viernes, 10 de julio de 2009

Prudencia

"Cualquier imbécil puede tomar parte en una pelea, pero el hombre prudente sabe mantenerse lejos de ella".

Tom Builder, Los pilares de la Tierra

jueves, 9 de julio de 2009

Ésta soy yo...

No soy como parezco. Prácticamente todo es mentira. Juzgo a las personas. A veces incluso, cuando el juicio resulta negativo, las desprecio. Me siento superior a muchos, y cuando eso no sucede con algunos, me vuelvo loca buscándoles defectos que me hagan sentirme menos insignificante, como si no supiera que aun de esa manera –o más aún de esa manera- sigo siendo pequeña a su lado. Yo también siento celos, y envidia, y a veces incluso deseo que a otro se le tuerzan las cosas para, como tonta, sentirme un poco mejor al comprobar que no soy la única a la que no le sale todo bien. No tolero en los demás las mismas cosas que yo hago, y cuando algo se empieza a remover en mi conciencia le doy tantas vueltas como sean necesarias para encontrarle una justificación en la que, muchas veces, ni siquiera había pensado cuando hice lo que sea que ahora me reconcome. No me gusta mentir, pero sí que oculto a veces la verdad, diciéndome a mí misma que no es lo mismo, aunque sepa que a veces puede ser incluso peor. También juego con las palabras para obtener de los demás lo que yo quiero, cuando es algo que no está bien que quiera y me da apuro confesarlo. No soy muy normal, pero a veces me esfuerzo en serlo aún menos, porque no soporto la idea de ser lo que soy: una más. Y ni siquiera me creo que no sea especial…

Supongo que todo eso es bastante más normal de lo que se supone que yo soy. Pero no me gusta… No sólo porque me agrade destacar, o intentarlo, sino porque esas cosas que me hacen una humana más me dan realmente asco. No quiero ser juez, quiero dejar libres a los demás como también yo creo que merezco ser. No me gusta odiar determinadas cosas, a ciertas personas o algunas formas de ser, pero cuando se me enciende esa especie de llama en el pecho me siento incapaz de apagarla. Y sí que desprecio, como me desprecio a mí misma en ocasiones, porque tampoco me escapo de mi propia maza. No me aguanto cuando niego lo buenos que son los que son mejores que yo. Ni cuando me siento menos de lo que en realidad pienso que soy o que debería ser, sólo por ser yo. Detesto ponerme celosa, especialmente cuando no tengo derecho, o cuando los celos me los despierta alguien a quien yo no quiero de esa forma… y también odio cómo trato de demostrar que yo no tengo por qué envidiar nada de nadie, porque en realidad tampoco es tan malo que lo haga sanamente, pero a mi maza hasta eso le parece deleznable. Lo peor es cuando envidio algo que yo misma podría tener y no tengo por mi perezosa manera de ser o por lo cómoda que soy. A veces me gustaría gritar que en realidad soy tan estúpida como esos que me lo parecen a mí. Me gustaría ser más sincera de lo que realmente soy, pero a mí también me da miedo perder a los demás por culpa de pasarme de honesta, y me callo cosas que tal vez no debería. No me aguanto. No soporto el uso que hago de mi arma más poderosa: el lenguaje, pero es que sin él yo apenas soy alguien.

En realidad sólo soy una persona corriente que se niega a serlo. Una gota de agua en un océano que quiere sobrevivir en la arena, pero que carece de lo necesario para conseguirlo. Una gota que se está secando, que se va a secar… por negarse a reconocer lo que realmente es. Por tener la esperanza de ser como le gustaría. Y lo peor es que, a pesar de todo esto, me sigo creyendo diferente y sigo confiando en que algún día seré esa gota que logró vivir entre granos de arena.

Por eso… No me admires. Ni siquiera un poquito.

martes, 7 de julio de 2009

El precio de soñar

Dicen que soñar es gratis, pero yo no estaría tan segura. Soñar durante mucho tiempo tiene un precio demasiado alto y no todo el mundo es capaz de pagarlo. Por eso mucha gente elige no hacerlo. No es fácil volver a la realidad después de pasar años soñándola tan distinta de como realmente es.

Así que unos, simplemente, continúan soñando durante el resto de sus vidas, aun a sabiendas de que las están construyendo sobre una base etérea. Otros, incapaces de vivir una mentira durante mucho más tiempo, y de llevar una vida que dista mucho de la que soñaban, terminan prefiriendo la muerte.

Supongo que, como muchas cosas en esta vida, lo ideal está en el término medio. Igual que no puede vivirse en el pasado no creo que se pueda en un sueño que nunca se acaba. Creo que es mejor trabajar para hacer que sueños y realidad se parezcan cada vez un poco más, hasta que soñar se vaya necesitando cada vez un poco menos... Y, claro está, para eso hace falta seguir haciéndolo, aunque sólo sea de vez en cuando, porque una vida completamente privada de sueños sería demasiado triste... y demasiado aburrida.

lunes, 6 de julio de 2009

Ochenta años

¿Dónde están esos ochenta años que me prometiste? Supongo que se han hundido... Supongo que están tan hondo como tú, o tan arriba como ese amor de humo que dibujaste en el aire, y que se esfumó tan rápido como te acababas los cigarrillos cuando algo te ponía nervioso. Pues gracias... Porque la verdad es que el futuro pinta mejor si tú no estás en él conmigo. Y ya casi no hay campos en Castilla.

sábado, 4 de julio de 2009

Los sentidos

A veces utilizamos tanto los sentidos que olvidamos cuántos tenemos y cómo se siente cada uno. Hasta que te obligan a prescindir de uno. Entonces, de pronto, parece como si se convirtiera en el más importante de todos. Lo malo es que, a veces, no te despojan de uno nada más...

