sábado, 9 de mayo de 2009

Como una serie

Algo que suelo -y me gusta- hacer, aunque a los demás normalmente no les gusta tanto que lo haga, es preguntar. No me gusta que me asalten las dudas, como para dejar que me maten... así que, en cuanto tenga la oportunidad, haré una pequeña encuesta a las personas que conozco (y aún me hablan... está bien concretar), porque de pronto me pregunto si todo el mundo se lo cuenta todo mentalmente como lo hago yo.

Es como en esas series en que uno de los protagonistas va narrando en forma de voz en off todo lo que piensa en cada momento. O cómo se siente, o que desearía haber dicho, o hecho. De alguna manera es ir contándote cada cosa que te sucede, en tiempo real, a ti misma, casi como si fueses una telespectadora que necesita aclaraciones continuamente para entender bien el argumento. Como si en vez de dentro estuvieses fuera de ti y fueses ajena a tus propios pensamientos.

Recientemente he visto ese tipo de cosas en la pantalla. A veces, además, no es sólo un personaje al que podemos ver por dentro de esa manera, sino más, aunque el resto de personajes no cuenta con la misma información que nosotros que lo miramos y lo oímos todo.

Pues qué útil sería eso en la vida real. Sí, algunas veces pienso que esto debería ser como una serie: de ese modo sabríamos cómo ven los demás lo que nosotros estamos observando, porque todo cambia (y a veces sustancialmente) según quién mire. Y valdría para muchas cosas, desde la estupidez esa que a todo el mundo le ha pasado de "¿Me está mirando a mí? ¿qué estará pensando?" hasta cuestiones mucho más relevantes.

Lo que pasa es que, de esa forma, todo el mundo sabría todo lo que pensamos, y eso ya no me hace tanta gracia. Y tampoco la tiene saberlo siempre todo. Un poco de incertidumbre de vez en cuando le pone chispa a la vida, y la hace más interesante... así que visto que no hay un término medio, supongo que tengo que alegrarme de que la vida no sea como una serie.

De todas maneras, la gente podría colaborar un poco. Aquí no hay voces que nos relaten las partes de la historia que no podemos ver, así que, cuando sean lo suficientemente importantes como para formar parte del argumento, no estaría de más que las verbalizásemos. ¿Dios? O quien sea o lo que sea, nos dio voz y nos dio pensamiento, posiblemente, para que pudiésemos tener nuestra pequeña parcela de intimidad... pero tampoco hay que ser tan celoso de la propia privacidad, porque si no compartes nunca nada al final nadie comparte nada contigo, y así la cosa no funciona. Así que podemos ser como una serie, pero sólo de vez en cuando: en el momento en que las miradas se tornen demasiado inquisitivas, les apagamos la tele.