martes, 7 de junio de 2011

¿Nostalgia?

"Pero qué más da, al fin y al cabo... una piedra. Una puta piedra sin futuro. Nada".

lunes, 6 de junio de 2011

A veces es mejor dejarlo estar

Cuando alguien se enfada contigo tienes dos opciones: o lo dejas estar o tratas de arreglarlo. Pero muchas veces, la gente, intentando solucionar algo, sólo consigue empeorarlo. Y es que cuando tiras algo y lo dejas hecho añicos, el otro, en muchas ocasiones, no quiere una justificación ni una excusa. Quiere simplemente una disculpa. Que seas capaz de admitir que te has equivocado, o que has hecho algo mal, aunque ésa no fuese tu intención.

Sin embargo, a muchos les cuesta reconocer sus errores. Bueno, no. Es mentira. En realidad creo que nos cuesta a todos, sólo que unos se esfuerzan y finalmente lo hacen y otros prefieren la comodidad de mirar siempre hacia otro lado y que sea otro el que lo haga.

Pues si no estás dispuesto a admitir tu parte de culpa, mejor déjalo estar. ¿Que por qué? Pues porque si es así, es porque estás seguro de que la culpa no es tuya en absoluto, sino del otro, y crees que es él quien debe dar el paso si es que quieres todavía que lo dé, o si no, porque tienes la pueril esperanza de que todo se solucione por arte de magia y sin tener que sacrificar tu orgullo.

Si de verdad alguien te merece la pena, si realmente estás interesado en no perder a esa persona, tragarte tu orgullo sólo será un mal menor. Pero, por favor, no hagas como si quisieras arreglar algo con alguien por quien ni siquiera estés dispuesto a hacer eso.

viernes, 3 de junio de 2011

17 años

Gracias por compartirlos todos conmigo.

Teleoperadoras

Hay quien piensa que muchos son antipáticos con las teleoperadoras que les llaman porque necesitan descargar su ira o su frustración, y esa pobre persona anónima (o no tanto, porque algunas se presentan) se cruza en su camino y se convierte en blanco fácil. Evidentemente, quien dice teleoperadora, dice teleoperador, pero utilizo el femenino porque, al menos a mi casa, llaman más mujeres que hombres.

El caso es que creo que a veces es cierto... Más de uno aprovecha la ocasión para liberar un mal genio (vaya usted a saber por qué) contenido. Pero debo decir que, en la mayoría de los casos, se lo buscan ellas solitas. O, mejor dicho, los que les pagan las hacen buscárselo.

Me imagino que no son tan pesadas por gusto. Entiendo que es su trabajo e imagino que la razón de su insistencia no es responsabilidad de ellas, sino de sus superiores. Pero ellos... ¿acaso creen que sus tácticas funcionan? ¿En serio piensan que haciéndote repetir seis veces que NO te interesa lo que te ofrecen les vas a soltar un SÍ a la séptima? ¿Les parece que las casi súplicas de una telefonista les dan buena imagen? Creo que al final sólo consiguen hacer sentir mal a sus trabajadoras, porque estoy segura de que a la mayoría les molesta tremendamente tener que acosar e incordiar a la gente, y además dar mala imagen a su empresa. Por lo menos, la que yo tenía de determinadas empresas ha caído bastante, y más de una vez, tras tener que soportar repetidas veces su publicidad y su persistencia.

Y es que insistir demasiado causa el efecto contrario en muchas personas. Cuanto más pretendas cambiar mi voluntad, teniéndola yo tan clara, menos ganas me van a dar de contratar tus servicios.

Sí. Todo esto viene a que hoy me tocó atender a una teleoperadora, que me dijo que, según observaba, en el pasado estuve con su compañía pero, ahora, lamentablemente, (no para mí ni para mi actual compañía, desde luego) estaba con otros. Le he dicho que precisamente porque ya tuve contratada su compañía en el pasado ahora no quería saber nada de ella. Ha insistido en hablarme de sus ofertas, y creo que unas cinco o seis veces le he dicho claramente que no me interesaba su compañía ni nada que tuviese que ver con ella y que tampoco me iba a interesar en el futuro. Pues bien, al final la muchacha ha perdido el tiempo (también me lo ha hecho perder a mí) y su compañía la dignidad con sus ruegos (no ella, porque entiendo que sólo quiere un sueldo a finales de mes). Evidentemente, no he contratado sus servicios, y obviamente me ha molestado profundamente tal intromisión y esa manera de seguirte dando la brasa cuando ya has dicho que no y además varias veces... Pero al final he acabado contenta. He sido capaz de darle largas sin soltar ni un grito ni una palabra más fea de la cuenta. Me ha costado, pero no he pagado con la muchacha lo que en realidad me irrita la compañía para la que trabaja. Hoy por lo menos, mi mala leche no ha tenido que pagarla nadie.

