miércoles, 30 de junio de 2010

Mmm...

Me encantan los escalofríos en las noches calurosas de verano.

martes, 29 de junio de 2010

Confiar en alguien

Yo te imagino dormido
si vuelvo a casa muy tarde...
Lo cierto es que no me acostumbro
a dormir al lado de nadie...
Cerrar los ojos,
y abandonarse...
No pongas un precio que no puedes pagar,
no quiero marchantes de arte...
No estuve en el casting de estrellas de rock,
no soy marioneta en este baile...
Sentirse sola,
sentirse aparte...

Prefiero vivir a mi manera,
eso no hace daño a nadie...
Sólo quiero que me entiendan...
Déjame vivir a mi manera...
Necesito que me creas...
Necesito confiar en alguien...

Yo te imagino dormido
si vuelvo a mi casa muy tarde...
Lo cierto es que no me acostumbro
a dormir al lado de nadie...
Siempre me voy...
Siempre a ninguna parte...
Mi vida es un vuelo sin motor...

Aun así quiero vivir a mi manera...
Eso no hace daño a nadie,
pero quiero que me entiendas...
Déjame vivir a mi manera...
Necesito que me creas...
Necesito confiar en alguien...
Necesito confiar en alguien...

Siempre me voy...
Siempre a ninguna parte...
Mi vida es un vuelo sin motor...

Aun así quiero vivir a mi manera...
Eso no hace daño a nadie,
sólo quiero que me entiendas...
Déjame vivir a mi manera...
Déjame vivir...
Déjame vivir...
Déjame vivir a mi manera...
Déjame vivir...
Déjame vivir...
Déjame vivir a mi manera...
Amaral, Confiar en alguien

La costumbre

La gente suele hablar a menudo sobre qué es normal y qué no. En realidad, nada lo es. Todo depende de lo acostumbrado o no que uno esté a algo.

Hay un montón de cosas que aceptamos como normales simplemente porque suceden, pero que sucedan no quiere decir que deban suceder. Es el hecho de que estemos acostumbrados a verlas lo que nos hace entenderlas de esa manera. Por eso, por ejemplo, entre unas culturas y otras a veces se cae en el etnocentrismo. Damos en entender que lo que hacen en otros sitios es raro, y lo que hacemos nosotros es lo normal, y, además de eso, lo mejor.

La distinción entre qué es normal y qué es raro es en realidad trivial. El problema es que, con frecuencia, lo raro se aparta y se acepta sólo lo normal, cuando esto pocas veces lo es por otro motivo que por ser aquello de lo que tenemos costumbre.

Perros y personas

"El perro promedio es mejor persona que la persona promedio".

Andy Rooney

domingo, 27 de junio de 2010

El feedback

Algo que conlleva eso de tratar con las personas es que hay que estar continuamente dándoles feedback. Uno puede pensar maravillas sobre lo que otro está diciendo, que si lo que le devuelve es una mirada perdida y distante o un bostezo que deje ver hasta sus muelas del juicio, la otra persona no lo entenderá. Esto es fácil de entender en la teoría, pero luego la práctica es, comúnmente, sólo aplicable a los demás.

Si cualquiera te ignora o no te presta la suficiente atención, enseguida piensas que no le interesas en absoluto. A veces incluso le das mil vueltas, porque es una persona con la que, hasta entonces, creías tener una buena relación, pero su actitud no te deja lugar a dudas.

Sin embargo, cuando eres tú el que tiene un mal día y no haces caso a otro, te cuesta bastante más entender que la otra persona se sienta como lo harías tú en esa situación. Piensas que debería saber que en realidad sí te interesa, porque incluso te parece que se te nota mucho, pero si con nuestra forma de actuar no decimos nada, lo más probable es que el otro no se entere de ídem.

Esto pasa también porque, por normal general, a nosotros solemos excusarnos, poniendo siempre al culpable fuera: no soy yo, es que en el trabajo me cabrearon y tenía un mal día... Y, cuando tenemos que pensar en por qué otro hizo lo que hizo, las culpas suelen recaer en algo suyo a nivel personal: no me habla porque me odia.

