sábado, 22 de mayo de 2010

Simplemente y sin prisa

A veces la gente lleva demasiada prisa en eso del amor. Eso, además, cuando no llama amor a cualquier cosa que ni se le parece. Da la sensación de que conocer a alguien del sexo opuesto (o supongo que del mismo en el caso de los gays y las lesbianas) es, para muchos, una puerta a cualquier otra cosa que, además, suelen querer abrir demasiado deprisa.

Con todo eso se olvidan de la base, y así luego salen las cosas como salen. El amor, o una relación, no puede basarse en una mera atracción nacida en los primeros encuentros. Ésa está bien para entretenerse un rato y divertirse con la tontería que le entra a uno cuando ve al otro, pero puede durar tanto como la mayonesa casera en verano. Algo más serio requiere unos cimientos más sólidos, y estos se construyen con la amistad.

Yo no concibo no empezar por ser amigos, pero me consta que muchos otros sí. Y como yo no lo entiendo, tampoco me entra en la cabeza que alguien piense en otras cosas a los dos días de conocer a otra persona, cuando el verbo conocer ahí tiene un significado tan restringido y en realidad no sabes nada del otro.

Además, otra cosa que tampoco entiendo, una vez superada la base, es que haya quien evalúa a todos sus amigos del otro sexo como posibles parejas. Vaya ganas de estropear las cosas y de vivir un poco menos tranquilos.