A veces hay quienes quieren dar espacio a otros porque piensan que lo necesitan. Da igual si ellos lo piden o no lo hacen. No importa quiénes se sientan incómodos, si los unos con los otros o los otros con los unos. El caso es que esas personas están tan convencidas de que sobran, que acaban alejando a los demás.
Así, esa gente no reclama ir a su isla privada en presencia de los demás, pero estos al final los exilian a ella. Encima, rara vez les dejan volver, con lo que finalmente se acostumbran a su isla y acaban aprendiendo a ser felices en el exilio.
Al final es como una profecía autocumplida. Los otros pensaban que ellos soñaban con su isla y que no les necesitaban, y al final con su comportamiento lo acabaron provocando. Los apartaron tan lejos que tuvieron que hacerse al lugar. No les quedó otra que olvidarse del mundo. Y ahora ese mundo les juzga por estar en el sitio en que él les colocó.