Hay cosas que, aunque no se mueran literalmente, nosotros las damos por muertas. Relaciones, sensaciones, recuerdos... e incluso personas. Siguen existiendo en alguna parte, pero hemos asumido que nunca más vamos a encontrarnos con ellas... pero de repente llega un día en el que lo hacemos. Nos topamos con algo que creíamos bajo tierra... a veces con gusanos por encima, prueba de que alguna vez murieron para nosotros, y otras, las más sorprendentes de todas, intactas, tal y como estaban antes de haberlas sepultado.
Desde luego que nunca vi a nadie salir de un ataúd de los de verdad... pero sí de los metafóricos, y es una mezcla entre agradable y sorprendente. Agradable si no hay bichitos, y sorprendente el hecho en sí. Es como tener una segunda oportunidad que otra persona o nosotros mismos nos habíamos negado de forma estúpida... porque, como suele decirse, todo tiene solución, excepto la muerte. No la hagamos llegar antes de tiempo...