Es muy agradable lo que uno siente cuando es capaz de disfrutar de verdad con algo que otro crea. Pasa sobretodo con el arte: cualquiera de sus caras puede resultar realmente placentera.
Observar como lo que parecían unos torpes trazos azarosos sobre un papel se convierten en un precioso dibujo que representa algo que nos encanta. Ver unos dedos deslizarse sobre un piano y hacerle tocar una melodía que nos extasía. Leer el entramado de palabras que alguien una vez compuso para conformar una historia que nos hace vibrar. Escuchar cómo alguien modula su voz para deleitarnos con un canto que eriza el vello.
Es genial ser testigo de ello y sucumbir al placer que nos provoca. Pero es mejor aún cuando de repente recordamos que nosotros también somos capaces de aquello.