Es curioso cómo las personas se niegan a reconocer lo simples que podemos llegar a ser, y es que hay determinadas características en los humanos que podrían llamarse -o al menos yo las llamo- básicas.
Si ponemos la mano en una superficie caliente, inmediatamente la retiraremos sin pensar; o nuestra pierna se moverá sola ante un golpe en un determinado punto de la rodilla. Como animales que somos, conservamos ciertos reflejos e instintos, y aunque mucha gente no sea consciente de ellos, los que sí lo son no le suelen dar importancia. Sin embargo, si les explicas que también tenemos una serie de comportamientos, pensamientos, miedos, etc. que también obedecen a ciertas leyes, no lo aceptan tan alegremente.
Una de las formas más simples -y más comunes- de adquirir un miedo o una fobia es el condicionamiento clásico. Asociaciones, muchas veces de lo más sencillas, que pueden aterrar a mucha gente sin que ni siquiera se den cuenta de que existen. Eliminar esos miedos es tremendamente fácil, y aunque haya a quien le resulte paradójico, la mejor forma de hacerlo es exponerse a ellos. ¿Temes a los perros? Pues acércate a ellos, y cuanto más mejor. Pero todo esto con una serie de normas y un profesional que las supervise, que quede claro.
Hay gente que cree escapar a todo eso sin ni siquiera saber de qué se trata ni en qué consiste realmente. Gente que se niega a ser humana y a tener comportamientos propios de su especie. Parece que para esas personas ser una más fuese lo peor del mundo, pero es porque no se paran a pensar. Puede que nos rijamos todos por una serie de leyes físicas y psicológicas más o menos simples y más o menos comunes, pero eso no nos hace simples a nosotros. El modo en que todo eso nos afecta o no nos afecta, qué lo hace y cómo, nos hace diferentes. Iguales pero diferentes.