Una discusión. Posiblemente, absurda. Por alguna razón tú no le hablas, y él a ti tampoco... pero lo cierto es que, a veces, te mueres por hacerlo. No es verdad que ya no te importe, tampoco que te dé igual cómo le vaya, ni que no quieras volverle a ver, pero no sabes qué piensa él.
Otras veces todo se ha solucionado al cabo de un tiempo. Se le acaba olvidando por qué peleasteis y a ti ya te da igual, pero aún así siempre tienes miedo. Miedo de que ésta sea la última vez, de que él no te extrañe como le extrañas tú a él, y de que no te hable porque ya no le hace falta en lugar de por el puto orgullo, como haces tú.
Pero es que fue él... y menudo corte si no quiere saber más de mí y yo le voy detrás...
Otras veces fuiste tú y vino él... pero ya los dos os habéis olvidado de cuando os prometisteis no volver a separaros, o no por algo tan absurdo. El tiempo pasa, y no os perdona a ninguno de los dos ni lo va a hacer jamás... porque todo el que no estáis juntos no lo volveréis a recuperar. Y todo por el puto orgullo, al que ambos os aferráis y que es el único que os mantiene alejados cada día un poco más.