Aún ahora hay momentos en los que recuerdo con nostalgia esa sección que ahora a duras penas respira, pero que en su día dio a luz a miles de historias. Algunas eran buenas, otras muchas terriblemente malas. Unas ciertas, tantas o más falsas, y unas pocas mera fantasía. Pero las mejores historias que aquella sección me dejó fueron las que no quedaron escritas en ninguna parte.
Ya casi no me acuerdo de cómo llegué allí, pero a veces creo saber por qué. Yo creo que nos estaba esperando. Debió haberse cansado de ser testigo de lo que tantos otros inventaban y decidió escribir ella misma una historia. Personajes había donde elegir, pero casi mágicamente pareció escoger los apropiados. Como en una buena novela de la que ni siquiera a las puertas del desenlace eres capaz de adivinar el final. Unos se fueron, otros se quedaron; a algunos se les recuerda y otros fueron pasto del olvido. En realidad no creó una historia sino tantas como personas hubo que pudieran sentirse protagonistas.
No importa que ya apenas esté, ni que ya nadie la estrese con sus relatos de verdades y mentiras y de fantasías y personajes. Ella todavía sigue escribiendo lo que empezó un día, y no seré yo quien le quite la pluma.
domingo, 31 de enero de 2010
Perfect world
I never could’ve seen this far...
I never could’ve seen this coming...
It seems like my world's falling apart, yeah...
Why is everything so hard?
I don’t think that I can deal
with the things you said,
just won’t go away...
In a perfect world
this could never happen...
In a perfect world
you’d still be here...
And it makes no sense...
I could just pick up the pieces,
but to you this means nothing...
Nothing at all...
I used to think that I was strong
until the day it all went wrong...
I think I need a miracle to make it through, yeah...
I wish that I could bring you back,
I wish that I could turn back time,
cause I can’t let go,
I just can’t find my way, yeah...
Without you I just can’t find my way...
In a perfect world
this could never happen...
In a perfect world
you’d still be here...
And it makes no sense...
I could just pick up the pieces,
but to you this means nothing...
Nothing at all...
I don’t know what I should do now...
I don’t know where I should go...
I’m still here waiting for you,
I’m lost when you’re not around,
I need to hold on to you...
I just can’t let you go...
Yeah... Yeah...
In a perfect world
this could never happen...
In a perfect world
you’d still be here...
And it makes no sense...
I could just pick up the pieces,
but to you this means nothing...
Nothing at all...
You feel nothing, nothing at all...
Nothing at all...
I never could’ve seen this coming...
It seems like my world's falling apart, yeah...
Why is everything so hard?
I don’t think that I can deal
with the things you said,
just won’t go away...
In a perfect world
this could never happen...
In a perfect world
you’d still be here...
And it makes no sense...
I could just pick up the pieces,
but to you this means nothing...
Nothing at all...
I used to think that I was strong
until the day it all went wrong...
I think I need a miracle to make it through, yeah...
I wish that I could bring you back,
I wish that I could turn back time,
cause I can’t let go,
I just can’t find my way, yeah...
Without you I just can’t find my way...
In a perfect world
this could never happen...
In a perfect world
you’d still be here...
And it makes no sense...
I could just pick up the pieces,
but to you this means nothing...
Nothing at all...
I don’t know what I should do now...
I don’t know where I should go...
I’m still here waiting for you,
I’m lost when you’re not around,
I need to hold on to you...
I just can’t let you go...
Yeah... Yeah...
In a perfect world
this could never happen...
In a perfect world
you’d still be here...
And it makes no sense...
I could just pick up the pieces,
but to you this means nothing...
Nothing at all...
You feel nothing, nothing at all...
Nothing at all...
Simple plan, Perfect world
Imposiciones culturales y no tan culturales
Me hace gracia la ilusión con que algunas mujeres miran las típicas fotos de famosas sin maquillar. No sé si es que acaso pensaban que eran perfectas, o es que no alcanzaban a imaginar los milagros del photoshop y creían que no podía llegar a tanto.
