Uno de los usos más frecuentes que la gente da al alcohol es el de desinhibidor. Gente tímida, o no tanto, decide que no es capaz de soltarse por sí misma y que necesita una ayuda externa. Esa ayuda es la bebida.
Este uso no tiene por qué ser problemático para la salud, siempre y cuando sea moderado y se limite sólo a según qué cantidades y circunstancias, pero, dejando de lado que el alcohol se emplea de manera inadecuada en una gran mayoría de las ocasiones, sí que puede tener otras consecuencias tampoco agradables. Al final, mucha gente acaba utilizando la bebida para atreverse a hacer cosas que sin ella piensa que no haría jamás, y realmente esas personas se creen que sin ella serán siempre esclavos de la vergüenza. Y eso no es así.
Además, esta actitud puede generalizarse a otros contextos, donde en lugar de hacer un esfuerzo por conseguir lo que quieren, muchos recurren a algo del exterior, ya sea café, un libro de autoayuda o tabaco. De esa manera no están afrontando lo que les paraliza, sólo le están poniendo un parche.
Es muy fácil decirle a alguien que debe soltarse sin beber, pero conseguirlo puede llevar incluso años. A eso es a lo que tiene que aprender mucha gente: a afrontar que hay ciertas cosas que cuesta trabajo lograr, pero se pueden alcanzar. Hay que esforzarse, y dejar de delegar las responsabilidades en un cubata.