando pasa ese dolor que el propio hambre te provoca, tu estómago te da una tregua... Pero cuando pasa la situación estresante, o durante ella cuando no puedes pasar ya más sin probar bocado, te das cuenta de la traición: cuanto más tiempo llevas sin comer más difícil es volver a hacerlo. Una vez me costó Dios y ayuda dar dos mordiscos a una pasta de té... y me fue imposible terminarla. Tenía el estómago casi cerrado por completo después de cuatro días sin comida ni bebida.

Afortunadamente, se lleva mejor cuando te acostumbras. Lo que te pone nerviosa te pone menos nerviosa y cuando ves que tu estómago va cerrarse le obligas a comer y te puedes concentrar para que lo que acabas de ingerir no salga de tu cuerpo inmediatamente. No es fácil, y al menos yo, aún no lo domino... pero no me puedo quejar si recuerdo cómo era antes. Lo que más ayuda es, creo, que los que están a tu alrededor te entiendan y no te "obliguen" a comer, ni te miren como a un bicho raro si todos terminan sus cenas y tu plato aún sigue lleno o apenas diste dos bocados.

Tengo eso que la gente llama "nervios en el estómago". Pero no podrán conmigo.

miércoles, 10 de junio de 2009

Idiota

Es difícil engañarse y contarse a uno mismo que las despedidas nunca son de verdad, que siempre puede ser que vuelvas a ver a alguien, cuando ya has vivido tantas y sigues esperando a que eso ocurra. No sé si es el destino el que junta o separa a las personas, pero desde luego sería muy cruel dejar caer el peso de esa responsabilidad todo sobre él. Nosotros también tenemos algo que decir en todo eso, y creo que es peor así.

Es más fácil culpar al destino. Es más sencillo que reconocer que te pasas la vida perdiendo oportunidades. Total... ¿cuánto tardarás en olvidarte? Supongo que hasta que aparezca una nueva que también dejes pasar.

No me gusta, no me gusta vivir así... Con la sensación de tener siempre el freno de mano echado. Me gustaría correr y correr y no pararme nunca hasta que yo realmente quisiera. Ojalá no fuese yo misma el principal obstáculo del camino... Pero es que supongo que en alguna parte del viaje empezó a darme miedo chocarme. No todos los golpes matan, pero sí que duelen... Lo malo es que a veces duele más no haberse expuesto a caer por un precipicio que la caída, si es que resulta que llega a producirse.

Idiota. Sí, ése es un buen resumen para todo esto.

Un momento

Hay momentos que no quiero que se me olviden, como ése de ayer... El pasillo vacío, él vacilando al recorrerlo. No espero que me dedique más que un gesto salutatorio con la cabeza, pero contradiciendo mis expectativas, me empieza a hablar y se sienta a mi lado. Viene gente y va, pero él me sigue hablando. En ese momento me doy cuenta de que ésa es la conversación más larga que nunca hemos tenido, y también caigo en que es probable que no le vuelva a ver. Al menos no en mucho tiempo...

Me fijo en sus ojos. ¿Qué edad tendrá? Parece mayor, pero si acaso es así, su piel no le delata. No tiene ni una sola arruga, así que no creo que pase de los treinta por mucho que a mí me lo parezca por su actitud. Parece nervioso, porque a pesar de lo tranquilo que se le ve siempre, hoy habla especialmente deprisa. Y también dice muchas cosas.

Me tengo que ir. Me da pena hacerlo, porque por unos instantes tengo la sensación de haber perdido todos esos meses. Esos en los que podría haber tenido mil conversaciones como ésa. Se despide hasta el jueves... pero yo no tengo ánimo de decirle que ese día yo ya no estaré. Supongo que ya se dará cuenta. O quizás por haber hecho de ese momento sólo uno no lo haga.

martes, 9 de junio de 2009

El fuego

Es el título de un libro que encierra parte del misterio del ajedrez de Montglane. El elemento que el zodíaco asigna a Aries, Leo y Sagitario. Aquello que Cloud sentía en los ojos cuando vio morir a Aeris delante de él. Lo que algunos admiran en silencio en sus mentes perturbadas. Eso que se supone que purifica cada 24 de junio. El juguete que tantos utilizan sin miedo a quemarse pero que más tarde acaba reflejando lágrimas en sus llamas.

