Ladislaus Nim, El Fuego.
sábado, 31 de enero de 2009
Flashforward
Muchas veces he vivido una situación y he pensado en cómo la recordaría un tiempo después. Es curioso ver cómo con cada segundo que pasa hay algo que se transforma de presente a pasado. El proceso mediante el cual se crean los recuerdos. Pues bien, ayer me pasó algo así pero sin querer. Estaba en el portal con la compra esperando a que llegase el ascensor y de pronto tuve la sensación de estar recordando aquello. De estar pensando en cómo era yo con veintitantos, en cómo era mi casa... y toda la escena se impregnó de repente de un olor a pasado que no tenía demasiado sentido.
No duró más de un minuto, pero me llamó muchísimo la atención. Fue como un flashback pero al revés: un flashforward. Lo que no tengo claro es si me gustó o no... porque es como si de pronto hubiese tenido conciencia del paso del tiempo. De que, antes de que quiera darme cuenta, me habré quedado sin él. Angustiante pero interesante: tengo que aprovecharlo ahora para que cuando se repita esa escena se asome a mis labios una sonrisa y no un deje de tristeza.
Ahora. El poder lo tenemos en nuestras manos ahora. Lo que hagamos hoy es lo único que asegura nuestros recuerdos de mañana. Es lo que manda en los futuros arrepentimientos u orgullos. Aunque no siempre le demos la importancia que tiene, porque para ese día aún queda mucho tiempo... Pero, ¿y si no?
No duró más de un minuto, pero me llamó muchísimo la atención. Fue como un flashback pero al revés: un flashforward. Lo que no tengo claro es si me gustó o no... porque es como si de pronto hubiese tenido conciencia del paso del tiempo. De que, antes de que quiera darme cuenta, me habré quedado sin él. Angustiante pero interesante: tengo que aprovecharlo ahora para que cuando se repita esa escena se asome a mis labios una sonrisa y no un deje de tristeza.
Ahora. El poder lo tenemos en nuestras manos ahora. Lo que hagamos hoy es lo único que asegura nuestros recuerdos de mañana. Es lo que manda en los futuros arrepentimientos u orgullos. Aunque no siempre le demos la importancia que tiene, porque para ese día aún queda mucho tiempo... Pero, ¿y si no?
I miss...
Your eyes. Your smile. Your frown. Your face. I miss your voice, and the things that you used to tell me. I wish I could see you again and I wish we hadn't argued. One more time. We promised we wouldn't be so silly twice, but we broke our promise. And now I don't really know what happens to you, but I am swimming in the same tears you wiped away just a year ago. No... They're not the same... They have changed. You have changed them, cause you made them for me. Where there was love now there's only indifference. Maybe hate. But I haven't moved you from where you were.
Tiempo y confianza
Hubo un tiempo en que pensaba que la gente exageraba o simplemente mentía cuando decía que veía a alguien después de meses o incluso años y parecía que el tiempo no hubiese pasado, que la confianza no había cambiado. Hasta que me pasó a mí. Lo que no sé a ciencia cierta es de qué depende que eso ocurra, porque me pasó sólo con un par de personas y, con una de ellas, de forma más extraña.
Con el primero me pasó que, tras una pelea, estuvimos casi cuatro meses sin hablar. Después de ese tiempo y alguna disculpa de un lado y de otro, seguimos de tal forma que llegaba a parecer que todo ese tiempo no hubiera existido. Que hubiese sido un sueño o algo parecido.
Lo del segundo fue un poco diferente, porque nos distanciamos primero y después hablar con él era como hacerlo con un extraño. Eso también me chocaba: que alguien con quien has compartido tanto de pronto sea como uno más se hace bastante raro. O al menos a mí se me hizo la primera vez que me ocurrió. La cosa es que tras otra discusión y posterior reconciliación, las aguas volvieron a su cauce... pero al inicial, no a ese tan raro de en medio.
El otro caso con el que más o menos me pasa es un poco diferente. Con él nunca he discutido como para dejar de hablarnos, pero sabemos poco el uno del otro porque nuestras vidas se han separado de forma natural. No sé si que no haya peleas influye, o si es porque la persona cambia, pero cuando de año en año veo a este chico me sigo sintiendo cómoda.
Ahora mi duda está en cuánto tiempo puede durar algo así. Con el primero llevo más tiempo que nunca sin hablar, y con cada día que pasa pienso un poco más que quizás no volvamos a hacerlo (aunque hay algo que me dice que sí), y me pregunto qué pasará si eso sucede. ¿El tiempo además de curar destruye? ¿O hay cosas con las que definitivamente no puede ni podrá jamás? Supongo que para responder a esas cuestiones lo necesito. Y espero que su respuesta me satisfaga.
Con el primero me pasó que, tras una pelea, estuvimos casi cuatro meses sin hablar. Después de ese tiempo y alguna disculpa de un lado y de otro, seguimos de tal forma que llegaba a parecer que todo ese tiempo no hubiera existido. Que hubiese sido un sueño o algo parecido.
Lo del segundo fue un poco diferente, porque nos distanciamos primero y después hablar con él era como hacerlo con un extraño. Eso también me chocaba: que alguien con quien has compartido tanto de pronto sea como uno más se hace bastante raro. O al menos a mí se me hizo la primera vez que me ocurrió. La cosa es que tras otra discusión y posterior reconciliación, las aguas volvieron a su cauce... pero al inicial, no a ese tan raro de en medio.
El otro caso con el que más o menos me pasa es un poco diferente. Con él nunca he discutido como para dejar de hablarnos, pero sabemos poco el uno del otro porque nuestras vidas se han separado de forma natural. No sé si que no haya peleas influye, o si es porque la persona cambia, pero cuando de año en año veo a este chico me sigo sintiendo cómoda.
Ahora mi duda está en cuánto tiempo puede durar algo así. Con el primero llevo más tiempo que nunca sin hablar, y con cada día que pasa pienso un poco más que quizás no volvamos a hacerlo (aunque hay algo que me dice que sí), y me pregunto qué pasará si eso sucede. ¿El tiempo además de curar destruye? ¿O hay cosas con las que definitivamente no puede ni podrá jamás? Supongo que para responder a esas cuestiones lo necesito. Y espero que su respuesta me satisfaga.
viernes, 30 de enero de 2009
De madrugada
-En general hay mucho idiota suelto por el mundo. Y a nuestras edades aún más.
-Ya. A veces tengo la sensación de encontrármelos a todos.
-Ya. A veces tengo la sensación de encontrármelos a todos.
Aprendizaje
De todo se puede aprender. Cualquier situación, cualquier problema... incluso cualquier persona es susceptible de convertirse en un improvisado maestro de alguna -o más de una- lección de la vida de alguien.