He ahí la importancia del feedback. No ya de que exista, sino de que exprese lo que realmente queremos que exprese. Esto puede hacerse bastante difícil en según qué situaciones y con según qué personas, pero es fantástico cuando le vas cogiendo a alguien tanta confianza que dejas de necesitar que te dé feedback para saber lo que piensa de ti.

miércoles, 23 de junio de 2010

El fuego

Mi playa está vacía... pero desde ella puedo oler el fuego.

martes, 22 de junio de 2010

La fauna de tu pecho

Es interesante que casi todo lo bueno y lo malo se nos pase siempre por el pecho. Las mariposas ésas que a todos tanto nos gustan, con que se metan ahí durante algunos segundos, ya lo dejan todo patas arriba. Y el dolor, la pérdida o las decepciones también se clavan en el pecho, agujereándolo.

Quizás por eso cuando termina también nos duele el pecho. Los cristales de las ilusiones matan a las mariposas al romperse, y el vacío que sentimos no es sino lo que las echamos en falta. Y las punzadas de dolor que te atraviesan algo te traspasan el corazón, pero, aunque no lo parezca, eso es algo bueno: al menos significa que lo tienes.

La letargia de las emociones

Hay quien no se cree que sea mejor sentir algo, aunque sea el sentimiento más miserable que quepa imaginar, antes que no sentir nada. Posiblemente sean quienes no han sufrido ese coma emocional.

Recuerdo que alguna vez me echaron en cara precisamente eso, no sentir. Creo que ése fue, paradójicamente, el comienzo de una etapa sin sentimientos.

En realidad lo que pasa debe ser bastante sencillo. Y digo debe porque saberlo no lo sé. Es como si, después de sentir mucho, después de sentir demasiado, te acostumbrases a casi todos los sentimientos en su forma más expansiva. Así, cuando vuelven a aparecer poco después ya no te sorprenden. Lo que te lo hubiese removido todo tiempo atrás, ya te deja frío. En comparación, lo bueno nunca es tan bueno, y lo malo nunca llega a ser tan malo. Por eso uno se queda prácticamente como si no tuviese emociones.

Pero lo cierto es que sí las tienes. Lo que pasa es que se aburren de no alterarte y se duermen, se aletargan, y aunque te acompañen durante mucho tiempo, ya ni te das cuenta. La suerte es que, cuando empiezas a creer que es mejor vivir así, que se vive más tranquilo, porque de ese modo no te sientes raro por no sentir nada, se despiertan. Y es entonces cuando te das cuenta de cuánto te faltaban, y cuando después de la primera lágrima te asoma una sonrisa. Aunque estés triste, porque aunque sea lo que sea te apene, sentir es estar vivo, y eso siempre suele resultar una alegría.

La hipocresía menos ética

Me hace gracia. La gente se toma muchas molestias en tratar de delimitar qué es ético y qué no lo es en la investigación. Se supone que cualquier experimento no se puede hacer porque, algunos, serían al fin y al cabo alguna manera de jugar con las personas. Qué hipocresía. Muchos de los que señalan con el dedo lo que está bien y lo que está mal en ese ámbito luego se dedican ellos a jugar con los demás.

Para eso no hay reglas ni leyes. Están las normas morales, pero son demasiado difusas. Si, por ejemplo, decido experimentar qué ocurre si le hago pensar a otro algo que no es real, nadie me meterá preso. De hecho muchos ni se darán cuenta si consigo envolverlo en un juego de sutilezas que encubra lo que verdaderamente estoy haciendo. Pero la realidad es que me apetecía jugar con alguien para ver cómo reaccionaba ante unas u otras cosas. Sigue siendo un maldito experimento, pero encima de mal hecho, incumpliendo hasta el código deontológico menos estricto.

Claro que no creo que eso deba eximir a los experimentadores de verdad, a los que la ciencia les avala, de cumplir con cierto rigor y tener en cuenta la ética a la hora de trabajar. Lo que pienso es que debería ser al revés: esas normas morales tan borrosas deberían ser más claras. Debería haber sanciones también para los que no tienen ética alguna fuera de un laboratorio. Para los que se ríen de los demás. Para los que juegan con la gente. Pero eso, aunque a veces y casi excepcionalmente se castigue, lo puede hacer cualquiera libremente y sin consecuencias.

domingo, 20 de junio de 2010

En tu silencio

Como quien tira de una cuerda
que se romperá...
Tirar, tirar, tirar, tirar, tirar...
Como sin darse cuenta
rozar un poco más...
Los ojos han cerrado
para no afrontar
que el aire es de cristal...
que puede estallar...
que aunque parezca extraño,
te quiero devorar...
Que el aire es de cristal...
que puede estallar...
que aunque parezca extraño,
te quiero devorar...

