Dicen que en las películas de terror asusta más aquello que se intuye que aquello que podemos ver. Por eso unas sombras ambiguas o unos ruidos dan más miedo que un tipo real persiguiendo a una persona. Con los silencios viene a pasar algo parecido.
Si dices lo que piensas, para bien o para mal, los demás se llevan una impresión tuya. Si no dices nada, como no tienen ni idea de qué es lo que piensas en realidad, se dedican a imaginarlo.
Es curioso, porque la imaginación siempre suele ir muchísimo más allá que la realidad. Ante la falta de información, la gente se monta unas películas impresionantes, que después raras veces tienen nada que ver con lo que realmente sucede.
Lo malo es que no siempre se puede decir algo que acalle a las mentes más despiertas. A veces uno, simplemente, no dice nada porque no sabe qué decir. Y lo mejor es que cuando los demás empiezan a divagar sobre lo que no dices y por qué no lo dices, piensan siempre lo peor y casi nunca aciertan, porque en realidad para casi todo, la explicación real era la más simple... Y las sombras casi nunca se traducen en nuestra cabeza en algo sencillo.