viernes, 31 de julio de 2009

Acelerar procesos

Hay quien se empeña en acelerar procesos que, por su naturaleza, deben ir despacio. El amor no nace en tres semanas. No se hacen amigos en dos días. Conocer a una persona y establecer según qué tipo de relación con ellas lleva su tiempo, por mucho que a algunos no les guste esperar. Y tampoco entiendo por qué, ya que a mí personalmente me encanta el proceso de ir descubriendo poco a poco los entresijos de alguien que me resulta interesante.

Es bonito también echar la vista atrás cuando ha pasado un tiempo y ver cómo fue creciendo lo que tenías con alguna persona. Cómo fue evolucionando hasta lo que es ahora. Con más de dos y tres personas me ha pasado que al principio les tenía una manía horrible, algo cercano o parecido al odio, y después la vida, el destino, nosotros mismos o vete a saber qué, fuimos dando un giro a aquello hasta hacernos inseparables. Bueno, inseparables no debería ser la palabra que utilizase, pero bien podría ser cercanos, porque aunque haya distancia física o de otro tipo de por medio siguen conmigo de alguna manera.

En fin... Precipitarse en pocas ocasiones sale bien. No se puede empezar una casa por el tejado y pretender que salga adelante. Hay que exponerse a quedarse por la mitad o a no acabarla nunca. Al menos yo prefiero una casita modesta a un montón de escombros y dos personas insistiendo en vivir encima de ellos.

Pelmazos

A mucha gente le da apuro decirle a alguien que le está resultando pesado, así que en lugar de decírselo a la persona en cuestión se callan y aguantan el tirón. La solución suele ser continuar con ese silencio e irse alejando poco a poco de aquellos a los que consideran un tostón.

A mí no me da menos cosa quejarme cuando alguien me molesta con su insistencia, pero cuando eso pasa lo hago. Lo que no entiendo es que, siendo clara y directa, haya quien se hace el sueco y no deja de dar el coñazo aun a sabiendas de que me irrita con su comportamiento. Se supone que por fastidiar no es... así que no imagino el porqué.

Recuerdo que de pequeña continuamente me decían que era una plasta. Era una niña y me importaba poco, pero cuando fui creciendo también fui aprendiendo cuándo hay que parar. Por eso no me cabe en la cabeza que algunos no hayan aprendido nada.

Dicen que una retirada a tiempo es una victoria... Pues todos esos plomos van perdiendo conmigo una batalla cada vez que ven que deben retirarse y siguen peleando al lado mío cuando sólo quiero descansar.

jueves, 30 de julio de 2009

Se me fue

Se me fue con el sol,
sin hablar, sin un adiós...
No recuerdo ni su cara ni su voz.

Se me fue con timidez,
con la luz de anochecer...
Ahora sé que no le supe comprender.

Se me fue sin avisar,
no le pude acompañar
a su cita con la oscuridad...
Yo no sé si me extrañó,
si al final me perdonó...
Sólo sé que ya no está.

Se me fue tan normal,
una tarde, un día más...
Tan fugaz que no le pude perdonar.

Me miró, sonrió,
como iba yo a saber
que tal vez su sonrisa era un adiós.

Se me fue sin avisar,
no le pude acompañar
a su cita con la oscuridad...
Yo no sé si me extrañó,
si al final me perdonó...
Sólo sé que ya no está.

Se me fue tan natural
como el río al mar se va,
se me fue de aquí a la eternidad...
Yo no sé si me extrañó,
si al final me perdonó...
Solo sé que ya no está...
Lo que es peor... no volverá.

Myriam Hernández, Se me fue

Malabares con tiempo y personas

Hay gente que siempre está a tu lado, pero a otros, o incluso a esos, a veces sólo se les presta la atención que merecen de manera cíclica. Un día tiene apenas veinticuatro horas, una semana siete días, un mes cerca de treinta, y un año trescientos sesenta y cinco. Incluso para gente como yo, con amigos y conocidos contados que me merezcan la pena y a los que les quiera dedicar parte de mi tiempo, todo eso es poco para poder estar con cada uno como debería.

A veces pienso que tendría pasar más tiempo con uno, y cuando trato de hacerlo hago malabares para no dejar de pasarlo con otro. O pienso que estaría bien hacer las paces con éste o con aquél, pero un día por esto y otro por aquello nunca lo hago o tardo en hacerlo. Nuestro cerebro tiene una capacidad sorprendente y descomunal, pero aun así sigue sin ser suficiente.

Tenemos un montón de preocupaciones, sean importantes o banales, y mil asuntos y personas rondando siempre por nuestra cabeza. De todos modos hay ciertas personas o ciertos asuntos que, aunque por tiempo o espacio aparquemos de vez en cuando, siguen siempre ahí. Pero me angustia pensar que si tiene que sucederle algo a alguien le ocurra en una de esas fases del ciclo en que, por lo que sea, estamos más distanciados. Si eso pasa sé que me sentiré culpable, lo sea o no... pero guardar el equilibrio es muy complicado por mucho que uno lo intente.