En una esquina de su boca
se dejó estrellar,
como la ola que se entrega a la roca...
Perdida en el abismo
de unas manos sin final,
tan grandes que abrazaban todo su planeta...

Ahora no estás aquí... ahora no estoy aquí...
pero el silenció es la más elocuente forma de mentir...
Ahora no estás aquí... ahora no estoy aquí...
pero el silenció es la más elocuente forma de mentir...

En tu silencio habita el mío
y en alguna parte de mi cuerpo habitó
un trozo de tu olor...
En tu silencio habita el mío
y en alguna parte de mis ojos habitó
un trozo de dolor...

Ahora estás aquí, ahora estoy aquí...
abrázame para que piense alguna vez en ti...
Ahora estás aquí... ahora estoy aquí...
abrázame para que piense alguna vez en ti...

En tu silencio habita el mío
y en alguna parte de mi cuerpo habitó
un trozo de tu olor...
En tu silencio habita el mío
y en alguna parte de mis ojos habitó
un trozo de dolor...

En tu silencio habita el mío
y en alguna parte de mi cuerpo habitó
un trozo de tu olor...
En tu silencio habita el mío
y en alguna parte de mis ojos habitó
un trozo de dolor...

Que el aire es de cristal...
que puede estallar...
que aunque mis labios no hablen
te quiero devorar...

Que el aire es de cristal...
que puede estallar...
que aunque mis labios no hablen
te quiero devorar...


Bebe, En tu silencio

Halagos insultantes

A la cualquiera le gusta que le adulen, que le piropeen, que le digan cosas bonitas... Menos a mí. O sí, pero sólo hasta cierto punto.

Puedo soportar las palabras amables y, está claro, me gustan como a todo el mundo, pero cuando exceden cierto punto y rozan el peloteo descarado e insultante de decir de alguien lo que mejor que nadie sabe que no tiene, no las aguanto. Se vuelven como un reflejo de todos tus defectos, pero que tuvo el mal gusto de disfrazarse de halago. Lo que me debería hacer sentir bien me termina haciendo sentir mal.

Es paradójico, porque luego apenas sufro un insulto en comparación, pero será que eso insulta a algo que valoro más que lo que los demás comenten: mi inteligencia.

viernes, 18 de junio de 2010

Stop it

I don't really know what to do to not become everything I hate...

Bla

Bla, blabla bla. Bla bla bla, blablabla, bla bla bla. Blablabla, blabla bla, blabla blablabla... Bla. Blablabla. Bla blabla blabla bla bla blablabla blabla. ¿Bla? Bla bla bla, bla blabla, blabla blablabla bla blabla blabla bla. Blablabla bla blabla blablabla bla bla blabla, blabla bla blabla. Bla blabla blabla blablabla bla. ¿Blabla? Blablabla bla.

¿Qué? La gente se pasa el día diciendo palabras vacías y nadie dice... nada...

miércoles, 16 de junio de 2010

Desgraciados...

"No ser amado es una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar".

Albert Camus

lunes, 14 de junio de 2010

La intuición de sombras

Dicen que en las películas de terror asusta más aquello que se intuye que aquello que podemos ver. Por eso unas sombras ambiguas o unos ruidos dan más miedo que un tipo real persiguiendo a una persona. Con los silencios viene a pasar algo parecido.

Si dices lo que piensas, para bien o para mal, los demás se llevan una impresión tuya. Si no dices nada, como no tienen ni idea de qué es lo que piensas en realidad, se dedican a imaginarlo.

Es curioso, porque la imaginación siempre suele ir muchísimo más allá que la realidad. Ante la falta de información, la gente se monta unas películas impresionantes, que después raras veces tienen nada que ver con lo que realmente sucede.

Lo malo es que no siempre se puede decir algo que acalle a las mentes más despiertas. A veces uno, simplemente, no dice nada porque no sabe qué decir. Y lo mejor es que cuando los demás empiezan a divagar sobre lo que no dices y por qué no lo dices, piensan siempre lo peor y casi nunca aciertan, porque en realidad para casi todo, la explicación real era la más simple... Y las sombras casi nunca se traducen en nuestra cabeza en algo sencillo.

Relaciones asimétricas

No es agradable darte cuenta de que a los demás les importas bastante menos de lo que te importan ellos a ti. Y en realidad, aunque pudiese parecer lo contrario, tampoco lo es ver que a otro le empiezas a importar demasiado y él a ti no en la misma medida o de la misma forma.