El problema radica en que hay personas que no se dan cuenta. Da igual cuantas veces pongas la misma piedra en su camino: todas se tropiezan con ella. Y vale que somos seres humanos... pero tampoco hay por qué serlo "tanto". Incluso los demás animales, con un par de caídas con sus respectivas incorporaciones, aprenden. Eso a lo que muchos humanos parecen resistirse.
Ni que decir tiene que de lo malo también se aprende. De hecho puede que sea de eso de lo que más partido se puede sacar. Pero he conocido gente que, en una de esas veces en que todo se ha torcido, se ha limitado a cerrar los ojos hasta ser avisados de que ya se enderezó. Pobres... porque además de un par de lecciones, se pierden el placer de llegar a disfrutar sufriendo. Y no es masoquismo, señores, es aprender que ésa es una de las mejores formas de hacerlo. Es, pues, sentir placer aprendiendo.
El problema radica en que hay personas que no se dan cuenta. Da igual cuantas veces pongas la misma piedra en su camino: todas se tropiezan con ella. Y vale que somos seres humanos... pero tampoco hay por qué serlo "tanto". Incluso los demás animales, con un par de caídas con sus respectivas incorporaciones, aprenden. Eso a lo que muchos humanos parecen resistirse.
Ni que decir tiene que de lo malo también se aprende. De hecho puede que sea de eso de lo que más partido se puede sacar. Pero he conocido gente que, en una de esas veces en que todo se ha torcido, se ha limitado a cerrar los ojos hasta ser avisados de que ya se enderezó. Pobres... porque además de un par de lecciones, se pierden el placer de llegar a disfrutar sufriendo. Y no es masoquismo, señores, es aprender que ésa es una de las mejores formas de hacerlo. Es, pues, sentir placer aprendiendo.
jueves, 29 de enero de 2009
Me encantó
"Bien dicho, y cierto. Pero había una complicación de la que yo no tendría que preocuparme más: la de intentar imaginarme a Vartan Azov a pecho descubierto".
Alexandra Solarin, El Fuego.
miércoles, 28 de enero de 2009
No viene
Hace poco leí en un artículo de un periódico de cuyo nombre no es que no quiera sino que no puedo acordarme, que los escritores deben ejercitar sus habilidades, y que contrariamente a lo que muchos piensan, su trabajo no consiste en sentarse y esperar a que les llegase la inspiración.
Bien, no soy escritora, pero sí que escribo, y debo decir que, si bien no es necesario esperar a que a una le lleguen las musas para redactar algo y que además sea medianamente comprensible, a mí no es hasta que lo hacen que me salen los textos de los que después me siento orgullosa.
Es como un torrente que se apodera de mí y maneja mis manos como si de un titiritero se tratase hasta que termino de escribir. Luego me pasa que a veces, al día siguiente, ni siquiera recuerdo claramente haber escrito algo el día anterior o lo que he retenido es lo suficientemente vago como para que tenga que volverlo a leer.
Supongo que, para quien se dedique a eso, es demasiado arriesgado abrir la ventana y sentarse a esperar a que la inspiración la atraviese y se le cuele dentro, porque si le ocurriese como a mí, se encontraría con largas rachas olvidando incluso su nombre...
Ahora la quiero, sí. En parte me hace falta. Pero no viene...
Bien, no soy escritora, pero sí que escribo, y debo decir que, si bien no es necesario esperar a que a una le lleguen las musas para redactar algo y que además sea medianamente comprensible, a mí no es hasta que lo hacen que me salen los textos de los que después me siento orgullosa.
Es como un torrente que se apodera de mí y maneja mis manos como si de un titiritero se tratase hasta que termino de escribir. Luego me pasa que a veces, al día siguiente, ni siquiera recuerdo claramente haber escrito algo el día anterior o lo que he retenido es lo suficientemente vago como para que tenga que volverlo a leer.
Supongo que, para quien se dedique a eso, es demasiado arriesgado abrir la ventana y sentarse a esperar a que la inspiración la atraviese y se le cuele dentro, porque si le ocurriese como a mí, se encontraría con largas rachas olvidando incluso su nombre...
Ahora la quiero, sí. En parte me hace falta. Pero no viene...
Error común
A veces la gente piensa que por no defenderte o no argumentar tus posturas no tienes la capacidad para hacerlo... Cómo se equivocan. Lo que pasa es que hay ocasiones en las que, por una u otra razón, a una no le vale la pena.
Para qué voy a discutir o a tratar de hacerme entender con gente que, o bien no puede entenderme, o bien no me quiere entender... Especialmente cuando ya lo he intentado sin ningún resultado una y otra vez.
No es una falta de habilidades ni de recursos... Es saber cuándo llega el momento de ahorrárselos: cuando se sabe que no van a servir de nada.
De todos modos siempre quedarán algunas batallas que me niegue a perder... Aunque de un tiempo a esta parte me esté guardando todas las banderas blancas.
Para qué voy a discutir o a tratar de hacerme entender con gente que, o bien no puede entenderme, o bien no me quiere entender... Especialmente cuando ya lo he intentado sin ningún resultado una y otra vez.
No es una falta de habilidades ni de recursos... Es saber cuándo llega el momento de ahorrárselos: cuando se sabe que no van a servir de nada.
De todos modos siempre quedarán algunas batallas que me niegue a perder... Aunque de un tiempo a esta parte me esté guardando todas las banderas blancas.
domingo, 25 de enero de 2009
Personas y ciudades
Supongo que algo ha cambiado, sí... Y ahí también. Es curiosa la analogía que a veces podemos encontrar en cualquier cosa con respecto a algún aspecto de nuestras vidas. Ayer, viajando de una ciudad a otra, encontré una que bien podría describir la relación que mantienen dos personas. Justamente, una de cada ciudad.
Apenas las separan una hora y pocos minutos pero son completamente diferentes. Una, a pesar de ser costera, se me antoja muy fría. Salvaje, como las olas del mar que la acompaña y bañada, además de por él, por un manto de sencillez en toda ella: no tiene grandes monumentos ni una distribución especial, aunque, sin embargo, atrae a muchísimas personas. Quizás sea en parte por su claridad. La otra me parece más cálida, más acogedora... y mucho más tranquila. También es más oscura, aunque goza de numerosas piezas de arte repartidas por toda ella, incluyendo las fachadas de algunos de sus edificios. Gusta mucho a su manera, aunque sea algo más conservadora.
Pues como ellos dos: ella fría e indomable y él sosegado y amigable. Pero aunque ellas dos sean tan distintas, comparten el camino de una a otra, y ése sí que es diferente a ambas: grandes nubes concentradas en el cielo, que en realidad ocultan el cielo estrellado que las separa. Árboles, montañas, increíbles vistas capaces de superar a las que en cualquiera de las dos te encuentras. Es como si la suma de ambas fuese completamente diferente de sus partes por separado. Como si chocasen ahí en medio y aquello estallase en unos fuegos artificiales que tanto te embelesan con su belleza como te queman si te descuidas un poco...
