Hace poco leí en un artículo de un periódico de cuyo nombre no es que no quiera sino que no puedo acordarme, que los escritores deben ejercitar sus habilidades, y que contrariamente a lo que muchos piensan, su trabajo no consiste en sentarse y esperar a que les llegase la inspiración.
Bien, no soy escritora, pero sí que escribo, y debo decir que, si bien no es necesario esperar a que a una le lleguen las musas para redactar algo y que además sea medianamente comprensible, a mí no es hasta que lo hacen que me salen los textos de los que después me siento orgullosa.
Es como un torrente que se apodera de mí y maneja mis manos como si de un titiritero se tratase hasta que termino de escribir. Luego me pasa que a veces, al día siguiente, ni siquiera recuerdo claramente haber escrito algo el día anterior o lo que he retenido es lo suficientemente vago como para que tenga que volverlo a leer.
Supongo que, para quien se dedique a eso, es demasiado arriesgado abrir la ventana y sentarse a esperar a que la inspiración la atraviese y se le cuele dentro, porque si le ocurriese como a mí, se encontraría con largas rachas olvidando incluso su nombre...
Ahora la quiero, sí. En parte me hace falta. Pero no viene...