jueves, 30 de octubre de 2008

Silbidos

Está oscuro. Está oscuro y hace frío. Me tapo hasta la cabeza y todo está en silencio. Como todo está en silencio, se oye mejor. Un silbido. Aquí no hay nadie más, así que debe ser mi respiración. Un par de experimentos habrían de valer para comprobarlo. Inspiro. No espiro. Espero unos segundos y, finalmente, lo hago. Oigo el silbido. Vuelvo a tomar aire y lo suelto. El silbido. Inspiro y vuelvo a esperar. Cuando dejo escapar el aire por mi nariz, se vuelve a escuchar el silbido. Varias veces así. Sí: el silbido es mi respiración.

Continúo respirando con normalidad y el silbido me acompaña en esta noche sosegada. Hago una pausa, por el placer de volver a comprobar que sólo soy yo. Se oye el silbido. No puede ser, porque yo no he llegado a soltar el aire. Contengo la respiración un rato más y vuelvo a escuchar el silbido. Esta vez no soy yo, y, aparte de mí, en la habitación no hay nadie. No puedo aguantar más y respiro otra vez. Ahora el silbido es más corto y frecuente: mi respiración se ha agitado. También comparte la habitación con el otro, que permanece igual de tranquilo que cuando empezó a oírse.

Mi corazón entra en juego. Oigo sus latidos, y dos silbidos: uno preso de la angustia y otro ajeno a ella. Entre ese pequeño alboroto de sonidos mínimos me parece distinguir una voz. Apenas puedo entender lo que dice. El susurro del viento podría llegar a ser más inteligible.

-Ahhbghfff... Errrfff...

Durante cuatro segundos dejo de oír silbidos y latidos y oigo solamente la voz, esta vez alta y clara, en mi cabeza:

-Olvidaste decirle cuánto te importaba.

Mi primera reacción es un ligero temblor general, que termina en un pequeño estremecimiento en lo más alto de mi espalda. Todos mis músculos se relajan y vuelvo a respirar tranquila. El silbido que oigo ahora es único y lo produzco enteramente yo. Es de nuevo como cuando empecé a oírlo. Suave, parsimonioso, laxo.

Ya puedo dormir tranquila. Sólo era mi conciencia, aunque debe haber cogido frío: hace ruido al respirar y apenas puedo entender lo que me dice. Será por eso que llevaba tanto tiempo sin decirme nada.