Primero ves... Y te alegras. Disfrutas, analizas cada detalle, lo grabas todo en tu memoria y rezas para ser después capaz de reproducirlo cuando ya no esté. Poco más tarde te das cuenta de que necesitas algo más, y entonces oyes. Lo haces hasta que memorizas cada sonido, cada palabra... Y vuelve todo eso a quedarse corto. Más... Quieres tocar. Aunque te cueste un mundo, haces que tu mano llegue a donde antes sólo alcanzabas a oír. Ya puedes tocar... Labios, manos, cabellos. El tacto tiene la gran ventaja de que rompe las barreras del olfato. Tan cerca como para poder tocar, también eres capaz de oler. Pero cuando has recorrido toda la geografía de aquello que te quitaba el sueño, cuando te has emborrachado con su perfume, vuelves a notarlo. Quieres más. Aún un poquito más... Gusto.

Supongo que por eso mucha gente juega a quitarse algún sentido durante un momento... Para que su presencia no les impida disfrutar debidamente del resto. Y para echarlo de menos un rato y volver a valorarlo como se merece después.

Insensible

¿Cuántas veces ocurrió? ¿Cuántas veces acabó llorando? Hace tanto tiempo que apenas recuerdo un par, pero estoy segura de que fueron muchas más. Lo sé, porque sé que aún siente la vergüenza de ponerse a llorar delante de toda la clase. Las miradas de los otros chicos. Todavía les oye preguntar "¿qué le ha pasado?". No olvida los interrogatorios de las profesoras sobre el motivo de su llanto, ni sus vagas explicaciones tratando de olvidar el porqué cuanto antes.

Pero tampoco ha olvidado las razones. Acababa llorando porque no soportaba la presión. La acorralaban y se burlaban de ella por tener gustos distintos de los suyos. Hacían comentarios sobre ella lo suficientemente alto como para estar seguros de que los podía oír. A veces la perseguían riéndose de ella hasta que estallaba... Y no soportaba ser tan débil. ¿Qué importaba lo que pensasen ellos sobre qué le gustaba? ¿Qué más daría si se reían de ella o la dejaban en paz? Todo eso tenía que darle igual, pero no era así. ¿Por qué? Justo por eso. Supongo que justamente porque no entendía por qué la trataban así, y precisamente a ella.

Con el tiempo no olvidó, no, pero dejaron poco a poco de importarle los porqués. Ya no dolía, ya no lloraba. Y suerte, porque odia llorar. Imagino que se acostumbró a aquello, porque siguió pasando aun en otros lugares y con otros protagonistas. Así fue, al menos en parte, como construyó los muros que ahora la rodean. Los que llevan tanto tiempo protegiéndola.

También recuerdo cuando se ponía enferma. De eso me acuerdo mejor, porque le sigue sucediendo. Un shock. Una decepción. La traición de alguien en quien confiaba... Era eso y no los virus y bacterias comunes lo que afectaba a su salud. Lo sentía todo tan dentro que al final acababa invadiéndolo todo. También su cuerpo.

Quizás por eso ahora la llaman insensible. Es paradójico. Siente tan intensamente que trata de ignorarlo, y los demás lo interpretan como que en realidad no siente nada. ¿Y qué más da? Esos muros tienen una puerta. Y para abrirla uno sólo tiene que querer entrar... Fuera están todos los que no han querido pasar dentro a explorar su pequeña fortaleza. Qué insensibles, ¿verdad?

viernes, 3 de julio de 2009

Supervivencia

Es injusto que nos asalten recuerdos que estábamos tratando de enterrar un poco cuando menos lo esperamos. Uno debería poder escoger de qué se acuerda y cuándo... O bueno, en realidad no, pero es normal desearlo cuando lo que te viene a la cabeza no es lo que te gustaría.

Es lo malo que tiene el pasado, que siempre puede volver. Lo malo es que nosotros nunca podremos volver a él, y ésa es la razón por la que hay algunos recuerdos que uno preferiría seguir manteniendo alejados, o al menos a una distancia de seguridad.

Pero a veces el ser humano parece masoquista, y busca activamente y también sin querer cosas que le traigan todo eso que ya no está. Y es que es un sentimiento contradictorio... porque por un lado te hacen recordar buenos momentos, pero es que esos a veces tienen anclados también algunos malos... Y además, buenos y malos están teñidos de melancolía, porque saber que ciertas cosas tuvieron su tiempo y ya pasó, antes de lo que nos hubiese gustado, desanima un poco a cualquiera.

En fin... Uno tiene que hacer lo mismo que sus recuerdos: sobrevivir.