Hipocresía: Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan.
Me pregunto por qué la gente es tan hipócrita. Entiendo que todos tenemos derecho a tener nuestra intimidad. También que hay cosas que uno no quiere compartir. Da igual que seas su amigo. Da igual que seas su mejor amigo. Pero qué lleva a la gente a mentir sobre lo que realmente piensa o siente, en lugar de, simplemente, decir a los demás "hasta aquí quiero leer", es algo que no entiendo.
A veces supongo que la gente espera obtener beneficios engañando a los demás. Si dicen lo que piensan de verdad puede caer mal y estarían perdiendo la oportunidad de obtener algo de esa otra persona. Eso, además de rastrero, me parece de lo más patético. Mientes sobre lo que piensas porque puede ser que no guste a todo el mundo. Qué manera tan ruin de menospreciarse a uno mismo... de venderse a cambio de un aprecio de mentira que en realidad ni siquiera es para ti, sino para quien estás diciendo que eres. Qué lástima...
Pero lo peor no es la hipocresía en sí, que ya me parece deleznable y lo mismo los que la profesan. Lo peor es que como caballeros de una sarta de mentiras, los malditos hipócritas tratan de derribar a los que no lo son con un puñado de ellas. No tienen bastante con dejarse a ellos mismos en evidencia ni con arrastrarse negándose a sí mismos, sino que pretenden colocar a los demás en esa tesitura. Quieren hacerles creer que son ellos los que se equivocan, cuando saben a ciencia cierta que no es verdad.
Me gustaría que se perdiesen todos en su asqueroso mundo de mentiras... O que no, es que me da igual... Simplemente quiero que me dejen a mí a un lado de ese juego vomitivo del que nunca se cansan, porque yo no quiero jugar.
lunes, 30 de marzo de 2009
sábado, 28 de marzo de 2009
Irreal
Cualquier día te apoyas en una pared y resulta que es de papel. No deshojes margaritas. No te quiere. No te ha querido nunca. Y lo peor es que ni siquiera sabe lo que es eso, aunque a veces te sorprendiese con su discurso aprendido sobre qué debía sentir. Con las emociones que le robó al primer poeta que encontró para hacerlas pasar por suyas y que tú te lo creyeses.
Todo es un engaño. Él con ella o él contigo. Ella allá y tú sin sitio. Mires a quien mires está disfrazado, y aunque te insistan en que eres tú la elegida, aquella que consiguió desnudarles de una vez por todas, la que descubrió algo en ellos que los demás no habrían podido ver, es mentira. Nunca vas a llegar hasta donde quieres, porque ese lugar, sencillamente, no existe.
Pero cuando tu castillo se haga trizas en el aire en que lo construiste y se te caigan encima los sueños que contenía apenas vas a darte cuenta, porque no es real, y en realidad nunca lo fue. La base que creías que lo sustentaba nunca estuvo allí, y cuando finalmente lo descubras también te darás cuenta de que ya no queda nada y de que en realidad no se ha caído... es que era tan etéreo como las escenas que vives por las noches, y tan frágil, que con sólo pensar en que podía ser verdad ya lo estabas tú rompiendo.
Llora. Tienes derecho a llorar. Siente bien las lágrimas quemando en tus mejillas, porque posiblemente sean lo único que es de verdad en todo esto.
Todo es un engaño. Él con ella o él contigo. Ella allá y tú sin sitio. Mires a quien mires está disfrazado, y aunque te insistan en que eres tú la elegida, aquella que consiguió desnudarles de una vez por todas, la que descubrió algo en ellos que los demás no habrían podido ver, es mentira. Nunca vas a llegar hasta donde quieres, porque ese lugar, sencillamente, no existe.
Pero cuando tu castillo se haga trizas en el aire en que lo construiste y se te caigan encima los sueños que contenía apenas vas a darte cuenta, porque no es real, y en realidad nunca lo fue. La base que creías que lo sustentaba nunca estuvo allí, y cuando finalmente lo descubras también te darás cuenta de que ya no queda nada y de que en realidad no se ha caído... es que era tan etéreo como las escenas que vives por las noches, y tan frágil, que con sólo pensar en que podía ser verdad ya lo estabas tú rompiendo.
Llora. Tienes derecho a llorar. Siente bien las lágrimas quemando en tus mejillas, porque posiblemente sean lo único que es de verdad en todo esto.
Es algo así...
Es una sensación parecida a la de querer seguir leyendo un libro sólo por terminarlo, o acabar de ver una película por no dejarla a la mitad. Se siguen sumando páginas y el contador cada vez marca más minutos que nos separan del final de la cinta, pero ya no queda nada del interés que nos suscitaron ese libro o esa película cuando los empezamos. Tampoco quedan ganas ni ilusión, más bien es obligación... aunque bien sabemos que las cosas también se pueden dejar a medias. Porque, ¿y si ese argumento que dejo de entusiasmarnos nos guarda un giro inesperado? ¿Y si recuperamos espontáneamente la emoción del comienzo? Puede ser que eso no pase nunca... pero cuando uno se decide a llegar hasta el final debe pensarlo hasta que éste llegue, porque si no la lectura, o el visionado, dejan de tener sentido. Y yo quiero que lo tengan.
viernes, 27 de marzo de 2009
jueves, 26 de marzo de 2009
Ante la duda...
