¿Por qué? ¿Por qué se lo dices continuamente?
¿Por qué, si el calor de sus mejillas podría derretir el hielo hasta que el agua se mezclase con sus lágrimas? ¿Por qué, si siente, como todo el mundo, y sólo trata de padecer lo menos posible? ¿Por qué, si se siente impotente cada vez que estira el brazo para alcanzar una mano y no consigue estrecharla? ¿Por qué, si aún le cuesta respirar cuando se acuerda de ti?
No te entiendo... Tal vez por eso os llevaseis tan bien: porque, en realidad, nunca había acabado de entenderte... y cuando lo hizo descubrió que, a veces, es mejor no enterarse de nada.
martes, 12 de mayo de 2009
Me identifiqué...
Una de las protagonistas de ese anime que tanto me ha gustado dice, en uno de los episodios, algo en lo que no me había parado a pensar. Y coincido con ella.
Viene a decir que, aunque la gente suele decir que no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde, ella no lo sabe hasta que lo recupera de nuevo. Es verdad. Me pasa lo mismo, y creo que es por "culpa" de un mecanismo que se estudia en psicología: cuando pierdo algo -o a alguien- y además es de manera más o menos voluntaria, me empiezo a convencer a mí misma de que hice lo mejor, y para ello suelo recordar selectivamente, pero sin querer, prácticamente todas las cosas malas que tenía eso que estoy perdiendo y que me hacen no echarlo de menos. Pero... ¿y las buenas? Las hay, normalmente siempre las hay. A veces bastan para compensar la balanza y otras, lamentablemente, se quedan cortas, pero la mayoría ocurre lo primero.
Disonancia cognitiva. Por eso es. Como es desagradable que lo que haces y lo que piensas no vayan en la misma línea, a veces tratas de igualar ambas cosas, aunque sea a empujones. Por suerte, a veces tengo ratos de lucidez, o bien la otra persona, o simplemente al destino se le antoja que me reencuentre con gente a la que perdí. Sucede la magia, y la recupero... Y es ahí cuando dejo de necesitar justificarme por haber sido tan idiota de haberles perdido y vuelvo a ver por qué antes de dejarles ir tuve miedo de que lo hicieran. De pronto recuerdo por qué merecen la pena, y de repente me doy cuenta de todo lo que había perdido...
Me encanta que me hagan pensar, aunque acabe concluyendo que soy una imbécil. Al menos así, al menos soy consciente de ello y no me pilla por sorpresa.
Viene a decir que, aunque la gente suele decir que no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde, ella no lo sabe hasta que lo recupera de nuevo. Es verdad. Me pasa lo mismo, y creo que es por "culpa" de un mecanismo que se estudia en psicología: cuando pierdo algo -o a alguien- y además es de manera más o menos voluntaria, me empiezo a convencer a mí misma de que hice lo mejor, y para ello suelo recordar selectivamente, pero sin querer, prácticamente todas las cosas malas que tenía eso que estoy perdiendo y que me hacen no echarlo de menos. Pero... ¿y las buenas? Las hay, normalmente siempre las hay. A veces bastan para compensar la balanza y otras, lamentablemente, se quedan cortas, pero la mayoría ocurre lo primero.
Disonancia cognitiva. Por eso es. Como es desagradable que lo que haces y lo que piensas no vayan en la misma línea, a veces tratas de igualar ambas cosas, aunque sea a empujones. Por suerte, a veces tengo ratos de lucidez, o bien la otra persona, o simplemente al destino se le antoja que me reencuentre con gente a la que perdí. Sucede la magia, y la recupero... Y es ahí cuando dejo de necesitar justificarme por haber sido tan idiota de haberles perdido y vuelvo a ver por qué antes de dejarles ir tuve miedo de que lo hicieran. De pronto recuerdo por qué merecen la pena, y de repente me doy cuenta de todo lo que había perdido...
Me encanta que me hagan pensar, aunque acabe concluyendo que soy una imbécil. Al menos así, al menos soy consciente de ello y no me pilla por sorpresa.
sábado, 9 de mayo de 2009
Como una serie
Algo que suelo -y me gusta- hacer, aunque a los demás normalmente no les gusta tanto que lo haga, es preguntar. No me gusta que me asalten las dudas, como para dejar que me maten... así que, en cuanto tenga la oportunidad, haré una pequeña encuesta a las personas que conozco (y aún me hablan... está bien concretar), porque de pronto me pregunto si todo el mundo se lo cuenta todo mentalmente como lo hago yo.
