A veces la gente sólo necesita algo muy simple, como un abrazo, unas palabras de apoyo o incluso una mano en el hombro. Algo que les tranquilice en un mal momento y les haga sentir que no están solos. Pero muchas veces eso que quieren no llega, y ellos tampoco lo piden.
Normalmente, el que tiene al lado a alguien que necesita algo de eso y no se lo proporciona, es porque no quiere hacerlo o, más fácil, porque, por la razón que sea, no se ha dado cuenta de lo que al otro le hace falta. También pasa, y casi me atrevería a decir que en un elevado número de casos, que uno se da cuenta de qué quiere la persona que tiene al lado, pero duda. Duda porque no está seguro de si lo que necesita lo necesita de él o de otro, de si estará fuera de lugar lo que cree que debe o incluso quiere hacer. No sabe si es el momento o si acaso interpretó mal las supuestas señales que le enviaron. Y ante esa duda decide no hacer nada.
En realidad supongo que hacen mal los dos. El que tiene una carencia por no hacerla pública con claridad, dejando el orgullo a un lado y exponiéndose a que su dolor previo se vea aumentado por el de un posible -que no siempre probable- rechazo, y el que duda por no dejarse llevar por lo que siente y cortarse las alas a sí mismo, arriesgándose a hacer un poco el ridículo.
Pero casi como decía la canción, así somos y así seguiremos. No temer el rechazo de alguien a quien quieres o aparcar la vergüenza suena ideal, pero llevarlo a la práctica es un poco más complicado.