Aunque no recuerdo todas las ficciones que llevo vistas, leídas o escuchadas a lo largo de mi cada vez más extensa existencia, hay un mensaje común a muchas de ellas que sí que no he olvidado: si lo deseas, lo puedes conseguir.
Ya, claro. Los cojones. Eso es básicamente lo que piensa todo el mundo en cuanto entiende ese mensaje varias veces en contextos irreales -y nada realistas, en su mayoría- y ya lleva un poco vivido como para darse cuenta de que, al ciudadano medio, en su vida corriente, eso no le sirve. Querer algo con todas tus fuerzas en ningún modo te garantiza conseguirlo.
No obstante, creo que hay un término medio entre el optimismo desmesurado de la ficción y el realismo apabullante con que tantos la descartan. Es verdad que desear algo no es suficiente. Salta a la vista, pues de ser así todos estaríamos colmados con la más fabulosa fortuna, económica y personal. Y no, eso no es así. Pero, sin embargo, también los pesimistas infravaloran la voluntad humana. Y tal vez sobre lo de "humana".
Desear algo no basta, no, pero ayuda bastante más que sentarse en un sillón a esperar que aparezca. El deseo en muchos casos es motivante, y hay infinidad de cosas que no se pueden hacer sin ganas. Y no es que crea en la magia o en los milagros, pero tampoco dejo de hacerlo. A veces, deseas algo tan fuerte, recordando o no todas aquellas ficciones, conservando la esperanza de que tu voluntad atraiga aquello que quieres tanto o más que tu esfuerzo o que las probabilidades, y de hecho lo consigues. No sabes cómo ni de qué manera pero lo consigues. Y aunque no te llenes la cabeza de pájaros que revoloteen dentro de ella repitiéndote mensajes en los que avalan esa idea de que desear algo es suficiente, sí te invade la esperanza de que anhelar algo con todas tus fuerzas no sea sino una forma más de esfuerzo que, al final, se verá recompensada. Y menos mal, porque algunas veces, me temo, lo más que puedes hacer para conseguir según qué cosas es desearlo.
jueves, 2 de junio de 2011
miércoles, 1 de junio de 2011
Perder o invertir
Hay una línea muy fina que separa qué es invertir el tiempo y qué es perderlo. A veces las cosas no suceden al ritmo que nos gustaría, o nos encontramos con situaciones que, necesariamente, requieren tiempo para poder ser atajadas correctamente. Ya sea esperado o no, el tiempo no suele ser bienvenido. Al menos no al principio. Una vez nos hacemos amigos de él, o él dueño de nosotros, empezamos a dudar sobre qué cantidad era necesario emplear en cada encrucijada.
¿Ha pasado el tiempo suficiente o hace falta más? Es muy difícil saberlo. Y no lo es menos averiguar qué debemos hacer con todo ese tiempo que nos sobra. Con todo el tiempo que hay entre nuestro presente y ese futuro que aguardamos. Ahí es precisamente donde radica la diferencia.
Hay quien espera. Quien deja pasar el tiempo en la línea de salida, dispuesto a correr tras él en cuanto escuche su señal. Esos son los que pierden el tiempo. Los que lo invierten se alejan de él mientras crece, y se dedican a enredar sus ramas sin que se dé cuenta en otros proyectos, en otras personas, en otras metas. No lo dejan escaparse delante de sus ojos sin hacer nada al respecto. Lo llevan a donde ellos quieren y lo apartan de lo que en ese momento no debe encontrarle.
Pero aun así es complicado. Cuando inviertes mucho más tiempo en algo del que tu cometido requería, ese tiempo de más empieza a ser desperdiciado, porque lo empleas en hacer otras cosas y en mirar a otros lados, olvidando que algo lo necesitaba a él, pero no al olvido.
martes, 31 de mayo de 2011
sábado, 30 de abril de 2011
Maldita suerte...
Últimamente he venido observando algo que me ha hecho reflexionar. Conozco a mucha gente que es incapaz de ser feliz si no anuncia continuamente al mundo todo lo bueno que le ocurre. Ya sea aprobar un examen o encontrarse un billete en la calle. A menudo, me consta, todo lo que buscan con su publicidad es suscitar envidias en los demás, aun cuando "los demás" sean los que se supone que son sus familiares, amigos y conocidos más cercanos o queridos. Y lo digo porque esas grandes noticias se suelen publicar, especialmente, en medios de comunicación (como las tan de moda redes sociales) de esos que, básicamente, compartimos sólo con la gente con la que los queremos compartir y se supone que algo nos importa.
Me he dado cuenta de que a mí no me pasa eso. Al menos, no me pasa eso cuando lo que me ocurrió tan fabuloso no es un fruto de mi esfuerzo, sino un golpe de suerte. Es decir, me encantaría gritar a los cuatro vientos que aprobé el examen, pero no tanto lo de que encontré un billete. Lo primero me hace sentir orgullo, pero lo segundo en absoluto. De hecho, creo que sería estúpido que me hiciese sentirlo, pero continuamente veo a la gente alardeando orgullosa de millones de cosas que de ningún modo son un mérito suyo sino pura casualidad.
