No sé cuál es el motivo, pero con otra gente no me pasa lo mismo que contigo. Se acaba y se van y me voy y la distancia, la que se hace real al final del todo, la que duele y la que es fría como tus manos en invierno, hace el resto.
Contigo me falla el primer paso. No quiero darlo, y que tú tampoco lo hagas me echa aún más para atrás. Porque en el fondo no quiero que te vayas... No quiero perderte, y menos por eso. Rendirnos ahora arruinaría el trabajo de años. Sería darle la razón a quien no la conoce y quitárnosla a nosotros que, aunque nunca la vimos, fuimos capaces de sentirla.
Pero es que tampoco me gusta estar así... donde tú pero sin ti. Es como si llevásemos meses en la misma habitación evitando los ojos del otro, pero lanzándonos miradas furtivas cuando sabemos que no vamos a ser vistos. O al menos yo te las lanzo...
Es que es tan absurdo que para ser tenga que ser así... No, no y no. No quiero, joder. No quiero dudar si tengo que hablar de ti como un gran amigo en pasado, no quiero mirarte y que nunca me devuelvas la mirada, no quiero que te olvides de mí ni olvidarte, no quiero sumarte a la larga lista de fracasos que arrastro desde que tengo uso de razón. No quiero morirme sin verte ni que te mueras y no enterarme nunca.
Qué más da... qué más dan las lágrimas, o la eterna espera o la angustia, si parece que se te dé mejor odiarme que quererme. Quizás así seas más feliz y desear que eso cambie de nuevo es sólo una de las formas de mi egoísmo.
Mientras todo pasa o se me pasa a mí, sólo puedo echarte de menos. Al menos tengo tu voz... y tu sonrisa, aunque ahora ya no sean nunca para mí.