Puestos a priorizar, dadas las limitaciones ya expuestas, trataré de hacerlo con quien al menos se preocupa por asomar la cabeza para ver dónde estoy. Los que han dejado de tenerme en cuenta tendrán que esperar... tal vez indefinidamente.

Hasta septiembre

Algo que caracteriza a los cursos escolares es que tienen una duración apenas variable, y por tanto, todo el mundo sabe más o menos cuando empiezan y cuando terminan. Es curioso ver en junio a todos despedirse apenados porque no se volverán a ver hasta septiembre... porque lo cierto es que no suele haber ninguna razón para que eso suceda, a menos que alguien se vaya tres meses de vacaciones o por ahí, que tampoco es tan común.

Pues bien, al menos dentro de esa hipocresía de esperar a septiembre básicamente porque a uno le da la gana, el que deja de ver a los demás no por falta de ganas sino por haber observado pocas en ellos, tiene una fecha en la que todo volverá a la normalidad. La rutina se romperá durante unos meses, pero se tiene la certeza de que se restablecerá, y no tarde ni temprano sino en septiembre, sí o sí.

Sin embargo otra suerte de despedidas traen consigo una mayor incertidumbre. No todo funciona como los cursos escolares, y es frustrante ser incapaz de adivinar si lo que ya estamos echando de menos antes de que termine volverá o, de hacerlo, cuándo.

Es andar dando palos de ciego y con un permanente miedo a tropezar... pero es lo que hay, porque si te paras no te caes, pero tampoco avanzas nada, así que más vale arriesgarse a seguir hacia delante. Y nos veremos en septiembre. O en octubre o cuando sea, pero yo acudiré a la cita.

martes, 28 de julio de 2009

I don't want to sleep alone

'I'm sure that even now, you're still wearing that man's cologne... so you can sleep, even alone'.

ハチコ, ナナ

Primer paso

Qué terriblemente idiotas somos los humanos. Podemos perder media vida esperando a que otro dé el primer paso, aunque en el fondo estemos locos por volver a andar junto a alguien. ¿Es que pesa más el orgullo que todo el cariño del mundo junto? No lo creo, porque si la balanza se inclina hacia ese lado será que tampoco pesa tanto lo que hay en el otro, así que la pelea no debe ser con el orgullo. Es más bien con nuestro ego.

Ego... Tal vez tampoco sea eso. La cuestión es que a veces si uno no se decide a dar el primer paso y se sienta a esperar a que el otro lo haga es porque quiere ver hasta qué punto le importa. Puede que no tenga que ver con el ego, ni con el amor propio... Tiene que ver más bien con la necesidad de sentirse querido. Querer que te quieran puede llegarle a hacer a uno sentirse muy mal, pero no deja de ser algo natural y a veces se tienen dudas sobre qué papel tenemos en la vida de los demás. Quizás sea cosa de la autoestima, o igual, en realidad, una mezcla de todo un poco.

Mientras tanto, el uno por el otro la casa sin barrer. Y el reloj corriendo cada vez más deprisa.

lunes, 27 de julio de 2009

Agotador

Es agotador. Querer tanto algo te va dejando sin fuerzas, hasta que pierdes incluso las que te hacían falta para desearlo. Al final todo queda en una batalla que libran tu esperanza y tu ilusión por ver qué sucede antes: si se cumple tu sueño o te derrota el pesimismo de creer que nunca lo vas a lograr ver realizado.

Se supone que con fe, amor y voluntad todo es posible... Pero no. Y una mierda. A veces no se tienen y no es porque uno no haya luchado por todo eso, sino porque una vez las construiste y se te fueron derrumbando, lapidándote con ello a ti y a todos tus sueños, y dejándote sin las herramientas para volverlas a hacer de nuevo.

Es agotador. Poner la mano debajo de todo lo que te entusiasma, para no dejarlo caer a la pila de sueños rotos y poderle dar una oportunidad más tarde. Pero no importa. Si después de eso consigues al menos algo de todo lo que alguna vez has deseado, habrá valido la pena luchar por ello hasta la extenuación.

Magia de piedra

Suelo de piedra. Olor a humedad. Grietas en las paredes, que callan los secretos que han ido descubriendo en silencio a lo largo de los años. Un débil chorro de agua procedente de la manguera, que se ahoga intentando alcanzar a las plantas que hace un momento regó y ya echa de menos. Miedo a cruzarse con una rata que también haya salido a contemplar esa obra de arte. Años que marcan en las columnas el paso del tiempo con unos cuantos arañazos.

Silencio. El mismo que cuando aquello era la casa de las esposas de Dios y de sus más fervientes fieles, sólo roto durante el invierno por las voces de los que aceleran su deterioro. Ése que, en lugar de afearlo, lo hace aun más atractivo, pues en cada golpe que recibe dibuja el recuerdo de todo lo que ha vivido. Y él también se va callando, para poder escuchar las almas de todos los que allí estuvieron, callándose también la historia que le rodea.