Es como en esas series en que uno de los protagonistas va narrando en forma de voz en off todo lo que piensa en cada momento. O cómo se siente, o que desearía haber dicho, o hecho. De alguna manera es ir contándote cada cosa que te sucede, en tiempo real, a ti misma, casi como si fueses una telespectadora que necesita aclaraciones continuamente para entender bien el argumento. Como si en vez de dentro estuvieses fuera de ti y fueses ajena a tus propios pensamientos.
Recientemente he visto ese tipo de cosas en la pantalla. A veces, además, no es sólo un personaje al que podemos ver por dentro de esa manera, sino más, aunque el resto de personajes no cuenta con la misma información que nosotros que lo miramos y lo oímos todo.
Pues qué útil sería eso en la vida real. Sí, algunas veces pienso que esto debería ser como una serie: de ese modo sabríamos cómo ven los demás lo que nosotros estamos observando, porque todo cambia (y a veces sustancialmente) según quién mire. Y valdría para muchas cosas, desde la estupidez esa que a todo el mundo le ha pasado de "¿Me está mirando a mí? ¿qué estará pensando?" hasta cuestiones mucho más relevantes.
Lo que pasa es que, de esa forma, todo el mundo sabría todo lo que pensamos, y eso ya no me hace tanta gracia. Y tampoco la tiene saberlo siempre todo. Un poco de incertidumbre de vez en cuando le pone chispa a la vida, y la hace más interesante... así que visto que no hay un término medio, supongo que tengo que alegrarme de que la vida no sea como una serie.
De todas maneras, la gente podría colaborar un poco. Aquí no hay voces que nos relaten las partes de la historia que no podemos ver, así que, cuando sean lo suficientemente importantes como para formar parte del argumento, no estaría de más que las verbalizásemos. ¿Dios? O quien sea o lo que sea, nos dio voz y nos dio pensamiento, posiblemente, para que pudiésemos tener nuestra pequeña parcela de intimidad... pero tampoco hay que ser tan celoso de la propia privacidad, porque si no compartes nunca nada al final nadie comparte nada contigo, y así la cosa no funciona. Así que podemos ser como una serie, pero sólo de vez en cuando: en el momento en que las miradas se tornen demasiado inquisitivas, les apagamos la tele.
Es como en esas series en que uno de los protagonistas va narrando en forma de voz en off todo lo que piensa en cada momento. O cómo se siente, o que desearía haber dicho, o hecho. De alguna manera es ir contándote cada cosa que te sucede, en tiempo real, a ti misma, casi como si fueses una telespectadora que necesita aclaraciones continuamente para entender bien el argumento. Como si en vez de dentro estuvieses fuera de ti y fueses ajena a tus propios pensamientos.
Recientemente he visto ese tipo de cosas en la pantalla. A veces, además, no es sólo un personaje al que podemos ver por dentro de esa manera, sino más, aunque el resto de personajes no cuenta con la misma información que nosotros que lo miramos y lo oímos todo.
Pues qué útil sería eso en la vida real. Sí, algunas veces pienso que esto debería ser como una serie: de ese modo sabríamos cómo ven los demás lo que nosotros estamos observando, porque todo cambia (y a veces sustancialmente) según quién mire. Y valdría para muchas cosas, desde la estupidez esa que a todo el mundo le ha pasado de "¿Me está mirando a mí? ¿qué estará pensando?" hasta cuestiones mucho más relevantes.
Lo que pasa es que, de esa forma, todo el mundo sabría todo lo que pensamos, y eso ya no me hace tanta gracia. Y tampoco la tiene saberlo siempre todo. Un poco de incertidumbre de vez en cuando le pone chispa a la vida, y la hace más interesante... así que visto que no hay un término medio, supongo que tengo que alegrarme de que la vida no sea como una serie.