Cuando te ves detrás de alguien que ni siquiera se gira de vez en cuando para mirarte, antes o después te acabas cansando. Por mucho que le quieras o por mucho que te importe, si no pone de su parte y te ves solo tirando de ese carro, terminas por no hacerlo más. Es como si vuestra relación estuviera desequilibrada, y ya que no sabes, no puedes o no quieres hacer nada para que la situación cambie por parte del otro, una vez asumes que no vas a importarle como él te importa a ti, decides ser tú quien termine con ese desequilibrio, tratando de que esa persona te importe menos y menos hasta que ya no te duela que no se gire a verte. Hasta que, cuando por fin lo haga, tú ya no estés ahí detrás.

Por otra parte, siempre suele ser halagador darse cuenta de que hay alguien por ahí a quien le importamos, pero si no es algo recíproco por parte nuestra se torna incomodísimo. Nuevamente uno trata de corregir esa asimetría, pero no siempre es posible hacerlo. Lamentablemente, uno nunca decide quién le importa ni por qué, ya que ese tipo de cosas raras veces se deja llevar por la razón.

Y como a todos nos pasa entendemos que al resto le ocurra también. Las relaciones asimétricas existen, y en realidad nadie tiene la culpa de que nazcan así. Ahora bien, si uno las mantiene aun cuando le hacen sufrir, o cuando hace él sufrir a otros, sí se convierte en culpable. Por eso a mí me gusta tanto tratar de buscar la simetría: a mí y a mi conciencia nos gusta más.

domingo, 13 de junio de 2010

Far away

This time... This place...
Misused... Mistakes...
Too long... Too late...
Who was I to make you wait?
Just one chance... Just one breathe...
Just in case there's just one left...
Cause you know, you know, you know...

I love you...
I have loved you all along...
And I miss you...
Been far away for far too long...
I keep dreaming...
You'll be with me and you'll never go...
Stop breathing...
If I don't see you anymore...

On my knees, I'll ask
last chance for one last dance...
Cause with you, I'd withstand
all of hell to hold your hand...
I'd give it all, I'd give for us...
Give anything but I won't give up...
Cause you know, you know, you know...

I love you...
I have loved you all along...
And I miss you...
Been far away for far too long...
I keep dreaming...
You'll be with me and you'll never go...
Stop breathing...
If I don't see you anymore...


So far away...
So far away...
Been far away for far too long...
So far away...
So far away...
Been far away for far too long...
But you know, you know, you know...

I wanted... I wanted you to stay...
Cause I needed...
I need to hear you say...
I love you...
I have loved you all along...
And I forgive you
for being away for far too long...
So keep breathing
cause I'm not leaving you anymore...
Believe in...
Hold on to me and never let me go...

Keep breathing...
Cause I'm not leaving you anymore...
Believe in...
Hold on to me and never let me go...

Keep breathing...
Hold on to me and never let me go...

Keep breathing...
Hold on to me and never let me go...

Nickelback, Far away

Cuestión de marketing

Es una pena, pero a veces vende más la forma que el contenido. Lo mismo puede ser un éxito o un fracaso según cómo lo presentes, e incluso algo malo puede quedar por encima de algo bastante mejor sólo porque lo han adornado lo suficiente para que resulte más atractivo.

Con la gente pasa lo mismo. Muchas veces alguien pasa desapercibido sólo porque no trata de llamar la atención y se queda tranquilamente a un lado ocupándose de sus cosas, y otro sin embargo destaca continuamente queriendo y sin querer, y acapara las miradas de un público que, poco a poco y sin saber por qué, va queriendo cada vez más de esa persona.

En realidad suele ocurrir que el primero es bastante más interesante que el segundo, pero la gente no lo sabe. Como no se vende lo suficientemente bien, como el otro, no llega a los demás y se quedan sin conocerlo. Por eso, al final, todos se quedan con lo que han visto por todas partes, con lo que tuvo un marketing más elaborado... pero eso raras veces suele ser lo mejor.

sábado, 12 de junio de 2010

Lo contrario

Las personas podemos resultar tremendamente contradictorias. Hacemos que lo que es ni siquiera se parezca a lo que parece que es, y eso es porque, muchas veces, queremos, pensamos o necesitamos algo, pero damos a entender al mundo que lo que nos interesa es precisamente lo contrario.