Ella es parte de eso. Si se marcha, ya casi no tiene sentido. O tal vez sí, pero no quiero ver cómo se convierte en una más de las pisadas que ha marcado aquel patio. Por eso, si se va, siento que también yo debo hacerlo. Así no podré acordarme de aquello sin ella.

domingo, 26 de julio de 2009

About three years ago

'Cause every time I see your face, my mind becomes an empty space'.

Il Divo, Every time I look at you

sábado, 25 de julio de 2009

¿Mensajes oníricos?

"Acabáoslo todo, menos el agua". Me pregunto si es que en alguna parte de mí que no alcanzo yo a escuchar me remuerde la conciencia por ese baño espumoso y, por eso, en sueños terminaba diciendo insistentemente esa frase. No lo creo, porque bañarse no tiene por qué implicar un desperdicio de agua si se hace correctamente, y así trato de hacerlo yo, pero es que si no no entiendo qué sentido puede tener esa oración, y no sé por qué hay algo que me dice que tiene algún significado.

Aquí la fe también juega un importante papel, y yo, sin saber ni siquiera la razón, creo que algunos sueños esconden mensajes que no siempre somos capaces de descifrar. Supongo que la sugestión debe tener también algo que ver, pero aun así no suelo entender lo que quiero... Visto está que a veces no entiendo absolutamente nada. ¿Qué diablos pasa con el agua? Tal vez esta noche obtenga mi respuesta, o alguna pista más... O quizás sólo sueñe que los sueños son capaces de contarme cosas que nadie más me diría.

Hacerse mayor

Al empezar a vivir, son muchos los que piensan que lo normal es tener lo que tienen ellos: juventud. Pero en realidad, y teniendo la suerte suficiente, una persona pasa mucho más tiempo siendo viejo que joven.

A veces veo personajes que me han acompañado a lo largo de mi vida y me doy cuenta de que, ya cuando aparecieron en ella por primera vez, eran viejos. Llevan toda mi vida siendo viejos, y seguramente muchos sobrevivan para ver cómo yo misma me hago mayor.

No deja de ser curioso, porque ser joven es muy sencillo, pero envejecer no lo es tanto. Cuando uno empieza a hacerlo lleva siendo joven desde siempre, y es impactante observar la forma en que la lozanía nos va abandonando. Tampoco es que sea traumático, pero si bien uno nace sabiendo ser joven, no sucede lo mismo con lo otro, aunque creo que conforme van pasando los años, uno va asumiendo que su edad cada vez avanza más y más deprisa, y no son pocos los que aceptan de buen grado la transacción que hacen entre juventud y experiencia.

Supongo que no hay que tenerle miedo a hacerse viejo. En todo caso a hacerse viejo y no haber aprendido nada o no lo suficiente.

Comprar el sufrimiento

Cuando uno anhela encontrar una salida y se ve rodeado de muros cada vez más altos, cuando busca respuestas y sólo obtiene evasivas, cuando trata de olvidar y los recuerdos le roban hasta el olvido, o cuando intenta ser feliz y las lágrimas borran su sonrisa, antes o después, puede sucumbir ante la desesperación. Muchas personas, llevadas por ella, buscan todos los métodos que son capaces de imaginar para hacerla desaparecer junto con todo aquello que la desencadenó. Uno de esos métodos es que les muestren la verdad en un puñado de cartas.

No puedo culpar a una persona que está desesperada por acudir a cualquier sitio que le ofrezca una pizca de esperanza, pero sí detesto que haya gente que, con la sangre fría, se aproveche de su pésima situación para hacer dinero.

Tan imposible es aseverar que el destino no pueden enseñárnoslo unas cartas, runas, o lo que se quiera, como lo contrario. Como aquello que tanta gente vende insistentemente como verdades absolutas. De lo que no me cabe ninguna duda es de que, si acaso fuese cierto que las dotes adivinatorias existen en realidad, prácticamente ninguno de los que dicen poseerlas lo hace en realidad.

¿Cómo se puede ser tan miserable? ¿Cómo se puede alguien burlar de tal manera de lo que sienten y sufren los demás? Yo no me lo explico... La ética y la moral parecen ser las grandes desconocidas de toda esa gente que hace eso. Y es una pena, porque desde luego que sus cartas no se las van a enseñar.

martes, 21 de julio de 2009

Ficción y realidad

Puede que muchas de las primeras grandes decepciones amorosas se deban a la imagen tan falsa del amor, de las relaciones y de las personas que se da en la televisión, los libros, los videojuegos o los mangas. ¿Cuántos personajes maravillosos he conocido? ¿Cuántas relaciones y situaciones de ensueño he envidiado? ¿Y cuántas personas que me hayan llamado la atención e historias que me hayan atrapado he visto en la realidad o he vivido yo misma? La balanza se inclina seriamente hacia el lado de lo que no es de verdad.

No les culpo. No culpo a los guionistas, dibujantes, etcétera que contribuyen a crear toda esa fantasía. Para ver la cruda realidad ya tengo una ventana en mi habitación. Cuando uno se pone a ver una serie o a leer algo no siempre quiere ver historias cotidianas o realistas. A veces está bien ver que la mente humana da para crear cosas o pensar en gente que normalmente no nos encontramos, porque eso nos da la esperanza para creer que puede, algún día o en algún momento, ser real algo similar.

