jueves, 30 de septiembre de 2010

Humor e inteligencia

Hace poco oí a alguien decir que el humor es una forma de inteligencia. Yo disiento un poco.

El humor, como tantas otras cosas, tiene casi tantas formas como personas que pueden hacer uso de él. Y aunque es considerado por muchos una gran virtud, no todas sus caras a mí me lo parecen.

La gente se ríe mucho, pero eso no quiere decir que la gente se ría de cosas que yo considere graciosas, o de cosas de las que opine que es oportuno reírse. Por ejemplo, a mucha gente le gusta reírse de los demás, y yo a eso no le veo demasiada gracia.

También hay gente con un gran sentido del humor... pero que sólo crece hacia fuera. Reírse de las cosas de los demás parece ser muy sencillo, pero no lo es para todos reírse de lo que le pasa a uno. Tampoco me gusta la gente que se ríe de todo, excepto cuando ella está implicada.

Por tanto, sí que es posible que determinadas formas de humor estén relacionadas con la inteligencia, pero ni mucho menos todas, así que no veo acertada la generalización del comienzo de este texto. Y es que, encima, eso del humor es muy subjetivo.

La intención es lo que cuenta

La gente tiende a pensar que los actos de los demás han de ser juzgados de la misma manera, en función de aquello que se derive de ellos. Esto es, cree que, si la consecuencia de dos comportamientos es la misma, estos son de la misma gravedad. Pero se olvidan siempre de las intenciones.

A veces dos cosas acaban con el mismo resultado pero, quienes las hicieron, tenían unas expectativas diferentes de qué conseguirían con ello. Uno puede hacer mal adrede, o puede hacerlo sin querer. Son muchas las ocasiones en las que intentando hacer algo bien sólo empeoramos más las cosas. El resultado es igualmente nefasto, pero nuestra intención no era ésa precisamente.

Y dado que las intenciones que uno lleva nacen de su propia voluntad, creo que no es justo juzgar del mismo modo a personas que, aunque hayan obtenido iguales resultados, partieron de intenciones diferentes.

Aunque bien es cierto que nunca se pueden conocer a ciencia cierta las intenciones de los demás, y si ellos nos las cuentan no tenemos por qué creérnoslas, también lo es que en numerosas ocasiones somos capaces de intuirlas, cuando no descubrirlas sin que el otro se entere, por ejemplo sorprendiéndolo comentándolas con otros.

Así, al menos en según qué momentos, bien es cierta aquella frase que dice que la intención es lo que cuenta.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Exiliados en su isla

A veces hay quienes quieren dar espacio a otros porque piensan que lo necesitan. Da igual si ellos lo piden o no lo hacen. No importa quiénes se sientan incómodos, si los unos con los otros o los otros con los unos. El caso es que esas personas están tan convencidas de que sobran, que acaban alejando a los demás.

Así, esa gente no reclama ir a su isla privada en presencia de los demás, pero estos al final los exilian a ella. Encima, rara vez les dejan volver, con lo que finalmente se acostumbran a su isla y acaban aprendiendo a ser felices en el exilio.

Al final es como una profecía autocumplida. Los otros pensaban que ellos soñaban con su isla y que no les necesitaban, y al final con su comportamiento lo acabaron provocando. Los apartaron tan lejos que tuvieron que hacerse al lugar. No les quedó otra que olvidarse del mundo. Y ahora ese mundo les juzga por estar en el sitio en que él les colocó.

Triste y patético

Qué triste es, ¿no? La gente que construye su felicidad con los pedazos de la que a los demás se les rompe...

miércoles, 8 de septiembre de 2010

La perfección no existe

Ya, bueno, eso dicen. En realidad lo que no existe es una que nos satisfaga a todos, pero a nivel individual sí que es posible encontrar algo perfecto. Perfecto para ti. Que sea lo que tú buscabas, lo que querías. Aquello con lo que siempre habías soñado. Pero la gente se obceca en soñar con una perfección que lo sea a ojos de todo el mundo, como si algo perfecto sólo lo pudiera ser si es admirado por todos. E incluso en el amor eso sucede.

Hay gente que elige a su pareja en función de lo que va a gustar a los demás. Debe ser perfecta, o por lo menos se lo debe parecer a todo el mundo, tal vez porque esa gente piense que, si los demás tienen una buena imagen de su pareja, la que tengan de ellos mejorará, al ser capaces de conseguir a alguien así. Pero creo que siendo de ese modo nunca se está contento.

La perfección consensuada por todo el mundo sí que no existe en absoluto. De eso sí que estoy convencida. Por tanto, es imposible que nadie guste a todo el mundo, y si eso pasa esa gente nunca estará contenta. Pasarán un montón de tiempo buscando la perfección para que, cuando piensen que por fin la han encontrado, alguien esté en desacuerdo con las cualidades de su pareja. Y a la mierda la perfección, otra vez a buscar.

Eso, aparte de ser estresante, debe ser muy triste. Y que alguien te vea perfecto más de lo mismo: si alguien no es capaz de verte defectos es porque es también incapaz de mirarte.