Nunca entenderé ese vicio que tienen algunos por los espejos. Colocan uno en cada persona que conocen, y con el tiempo acaban hartos de ver su reflejo. Tan hartos que culpan a los que lo llevan de lo que ven en ellos, cuando los otros rara vez son siquiera conscientes de la carga que les han colocado.
Esto, cómo no, genera muchas discusiones. Cada parte habla de una persona diferente: la que lleva el espejo de ella, y el que habla con su propio reflejo, de sí mismo en realidad, y así nunca llegan a ninguna parte. En fin, acaba creyendo el ladrón que todos son de su condición...
Dicen que romper un espejo da siete años de mala suerte... Pues a mí me encantaría poder destrozar el mío.