No conocí a mucha gente que me haya llamado la atención realmente... Pero sí a unos pocos. No viví mil aventuras... Pero sí alguna que otra. Mantendré la esperanza... Y de mientras, me deleitaré con todo lo que los demás han soñado alguna vez que existiese. Me gusta. Yo también quiero soñar.

lunes, 20 de julio de 2009

Bestia...

Érase una vez, en un país lejano, un joven príncipe que vivía en un resplandeciente castillo. A pesar de tener todo lo que podía desear, el príncipe era egoísta, déspota y consentido. Pero una noche de invierno llegó al castillo una anciana mendiga, y le ofreció una simple rosa a cambio de cobijarse del horrible frío. Repugnado por su desagradable aspecto, el príncipe despreció el regalo y expulsó de allí a la anciana. Pero ella le advirtió que no se dejara engañar por las apariencias, porque la belleza se encuentra en el interior, y cuando volvió a rechazarla, la fealdad de la anciana desapareció, dando paso a una bellísima hechicera.

El príncipe trató de disculparse, pero era demasiado tarde, pues ella ya había visto que en su corazón no había amor, y como castigo lo transformó en una horrible bestia, y lanzó un poderoso hechizo sobre el castillo y sobre todos los que allí vivían. Avergonzado por su aspecto, el monstruo se encerró en el interior de su castillo, con un espejo mágico como única ventana al mundo exterior. La rosa que ella le había ofrecido era en realidad una rosa encantada que seguiría fresca hasta que el cumpliera veintiún años. Si era capaz de amar a una mujer y ganarse a cambio su amor antes de que cayera el último pétalo, entonces, se desharía el hechizo. Si no, permanecería condenado a seguir siendo una bestia para siempre.

Al pasar los años, comenzó a impacientarse, y perdió toda esperanza, pues... ¿quién iba a ser capaz de amar... a una bestia?

La Bella y la Bestia, Prólogo

domingo, 19 de julio de 2009

La necesidad de dormir

Cuando Maslow construyó su pirámide de las necesidades humanas, puso en la base las que se consideran básicas. Entre ellas incluyó el sueño.

No son pocos, y menos entre la población más joven, los que a menudo dicen que dormir es una pérdida de tiempo. Yo, desde luego, no suelo perder el mío haciéndoles entender qué significa "necesidad", porque las discusiones sobre perogrulladas me ponen de los nervios, pero lo cierto es que a veces da que pensar.

Una vez alguien, cuyo nombre no recuerdo ni tampoco me he molestado en buscar, hizo un experimento sobre cuánto podía aguantar sin dormir. Ciertamente, de eso tampoco tengo idea ahora mismo, pero lo que sí se me grabó a fuego al ver el vídeo en que se comentaba ese experimento era que el principio del final de la falta de sueño eran las alucinaciones, y que se tuvo que parar el documental ése o lo que fuera porque si uno no duerme se acaba muriendo. Supongo que todos necesitamos descansar, por muy fuertes que se sientan algunos jovencitos.

Tener necesidades es normal. No son signo de debilidad, sino de nuestra condición humana que parece ser que muchos no aceptan. Por suerte muchos hacen un placer de su satisfacción, y para muestra la gastronomía o la ya tan conocida siesta... Pero hay personas que tienen problemas para conciliar el sueño, a pesar de que les haga falta.

A otros lo que nos pasa es que, como se suele decir, el sueño se nos cambia. Por malos hábitos, por un mal día, por no poder dormir una noche o hacerlo demasiado una tarde... La cuestión es que hay gente que duerme de día y vive de noche. A ojos de quienes llevan una vida más ordenada, al menos en lo que a sueño se refiere, esas personas son juerguistas o algo por el estilo. Está como mal visto, pero no todos disfrutamos cuando eso nos pasa. ¿La razón? La misma que antes: nos guste más o nos guste menos, somos animales... y necesitamos al sol.

Afortunadamente, no siempre es crónico el insomnio, y el horario puede volverse a cambiar hacia las horas apropiadas con un poco de fuerza de voluntad... Mientras llega esa fuerza, a mí siempre me quedará leer.

Tocar fondo

Hay quien enseguida dice que ha tocado fondo. Quizás por eso se sorprendan cuando un poco más adelante ven que es entonces cuando están tocando fondo y que lo que antes les pareció tan horrible no lo era tanto en realidad. Otros somos un poco más cuidadosos a la hora de soltar esa frasecita. O más prudentes.

Una persona joven, creo, por muy mala vida que haya llevado, no debería pensar que ya nada le puede salir peor. Más que nada, porque con tanto tiempo por delante y con tantísimas cosas que le pueden ocurrir a uno, nunca se sabe. De todos modos, se puede concretar un poco más.

