domingo, 22 de marzo de 2009

Odio y batallas

Cómo odio la sensación de estar viendo a alguien caminar hacia un precipicio. Que lo sea sólo para mí, y que no entienda que no le quiera ver en caer en él. Pero cada uno tiene -o debería tener- la libertad para elegir hacia donde va. Incluso uno puede escoger tirarse al vacío, sólo para ver qué pasa. Sólo para comprobar si, como todos le han dicho, duele tanto. O para estar preparado si algún día se cae o lo empujan en vez de lanzarse él mismo.

Pero aún odio más no poder aceptarlo ni poder esconder mi desaprobación. Hay demonios que me gustaría ver batallar yo sola, pero me salen sin querer hacia fuera y pelean incansablemente con todos los que se les ponen por delante. Y yo me uno a ellos, y me cuesta girarme contra ellos para eliminarlos del campo de batalla que jamás deberían haber inaugurado. Pero cuando eso pasa ya es tarde y está todo patas arriba...

A veces es mejor tragarse las ideas y las armas, y que se le mezclen dentro a una y que salga lo que tenga que ser... Al menos eso sólo te hace daño a ti. Con lo de antes también corres el riesgo de herir a alguien... Aún peor, a alguien que sólo quiere lo mismo que tú: vivir su vida sin un ojo encima que les juzgue o les condene.