Ellos son cada uno la suya, y juntos de esa manera. Capaces de lo más hermoso y de lo más oscuro... pero siempre con un buen fondo detrás, aunque a veces permanezca oculto.
Apenas las separan una hora y pocos minutos pero son completamente diferentes. Una, a pesar de ser costera, se me antoja muy fría. Salvaje, como las olas del mar que la acompaña y bañada, además de por él, por un manto de sencillez en toda ella: no tiene grandes monumentos ni una distribución especial, aunque, sin embargo, atrae a muchísimas personas. Quizás sea en parte por su claridad. La otra me parece más cálida, más acogedora... y mucho más tranquila. También es más oscura, aunque goza de numerosas piezas de arte repartidas por toda ella, incluyendo las fachadas de algunos de sus edificios. Gusta mucho a su manera, aunque sea algo más conservadora.
Pues como ellos dos: ella fría e indomable y él sosegado y amigable. Pero aunque ellas dos sean tan distintas, comparten el camino de una a otra, y ése sí que es diferente a ambas: grandes nubes concentradas en el cielo, que en realidad ocultan el cielo estrellado que las separa. Árboles, montañas, increíbles vistas capaces de superar a las que en cualquiera de las dos te encuentras. Es como si la suma de ambas fuese completamente diferente de sus partes por separado. Como si chocasen ahí en medio y aquello estallase en unos fuegos artificiales que tanto te embelesan con su belleza como te queman si te descuidas un poco...
Ellos son cada uno la suya, y juntos de esa manera. Capaces de lo más hermoso y de lo más oscuro... pero siempre con un buen fondo detrás, aunque a veces permanezca oculto.
viernes, 23 de enero de 2009
Mañana
Mañana es el primer día del resto de mi vida. Bueno, bien podríamos decir eso siempre, pero esta vez creo que lo que pase puede (y debe) cambiar algo y de forma significativa.
Sé que esta vez es harto probable que mi gran compañera me abandone, y no seré yo quién para reprochárselo, porque creo que me lo merezco. Eso sí, a partir de ese día, a partir de mañana, tengo que hacer todo lo posible para no necesitarla más.
Aún así, siempre agradeceré sus visitas. Las que ya me ha hecho y las que, espero, aún le quedan por hacerme.
Sé que esta vez es harto probable que mi gran compañera me abandone, y no seré yo quién para reprochárselo, porque creo que me lo merezco. Eso sí, a partir de ese día, a partir de mañana, tengo que hacer todo lo posible para no necesitarla más.
Aún así, siempre agradeceré sus visitas. Las que ya me ha hecho y las que, espero, aún le quedan por hacerme.
jueves, 22 de enero de 2009
Táctica y estrategia
"La táctica es saber qué hacer cuando se puede hacer algo.
La estrategia es saber qué hacer cuando no se puede hacer nada".
La estrategia es saber qué hacer cuando no se puede hacer nada".
Savielly Tartakower (Gran Maestro polaco)
martes, 20 de enero de 2009
Decepciones...
He perdido la cuenta de cuántas llevo. Propias y de los demás. Y tampoco sé cuántas veces la culpa fue mía o de los otros... Porque hay dos formas de decepcionar o que te decepcionen, y en cada una es uno el responsable.
A veces la gente se vende de una manera que no se ajusta a la realidad. Nos hacen pensar que son de una forma, o que buscan algo, o que tienen determinados sentimientos hacia nosotros... que después no son verdad. Y nosotros que nos lo creíamos cuando ellos nos lo contaban... Acabamos pensando que fuimos tontos al confiar en ellos y que nuestra decepción en parte nos la merecemos, pero a mi modo de ver las cosas, el que es un fraude a cosa hecha y además se burla de tu confianza es el verdadero culpable. Él (o ella) SÍ que te ha decepcionado... porque no era como te quiso hacer creer.
En el otro lado esta la gente que no mira lo que los demás le ofrecen... sino que se lo inventa o se lo imagina. Por alguna razón te idealizan, o creen que eres de tal o cual forma que tú, por mucho que lo intentes, no eres capaz de hacerles entender que no eres. Y, cuando por fin se dan cuenta de que estaban equivocados, te culpan de haberles traicionado, de no ser quien ellos esperaban... de haberles decepcionado. Aquí, a mi parecer, el único responsable de esa decepción es el que hace oídos sordos a lo que el otro le contó. El que se empeña en colocarte en un pedestal a pesar de que tú le has dicho y repetido que te viene grande. No hubo mentiras por tu parte... hubo un exceso de imaginación, o de esperanza, por el suyo.
A veces creo que nadie más sabe hacer esa distinción. Me he sentido decepcionada muchísimas veces. Más, sin duda, de las que me habría gustado, y las suficientes como para haberme acostumbrado en cierto modo a esa sensación. Pero creo que, más o menos, nunca he culpado a los demás de que yo me hiciese falsas ilusiones. Sí, claro está, de que me las hicieran ellos. Y así es como creo que debe ser. No soy perfecta, ni pretendo serlo... entre otras cosas porque lo que es perfecto en muchas ocasiones para la mayoría para mí no lo es... pero si de algo puedo presumir es de ser sincera. Sé dónde están mis límites y procuro enseñárselos a los demás lo más pronto que puedo. Si ellos aún así no quieren o pueden verlos... ya no es mi problema. O sí, pero no lo veo justo.
A veces la gente se vende de una manera que no se ajusta a la realidad. Nos hacen pensar que son de una forma, o que buscan algo, o que tienen determinados sentimientos hacia nosotros... que después no son verdad. Y nosotros que nos lo creíamos cuando ellos nos lo contaban... Acabamos pensando que fuimos tontos al confiar en ellos y que nuestra decepción en parte nos la merecemos, pero a mi modo de ver las cosas, el que es un fraude a cosa hecha y además se burla de tu confianza es el verdadero culpable. Él (o ella) SÍ que te ha decepcionado... porque no era como te quiso hacer creer.
En el otro lado esta la gente que no mira lo que los demás le ofrecen... sino que se lo inventa o se lo imagina. Por alguna razón te idealizan, o creen que eres de tal o cual forma que tú, por mucho que lo intentes, no eres capaz de hacerles entender que no eres. Y, cuando por fin se dan cuenta de que estaban equivocados, te culpan de haberles traicionado, de no ser quien ellos esperaban... de haberles decepcionado. Aquí, a mi parecer, el único responsable de esa decepción es el que hace oídos sordos a lo que el otro le contó. El que se empeña en colocarte en un pedestal a pesar de que tú le has dicho y repetido que te viene grande. No hubo mentiras por tu parte... hubo un exceso de imaginación, o de esperanza, por el suyo.
