Más o menos por la década en que nací sonaba una canción que decía: "¡Uh! Vaya lío... ¡Los amigos de mis amigos son mis amigos!". En realidad eso no es cierto. De hecho no es raro que a mí me caigan mal otros amigos de mis amigos... Pero lo que sí es cierto y me hace gracia desde que lo observé de pequeña es que los enemigos de tus enemigos sí se convierten, no en tus amigos, pero como poco en tus aliados, aunque sea sólo algo pasajero.
Por el mismo tiempo de la canción, en la serie más popular de mi infancia, el protagonista tenía un enemigo que le odiaba con todo su alma -si es que también es el alma con lo que se odia-, pero cuando llegaba un enemigo común a ambos olvidaban por un momento sus rencillas y luchaban juntos contra éste. Luego ya volvían a querer matarse, o más bien uno sólo al otro, que era más bonachón.
Eso en el mundo real pasa también. Supongo que las alianzas surgieron de esa manera, aunque entre sus miembros tampoco es que se tuviesen mucho aprecio. La unión hace la fuerza... pero debe ser que con un amigo no necesitamos esa clase de fuerza.