Todo eso es el fuego, y también es lo que siento dentro cuando me acuerdo de... Sobran las palabras. Es un calor que empieza en el centro de mi cuerpo y se va extendiendo lentamente, muy lentamente, hasta que se asoma a mis ojos en forma de lágrimas o me coge de las manos y golpea lo primero que halla en su camino. Es impotencia, es rabia, es dolor... es cariño. Tan intenso que me quema, y acabo yo quemándolo todo.

Se empeña en salir y yo en contenerlo, y creo que un día voy a salir ardiendo. Sí, el deseo también arde hasta que duele, pero una vez que se desata, dejas de sentir. Y ya nada duele. Y ya nada quema... Y te congelas hasta que ya no lo soportas más y el frío empieza a hacerte daño. Entonces, justo después de romperse la calma, vuelve a aparecer. El fuego. Y sientes otra vez que tanta intensidad no va a acabar jamás. Que no se puede contener en una sola llama... Y te vuelves a quemar.

domingo, 7 de junio de 2009

A glimmer of hope

You feel as if you were in one of those dreams where you try to move but you just can't do it. It's much the same feeling, but you're not dreaming. You are awake, although you seem to be miles away.

Since you're not asleep, you can see life passing around you. People here and there and they don't look like you, stuck and being unable to move or to do anything. They look alive, and you begin to realise they're infinitely different from you. You want to ask them why they can live whilst your life has suddenly stopped, but they can't hear you. They can't even see you.

You try to shout, but your voice doesn't get out of you. You try to cry, but your eyes have no tears. Only then do you notice how cold the world can be, but no sooner do you feel like that than a glimmer of hope appears.

Someone from that crowd looks at you, and you start being able to move again. Now you can breathe, you can yell... You're alive again, and now you realise that the only thing that you needed was someone to home in on you. You needed to feel that you were alive for somebody else.

viernes, 5 de junio de 2009

Deseo...

"Aún no encuentro palabras para describir... lo que empecé a sentir aquella noche. Podría llamarlo amor, pero sería injusto decir que fue tan dulce. Fueron celos, envidia, irritación... y por supuesto... deseo. A veces tengo miedo. Temo que el día a día a su lado no sea más que un sueño del que tarde o temprano tendré que despertar. En un mundo tan miserable... su luz era demasiado cegadora. Por mucho que extienda la mano, aún ahora, algo me dice que jamás llegaré a alcanzarlo".

Nana Ōsaki, Nana

jueves, 4 de junio de 2009

Lo inalcanzable

No entiendo a la gente que quiere que se lo den todo hecho, con lo bonito que es construir... También cuesta más y es mucho más duro. Ya sólo el tiempo que se puede invertir en ello se convierte a veces en un yugo para quien lo está arriesgando, pero es que las metas no son sólo metas. Las metas también son el camino que seguimos hasta ellas, y cuando lo hacemos nosotros aprendemos más y mejor. De la vida, del mismo sendero y de lo que nos espera al final del camino.

Pero es que cuando deseas mucho algo y lo consigues sin más es como si dejase de tener valor, porque hay cosas que, precisamente, son preciadas por prácticamente imposibles. O más que imposibles, difíciles... Porque hay muy pocas cosas que no se puedan conseguir, y la mayoría de las que creemos tan lejos están ahí porque las alejamos nosotros.

Quiero conseguir todas esas cosas que una vez me parecieron o incluso me parecen ahora inalcanzables. Quiero que sean mías y que salgan sólo de mí. No quiero ayudas, no quiero facilidades... Quiero hacerlo yo sola y poder estar orgullosa después... Y sí, después también será cuando las comparta.

miércoles, 3 de junio de 2009

Felices 15

En realidad es él quien lleva más años conmigo. Con el tiempo nos hemos ido cogiendo cada vez más cariño, tal vez porque en el fondo somos muy parecidos. O quizás, también, porque hay a quien quieres sin más y a él y a mí nos pasa eso.

