He perdido la cuenta de cuántas llevo. Propias y de los demás. Y tampoco sé cuántas veces la culpa fue mía o de los otros... Porque hay dos formas de decepcionar o que te decepcionen, y en cada una es uno el responsable.
A veces la gente se vende de una manera que no se ajusta a la realidad. Nos hacen pensar que son de una forma, o que buscan algo, o que tienen determinados sentimientos hacia nosotros... que después no son verdad. Y nosotros que nos lo creíamos cuando ellos nos lo contaban... Acabamos pensando que fuimos tontos al confiar en ellos y que nuestra decepción en parte nos la merecemos, pero a mi modo de ver las cosas, el que es un fraude a cosa hecha y además se burla de tu confianza es el verdadero culpable. Él (o ella) SÍ que te ha decepcionado... porque no era como te quiso hacer creer.
En el otro lado esta la gente que no mira lo que los demás le ofrecen... sino que se lo inventa o se lo imagina. Por alguna razón te idealizan, o creen que eres de tal o cual forma que tú, por mucho que lo intentes, no eres capaz de hacerles entender que no eres. Y, cuando por fin se dan cuenta de que estaban equivocados, te culpan de haberles traicionado, de no ser quien ellos esperaban... de haberles decepcionado. Aquí, a mi parecer, el único responsable de esa decepción es el que hace oídos sordos a lo que el otro le contó. El que se empeña en colocarte en un pedestal a pesar de que tú le has dicho y repetido que te viene grande. No hubo mentiras por tu parte... hubo un exceso de imaginación, o de esperanza, por el suyo.
A veces creo que nadie más sabe hacer esa distinción. Me he sentido decepcionada muchísimas veces. Más, sin duda, de las que me habría gustado, y las suficientes como para haberme acostumbrado en cierto modo a esa sensación. Pero creo que, más o menos, nunca he culpado a los demás de que yo me hiciese falsas ilusiones. Sí, claro está, de que me las hicieran ellos. Y así es como creo que debe ser. No soy perfecta, ni pretendo serlo... entre otras cosas porque lo que es perfecto en muchas ocasiones para la mayoría para mí no lo es... pero si de algo puedo presumir es de ser sincera. Sé dónde están mis límites y procuro enseñárselos a los demás lo más pronto que puedo. Si ellos aún así no quieren o pueden verlos... ya no es mi problema. O sí, pero no lo veo justo.