martes, 7 de octubre de 2008

Muerte

Uno suele estremecerse al oír esa palabra por todo lo que significa. "Alguien ha muerto". Eso quiere decir que ya no volveremos a verle. Sus conversaciones, su sonrisa, su tacto, su olor, su mirada... su compañía. Todo eso desaparece cuando la muerte entra en escena, pero sucede que también puede pasar sin que haya guadañas de por medio, porque hay gente que no muere: se muere. De repente un día no volvemos a saber de ella y ya no hay ni conversaciones, ni sonrisa, ni tacto, ni olor, ni mirada... ni compañía. Y lo peor es que esta otra "muerte" es voluntaria.

La gente se muere porque quiere, porque así lo decide un día, y a la vez nos mata con su decisión, porque pudiendo escoger prefiere no vernos nunca más, como si ya descansáramos en nuestra tumba, y a veces -las peores veces- porque la indiferencia nos oprime el pecho pero de verdad... no del modo figurado en que esa gente se muere. Porque nos duele que nos maten. Porque esa gente se va... pero se deja una habitación llena de recuerdos que en ocasiones son tremendamente fuertes. Tanto, que llegan a romper las paredes que los contienen y lo acaban invadiendo todo. Tanto, que nos persiguen hasta todos los rincones en los que intentemos escondernos para darles esquinazo.