Siempre está conmigo. Siempre lo ha estado, y yo he intentado hacer lo propio con él. Ninguno de los dos somos perfectos, pero nos conocemos tanto, nos conocemos tan bien, que hemos aprendido a respetarnos. También a pasarnos cuando sabemos que podemos y que al otro no le va a importar, porque entre nosotros nunca hay un exceso de confianza: toda, absolutamente toda, es poca.

Da igual si no sabe lo que me pasa. No le importa. Sólo le preocupa que, sea lo que sea, se me pase, y aunque trate de disimularlo cuando me encuentro mal, él llega a ser el único que se da cuenta y me acompaña en silencio todo el tiempo que yo necesite.

Se hace mayor... Yo también me hago mayor, y con ser consciente de que ha podido ser con él ya no me importa. Hay momentos que nunca volverán y una jamás va a olvidar, y en todos ha estado. Da igual si me muero mañana... Sólo por él todo este tiempo habrá valido la pena. Hay más cosas, desde luego, pero si de todas sólo le hubiese tenido a él, estoy segura de que seguiría valiéndome la pena.

De todos modos, aún nos queda mucho por vivir juntos... Y es que, en el fondo, sé que nunca nos vamos a separar.

Cuesta aprender

Es increíble... La de veces que tiene una que tropezar con la misma piedra para aprender. Creo que al final todas se ven recompensadas cuando de pronto, un día, te das cuenta de que has logrado esquivar un error que se te resistía.

Es una pena si te paras a pensar en todo lo que salió mal o todo lo que perdiste mientras aprendías la lección, pero hay que aceptar que es ley de vida. Nadie nace sabido, y una lo más que puede hacer es intentar aprender de sus errores tan pronto como pueda, aunque hay cosas que tardan más que otras...

A mí me ha costado veinticinco años aprender a moverme cuando es necesario... Cuando de verdad lo es... Y, también, darme cuenta de cuándo lo es y cuándo no: si se trata de la salud de otro siempre es necesario. Dicen que más vale prevenir que curar, y qué afortunada es la analogía con la enfermedad, pues en ese ámbito, cada segundo que pierdes es uno que gana la patología.

Ahora toca una parte más sencilla pero igualmente o incluso más importante: no olvidar lo aprendido... Y seguir así evitando las máximas piedras del camino.

lunes, 1 de junio de 2009

Sus ojos...

El tiempo no ha pasado por esos ojos de color indefinible que una vez embobaron a tantas y además a la vez. Me pregunto si lo siguen haciendo, aunque la respuesta no me satisface. Todo era distinto entonces, cuando el mundo se acababa en los límites del barrio donde nos criamos... como distinto fue todo aquello. Podría haber sido algo simplemente... normal. Una historia de tantas que puede contar cualquiera, pero no fue así. No sé si por la edad, por la diferencia que separaba las nuestras, porque cada uno pensaba de una manera o porque, precisamente, los dos pensábamos lo mismo... Pero supongo que ya es tarde para preguntarse todo eso. Además, no estoy segura de si a aquello ser algo corriente no lo habría matado.

Sí... Mejor se queda así... O más bien así se queda porque no queda otra. Qué redundancia... Como en su día la de los pequeños montones de recuerdos que guardo de aquella época. Eso sí, aún cuando miro en el fondo de esos ojos algo me dice que no ha acabado del todo. Es difícil sostener un hilo de esperanza después de tanto tiempo, pero... ¿qué son diez años en el total de una vida sino un par de granos de arena en un desierto que parece infinito?

Quizás no haya acabado y por eso tengo esa sensación... O tal vez sólo sea la traducción de lo que, no sé si tú, pero yo sé ya desde aquel entonces: nunca te olvidaré. Y espero que en el fondo tú tampoco te olvides de mí.