jueves, 2 de junio de 2011

Hágase mi voluntad

Aunque no recuerdo todas las ficciones que llevo vistas, leídas o escuchadas a lo largo de mi cada vez más extensa existencia, hay un mensaje común a muchas de ellas que sí que no he olvidado: si lo deseas, lo puedes conseguir.

Ya, claro. Los cojones. Eso es básicamente lo que piensa todo el mundo en cuanto entiende ese mensaje varias veces en contextos irreales -y nada realistas, en su mayoría- y ya lleva un poco vivido como para darse cuenta de que, al ciudadano medio, en su vida corriente, eso no le sirve. Querer algo con todas tus fuerzas en ningún modo te garantiza conseguirlo.

No obstante, creo que hay un término medio entre el optimismo desmesurado de la ficción y el realismo apabullante con que tantos la descartan. Es verdad que desear algo no es suficiente. Salta a la vista, pues de ser así todos estaríamos colmados con la más fabulosa fortuna, económica y personal. Y no, eso no es así. Pero, sin embargo, también los pesimistas infravaloran la voluntad humana. Y tal vez sobre lo de "humana".

Desear algo no basta, no, pero ayuda bastante más que sentarse en un sillón a esperar que aparezca. El deseo en muchos casos es motivante, y hay infinidad de cosas que no se pueden hacer sin ganas. Y no es que crea en la magia o en los milagros, pero tampoco dejo de hacerlo. A veces, deseas algo tan fuerte, recordando o no todas aquellas ficciones, conservando la esperanza de que tu voluntad atraiga aquello que quieres tanto o más que tu esfuerzo o que las probabilidades, y de hecho lo consigues. No sabes cómo ni de qué manera pero lo consigues. Y aunque no te llenes la cabeza de pájaros que revoloteen dentro de ella repitiéndote mensajes en los que avalan esa idea de que desear algo es suficiente, sí te invade la esperanza de que anhelar algo con todas tus fuerzas no sea sino una forma más de esfuerzo que, al final, se verá recompensada. Y menos mal, porque algunas veces, me temo, lo más que puedes hacer para conseguir según qué cosas es desearlo.

miércoles, 1 de junio de 2011

Perder o invertir

Hay una línea muy fina que separa qué es invertir el tiempo y qué es perderlo. A veces las cosas no suceden al ritmo que nos gustaría, o nos encontramos con situaciones que, necesariamente, requieren tiempo para poder ser atajadas correctamente. Ya sea esperado o no, el tiempo no suele ser bienvenido. Al menos no al principio. Una vez nos hacemos amigos de él, o él dueño de nosotros, empezamos a dudar sobre qué cantidad era necesario emplear en cada encrucijada.

¿Ha pasado el tiempo suficiente o hace falta más? Es muy difícil saberlo. Y no lo es menos averiguar qué debemos hacer con todo ese tiempo que nos sobra. Con todo el tiempo que hay entre nuestro presente y ese futuro que aguardamos. Ahí es precisamente donde radica la diferencia.

Hay quien espera. Quien deja pasar el tiempo en la línea de salida, dispuesto a correr tras él en cuanto escuche su señal. Esos son los que pierden el tiempo. Los que lo invierten se alejan de él mientras crece, y se dedican a enredar sus ramas sin que se dé cuenta en otros proyectos, en otras personas, en otras metas. No lo dejan escaparse delante de sus ojos sin hacer nada al respecto. Lo llevan a donde ellos quieren y lo apartan de lo que en ese momento no debe encontrarle.

Pero aun así es complicado. Cuando inviertes mucho más tiempo en algo del que tu cometido requería, ese tiempo de más empieza a ser desperdiciado, porque lo empleas en hacer otras cosas y en mirar a otros lados, olvidando que algo lo necesitaba a él, pero no al olvido.