Me he estado leyendo a mí misma aquí hace algunos años y me he dado cuenta de que no me conozco. Estoy de acuerdo con lo que leo, sé que lo he escrito yo aunque a veces no lo recuerde... pero es como si leyese a otra persona. Me veo ahí atrás, en el pasado, y me parece darme cuenta de mil cosas que cuando aquello era presente pasaba por alto. Pero no sólo eso. Es que los demás tampoco sabían gran cosa de mí. Aun si les gritaba en la cara no se daban cuenta. No se daban por aludidos.
Ya me vine dando cuenta estos días atrás. Que lo que pienso y lo que hago o demuestro pocas veces logro que se corresponda. Que tal vez haya cosas de mí que ignore porque no las quiero saber, y eso se termina traduciendo en un montón de incongruencias entre mis actos y mis deseos, que pocas veces soy capaz de transmitir.
Pero, ¿quién se conoce? Tal vez lo mío no sea tan raro. La gente todo el rato miente, así que quién dice que no se mienta continuamente. Yo quiero ser sincera y me esfuerzo por serlo, pero parece que con quien más trabajo me cuesta serlo es conmigo.
De todos modos, aunque no sepa quién soy, aún me reconozco. Me asusto por sentir ciertas cosas con mucha intensidad, pero en realidad son las que ya sentía antes. Me asombra haber sido capaz de cosas que ahora me creo que no están a mi alcance. Y al final me parece que no es que ya no me conozca: sólo que había olvidado quién soy. En el fondo sigo siendo la misma, y mi testarudez me ha seguido hasta aquí.