De todas maneras, la gente podría colaborar un poco. Aquí no hay voces que nos relaten las partes de la historia que no podemos ver, así que, cuando sean lo suficientemente importantes como para formar parte del argumento, no estaría de más que las verbalizásemos. ¿Dios? O quien sea o lo que sea, nos dio voz y nos dio pensamiento, posiblemente, para que pudiésemos tener nuestra pequeña parcela de intimidad... pero tampoco hay que ser tan celoso de la propia privacidad, porque si no compartes nunca nada al final nadie comparte nada contigo, y así la cosa no funciona. Así que podemos ser como una serie, pero sólo de vez en cuando: en el momento en que las miradas se tornen demasiado inquisitivas, les apagamos la tele.
Mi viejo instituto
No sé si es el tiempo que pasa muy deprisa o somos nosotros, que crecemos demasiado rápido. Ya hace diez años que acababa el primer curso en el instituto. Siete desde que terminé el último. En realidad no es tanto tiempo, pero a veces me parece una eternidad.
Al pasar por al lado del edificio, que apenas ha cambiado desde entonces, es como si volviera de nuevo a esos días en una extraña forma fantasmal. No me siento igual que antes, supongo que porque ya no soy como era, pero estando allí cerca me acuerdo de cosas que pensaba que había enterrado en mi memoria y a las que no iba a volver a quitar el polvo.
El mismo escenario, pero otro reparto, y el antiguo completamente despojado del papel que una vez interpretó. Es difícil de explicar. Y también es curioso llegar a extrañar algo que en su día llegaste a desear que terminara. A veces tenemos demasiado ansia por crecer, cuando suele ser mejor el viaje que la llegada.
El sol de media tarde bañando aquella parte de la ciudad. Los recuerdos empapándome a mí mientras aquél caía sobre el horizonte. Y un simple olor, capaz de resquebrajar ese hilo mágico e invisible que me unió a mi pasado durante unos instantes. El olor de otro instituto, pero que visité hace menos tiempo y no para estudiar, sino para trabajar. Más recuerdos, pero mucho más recientes. El verano pasado. Hay días en que lo de ayer y lo de anteayer parece igual de lejano... pero no es así. Una vez me invadió el otro pensamiento fui incapaz de recuperar el anterior. Como si lo nuevo hubiese borrado lo más viejo...
Supongo que así es como olvidamos, pero yo no quiero olvidarme de nada, así que tendré que pasear más a menudo por todo lo que quiero recordar.
Al pasar por al lado del edificio, que apenas ha cambiado desde entonces, es como si volviera de nuevo a esos días en una extraña forma fantasmal. No me siento igual que antes, supongo que porque ya no soy como era, pero estando allí cerca me acuerdo de cosas que pensaba que había enterrado en mi memoria y a las que no iba a volver a quitar el polvo.
El mismo escenario, pero otro reparto, y el antiguo completamente despojado del papel que una vez interpretó. Es difícil de explicar. Y también es curioso llegar a extrañar algo que en su día llegaste a desear que terminara. A veces tenemos demasiado ansia por crecer, cuando suele ser mejor el viaje que la llegada.
El sol de media tarde bañando aquella parte de la ciudad. Los recuerdos empapándome a mí mientras aquél caía sobre el horizonte. Y un simple olor, capaz de resquebrajar ese hilo mágico e invisible que me unió a mi pasado durante unos instantes. El olor de otro instituto, pero que visité hace menos tiempo y no para estudiar, sino para trabajar. Más recuerdos, pero mucho más recientes. El verano pasado. Hay días en que lo de ayer y lo de anteayer parece igual de lejano... pero no es así. Una vez me invadió el otro pensamiento fui incapaz de recuperar el anterior. Como si lo nuevo hubiese borrado lo más viejo...
Supongo que así es como olvidamos, pero yo no quiero olvidarme de nada, así que tendré que pasear más a menudo por todo lo que quiero recordar.
jueves, 7 de mayo de 2009
Hijos y egoístas
Hay alguna gente a la que debería estar prohibido tener hijos. La putada es que cualquiera puede tenerlos, y aún peor, que cualquiera los tiene, incluso adrede.