A veces creo que nadie más sabe hacer esa distinción. Me he sentido decepcionada muchísimas veces. Más, sin duda, de las que me habría gustado, y las suficientes como para haberme acostumbrado en cierto modo a esa sensación. Pero creo que, más o menos, nunca he culpado a los demás de que yo me hiciese falsas ilusiones. Sí, claro está, de que me las hicieran ellos. Y así es como creo que debe ser. No soy perfecta, ni pretendo serlo... entre otras cosas porque lo que es perfecto en muchas ocasiones para la mayoría para mí no lo es... pero si de algo puedo presumir es de ser sincera. Sé dónde están mis límites y procuro enseñárselos a los demás lo más pronto que puedo. Si ellos aún así no quieren o pueden verlos... ya no es mi problema. O sí, pero no lo veo justo.
lunes, 19 de enero de 2009
Cenizas
"Soy cenizas cuando una vez fuera brasa,
y el bardo que moraba en mi pecho ha muerto,
lo que antes amé ahora apenas me llama...
y mi corazón es gris, como mi pelo".
y el bardo que moraba en mi pecho ha muerto,
lo que antes amé ahora apenas me llama...
y mi corazón es gris, como mi pelo".
Lord Byron, To the Countess of Blessington.
El mundo
El mundo es una mierda. Qué descubrimiento... Pero hay muchas personas que se esconden detrás de esa excusa para hacer que sea cada vez un poquito peor.
¿Qué más da si yo no reciclo, si hay tantos que tampoco lo hacen? El papel al suelo, si casi nadie usa las papeleras... Me encontré con muchos hijos de puta que me hicieron la vida imposible, así que mi venganza será ser del mismo modo con los demás. ¿Para qué voy a ser honrado, para que luego me la peguen a mí?
Sí señor... Hay gente que se defiende con lo mismo con lo que se siente atacada. Por qué iban a sentirse responsables de nada que no sea mirar su propio ombligo, si eso conlleva pensar en alguien más que en uno mismo y además implica el -oh, sí...- tremendo esfuerzo de aceptar que no todo lo que ocurre ahí fuera está sólo en manos ajenas. Es mucho más cómodo lanzar las culpas a algún otro lugar, lejos de nuestra conciencia.
¿Qué más da si yo no reciclo, si hay tantos que tampoco lo hacen? El papel al suelo, si casi nadie usa las papeleras... Me encontré con muchos hijos de puta que me hicieron la vida imposible, así que mi venganza será ser del mismo modo con los demás. ¿Para qué voy a ser honrado, para que luego me la peguen a mí?
Sí señor... Hay gente que se defiende con lo mismo con lo que se siente atacada. Por qué iban a sentirse responsables de nada que no sea mirar su propio ombligo, si eso conlleva pensar en alguien más que en uno mismo y además implica el -oh, sí...- tremendo esfuerzo de aceptar que no todo lo que ocurre ahí fuera está sólo en manos ajenas. Es mucho más cómodo lanzar las culpas a algún otro lugar, lejos de nuestra conciencia.
domingo, 18 de enero de 2009
Te esperaré
Supongo que algún día podremos volver a empezar. Sé cómo eres. Sabía que iba a pasar. Nos llevamos bien. Nos llevamos muy bien. Los problemas llegan siempre cuando nos llevamos demasiado bien. Y eso pasa porque vamos por caminos diferentes.
El tiempo, ése que todo lo cura, no nos gira a nosotros la cara. Así que esperaré. No sé cuánto, pero esperaré, porque a pesar de todo te sigo echando de menos cada vez que te vas.
De mientras no hablamos, pero a veces siento que lo hacemos. Por eso no puedo pero te pido igual que me prometas que seguirás con tu vida. Y no, no tengo tanto ego como para pensar que no puedes hacerlo sin mí... Me refiero a que la continúes, a que la muevas, a que la dejes seguir avanzando. Yo, por mi parte, te aseguro que intentaré hacer lo mismo. Aunque no me veas, me gustaría que estuvieses orgulloso de mí.
Me he perdido algunas veces, y creo que tú también. No sé si es que juntos nos cegamos, pero sé que volveremos a encontrarnos. Cada uno y el uno al otro. Lo escribiré y serás el primero en leerlo. No tengo ni idea de si nos veremos antes... pero esperaré ese día cada uno que pase.
El tiempo, ése que todo lo cura, no nos gira a nosotros la cara. Así que esperaré. No sé cuánto, pero esperaré, porque a pesar de todo te sigo echando de menos cada vez que te vas.
De mientras no hablamos, pero a veces siento que lo hacemos. Por eso no puedo pero te pido igual que me prometas que seguirás con tu vida. Y no, no tengo tanto ego como para pensar que no puedes hacerlo sin mí... Me refiero a que la continúes, a que la muevas, a que la dejes seguir avanzando. Yo, por mi parte, te aseguro que intentaré hacer lo mismo. Aunque no me veas, me gustaría que estuvieses orgulloso de mí.
Me he perdido algunas veces, y creo que tú también. No sé si es que juntos nos cegamos, pero sé que volveremos a encontrarnos. Cada uno y el uno al otro. Lo escribiré y serás el primero en leerlo. No tengo ni idea de si nos veremos antes... pero esperaré ese día cada uno que pase.
Maldito peloteo...
Si ya lo detesto de por sí, cuando se alaba excesivamente algo de otro que simplemente estuvo bien, más lo odio cuando encima se pone un puñado de mierda encima de un pedestal.
Está bien ser asertivo, decir las cosas con tacto... pero cuando algo no está bien no lo está. No sé qué buscan algunos haciendo la pelota a los demás cada vez que se deciden a hacer algo, aunque sea una porquería. Creo que sería mejor para el otro que fuesen sinceros con él, porque así es como se aprende.
Alguien puede venir y decirme que adora todo lo que escribo, que nadie lo emocionó de esa manera... Pero cuando lo que escribí ni siquiera está bien redactado, ni hilado, ni tiene un argumento coherente... prefiero que me lo hagan saber. O cuando, simplemente, traté de hacer algo bonito a ojos literarios y, por lo que sea, a alguien no le conseguí hacer vibrar.
Dar ánimos sí... falsas opiniones no, gracias.
Está bien ser asertivo, decir las cosas con tacto... pero cuando algo no está bien no lo está. No sé qué buscan algunos haciendo la pelota a los demás cada vez que se deciden a hacer algo, aunque sea una porquería. Creo que sería mejor para el otro que fuesen sinceros con él, porque así es como se aprende.
Alguien puede venir y decirme que adora todo lo que escribo, que nadie lo emocionó de esa manera... Pero cuando lo que escribí ni siquiera está bien redactado, ni hilado, ni tiene un argumento coherente... prefiero que me lo hagan saber. O cuando, simplemente, traté de hacer algo bonito a ojos literarios y, por lo que sea, a alguien no le conseguí hacer vibrar.