A mí me da vergüenza. Hace ya tiempo que me considero más afortunada de lo que lo es mucha gente de la que me rodea (o tal vez sólo sean ellos más desafortunados que yo...), y, aunque evidentemente me gusta tener suerte, también me abruma reconocer que buena parte de mis alegrías son debidas a la simple fortuna. Además, me da pena ser yo la que tiene suerte y que otros tengan que esforzarse más que yo.
En el fondo, me dan envidia los demás a mí, aunque tengan menos de algo, porque cuando lo tengan sabrán que fue gracias a ellos mismos y no por pura chiripa. Y es que en realidad, tener tanta suerte a veces me hace sentir mal. Me hace sentir que yo no merezco casi nada de lo que tengo, y por culpa de mi maldita suerte tal vez nunca sepa si es así o no.
Ya, seguramente está mal también que me queje por tener suerte... Pero es que a veces de nada te sirve tenerla si, simplemente, no la puedes repartir entre quienes quieres que la tengan de verdad.
jueves, 31 de marzo de 2011
Camino empedrado
Dicen que el ser humano es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra. En realidad no, no es el único, y no se tropieza dos veces con la misma piedra sino setecientas. Pero de todas maneras, esa frase tampoco es tan negativa como puede parecer en un principio. Repetir los mismos errores más de una vez también tiene sus ventajas.
En primer lugar, tenemos la oportunidad de comprobar si realmente eran errores. Tal vez afrontando de otra forma las mismas situaciones las sepamos manejar, cosa que nos estaría diciendo que el error no fue lo que hicimos o lo que provocamos, sino cómo atajamos sus consecuencias.
Por otro lado, cuando pensamos que nuestro error tiene sólo un cauce y que va a llevarnos siempre al mismo lugar, una vez lo repetimos ya conocemos el camino que va a seguir. Podemos prepararnos y estar tranquilos, pensando que lo que nos espera no será peor que lo que ya conocemos de otras veces.
Aún así, a nadie le gusta tropezarse, y menos siempre en el mismo lugar. Pero es que en un camino tan empedrado, a veces cuesta distinguir unas piedras de otras, y hasta que no nos damos de bruces con ellas no nos damos cuenta de que eran las que debíamos evitar. Y total, al final, aunque no nos guste, cayéndose es como aprende uno a levantarse.
lunes, 28 de febrero de 2011
El terapeuta paciente
Ser paciente es mucho más complejo que ser terapeuta. Y es que no importa demasiado dónde esté el problema si tú eres incapaz de verlo. O, por lo menos, de verlo como tal.
Los síntomas escapan a la voluntad de uno, si no es una mera simulación, o tal vez un trastorno facticio, que no se deja de llamar trastorno. Es como cuando tratas de recordar algo que sabes que anda dando vueltas por tu memoria. Y piensas, y piensas, y no consigues acordarte.
La sensación es que aquello se ha borrado, que se ha desvanecido. Y si acaso piensas que es mentira, cuando llevas un tiempo tratando de evocarlo sin éxito, empiezas a plantearte que puede ser imposible que te acuerdes de eso que ahora te hace falta porque, en realidad, nunca lo has sabido. La realidad, o tu realidad, se acaba imponiendo a la lógica que te rige.
Y por supuesto no importa qué te digan los demás. Si lo has visto, o si no, si deberías recordarlo o si tratan de ayudarte a que lo hagas. Lo que no ves, no existe para ti. Y no es lo mismo mirar desde fuera el mundo de otro e intentarlo reparar desde lo que conoces que reinar en el tuyo y que aparezca otro pretendiendo destronarte sin que te resistas.
Los síntomas escapan a la voluntad de uno, si no es una mera simulación, o tal vez un trastorno facticio, que no se deja de llamar trastorno. Es como cuando tratas de recordar algo que sabes que anda dando vueltas por tu memoria. Y piensas, y piensas, y no consigues acordarte.
La sensación es que aquello se ha borrado, que se ha desvanecido. Y si acaso piensas que es mentira, cuando llevas un tiempo tratando de evocarlo sin éxito, empiezas a plantearte que puede ser imposible que te acuerdes de eso que ahora te hace falta porque, en realidad, nunca lo has sabido. La realidad, o tu realidad, se acaba imponiendo a la lógica que te rige.
Y por supuesto no importa qué te digan los demás. Si lo has visto, o si no, si deberías recordarlo o si tratan de ayudarte a que lo hagas. Lo que no ves, no existe para ti. Y no es lo mismo mirar desde fuera el mundo de otro e intentarlo reparar desde lo que conoces que reinar en el tuyo y que aparezca otro pretendiendo destronarte sin que te resistas.
lunes, 31 de enero de 2011
À ma place
Serait-elle à ma place
plus forte qu'un homme...
