Quién sabe cómo sería ahora mi vida si no fuese por ellos. Y que conste que no me avergüenzo de ellos ni me arrepiento de tenerlos, pero en los tiempos que corren, son como una ráfaga de viento en sentido contrario cuando estás luchando contra la corriente de un río.
Supongo que ni quiero ni puedo deshacerme de ellos... pero qué bien vendría para algunas cosas. Qué se le va a hacer, yo no tengo unos de repuesto para cuando a otros no les gustan... Y qué coño, nadando uno se pone más fuerte. A contracorriente mucho más.