Dar ánimos sí... falsas opiniones no, gracias.
jueves, 15 de enero de 2009
El camino más corto
"Alejandro, al ver que no conseguía desatar el nudo [gordiano], cuyos extremos estaban secretamente retorcidos y doblados en su interior, lo cortó con la espada por la mitad".
Plutarco
Señales
A veces las busco. No sé si las encuentro, o más bien sí. Sí, sí es así, pero no sé si son fidedignas o sólo producto de la sugestión. De un modo u otro la de hoy me inquietó un poco... porque además de que se repitió exactamente con el mismo mensaje, éste no era el que más me habría gustado leer.
Ayúdame... ¿A ti? ¿Yo? ¿De veras? Ayer sospeché que algo no marchaba como debería, pero puede ser que simplemente no lo hacía como a mí me gustaría. Pero esa señal podría tener razón, y tú necesitar algo de mí. Y si eso pasa y no me lo haces saber me enfadaré... Sí, otra vez. Sí, más aún... aunque creo que dejar las cosas como ahora están es mi mejor forma de ayudarte. Si me equivoco... sé tú quien me mande otra señal.
Ayúdame... ¿A ti? ¿Yo? ¿De veras? Ayer sospeché que algo no marchaba como debería, pero puede ser que simplemente no lo hacía como a mí me gustaría. Pero esa señal podría tener razón, y tú necesitar algo de mí. Y si eso pasa y no me lo haces saber me enfadaré... Sí, otra vez. Sí, más aún... aunque creo que dejar las cosas como ahora están es mi mejor forma de ayudarte. Si me equivoco... sé tú quien me mande otra señal.
martes, 13 de enero de 2009
lunes, 12 de enero de 2009
Esa extraña vergüenza
Cuando era pequeña, y me consta que no era la única a la que le ocurría, una de las peores cosas que podrían haberme pasado era que el niño que me gustaba se enterase. Cada vez que tenía la más mínima sospecha de que aquello, que era un terrible secreto que debía ser guardado bajo un candado de siete llaves, podía ser descubierto, el corazón se me disparaba. Si había que mentir para que nadie lo descubriese se mentía. Y cuando creía que el chico se estaba o se podía estar dando cuenta de lo que me pasaba cada vez que lo veía, era preferible que pensara que lo odiaba desde lo más profundo de mi ser antes que confesarle la realidad. Además, el resto de niños tampoco podía enterarse bajo ningún concepto, o sería objeto de burlas durante lo que quedase de curso... o de colegio.
Ahora, cuando veo o intuyo eso en algún niño o alguna niña me hace gracia. La pierde cuando lo veo en gente más mayor.
No entiendo por qué, a ciertas edades, hay algunas personas que siguen pensando que enamorarse debe ser un secreto. Que parece que se avergüencen de lo que sienten, que protegen su intimidad de forma desmedida, que aún temen que otros puedan ridiculizarles por algo así, que prefieren callarse durante años antes que enfrentarse al miedo que les da un no...
Con lo bonito que es estar enamorado... que no te importe de quién, porque si le quieres puede ser alto o bajo, gordo o flaco, guapo o feo... simpático o gruñón, gracioso o seco, mañoso o torpe... y aún existe esa extraña vergüenza.
Pues a mí no me importa que los demás se enteren de lo que siento cuando llego a sentirlo. Querer a alguien es normal, y en algunos casos es casi imposible no hacerlo... así que no pienso agachar la cabeza cada vez que me suceda, sino levantarla: me siento orgullosa porque soy capaz de sentir... algo que sé que muchos no pueden decir. Y a otros les da vergüenza.
Ahora, cuando veo o intuyo eso en algún niño o alguna niña me hace gracia. La pierde cuando lo veo en gente más mayor.
No entiendo por qué, a ciertas edades, hay algunas personas que siguen pensando que enamorarse debe ser un secreto. Que parece que se avergüencen de lo que sienten, que protegen su intimidad de forma desmedida, que aún temen que otros puedan ridiculizarles por algo así, que prefieren callarse durante años antes que enfrentarse al miedo que les da un no...
Con lo bonito que es estar enamorado... que no te importe de quién, porque si le quieres puede ser alto o bajo, gordo o flaco, guapo o feo... simpático o gruñón, gracioso o seco, mañoso o torpe... y aún existe esa extraña vergüenza.
Pues a mí no me importa que los demás se enteren de lo que siento cuando llego a sentirlo. Querer a alguien es normal, y en algunos casos es casi imposible no hacerlo... así que no pienso agachar la cabeza cada vez que me suceda, sino levantarla: me siento orgullosa porque soy capaz de sentir... algo que sé que muchos no pueden decir. Y a otros les da vergüenza.
Piensa mal...
A muchos se les llena la boca diciendo lo que les gusta que los demás vayan de frente o hacer lo propio ellos, pero de todos los que lo proclaman, y desde luego de la mayoría del resto, sólo lo dicen de veras unos pocos.
Muy poca gente dice claramente qué quiere, de quién, cómo y cuándo. Estoy harta de ver actitudes en una dirección que no son sino caretas bajo las que se ocultan intenciones que van en contravía. Tampoco son muchos los que no actúan nunca sin calcular los efectos que tendrá lo que hagan. Y no critico del todo esa forma de hacer las cosas, ya que creo que todos alguna vez u otra, de una forma o de aquella manera, lo hacemos. Lo que me molesta es que muchos no lo reconozcan.
Yo también he hecho tal o cual cosa para conseguir otra o esperando algo de ello, pero no me molesta decirlo. Te dije aquello para joderte. No te conté eso otro para que me preguntases tú. Me quedé callada para comprobar si tú dabas el primer paso. Sí, claro que sí. Y por qué no... si así va el mundo y así vamos los humanos. Experimentamos con casi todo, pero parece que a algunos les apura decir que también lo hacen con otras personas.
En esto, como en muchas otras cosas, la gente se calla lo que realmente piensa para no parecer raro. En realidad, lo raro no es pensarlo... es no tratar de esconderlo.
Muy poca gente dice claramente qué quiere, de quién, cómo y cuándo. Estoy harta de ver actitudes en una dirección que no son sino caretas bajo las que se ocultan intenciones que van en contravía. Tampoco son muchos los que no actúan nunca sin calcular los efectos que tendrá lo que hagan. Y no critico del todo esa forma de hacer las cosas, ya que creo que todos alguna vez u otra, de una forma o de aquella manera, lo hacemos. Lo que me molesta es que muchos no lo reconozcan.
