miércoles, 24 de junio de 2009

Hasta que apareció él

Me hace gracia lo que cambian algunas mujeres -ignoro si a los hombres les pasa también, que posiblemente- cuando entra un hombre en escena. Si ese hombre además les atrae, el cambio puede llegar a ser espectacular.

He visto a algunas olvidarse hasta de que eran amigas, pelear entre ellas y odiarse a morir por un hombre. Creo que les quemaba más por dentro el odio hacia la otra que no la pasión, el amor o el deseo que sentían por él. Aquello era una auténtica guerra en la que la vencedora, además de quedarse al caballero, se llevaría el más profundo desprecio de la vencida.

Una sonrisa se puede tornar un mohín, un ceño fruncirse en cuestión de segundos y una mirada dejar de admirar a alguien para tratar de matarle. No es raro que pase. No es extraño repetirse que "nunca hubo problemas, hasta que apareció él". Y todo ¿por qué? Porque la gente pierde demasiado el tiempo fijándose en qué tienen los demás y a ellos les falta, y porque se llegan a querer tan poco que se vuelven locos intentando cambiar para gustar a quien quieren.

Si alguien no te quiere o no te hace el caso que crees que mereces es que esa persona no es para ti. No intentes entrar en moldes en los que sabes que nunca vas a encajar. No trates de hacer lo propio con el otro. Y deja de odiar a todos y todo lo que le gusta porque te mueres de envidia al no ser una más de esa lista. Todo eso no tiene la culpa. Él tampoco la tiene... Creo que no terminé de entenderlo hasta que apareció él. Pero a mí nunca me volvió tan loca como para recoger los guantes que me han ido tirando... porque sí, hay que estar majara para romper por eso una amistad. Eso o ser profundamente gilipollas.