Ya digo que me parece complicado saber cuándo se ha tocado fondo, no ya siendo joven, sino por el mero hecho de seguir estando vivo y, por tanto, a merced de cualquier desgracia imaginable prácticamente, pero lo que uno sí puede decir casi con total seguridad es hasta donde ha tocado. Cuándo ha sido la vez que peor se ha sentido, o que más ha sentido que se le venía el mundo encima. Yo recuerdo esa vez. Está todavía demasiado reciente. Imagino que puedo aguantar etapas muchísimo peores, porque en realidad no considero que me haya ido tan mal... Pero da miedo. Da miedo pensar qué te tiene preparado la vida. Asusta no saber qué tan hondo puedes caer, ni si vas a tener que descubrirlo o serás afortunado y podrás vivir con la duda.

Supongo que todo el mundo ha tocado fondo alguna vez, aunque pocos "el fondo"... Ese punto lo imaginaba como uno en el que te debes sentir enormemente débil y fuerte al mismo tiempo, porque batallas con más miedo, más lágrimas y más sufrimiento que nunca antes en tu vida, pero tienes la tranquilidad de haber llegado al último nivel. La pena es que, pese a como yo lo había imaginado, nadie está nunca tranquilo. Nadie tiene nunca la certeza de que no puede caer más bajo.

viernes, 17 de julio de 2009

Eterno conflicto

"Estamos atrapados entre querer ayudar a otros y querer satisfacer nuestros propios deseos".

Takagi Yasushi, Nana

Darse cuenta

Los días pasan. Las oportunidades se van, la gente se muere. El tiempo se acaba. Parece que no nos demos cuenta de que eso es así hasta que lo vemos pasar. Hasta que ya es demasiado tarde.

Es como correr por un camino que termina en un barranco. No piensas que debías haber girado hasta que el vacío te sorprende, pero en realidad llevabas todo el tiempo teniendo la opción de cambiar el rumbo. Lo que pasa es que no te habías dado cuenta.

No creo que sea imposible darse cuenta de eso antes de que suceda. De hecho, es probable que mucha gente sepa que ocurre y simplemente no haga nada, confiando en que siempre haya más días, más oportunidades, más tiempo... Pero es que es verdad que la gente se muere, así que hay que aprender a adivinar dónde hay un precipicio. Debemos darnos cuenta de que están ahí antes de que ellos den cuenta de nosotros, porque sería una pena dejarse morir en uno.

Mentira

La gente se acaba cansando de la otra gente. Suena triste, pero creo que es así. A veces hasta el detalle más absurdo, que llevamos años viendo, se vuelve molesto e insoportable y nos hace explotar. Le coges manía incluso a la persona que más quieres. No aguantas a tu mejor amigo. Te dan ganas de pegarle, de gritarle lo estúpido que es o de no volverle a ver en la vida...

Pero de pronto te sorprendes girando la cabeza hacia el televisor cuando en las noticias anuncian un accidente cerca de donde está, se te encoge el corazón cuando te cuenta que ha llorado o te despiertas una mañana con su cara en tu cabeza.

Al principio estás engañada... Crees que ya no le quieres. Que aquello se rompió y que ya no tiene solución. Pero es mentira. Es todo mentira. Claro que le quieres. Con locura. Se te inundan los ojos con sólo pensar que le tienes lejos. Te quedas sin aire al pensar que tal vez le hayas perdido. Y entonces te das cuenta de que sólo estabas agotada, y ni siquiera te extrañas, porque si a veces no te aguantas ni a ti misma, es complejo que soportes siempre a los demás. Por mucho que les quieras. Por mucho que sin ellos te mueras...

Todo tiene solución. Mientras alguien quiera que la tenga.

Avi

Había una fiesta. Y el anfitrión eras tú. Pero era todo un poco extraño, porque estaban él y sus amigos, y a ti no te gusta ninguno. Sin embargo ellos parecían encantados y lo estaban pasando genial, y por alguna razón yo sabía que no te molestaba su presencia. Mientras, tú estabas tumbado boca abajo, medio inerte, sobre un chaise lounge de tela roja en medio del salón, con un pantalón negro y una camisa blanca -cómo no- que llevabas medio sacada por fuera. Después de la fiesta nos íbamos todos, dejándote allí solo. A medida que íbamos alejándonos de tu casa pude ver cómo estaba configurada: se encontraba en una pequeña península apenas conectada con la tierra que ocupaba casi por completo, rodeada de agua por todas partes excepto por el oeste. Las paredes eran completamente de cristal, y podía verte allí tumbado todavía aun de lejos. El mar parecía agitado y sobre tu casa se estaba desatando una tormenta. Curioso, ¿verdad?

No sé qué me pasa, pero a veces tengo la sensación de que te oigo gritar. Como no sé si cada vez que siento que tiras de la cuerda que nos une es que realmente lo estás haciendo, no me atrevo a preguntarte. Ya sabes cómo eres... De todos modos, supongo que no es nada nuevo. Mi consejo tampoco: antes de empezar a romperlo todo, piensa bien si de verdad quieres verlo roto... porque quizás algún día ya no puedas volver a juntar de nuevo todos los pedazos, y tal vez, más adelante, te acabes arrepintiendo. Ánimo. Y cambia esa cara, porque si lees esto es que ya sabes lo que toca.

lunes, 13 de julio de 2009

Detalles

Es increíble lo que pueden hablar los detalles de y por una persona. A veces te muestran sonrisas cómplices travestidas de enfados. Otras, preocupación disfrazada de indiferencia. En los casos menos alentadores, descubres gracias a ellos que una amistad no era tan sólida como tú te pensabas...