Yo también he hecho tal o cual cosa para conseguir otra o esperando algo de ello, pero no me molesta decirlo. Te dije aquello para joderte. No te conté eso otro para que me preguntases tú. Me quedé callada para comprobar si tú dabas el primer paso. Sí, claro que sí. Y por qué no... si así va el mundo y así vamos los humanos. Experimentamos con casi todo, pero parece que a algunos les apura decir que también lo hacen con otras personas.
En esto, como en muchas otras cosas, la gente se calla lo que realmente piensa para no parecer raro. En realidad, lo raro no es pensarlo... es no tratar de esconderlo.
sábado, 10 de enero de 2009
Racismo y lenguaje
Hoy he tenido un incidente con una extranjera. Por sus facciones y su acento debía ser de Marruecos o algún sitio cercano... Hacía cola para pagar en una tienda y de pronto veo su cara de enfado. Me dice que espera a su hermana, a lo que me quedo con una expresión del tipo... "¿y a mí qué me cuentas?". Doy un paso adelante para seguir en la fila y me habla toda alterada, diciendo "no sé qué" de la cola. Llevaba un rato en ella y no era esa mujer sino la pareja de delante de ella a los que tenía delante, así que la miré extrañada y entendí que quizás quería pasar por en medio o algo así... Ella, al ver mi expresión, dice más alterada aún que cambió su turno con los de delante, les pregunta y ellos dicen que es así... Yo, evidentemente, ni siquiera me había dado cuenta. Siguió hablando en su tono altanero y acabé diciéndole que vale, que ya me había enterado de lo que pasaba... Curiosamente pensó que quería colarme, cuando simplemente seguí caminando, y por eso debió hablarme en ese tono. Yo pensé lo mismo de ella y no perdí la calma en ningún momento.
Y no la entendí porque su español era pésimo. Apenas hilaba bien las palabras, y tampoco entendía por qué tenía ese cabreo la mujer... Me parece que si me hubiera dicho lo último lo primero y en un tono más normal me habría enterado antes, porque en cualquier idioma la gente con dos dedos de frente sabe que una tercera persona no tiene por qué conocer sus conversaciones con los demás.
Me hace gracia, porque después algunos inmigrantes sólo saben quejarse del mal trato que reciben aquí. Y tienen toda la razón, desde luego, dada la cantidad de imbéciles racistas y xenófobos que hay en este país, pero hay un grupo de esos mismos que tanto se quejan que aprenden tan rápido qué derechos tienen que se olvidan de recordar sus obligaciones.
No pretendo que ningún extranjero (y lo mismo me da que sea de África que de América, por ejemplo) se olvide de sus raíces ni de su cultura para absorber la nuestra y hacerla suya, pero ya que, por el motivo que sea (que me da igual tanto de uno como de otro) han decidido vivir en otro país, qué menos que hagan el pequeño esfuerzo de aprender su idioma. Y, desde luego, si aún no lo dominan por cualquier razón, deberían ser un poco más humildes cuando no se les entiende y no ponerse con los del país que les está acogiendo como unos energúmenos por una falta que es de ellos: por su ignorancia sobre algo que deberían conocer.
Por suerte y pese a los prejuicios de muchos, no todos los inmigrantes, turistas y demás son así. Otros intentan adaptarse a su nuevo país, tratan bien a sus nuevos vecinos e incluso se preocupan por aprender lo máximo que pueden de la cultura en la que ahora se ven sumergidos. Pero esos pocos estúpidos que cité, como esa señora gilipollas, no hacen otra cosa que perjudicar a los que se encuentran en su misma situación, porque lamentablemente la gente tiende a generalizar con demasiada alegría.
En fin, tampoco me extraña tanto que algunos extranjeros hablen tan mal el castellano... En el autobús de vuelta a casa tuve la oportunidad de oír hablar a algunos jóvenes autóctonos y no lo hacían mucho mejor que la señora de rasgos africanos... No me extraña que cada vez esté todo peor: el lenguaje es el motor de la comunicación y, entre unos y otros, se lo están cargando.
Y no la entendí porque su español era pésimo. Apenas hilaba bien las palabras, y tampoco entendía por qué tenía ese cabreo la mujer... Me parece que si me hubiera dicho lo último lo primero y en un tono más normal me habría enterado antes, porque en cualquier idioma la gente con dos dedos de frente sabe que una tercera persona no tiene por qué conocer sus conversaciones con los demás.
Me hace gracia, porque después algunos inmigrantes sólo saben quejarse del mal trato que reciben aquí. Y tienen toda la razón, desde luego, dada la cantidad de imbéciles racistas y xenófobos que hay en este país, pero hay un grupo de esos mismos que tanto se quejan que aprenden tan rápido qué derechos tienen que se olvidan de recordar sus obligaciones.
No pretendo que ningún extranjero (y lo mismo me da que sea de África que de América, por ejemplo) se olvide de sus raíces ni de su cultura para absorber la nuestra y hacerla suya, pero ya que, por el motivo que sea (que me da igual tanto de uno como de otro) han decidido vivir en otro país, qué menos que hagan el pequeño esfuerzo de aprender su idioma. Y, desde luego, si aún no lo dominan por cualquier razón, deberían ser un poco más humildes cuando no se les entiende y no ponerse con los del país que les está acogiendo como unos energúmenos por una falta que es de ellos: por su ignorancia sobre algo que deberían conocer.
Por suerte y pese a los prejuicios de muchos, no todos los inmigrantes, turistas y demás son así. Otros intentan adaptarse a su nuevo país, tratan bien a sus nuevos vecinos e incluso se preocupan por aprender lo máximo que pueden de la cultura en la que ahora se ven sumergidos. Pero esos pocos estúpidos que cité, como esa señora gilipollas, no hacen otra cosa que perjudicar a los que se encuentran en su misma situación, porque lamentablemente la gente tiende a generalizar con demasiada alegría.
En fin, tampoco me extraña tanto que algunos extranjeros hablen tan mal el castellano... En el autobús de vuelta a casa tuve la oportunidad de oír hablar a algunos jóvenes autóctonos y no lo hacían mucho mejor que la señora de rasgos africanos... No me extraña que cada vez esté todo peor: el lenguaje es el motor de la comunicación y, entre unos y otros, se lo están cargando.
jueves, 8 de enero de 2009
miércoles, 7 de enero de 2009
Expectativas
La actitud que tenemos hacia algunas cosas y hacia algunas personas nos hacen tener ciertas expectativas acerca de cómo van a comportarse, qué van a decir o de qué manera. Entonces, cualquier cosa que digan mínimamente ambigua la interpretamos como lo que esperamos de ellos. Así he visto nacer un montón de discusiones.
Pero, ¿qué hacer? Es inevitable tener esquemas sobre los demás, como también lo es defenderse cuando uno se siente atacado. Podría decir que el truco está en no hacerles caso, pero la realidad es que son, de hecho, muy útiles, porque aunque fallen algunas veces otras tantas -más o menos... dependiendo de cada persona- aciertan, y nos ahorran un gasto cognitivo innecesario que nos agotaría si lo realizásemos cada día y con cada cosa que viniera de cada una de las personas con las que tratamos a diario.
