Una de las grandes distinciones que pueden hacerse en psicología es entre rasgo y estado, y entre conducta y persona. No es lo mismo ser depresivo que estar deprimido. Tampoco es lo mismo hacer una gilipollez que ser gilipollas. Lamentablemente y aun sabiendo esto, apenas nadie suele pararse a analizar situaciones, personas o comportamientos, y la tendencia suele ser a atribuir lo malo a causas internas en los demás y externas en nosotros mismos.
Es bastante frecuente encontrar que alguien hace una atribución diferente de una misma situación objetiva según la protagonicen él u otra persona. Ante una agresión, por ejemplo, hay gente que dirá que otro atacó a otra persona porque es agresivo, y cuando el comportamiento agresivo es el de ellos se justificarán diciendo que la situación les hizo comportarse de esa manera.
La cuestión es que todo suele ser muy relativo, pero eso no depende de si lo que sucede lo provocó otro o nosotros. Todo tiene un sinfín de matices que raras veces alguien se para a desmenuzar, aunque el caso es que si lo hicieran comprenderían más a los demás e incluso a ellos mismos, porque se sorprenderían equivocándose incluso cuando más convencidos estaban de tener razón.