De cualquier modo, me gustan los detalles. Especialmente, claro está, cuando me dejan ver algo que creía perdido. La pena es que hay tantos detalles como manera de interpretarlos, y por desgracia nadie trae un manual sobre cómo hacerlo, aunque haya varios en el mercado sacados de la manga de vete a saber quién.

Diría que la única manera de aprender en qué sentido se deben entender los detalles de los demás es conocerlos a fondo, pero creo que me estaría equivocando. No sólo porque es complicado saber si se conoce bien a alguien o cuánto, sino porque aun con gente con la que tratas a diario puedes equivocarte en algo como eso. Así que en realidad me parece que la mejor manera de que, una vez hemos captado un detalle, seamos capaces de ver la forma que tiene en lugar de adivinarla o inventarla directamente, es preguntar a su generador. A veces ni él mismo sabrá respondernos, pero lo que nos diga será más fidedigno que lo que nos digamos nosotros... A menos que, por alguna razón, intuamos que está mintiendo u ocultando algo.

Ése es un problema: damos a los detalles, algunas veces, más importancia de la que realmente tienen. Suele pasar cuando nos gustaría tanto que la tuvieran que nos la inventamos sin querer, pero cuando eso sucede una en el fondo lo sabe... Así que antes o después acaba dándose cuenta de que no está siendo del todo objetiva.

Dejarse querer

Digan lo que digan, uno no decide de quién se enamora. Tampoco de quién no... Se supone que cuando alguien te quiere y tú no eres capaz de corresponder ese sentimiento está mal dejarse querer, pero tampoco estoy segura de qué está bien en esas circunstancias.

No puedes obligar a alguien a que no piense en ti. No puedes salir de su cabeza ni de su corazón, porque ni siquiera fuiste tú quien se metió en ellos, así que, en realidad, dejarse querer no es una opción. Es lo único que puedes hacer si no quieres perder el contacto con la otra persona, porque si intentas impedir a alguien que (te) quiera, sólo lo pones en tu contra.

Pero dejarse querer no es tan sencillo ni tan genial como la gente cree. Saber que haces daño a otra persona, o que algunos de sus sueños están de algún modo a tu alcance pero no se los puedes conceder, te acaba hiriendo a ti, si es que eres mínimamente humano y aprecias al otro al menos un poco. Si encima le aprecias tanto que llegas a veces a no entender por qué alguien podría ser incapaz de amarle aun cuando tú misma lo eres y no sabes la razón, te sientes cada vez más impotente. Y culpable, por recibir tanto cariño que no puedes dar de vuelta, o no del modo en que al otro le gustaría.

Supongo que lo normal es que, con el tiempo, todo se acabe. Lo ideal es que se acabe pronto el amor y todo quede en una anécdota que más tarde haga gracia recordar... pero eso no siempre pasa, y a veces termina rompiéndose todo. Quizás sea cierto que a veces son necesarias algunas bajas... para el bien común. Porque espero que al menos para alguien sea mejor así.

viernes, 10 de julio de 2009

Mente-ordenador

Las teorías sobre el Procesamiento de la Información (PI) llevan años manteniendo que hay una cierta analogía entre el funcionamiento de la mente humana y el de un ordenador. La verdad es que a veces desearía que esa analogía fuese un poco más allá.

Cuando un ordenador se satura, o se desestabiliza, el sistema nos suele dar la opción de volverlo a iniciar en una configuración anterior funcional, esto es, nos permite volver a un punto en que todo funcionaba para volver a empezar desde ahí. Ya podía pasarnos también eso a las personas.

Si tu mundo da un vuelco, si tu vida empieza a desmembrarse, no tienes esa opción. No puedes volver atrás, a cuando eras feliz todavía, y cambiar lo que hiciste para que lo que tenías entonces no se acabe resquebrajando. Es una gran putada que los del PI no tengan más razón de la que tienen, porque estoy segura de que muchos quisieran salvar los mejores momentos de su existencia y poder vivir tranquilos, arriesgándose continuamente por conseguir lo que desean, sabiendo que si algo va mal siempre pueden volver a ese punto. Teniendo la certeza de que, pase lo que pase, volverán a ser felices... Y no como estamos ahora, teniendo que aprovechar cada segundo que nos hace sonreír, porque podríamos no volver a tener uno igual.

Supongo que esa incertidumbre también nos mantiene vivos. El nivel de estrés ideal es el que no se pasa ni deja de llegar, pero para muchos el no saber aumenta demasiado ese nivel y se hace difícil arriesgar, por temor a qué pueda pasar en el camino que no vayan a poder cambiar. Sea como sea, somos personas, no ordenadores... y tendremos que vivir con ello.

Prudencia

"Cualquier imbécil puede tomar parte en una pelea, pero el hombre prudente sabe mantenerse lejos de ella".