No sé qué piensan que tienen entre manos. Me pregunto cómo pueden infravalorar el sacrificio que les supondrá criarlos, cómo no saben desde el primer momento que todo lo que piensen que conlleva tener un hijo se multiplicará infinitamente hasta límites que ni siquiera sospechaban que podían ser sobrepasados. No lo entiendo, pero es que entiendo menos que den más importancia a todo lo que pierden que a lo que ganaron.
No quiero tener hijos. Hoy por hoy no me veo capaz de querer a alguien más que a mí misma... ¿Egoísta? Más lo son los que tienen hijos porque son su capricho, o porque es lo que toca, sin pararse a pensar si podrán darles la vida que ellos -los hijos- se merezcan. Los que se quieren tanto que no son capaces ni de pensar en alguien que todavía no ha nacido, aunque vaya a hacerlo de ellos.
No sé qué piensan que tienen entre manos. Me pregunto cómo pueden infravalorar el sacrificio que les supondrá criarlos, cómo no saben desde el primer momento que todo lo que piensen que conlleva tener un hijo se multiplicará infinitamente hasta límites que ni siquiera sospechaban que podían ser sobrepasados. No lo entiendo, pero es que entiendo menos que den más importancia a todo lo que pierden que a lo que ganaron.
No quiero tener hijos. Hoy por hoy no me veo capaz de querer a alguien más que a mí misma... ¿Egoísta? Más lo son los que tienen hijos porque son su capricho, o porque es lo que toca, sin pararse a pensar si podrán darles la vida que ellos -los hijos- se merezcan. Los que se quieren tanto que no son capaces ni de pensar en alguien que todavía no ha nacido, aunque vaya a hacerlo de ellos.
martes, 5 de mayo de 2009
Kawai...
ハチ: Si supieras cómo soy te decepcionaría.
ノブ: Entonces adelante, decepcióname. Lo estoy deseando, porque si no me decepcionas, ya no sé qué más puedo hacer para dejar de pensar en ti.
ノブ: Entonces adelante, decepcióname. Lo estoy deseando, porque si no me decepcionas, ya no sé qué más puedo hacer para dejar de pensar en ti.
Nana
domingo, 3 de mayo de 2009
Algo que se pierde
¿No te pasa? ¿Que ves a alguien que hace años que conoces y no lo reconoces? A mí sí. Es que a la gente no se la conoce o no. En realidad, eso de conocer a alguien tiene fecha de caducidad, porque la gente puede cambiar tanto en tan poco tiempo, que apenas pases unos meses sin saber de alguien puedes perderte por completo con esa persona.
Eso me ha pasado. Es su cara, es su cuerpo, es su ropa, son sus gestos... pero es como si no fuese él. Sus ojos ya no me hablan. Es distinto, siento que es diferente... porque antes podía verle, ver todo lo que le pasaba en ellos, y ahora no. Es como un espejo que se ha vuelto opaco con el paso del tiempo. Porque eso es lo que le ha pasado a él. Antes sí. Ahora no.
Me da pena y a la vez me da lo mismo. Es difícil de explicar. Supongo que me da rabia que esas cosas pasen y al mismo tiempo soy capaz de entenderlo. Debe ser que tenía que ser así. Que hay gente que sólo está de paso, y una vez les ves la espalda ya no vuelves a encontrártelos. O tal vez no... Igual un día esos ojos vuelven a hablarme. Pero esta vez sabré que, cuando menos me lo espere, también podrían dejar de hacerlo. Otra vez.
Eso me ha pasado. Es su cara, es su cuerpo, es su ropa, son sus gestos... pero es como si no fuese él. Sus ojos ya no me hablan. Es distinto, siento que es diferente... porque antes podía verle, ver todo lo que le pasaba en ellos, y ahora no. Es como un espejo que se ha vuelto opaco con el paso del tiempo. Porque eso es lo que le ha pasado a él. Antes sí. Ahora no.
Me da pena y a la vez me da lo mismo. Es difícil de explicar. Supongo que me da rabia que esas cosas pasen y al mismo tiempo soy capaz de entenderlo. Debe ser que tenía que ser así. Que hay gente que sólo está de paso, y una vez les ves la espalda ya no vuelves a encontrártelos. O tal vez no... Igual un día esos ojos vuelven a hablarme. Pero esta vez sabré que, cuando menos me lo espere, también podrían dejar de hacerlo. Otra vez.
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