No se sabe lo que se tiene hasta que se pierde. A veces es mentira, uno valora lo que tiene y de todos modos tiene miedo de perderlo. Ese miedo es, precisamente, el que puede fastidiarle el valioso tiempo que aún le queda por compartir con eso que tanto valora. Pero hay veces que sí que es verdad... y de qué manera.
Es curioso cómo podemos llegar a echar de menos incluso algo que nos resultaba molesto cuando estaba presente. Esto es una prueba de que incluso a la más odiosa de las tareas -o de las personas- se la puede extrañar. No es masoquismo, sino que a veces es mejor algo que no nos gusta que nada en absoluto. La soledad es un duro compañero al que no todo el mundo es capaz de soportar. Cuesta más vivir con ella que con el propio tedio, la tan detestada rutina o con el enfado permanente.
Otras veces lo que pasa es que eso que no nos gustaba era también el estímulo discriminativo que nos señalaba la aparición de algo que sí apreciábamos, y no tener lo uno implica, necesariamente, que lo otro tampoco va a volver a aparecer.
De uno u otro modo, nunca se sabe qué llegaremos a echar en falta. Por eso es mejor recrearse y disfrutar de todo lo que venga, incluso de lo aparentemente malo... porque nunca sabemos si otra vez volverá ni cómo va a llegar a sentarnos su desaparición, si es que llega a producirse.
Es curioso cómo podemos llegar a echar de menos incluso algo que nos resultaba molesto cuando estaba presente. Esto es una prueba de que incluso a la más odiosa de las tareas -o de las personas- se la puede extrañar. No es masoquismo, sino que a veces es mejor algo que no nos gusta que nada en absoluto. La soledad es un duro compañero al que no todo el mundo es capaz de soportar. Cuesta más vivir con ella que con el propio tedio, la tan detestada rutina o con el enfado permanente.
Otras veces lo que pasa es que eso que no nos gustaba era también el estímulo discriminativo que nos señalaba la aparición de algo que sí apreciábamos, y no tener lo uno implica, necesariamente, que lo otro tampoco va a volver a aparecer.
De uno u otro modo, nunca se sabe qué llegaremos a echar en falta. Por eso es mejor recrearse y disfrutar de todo lo que venga, incluso de lo aparentemente malo... porque nunca sabemos si otra vez volverá ni cómo va a llegar a sentarnos su desaparición, si es que llega a producirse.
Fantasmas
Supongo que todos tenemos los nuestros. Aunque no queramos ni siquiera mirarlos siempre están ahí, acechándonos... y nos persiguen hasta que consiguen alcanzarnos. Nos torturan y nos martirizan incansablemente y llega un momento en que nos rendimos a ellos. Les dejamos hacer con nosotros lo que quieran y llegan incluso a esclavizarnos. Y cuanto más tardamos en darnos cuenta de la situación (porque nos atrapan con un sigilo que nos impide hasta percatarnos de que están ahí), más difícil es salir de ella. Romper las cadenas con que nos tienen atados y liberarnos. Tanto es así, que algunos no lo consiguen nunca. Viven y mueren presos de sus fantasmas.
Desde pequeña nunca me gustó huir. Prefería la tensión de encarar una situación o a una persona desagradable, o que podía o iba con total seguridad a causarme algún tipo de conflicto, a la angustia de sentirme eternamente perseguida. A la incertidumbre que acompaña al que vive corriendo de algo o de alguien y nunca sabe cuánto más tendrá que hacerlo, ni el tiempo que le separa de su perseguidor o de que éste le alcance.
Aún hoy prefiero los enfrentamientos directos a escapar continuamente, pero no siempre es tan sencillo. Dejar de correr y plantar cara a nuestros fantasmas también conlleva el riesgo de no poder vencerlos y tener que vivir el resto de nuestras vidas con su cruz sobre nuestras cabezas, señalándonos. Señalando también la que fue nuestra derrota.
No importa. O no debe importar. Sólo se arriesga el que tiene algo que perder, y en este caso, no es demasiado distinta una derrota de una deserción interminable... Así que sólo queda librar batallas y ganarlas. Y volverlas a librar si acaso las perdemos, porque como decía el rey de Fanelia: "mientras estés vivo puedes seguir luchando".
Desde pequeña nunca me gustó huir. Prefería la tensión de encarar una situación o a una persona desagradable, o que podía o iba con total seguridad a causarme algún tipo de conflicto, a la angustia de sentirme eternamente perseguida. A la incertidumbre que acompaña al que vive corriendo de algo o de alguien y nunca sabe cuánto más tendrá que hacerlo, ni el tiempo que le separa de su perseguidor o de que éste le alcance.
Aún hoy prefiero los enfrentamientos directos a escapar continuamente, pero no siempre es tan sencillo. Dejar de correr y plantar cara a nuestros fantasmas también conlleva el riesgo de no poder vencerlos y tener que vivir el resto de nuestras vidas con su cruz sobre nuestras cabezas, señalándonos. Señalando también la que fue nuestra derrota.
No importa. O no debe importar. Sólo se arriesga el que tiene algo que perder, y en este caso, no es demasiado distinta una derrota de una deserción interminable... Así que sólo queda librar batallas y ganarlas. Y volverlas a librar si acaso las perdemos, porque como decía el rey de Fanelia: "mientras estés vivo puedes seguir luchando".
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