Aunque no recuerdo todas las ficciones que llevo vistas, leídas o escuchadas a lo largo de mi cada vez más extensa existencia, hay un mensaje común a muchas de ellas que sí que no he olvidado: si lo deseas, lo puedes conseguir.
Ya, claro. Los cojones. Eso es básicamente lo que piensa todo el mundo en cuanto entiende ese mensaje varias veces en contextos irreales -y nada realistas, en su mayoría- y ya lleva un poco vivido como para darse cuenta de que, al ciudadano medio, en su vida corriente, eso no le sirve. Querer algo con todas tus fuerzas en ningún modo te garantiza conseguirlo.
No obstante, creo que hay un término medio entre el optimismo desmesurado de la ficción y el realismo apabullante con que tantos la descartan. Es verdad que desear algo no es suficiente. Salta a la vista, pues de ser así todos estaríamos colmados con la más fabulosa fortuna, económica y personal. Y no, eso no es así. Pero, sin embargo, también los pesimistas infravaloran la voluntad humana. Y tal vez sobre lo de "humana".
Desear algo no basta, no, pero ayuda bastante más que sentarse en un sillón a esperar que aparezca. El deseo en muchos casos es motivante, y hay infinidad de cosas que no se pueden hacer sin ganas. Y no es que crea en la magia o en los milagros, pero tampoco dejo de hacerlo. A veces, deseas algo tan fuerte, recordando o no todas aquellas ficciones, conservando la esperanza de que tu voluntad atraiga aquello que quieres tanto o más que tu esfuerzo o que las probabilidades, y de hecho lo consigues. No sabes cómo ni de qué manera pero lo consigues. Y aunque no te llenes la cabeza de pájaros que revoloteen dentro de ella repitiéndote mensajes en los que avalan esa idea de que desear algo es suficiente, sí te invade la esperanza de que anhelar algo con todas tus fuerzas no sea sino una forma más de esfuerzo que, al final, se verá recompensada. Y menos mal, porque algunas veces, me temo, lo más que puedes hacer para conseguir según qué cosas es desearlo.