Es como cuando te gusta alguien y lo que haces es ignorarle cuanto puedes para que él no se dé cuenta. O cuando aprecias a alguien y quieres lo mejor para él pero le haces daño continuamente tratando de que lo mejor para él sea lo que tú crees que le sentará mejor.

En realidad así es difícil conseguir nuestros objetivos. A veces una muestra contraria se entiende sin dificultad como paradójica, como cuando insultas a alguien que te cae bien y, en lugar de enfadarse, te devuelve la palabrota con una sonrisa en la boca. Pero cuando eso no está tan establecido, o tan claro entre las dos personas o entre tú y el mundo, es mejor no dar lugar a dudas, porque haciéndolo nos arriesgamos tontamente a perder lo que estábamos esperando y ahora tenemos delante.

martes, 8 de junio de 2010

El primer paso

Dar el primer paso no es, en sí, tan complicado: lo jodido es darlo tú. Especialmente cuando crees que eres tú quien lleva razón y no el otro, y no entiendes que no admita que se equivocó.

Lo que pasa es que con el tiempo eso pasa a un segundo plano. Al final, la batalla entre tu orgullo y esa otra persona la pierde tu orgullo. El otro gana, pero no a ti, porque no se enfrentaba contigo en realidad, aunque a veces no lo sepa. Y aunque te de rabia que otros sí que antepongan su supuesto orgullo, que tú ni siquiera piensas haber herido -ni te propusiste intentarlo-, a ti, a veces duele. Todo depende, claro está, de lo que te importe a ti el otro.

Pero no importa que duela, porque duele más la distancia, y las heridas que ella provoca sangran más que las que se le puedan hacer al orgullo.

sábado, 5 de junio de 2010

Idiomas

No sé cómo ha podido volverse tan importante eso de aprender idiomas para poder comunicarnos con gente de todas partes cuando la mayoría de las veces ni siquiera somos capaces de entender el idioma de la gente a la que tenemos al lado.

Da igual que domines el castellano, el inglés, el francés o el alemán. Como si eres filólogo. A veces es imposible entenderse con la gente y hacerles ver lo que nosotros vemos.

El problema no es la sintaxis, ni tampoco el vocabulario. En realidad sé que no es esa la cuestión, pero no tengo ni idea de cuál sí que es el problema. ¿Tal vez eso sucede por no escucharnos lo suficiente? ¿Entran también en juego nuestras suposiciones paranoides que damos por hecho sin haberlas contrastado? ¿La empatía quizás?

Sea como fuere, y teniendo más o menos claro que lo que falla no es (o no siempre es) la forma, debe ser que algo pasa en el contenido, y creo que es que la gente suele ser poco clara. Se comunican mediante indirectas, ironías, sarcasmos... Y a veces no hace falta tener ningún trastorno para no ser capaz de entenderlas. Siendo más francos nos iría mejor... aunque algunos estén tan habituados a mentir que ése sea el idioma que no dominan.

El tiempo las hace más fuertes... o no

Los objetos, y también las personas, son más fuertes cuando son nuevos, cuando tienen pocos años. Luego, con el tiempo, se van debilitando hasta finalmente desaparecer. Con las relaciones suele pasar justamente lo contrario.

Al principio cualquier relación, por buena que pueda parecer, es tremendamente frágil. Y lo es porque carece de lo que hace sólidas a las relaciones: amor, amistad, cariño, confianza... Todo eso falta, y cualquier roce o cualquier malentendido puede hacerlas tambalear fácilmente e incluso romperlas.

Sin embargo, ése que a veces es amigo y otras enemigo, el tiempo, que a nosotros y a las cosas nos estropea, a las relaciones las hace más fuertes. Además es más fácil decir adiós a alguien a quien aún no estás vinculado de ningún modo que a quien lleva ya años formando parte de nuestra vida.

La fortaleza que da el tiempo a las relaciones no está, sin embargo, exenta de desventajas: a veces el mismo tiempo las vuelve correosas y pegajosas, y se estiran infinitamente apoyándose en él, utilizándolo como la excusa perfecta para mantener relaciones que hace siglos que no van a ningún lado.

Así, es por eso que a veces surgen dudas con el tiempo. Hay momentos en los que preguntarse si ayuda o es un lastre... y si es lo segundo hay que tener agallas para soltarlo, con todo lo que ello conlleva.