Mi atajo, si bien no siempre lo sigo o no siempre me lleva a donde quería, es aprender a rectificar. Aprender a rectificar y a disculparme. Como ya dije, creo que es bastante natural tener ideas sobre los demás, pero si los hechos o ellos mismos nos acaban demostrando que estábamos equivocados, debemos admitirlo. Y, si procede, pedir perdón.
¿Nunca te han dicho que pensaban que eras un gilipollas y que luego, al conocerte mejor, has caído de puta madre? A mí me pasó alguna vez y esas confesiones me hacen sentir bien. Desde luego, prefiero que alguien me crea una imbécil y después de intimar más me crea algo mejor que no al revés... Así que, ¿por qué privar a los demás de tener esa sensación? Por no hablar, claro está, de que creo que es lo más justo. Para el otro, que sabe la impresión que puede llegar a causar -cosa que puede llegar a ser harto interesante- y para ti, que ganas en humildad y aprendes un poco cada vez que te equivocas. Porque para eso no sólo basta errar: también es necesario reconocerlo, ante los demás y, sobre todo, ante uno mismo.
Pero, ¿qué hacer? Es inevitable tener esquemas sobre los demás, como también lo es defenderse cuando uno se siente atacado. Podría decir que el truco está en no hacerles caso, pero la realidad es que son, de hecho, muy útiles, porque aunque fallen algunas veces otras tantas -más o menos... dependiendo de cada persona- aciertan, y nos ahorran un gasto cognitivo innecesario que nos agotaría si lo realizásemos cada día y con cada cosa que viniera de cada una de las personas con las que tratamos a diario.
Mi atajo, si bien no siempre lo sigo o no siempre me lleva a donde quería, es aprender a rectificar. Aprender a rectificar y a disculparme. Como ya dije, creo que es bastante natural tener ideas sobre los demás, pero si los hechos o ellos mismos nos acaban demostrando que estábamos equivocados, debemos admitirlo. Y, si procede, pedir perdón.
¿Nunca te han dicho que pensaban que eras un gilipollas y que luego, al conocerte mejor, has caído de puta madre? A mí me pasó alguna vez y esas confesiones me hacen sentir bien. Desde luego, prefiero que alguien me crea una imbécil y después de intimar más me crea algo mejor que no al revés... Así que, ¿por qué privar a los demás de tener esa sensación? Por no hablar, claro está, de que creo que es lo más justo. Para el otro, que sabe la impresión que puede llegar a causar -cosa que puede llegar a ser harto interesante- y para ti, que ganas en humildad y aprendes un poco cada vez que te equivocas. Porque para eso no sólo basta errar: también es necesario reconocerlo, ante los demás y, sobre todo, ante uno mismo.
martes, 6 de enero de 2009
lunes, 5 de enero de 2009
Cómo te gusta
Creer que eres especial, y escucharlo en boca de otros. Observar, con el paso de los años, cómo tú destacas por algo diferente a lo que lo hace la mayoría de las demás. Darte cuenta de que a veces has sido capaz de dejar una huella más profunda que la de sus banalidades, que se encuentran -e incluso se venden- en cualquier parte y que pocos buscan por el suelo. Ofrecer algo que no ofrecen muchas más, y ponerle el precio de la confianza, con un umbral tan elevado que no se lo puede permitir cualquiera. Esa selectividad que otros llaman prepotencia, que no es para ti sino una forma de no malgastar el tiempo en relaciones cuyo final empiezas a ver antes de su comienzo. Tu verdad, que aunque a veces sea sólo tuya tiene el impulso suficiente para moverte hasta sitios que otros jamás conocerán. Que otras traten de parecerse a ti y que les sea en vano. Aceptar que tú nunca serás como ésas a las que admiras y sentirte realmente satisfecha al llegar esa conclusión.
Cómo te gusta ser como eres... Porque eres libre. Eres todo lo libre que alguien puede ser en un mundo como éste, a pesar de tener demonios a un lado intentando corromperte y ángeles al otro diciéndote todo lo que, según ellos, tienes que hacer. Te gusta ser así porque así eres sólo tú... y la unicidad que tenemos todos y que a veces en masa se trata de ocultar es para ti uno de tus mejores regalos. Para ti... y para ellos, aunque no todos lo entiendan.
Cómo te gusta ser como eres... Porque eres libre. Eres todo lo libre que alguien puede ser en un mundo como éste, a pesar de tener demonios a un lado intentando corromperte y ángeles al otro diciéndote todo lo que, según ellos, tienes que hacer. Te gusta ser así porque así eres sólo tú... y la unicidad que tenemos todos y que a veces en masa se trata de ocultar es para ti uno de tus mejores regalos. Para ti... y para ellos, aunque no todos lo entiendan.
domingo, 4 de enero de 2009
Cambios
Desde que me acuerdo, nunca me han sentado bien. No sus consecuencias ni las nuevas situaciones, sino ellos en sí. La rutina, esa enemiga de tantos, a mí siempre me ha gustado (aunque con ciertos matices que ya serían otro tema...). Pero eso no quiere decir que después no los haya agradecido.
Claro está que hay cambios y cambios. A veces molestan más los pequeños, los que se refieren a algún matiz que otros pueden creer insignificante, que los de mayores dimensiones. Y no sé por qué, porque en teoría debería ser al revés.
Supongo que es solamente que hay momentos en los que uno necesita un giro. Y da más o menos pena dejar otras cosas u otras personas atrás, pero lo que nos encontramos tras esa esquina nos compensa y nos ayuda a superar las posibles pérdidas... Sí, posibles, porque en otras ocasiones lo que pasa es que integramos algo nuevo en nuestras vidas que influye pero no destruye lo que ya teníamos.
Tengo la impresión de que uno de esos se avecina. Sí, es aquel presentimiento extraño al que aún no he encontrado explicación... pero es como si poco a poco fuese tomando forma. Como si cada día fuese más fuerte... Y creo que podré elegir: algo completamente nuevo que me haga dejar atrás todo lo demás o lo mismo pero acompañado de la suficiente fuerza de voluntad como para poderlo juntar todo.
Del modo que sea, sólo espero que no me parezca tan traumático como otras veces. Y, sobre todo, que no se lo parezca tampoco a nadie más.
Claro está que hay cambios y cambios. A veces molestan más los pequeños, los que se refieren a algún matiz que otros pueden creer insignificante, que los de mayores dimensiones. Y no sé por qué, porque en teoría debería ser al revés.
