lunes, 26 de octubre de 2009

Discotecas

No sé por qué, pero cuando las veo por televisión se me quitan las improbables ganas que pudiera tener de ir a una. Normalmente a la gente joven le gusta salir, pero en ese sentido soy una excepción. Aun así, un par de veces al año no hacen daño, y aunque a muchos les parezca imposible, los que somos más tranquilos somos también capaces de pasarlo bien en un sitio así.

De todos modos, y sin volverme loca, no me parecen ni mucho menos desagradables -salvo alguna, pero es raro esto...-, y en la pantalla se me antojan antros asquerosos de los que mejor es mantenerse alejado. Las venden como repletas de jóvenes alcohólicos y drogadictos sin un ápice de responsabilidad, pero esa imagen no es del todo cierta.

No soy tan inocente como para pensar que eso es mentira, pero mi experiencia se ha encargado de demostrarme que tampoco es todo. Quizás sea que yo salí poco, o que uno se encuentra con lo que busca, pero nunca me ha dado una discoteca esa impresión agobiante y repugnante cuando las he visto en persona.

Tal vez el edificio y su funcionamiento sean lo de menos. Puede que todo dependa, simplemente, de la actitud de quienes van allí. Así que supongo que, simplemente, mi actitud y la de los que las graban para un programa o las reproducen en el cine es completamente diferente: yo busco algo que no tiene nada que ver con el morbo que anhelan ellos. Por eso será que se pueden ver cosas tan distintas dentro de lo mismo.