Tom Builder, Los pilares de la Tierra

jueves, 9 de julio de 2009

Ésta soy yo...

No soy como parezco. Prácticamente todo es mentira. Juzgo a las personas. A veces incluso, cuando el juicio resulta negativo, las desprecio. Me siento superior a muchos, y cuando eso no sucede con algunos, me vuelvo loca buscándoles defectos que me hagan sentirme menos insignificante, como si no supiera que aun de esa manera –o más aún de esa manera- sigo siendo pequeña a su lado. Yo también siento celos, y envidia, y a veces incluso deseo que a otro se le tuerzan las cosas para, como tonta, sentirme un poco mejor al comprobar que no soy la única a la que no le sale todo bien. No tolero en los demás las mismas cosas que yo hago, y cuando algo se empieza a remover en mi conciencia le doy tantas vueltas como sean necesarias para encontrarle una justificación en la que, muchas veces, ni siquiera había pensado cuando hice lo que sea que ahora me reconcome. No me gusta mentir, pero sí que oculto a veces la verdad, diciéndome a mí misma que no es lo mismo, aunque sepa que a veces puede ser incluso peor. También juego con las palabras para obtener de los demás lo que yo quiero, cuando es algo que no está bien que quiera y me da apuro confesarlo. No soy muy normal, pero a veces me esfuerzo en serlo aún menos, porque no soporto la idea de ser lo que soy: una más. Y ni siquiera me creo que no sea especial…

Supongo que todo eso es bastante más normal de lo que se supone que yo soy. Pero no me gusta… No sólo porque me agrade destacar, o intentarlo, sino porque esas cosas que me hacen una humana más me dan realmente asco. No quiero ser juez, quiero dejar libres a los demás como también yo creo que merezco ser. No me gusta odiar determinadas cosas, a ciertas personas o algunas formas de ser, pero cuando se me enciende esa especie de llama en el pecho me siento incapaz de apagarla. Y sí que desprecio, como me desprecio a mí misma en ocasiones, porque tampoco me escapo de mi propia maza. No me aguanto cuando niego lo buenos que son los que son mejores que yo. Ni cuando me siento menos de lo que en realidad pienso que soy o que debería ser, sólo por ser yo. Detesto ponerme celosa, especialmente cuando no tengo derecho, o cuando los celos me los despierta alguien a quien yo no quiero de esa forma… y también odio cómo trato de demostrar que yo no tengo por qué envidiar nada de nadie, porque en realidad tampoco es tan malo que lo haga sanamente, pero a mi maza hasta eso le parece deleznable. Lo peor es cuando envidio algo que yo misma podría tener y no tengo por mi perezosa manera de ser o por lo cómoda que soy. A veces me gustaría gritar que en realidad soy tan estúpida como esos que me lo parecen a mí. Me gustaría ser más sincera de lo que realmente soy, pero a mí también me da miedo perder a los demás por culpa de pasarme de honesta, y me callo cosas que tal vez no debería. No me aguanto. No soporto el uso que hago de mi arma más poderosa: el lenguaje, pero es que sin él yo apenas soy alguien.

En realidad sólo soy una persona corriente que se niega a serlo. Una gota de agua en un océano que quiere sobrevivir en la arena, pero que carece de lo necesario para conseguirlo. Una gota que se está secando, que se va a secar… por negarse a reconocer lo que realmente es. Por tener la esperanza de ser como le gustaría. Y lo peor es que, a pesar de todo esto, me sigo creyendo diferente y sigo confiando en que algún día seré esa gota que logró vivir entre granos de arena.

Por eso… No me admires. Ni siquiera un poquito.

martes, 7 de julio de 2009

El precio de soñar

Dicen que soñar es gratis, pero yo no estaría tan segura. Soñar durante mucho tiempo tiene un precio demasiado alto y no todo el mundo es capaz de pagarlo. Por eso mucha gente elige no hacerlo. No es fácil volver a la realidad después de pasar años soñándola tan distinta de como realmente es.

Así que unos, simplemente, continúan soñando durante el resto de sus vidas, aun a sabiendas de que las están construyendo sobre una base etérea. Otros, incapaces de vivir una mentira durante mucho más tiempo, y de llevar una vida que dista mucho de la que soñaban, terminan prefiriendo la muerte.

Supongo que, como muchas cosas en esta vida, lo ideal está en el término medio. Igual que no puede vivirse en el pasado no creo que se pueda en un sueño que nunca se acaba. Creo que es mejor trabajar para hacer que sueños y realidad se parezcan cada vez un poco más, hasta que soñar se vaya necesitando cada vez un poco menos... Y, claro está, para eso hace falta seguir haciéndolo, aunque sólo sea de vez en cuando, porque una vida completamente privada de sueños sería demasiado triste... y demasiado aburrida.

lunes, 6 de julio de 2009

Ochenta años

¿Dónde están esos ochenta años que me prometiste? Supongo que se han hundido... Supongo que están tan hondo como tú, o tan arriba como ese amor de humo que dibujaste en el aire, y que se esfumó tan rápido como te acababas los cigarrillos cuando algo te ponía nervioso. Pues gracias... Porque la verdad es que el futuro pinta mejor si tú no estás en él conmigo. Y ya casi no hay campos en Castilla.

sábado, 4 de julio de 2009

Los sentidos

A veces utilizamos tanto los sentidos que olvidamos cuántos tenemos y cómo se siente cada uno. Hasta que te obligan a prescindir de uno. Entonces, de pronto, parece como si se convirtiera en el más importante de todos. Lo malo es que, a veces, no te despojan de uno nada más...

