La gente suele definir la empatía como la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Desde luego, hay gente más y menos empática, pero la mayoría de las veces, la mayoría de la gente, es incapaz de ver las cosas desde el punto de vista de la otra persona. Y no es porque no lo intenten, porque en realidad intentarlo no es tan complicado. Es porque rara vez puede uno alcanzar a imaginar el prisma desde el que los demás ven lo que les pasa, hasta que se ven ellos en esa misma situación.
Por suerte o por desgracia, según se mire, es raro que uno tenga la oportunidad de vivir lo que vive la demás gente. Es complicado desarrollar una empatía plena, por tanto, pero no para todo el mundo. Hay gente que parece estar maldita.
Sí, porque meterse continuamente en el pellejo de los demás es como una maldición. Te lleva a entender lo que no querías comprender, a juzgarte a ti mismo como el pésimo juez que fuiste alguna vez con otro. A darte cuenta de lo estúpido que llegas a ser cuando te crees con derecho a dictar sentencias sin saber realmente de qué va cada historia.
En teoría también podría decirse que tiene algo de bueno, pero la verdad es que, a veces, es más cómodo no entender nada que tener justificaciones para casi cualquier cosa. Comprender a la gente agota más que pelearse con ella. Por eso creo que la empatía está sobrevalorada. Para quien la experimenta demasiado acaba siendo sólo eso: una maldición.