Supongo que es solamente que hay momentos en los que uno necesita un giro. Y da más o menos pena dejar otras cosas u otras personas atrás, pero lo que nos encontramos tras esa esquina nos compensa y nos ayuda a superar las posibles pérdidas... Sí, posibles, porque en otras ocasiones lo que pasa es que integramos algo nuevo en nuestras vidas que influye pero no destruye lo que ya teníamos.
Tengo la impresión de que uno de esos se avecina. Sí, es aquel presentimiento extraño al que aún no he encontrado explicación... pero es como si poco a poco fuese tomando forma. Como si cada día fuese más fuerte... Y creo que podré elegir: algo completamente nuevo que me haga dejar atrás todo lo demás o lo mismo pero acompañado de la suficiente fuerza de voluntad como para poderlo juntar todo.
Del modo que sea, sólo espero que no me parezca tan traumático como otras veces. Y, sobre todo, que no se lo parezca tampoco a nadie más.
Una cita mía...
"Y dolió ver cómo la sólida cuerda que sostenía mi fe en ti se iba deshilachando hasta romperse".
viernes, 2 de enero de 2009
Excusas...
O excusa, porque casi siempre me encuentro la misma. Eres tú, es tu carácter... Si todos discutimos contigo no podemos estar equivocados. ¿Seguro? Porque también podría ser vuestra única vía de escape cuando chocamos dos. Que una reconozca una obviedad no tendría por qué hacerla blanco de todas las culpas.
Es al revés... porque si desde el comienzo del juego yo enseño mis cartas y vosotros os empeñáis en hacer jugarretas aprovechando, además, que las vuestras yo no las veo, la culpa deja de ser mía. Si aceptáis jugar estáis aceptando las reglas, y luego echáis la culpa a lo duras que os parecen cada vez que vais perdiendo. Qué curioso, porque las aceptabais de buen grado cuando el juego iba a vuestro favor.
Pues ya estoy harta, porque además no es verdad. No soy yo contra el mundo, porque aunque vosotros no sois capaces hay gente que sí lo es de conseguir acabar una puta partida sin tener ningún problema.
Pero claro, es mucho más fácil encontrar un chivo expiatorio inmutable y que siempre va a estar ahí. Eso os exime de pedir perdón. Gracias a ello no tenéis que hacer otra cosa que sentaros a esperar una disculpa, porque vosotros nunca hacéis nada. Qué va... Sólo mentir, traicionar, engañar, aprovecharos, burlaros...
Pero se acabó. Llevo años cambiando las reglas a vuestro antojo y ya no cambio ni una más. Porque no me da la gana... porque vosotros las vuestras nunca las vais a cambiar.
Es al revés... porque si desde el comienzo del juego yo enseño mis cartas y vosotros os empeñáis en hacer jugarretas aprovechando, además, que las vuestras yo no las veo, la culpa deja de ser mía. Si aceptáis jugar estáis aceptando las reglas, y luego echáis la culpa a lo duras que os parecen cada vez que vais perdiendo. Qué curioso, porque las aceptabais de buen grado cuando el juego iba a vuestro favor.
Pues ya estoy harta, porque además no es verdad. No soy yo contra el mundo, porque aunque vosotros no sois capaces hay gente que sí lo es de conseguir acabar una puta partida sin tener ningún problema.
Pero claro, es mucho más fácil encontrar un chivo expiatorio inmutable y que siempre va a estar ahí. Eso os exime de pedir perdón. Gracias a ello no tenéis que hacer otra cosa que sentaros a esperar una disculpa, porque vosotros nunca hacéis nada. Qué va... Sólo mentir, traicionar, engañar, aprovecharos, burlaros...
Pero se acabó. Llevo años cambiando las reglas a vuestro antojo y ya no cambio ni una más. Porque no me da la gana... porque vosotros las vuestras nunca las vais a cambiar.
jueves, 1 de enero de 2009
Todo
¿Alguna vez has tenido todo lo que habrías podido pedir? Yo sí. Pero cuando ya lo tienes te das cuenta de que hay matices que podrían ser distintos, y, seguramente, si lo fuesen también lo pensarías.
No sé si no existe esa plenitud total o si es sólo que yo no la conozco, pero desde luego que no puedo quejarme porque, algún día, la tuve muy cerca. Y claro, es por eso que sé que puedo volverla a tener, y no me importa esperar.
Aunque parezca estúpido es como cuando cogí más peso del que debía. Siempre oí en mi familia decir a las mujeres que a mi edad estaban delgadas pero poco después empezaron a engordar y aquello ya no tuvo remedio. Así que me dio un poco de pánico y empecé a pensar que estaba atrapada en un cuerpo obeso. No, no es que tenga nada de malo ni que sea tan horrible... pero cuando has estado siempre en tu peso choca bastante. En fin, que pensé que no quería ser una más de esa lista y me propuse cambiarlo... hasta que lo conseguí. Y de buenas maneras, nada de tonterías. Desde ese momento, cuando cojo algo de peso no me inquieto: sé que puedo perderlo.
Pues en realidad es lo mismo, aunque esto es algo más complicado que quitarse unos kilos de más. Dicen que ver es creer... pues es algo así. Sé que es posible, sé que existe... y si la primera vez nada me frenó, aun a expensas de no conseguirlo, ahora que lo sé de primera mano porque lo he vivido no pienso parar.
Todo... Es lo que tú quieras que sea. Incluso lo que no controlas... puedes dominarlo si te lo propones, porque sólo depende de ti cómo te lo tomes.
No sé si no existe esa plenitud total o si es sólo que yo no la conozco, pero desde luego que no puedo quejarme porque, algún día, la tuve muy cerca. Y claro, es por eso que sé que puedo volverla a tener, y no me importa esperar.
Aunque parezca estúpido es como cuando cogí más peso del que debía. Siempre oí en mi familia decir a las mujeres que a mi edad estaban delgadas pero poco después empezaron a engordar y aquello ya no tuvo remedio. Así que me dio un poco de pánico y empecé a pensar que estaba atrapada en un cuerpo obeso. No, no es que tenga nada de malo ni que sea tan horrible... pero cuando has estado siempre en tu peso choca bastante. En fin, que pensé que no quería ser una más de esa lista y me propuse cambiarlo... hasta que lo conseguí. Y de buenas maneras, nada de tonterías. Desde ese momento, cuando cojo algo de peso no me inquieto: sé que puedo perderlo.
Pues en realidad es lo mismo, aunque esto es algo más complicado que quitarse unos kilos de más. Dicen que ver es creer... pues es algo así. Sé que es posible, sé que existe... y si la primera vez nada me frenó, aun a expensas de no conseguirlo, ahora que lo sé de primera mano porque lo he vivido no pienso parar.
Todo... Es lo que tú quieras que sea. Incluso lo que no controlas... puedes dominarlo si te lo propones, porque sólo depende de ti cómo te lo tomes.
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