Au bout de ces impasses
où elle m'abandonne...
Vivre l'enfer.
Mourir au combat.
Faut-il pour lui plaire
aller jusqu'à là...
Se peut-il que j'y parvienne...
Se peut'il qu'on nous pardonne...
Se peut-il qu'on nous aime
pour ce que nous sommes...
Se met-il à ma place
quelquefois...
Quand mes ailes se froissent
et mes îles se noient...
Je plie sous le poids...
Plie sous le poids
de cette moitié de femme
qu'il veut que je sois...
Je veux bien faire la belle
mais pas dormir au bois...
Je veux bien être reine
mais pas l'ombre du roi...
Faut-il que je cède...
Faut-il que je saigne...
Pour qu'il m'aime aussi
pour ce que je suis...
Pourrait-il faire en sorte...
Ferait-elle pour moi...
D'ouvrir un peu la porte...
Ne serait-ce qu'un pas...
Pourrait-il faire encore...
Encore un effort...
Un geste un pas vers moi...
Un pas vers moi...
Je n'attends pas de toi
que tu sois la même...
Je n'attends pas de toi
que tu me comprenne...
Mais seulement que tu m'aimes
pour ce que je suis...
Se met-elle à ma place
quelquefois...
Que faut-il que je fasse
pour qu'elle me voie...
Vivre l'enfer.
Mourir au combat.
Veux-tu faire de moi
ce que je ne suis pas...
Je veux bien tenter l'effort
de regarder en face,
mais le silence est mort
et le tien me glace...
Mon âme soeur
cherche l'erreur...
Plus mon sang se vide
et plus tu as peur...
Faut-il que je t'apprenne...
Je ne demande rien...
Les eaux troubles où je traîne...
Où tu vas d'où tu viens...
Faut-il vraiment que tu saches...
Tout ce que tu caches...
Le doute au fond de moi...
Au fond de toi...
Je n'attends pas de toi
que tu sois la même...
Je n'attends pas de toi
que tu me comprennes...
Mais seulement que tu m'aimes...
Mais seulement que tu m'aimes...
Pour ce que je suis...
Quand je doute...
Quand je tombe...
Et quand la route
est trop longue...
Quand parfois
je ne suis pas
ce que tu attends de moi...
Que veux-tu
qu'on y fasse...
Qu'aurais-tu fait
à ma place...
plus forte qu'un homme...
Au bout de ces impasses
où elle m'abandonne...
Vivre l'enfer.
Mourir au combat.
Faut-il pour lui plaire
aller jusqu'à là...
Se peut-il que j'y parvienne...
Se peut'il qu'on nous pardonne...
Se peut-il qu'on nous aime
pour ce que nous sommes...
Se met-il à ma place
quelquefois...
Quand mes ailes se froissent
et mes îles se noient...
Je plie sous le poids...
Plie sous le poids
de cette moitié de femme
qu'il veut que je sois...
Je veux bien faire la belle
mais pas dormir au bois...
Je veux bien être reine
mais pas l'ombre du roi...
Faut-il que je cède...
Faut-il que je saigne...
Pour qu'il m'aime aussi
pour ce que je suis...
Pourrait-il faire en sorte...
Ferait-elle pour moi...
D'ouvrir un peu la porte...
Ne serait-ce qu'un pas...
Pourrait-il faire encore...
Encore un effort...
Un geste un pas vers moi...
Un pas vers moi...
Je n'attends pas de toi
que tu sois la même...
Je n'attends pas de toi
que tu me comprenne...
Mais seulement que tu m'aimes
pour ce que je suis...
Se met-elle à ma place
quelquefois...
Que faut-il que je fasse
pour qu'elle me voie...
Vivre l'enfer.
Mourir au combat.
Veux-tu faire de moi
ce que je ne suis pas...
Je veux bien tenter l'effort
de regarder en face,
mais le silence est mort
et le tien me glace...
Mon âme soeur
cherche l'erreur...
Plus mon sang se vide
et plus tu as peur...
Faut-il que je t'apprenne...
Je ne demande rien...
Les eaux troubles où je traîne...
Où tu vas d'où tu viens...
Faut-il vraiment que tu saches...
Tout ce que tu caches...
Le doute au fond de moi...
Au fond de toi...
Je n'attends pas de toi
que tu sois la même...
Je n'attends pas de toi
que tu me comprennes...
Mais seulement que tu m'aimes...
Mais seulement que tu m'aimes...
Pour ce que je suis...
Quand je doute...
Quand je tombe...
Et quand la route
est trop longue...
Quand parfois
je ne suis pas
ce que tu attends de moi...
Que veux-tu
qu'on y fasse...
Qu'aurais-tu fait
à ma place...
Axel Bauer & Zazie, À ma place
Suscribirse a:
Entradas (Atom)