lunes, 26 de septiembre de 2011

Sueño gore

El otro día tuve un sueño bastante gore. No creo que hiera sensibilidades, pero si alguien tiene dudas, que deje de leer.

Tengo un pendiente en el ombligo. Es lo que se conoce con el nombre de "banana", por la forma que tiene. En cada extremo tiene una bola, una más grande debajo y una más pequeña arriba, que se enrosca para dejarlo cerrado. En el sueño, había perdido la bola pequeñita. Es algo relativamente normal, aunque a mí sólo me ha pasado dos veces en doce años y ambas la acabé encontrando. Me puse a buscarla y pensé que no me gustaría no encontrarla y tener que comprar otro pendiente, ya que llevo tantos años con el mismo. Me daba mucha pena pensar en la posibilidad haberla perdido para siempre. Buscaba y buscaba y no aparecía, pero de pronto me di cuenta de que, al no tener sujeción, y al ser la bola de debajo más grande y pesada, el pendiente iba a salirse del agujero. Como no quería que eso pasara (es algo que nunca me ha hecho demasiada gracia), la sujetaba y la subía para que no se saliera la barra del agujero. Y debe ser que deseaba con tantas fuerzas no perder el pendiente, que subí tanto y tan bruscamente la bola, que se me empezó a meter también por el agujero. Empecé a sangrar, y la bola cada vez estaba más metida en el agujero. Hasta que se desprendió el pequeño trozo de piel de delante del agujero. Ya no podría volver a ponerme ahí un pendiente. Y cada vez había más sangre en mi abdomen.

El sueño acabó ahí. No encontré la bola pequeñita, y tratando de no perder el pendiente destrocé el agujero, haciendo imposible ponérmelo otra vez, la encontrase o no. Y me pregunté si no me pasa eso mismo con algunas personas. Algo se rompe. Se estropea. No es nada serio, pero hay un pequeño problema. Yo me empeño en tratar de arreglarlo, a mi manera. De la única manera que en ese momento se me ocurre. Pero lo único que consigo es estropearlo todo más. Convertir una estúpida diferencia en un momento dado en una sangría irrecuperable.

Lo peor de todo, es que alguna vez lo he hecho adrede. Lo he llenado todo de sangre, porque hay ciertos pendientes que una no puede llevar, por muy bonitos que sean. Y yo ya no sé qué hacer con este ombligo destrozado. Forzarlo a llevar de nuevo el pendiente nunca me ha salido bien, pero es que yo no quiero llevar otro ni colocarme otro adorno diferente. Así que me imagino que me olvidaré del pendiente y ya está. Por lo menos podré contemplar cada vez que lo desee la cicatriz que me ha dejado, y recordar lo bonito que era todo cuando todavía no nos habíamos manchado de sangre.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Ain't no mountain high enough

Listen, baby,
ain't no mountain high,
ain't no valley low
ain't no river wide enough, baby...

If you need me, call me,
no matter where you are,
no matter how far...
Don't worry baby!
Just call my name,
I'll be there in a hurry,
you don't have to worry,
'cause baby...

There ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough,
ain't no river wide enough
to keep me from getting to you, babe.

Remember the day
I set you free,
I told you
you could always count on me.
From that day on I made a vow,
I'll be there when you want me,
some way, somehow,
'cause baby...

There ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough,
ain't no river wide enough
to keep me from getting to you, babe

Oh no, darling...
No wind, no rain...
All winter's cold can't stop me, baby...
If you're ever in trouble
I'll be there on the double,
just sing for me, oh, baby!

My love is alive
way down in my heart,
although we are miles apart...
If you ever need a helping hand,
I'll be there on the double
as fast as I can...

Don't you know that
there ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough,
ain't no river wide enough
to keep me from getting to you, babe.

Don't you know that
there ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough,
ain't no river wide enough,
ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough...

Marvin Gaye & Tammi Terrell, Ain't no mountain high enough

martes, 20 de septiembre de 2011

No recuerdo quién soy

Me he estado leyendo a mí misma aquí hace algunos años y me he dado cuenta de que no me conozco. Estoy de acuerdo con lo que leo, sé que lo he escrito yo aunque a veces no lo recuerde... pero es como si leyese a otra persona. Me veo ahí atrás, en el pasado, y me parece darme cuenta de mil cosas que cuando aquello era presente pasaba por alto. Pero no sólo eso. Es que los demás tampoco sabían gran cosa de mí. Aun si les gritaba en la cara no se daban cuenta. No se daban por aludidos.

Ya me vine dando cuenta estos días atrás. Que lo que pienso y lo que hago o demuestro pocas veces logro que se corresponda. Que tal vez haya cosas de mí que ignore porque no las quiero saber, y eso se termina traduciendo en un montón de incongruencias entre mis actos y mis deseos, que pocas veces soy capaz de transmitir.