Primero ves... Y te alegras. Disfrutas, analizas cada detalle, lo grabas todo en tu memoria y rezas para ser después capaz de reproducirlo cuando ya no esté. Poco más tarde te das cuenta de que necesitas algo más, y entonces oyes. Lo haces hasta que memorizas cada sonido, cada palabra... Y vuelve todo eso a quedarse corto. Más... Quieres tocar. Aunque te cueste un mundo, haces que tu mano llegue a donde antes sólo alcanzabas a oír. Ya puedes tocar... Labios, manos, cabellos. El tacto tiene la gran ventaja de que rompe las barreras del olfato. Tan cerca como para poder tocar, también eres capaz de oler. Pero cuando has recorrido toda la geografía de aquello que te quitaba el sueño, cuando te has emborrachado con su perfume, vuelves a notarlo. Quieres más. Aún un poquito más... Gusto.

Supongo que por eso mucha gente juega a quitarse algún sentido durante un momento... Para que su presencia no les impida disfrutar debidamente del resto. Y para echarlo de menos un rato y volver a valorarlo como se merece después.

Insensible

¿Cuántas veces ocurrió? ¿Cuántas veces acabó llorando? Hace tanto tiempo que apenas recuerdo un par, pero estoy segura de que fueron muchas más. Lo sé, porque sé que aún siente la vergüenza de ponerse a llorar delante de toda la clase. Las miradas de los otros chicos. Todavía les oye preguntar "¿qué le ha pasado?". No olvida los interrogatorios de las profesoras sobre el motivo de su llanto, ni sus vagas explicaciones tratando de olvidar el porqué cuanto antes.

Pero tampoco ha olvidado las razones. Acababa llorando porque no soportaba la presión. La acorralaban y se burlaban de ella por tener gustos distintos de los suyos. Hacían comentarios sobre ella lo suficientemente alto como para estar seguros de que los podía oír. A veces la perseguían riéndose de ella hasta que estallaba... Y no soportaba ser tan débil. ¿Qué importaba lo que pensasen ellos sobre qué le gustaba? ¿Qué más daría si se reían de ella o la dejaban en paz? Todo eso tenía que darle igual, pero no era así. ¿Por qué? Justo por eso. Supongo que justamente porque no entendía por qué la trataban así, y precisamente a ella.

Con el tiempo no olvidó, no, pero dejaron poco a poco de importarle los porqués. Ya no dolía, ya no lloraba. Y suerte, porque odia llorar. Imagino que se acostumbró a aquello, porque siguió pasando aun en otros lugares y con otros protagonistas. Así fue, al menos en parte, como construyó los muros que ahora la rodean. Los que llevan tanto tiempo protegiéndola.

También recuerdo cuando se ponía enferma. De eso me acuerdo mejor, porque le sigue sucediendo. Un shock. Una decepción. La traición de alguien en quien confiaba... Era eso y no los virus y bacterias comunes lo que afectaba a su salud. Lo sentía todo tan dentro que al final acababa invadiéndolo todo. También su cuerpo.

Quizás por eso ahora la llaman insensible. Es paradójico. Siente tan intensamente que trata de ignorarlo, y los demás lo interpretan como que en realidad no siente nada. ¿Y qué más da? Esos muros tienen una puerta. Y para abrirla uno sólo tiene que querer entrar... Fuera están todos los que no han querido pasar dentro a explorar su pequeña fortaleza. Qué insensibles, ¿verdad?

viernes, 3 de julio de 2009

Supervivencia

Es injusto que nos asalten recuerdos que estábamos tratando de enterrar un poco cuando menos lo esperamos. Uno debería poder escoger de qué se acuerda y cuándo... O bueno, en realidad no, pero es normal desearlo cuando lo que te viene a la cabeza no es lo que te gustaría.

Es lo malo que tiene el pasado, que siempre puede volver. Lo malo es que nosotros nunca podremos volver a él, y ésa es la razón por la que hay algunos recuerdos que uno preferiría seguir manteniendo alejados, o al menos a una distancia de seguridad.

Pero a veces el ser humano parece masoquista, y busca activamente y también sin querer cosas que le traigan todo eso que ya no está. Y es que es un sentimiento contradictorio... porque por un lado te hacen recordar buenos momentos, pero es que esos a veces tienen anclados también algunos malos... Y además, buenos y malos están teñidos de melancolía, porque saber que ciertas cosas tuvieron su tiempo y ya pasó, antes de lo que nos hubiese gustado, desanima un poco a cualquiera.

En fin... Uno tiene que hacer lo mismo que sus recuerdos: sobrevivir.