Pero, ¿quién se conoce? Tal vez lo mío no sea tan raro. La gente todo el rato miente, así que quién dice que no se mienta continuamente. Yo quiero ser sincera y me esfuerzo por serlo, pero parece que con quien más trabajo me cuesta serlo es conmigo.

De todos modos, aunque no sepa quién soy, aún me reconozco. Me asusto por sentir ciertas cosas con mucha intensidad, pero en realidad son las que ya sentía antes. Me asombra haber sido capaz de cosas que ahora me creo que no están a mi alcance. Y al final me parece que no es que ya no me conozca: sólo que había olvidado quién soy. En el fondo sigo siendo la misma, y mi testarudez me ha seguido hasta aquí.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Mis días...

"Y tenía miedo de los días, que pasaban sin piedad de todas formas".

竹本 祐太, Honey & clover

Te olvidaré

Un círculo. No. No pienses en un círculo. Ni se te ocurra imaginar nada que tenga esa forma. Vamos, apártalo. Olvídate de que los círculos existen y no los recuerdes nunca más.

Esto es como lo del oso blanco, ¿no? Si te dicen que no pienses en ello, lo piensas más. Cuando tratas de olvidar a alguien pasa algo parecido. Es como si te castigases al descubrirte pensando en esa persona o recordando algo que tenga que ver con ella. Pero eso no sirve de nada.

Acuérdate. Especialmente, piensa en el motivo por el que quieres olvidarla. Duele, ¿verdad? Claro que duele. Si no no te esforzarías en borrarla de tu mente. La dejarías en un rincón hasta que el tiempo la fuese emborronando, eliminándola casi por completo. Pero no. Quieres olvidarla porque te hace daño que esté ahí.

Repítetelo, repítetelo. Siente una punzada de dolor en el pecho cuando lo recuerdes todo. Sufre, llora, y desespérate, porque poco a poco se irá yendo. Acabarás dándote cuenta de que has pensado en ella y ya no has sentido ese dolor. Que cada vez lo sientes más lejos, y que ya no te hace tanto daño desde la distancia.

No hay que evitar pensar, sino justamente lo contrario. Cuando agotes tu dolor desaparecerá. Por eso, no lo dejes creciendo en una esquina, haciéndose más fuerte. Termina con él cuanto antes, porque si no será él quien acabe contigo.

Nada no es una derrota

Tuve una vez una profesora que solía decir que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Muchas veces he pensado como ella, pero al minuto siguiente me he repetido hasta la saciedad que no puede haber tantas cosas imposibles. Que seguro que la mayoría de cosas que damos por perdidas no lo están en realidad. Que siempre se podría hacer algo más. Que no es un azar que haya fijado el destino y al que tengamos que rendirnos. Que siempre podemos hacer otro esfuerzo y que en alguno estará la clave para que lo imposible se haga real.

Por eso es que me desespero. Me viene a la mente esa frase y decido destruirlo todo. Si no puede ser, que no sea nunca, y que ningún imposible agonice alimentado de falsas esperanzas. Pero luego pienso todo lo demás. Que qué pasa si hay una salida y soy yo en mi torpeza infinita la que soy incapaz de verla. Que tampoco es justo dejar morir a esas esperanzas sin haberlo hecho todo por ellas. Que no quiero perderlo todo y quedarme sin nada por no haber sido capaz de salvar algunas dificultades. Que me voy a arrepentir si no lo intento por lo menos.

Es entonces cuando trato de dar marcha atrás. Recojo los pedazos de lo que antes destruí y trato de recomponerlo a la desesperada. Todo lo imposible, todo lo que no me sale. Es como una espina que se me queda clavada y creo que puedo sacar. Sé que la puedo sacar, pero no sé cómo. Sólo me falla eso. Una estupidez, unas instrucciones. Una pista, una guía. Pero sin ello lo único que hago al tratar de quitar la espina es clavarla más adentro.

Y vuelvo a lo de antes. A dejarlo roto, como estaba, o incluso cada vez peor. ¿Será que sí que hay tantos imposibles? ¿No hay más soluciones que las que he sido capaz de ver? Me niego a creerlo. Pero al menos, hasta que haya meditado dónde puede estar la clave, será mejor estarse quieta. Si los pasos que trato de dar hacia delante me empujan hacia atrás, mejor será que no me mueva. Así, al menos, no lo estropeo todo más. No hago más profundas las heridas.

Ésa es la razón. Ése es el motivo de que mi nada no signifique que ya he abandonado. Sólo necesito darme cuenta de por qué no puede ser imposible.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

No le odio

"No le odio. Le quise hasta que supe cómo hacer que me diera igual [...]. Si no esperas que te llame por tu cumpleaños ni verle en varios meses, no te decepcionas. ¿Quieres que nos reconciliemos? ¿Que nos tomemos unas cervezas y nos abracemos? Ya le he dado bastantes abrazos y ya me ha decepcionado bastante".
Robert Chase, House M.D.