En cierto modo entiendo que muchas se queden más tranquilas al ver que aquellas por las que suspiran sus novios, sus maridos, o los chicos que les gustan, son tan de verdad como ellas mismas. Que no son raras por no tener los pechos en la garganta, la piel completamente limpia de impurezas, todo el cuerpo siempre perfectamente depilado, o una cintura que desafía a la propia anatomía. Pero no sé por qué las critican por ponerse guapas, o por intentarlo, cuando es lo que todas intentamos hacer en mayor o menor medida.
Una famosa sin maquillaje tiene peor aspecto que con él. Y cualquiera, salvo ciertas excepciones afortunadas. En lugar de reírse de ella o de alegrarse de que en realidad no sea tan guapa, las mujeres deberían aplaudirla cada vez que sale con la cara lavada. Con su cara. Y no castigarla por hacer lo que ellas, las que la critican, no hacen más por falta de medios o de gracia que de ganas.
No sé a quién se le ocurrió que una mujer para ser guapa tenía que dejar de ser ella. Pinturas, peluquería, depilación, hasta cirujía. ¿Hasta dónde se supone que tenemos que llegar? ¿Por qué a mí la cultura me obliga a torturarme y a hacerme esclava de unas pinzas, sólo por ser mujer? ¿Por qué las demás mujeres no sólo no se avergüenzan de agachar la cabeza ante esas imposiciones, sino que se burlan de quienes lo hacen y tratan de ignorarlas? No lo entiendo. Luego no me extraña que vayan por ahí diciendo que entre nosotras nos sacamos los ojos, si a veces muchas parece que se los fuesen a sacar a ellas mismas si se viesen por la calle sin sus kilos de maquillaje.
En cierto modo entiendo que muchas se queden más tranquilas al ver que aquellas por las que suspiran sus novios, sus maridos, o los chicos que les gustan, son tan de verdad como ellas mismas. Que no son raras por no tener los pechos en la garganta, la piel completamente limpia de impurezas, todo el cuerpo siempre perfectamente depilado, o una cintura que desafía a la propia anatomía. Pero no sé por qué las critican por ponerse guapas, o por intentarlo, cuando es lo que todas intentamos hacer en mayor o menor medida.
Una famosa sin maquillaje tiene peor aspecto que con él. Y cualquiera, salvo ciertas excepciones afortunadas. En lugar de reírse de ella o de alegrarse de que en realidad no sea tan guapa, las mujeres deberían aplaudirla cada vez que sale con la cara lavada. Con su cara. Y no castigarla por hacer lo que ellas, las que la critican, no hacen más por falta de medios o de gracia que de ganas.
No sé a quién se le ocurrió que una mujer para ser guapa tenía que dejar de ser ella. Pinturas, peluquería, depilación, hasta cirujía. ¿Hasta dónde se supone que tenemos que llegar? ¿Por qué a mí la cultura me obliga a torturarme y a hacerme esclava de unas pinzas, sólo por ser mujer? ¿Por qué las demás mujeres no sólo no se avergüenzan de agachar la cabeza ante esas imposiciones, sino que se burlan de quienes lo hacen y tratan de ignorarlas? No lo entiendo. Luego no me extraña que vayan por ahí diciendo que entre nosotras nos sacamos los ojos, si a veces muchas parece que se los fuesen a sacar a ellas mismas si se viesen por la calle sin sus kilos de maquillaje.
Amores eternos
Sí que hay amores eternos. Sí que es posible que pasen diez años y que no cambie nada cuando lo ves. Sí que se puede sentir el mismo hormigueo cuando oyes su voz de nuevo. Sí que puedes sonreír con cara de idiota cuando te recuerda cómo arrugaba la frente cuando se enfadaba. Sí que puedes descubrir un poco más de él cada vez que le miras a los ojos. Sí que es posible sentirte aún como él se siente sin necesidad de que te diga nada.
Aunque él siga siendo el mismo y tú hayas cambiado, nunca cambiará la forma en que tú lo ves. Da igual si se queda a vivir en tus recuerdos o si os reencontráis cada diez años. No importa si sabe que le observas o él no se da ni cuenta. Qué más da lo que piensen los demás o lo que te digan... Ese amor sí es eterno, y eso sí que existe y sí que es verdadero, y lo único que debería ponerte triste es que él sólo exista en unas viejas cintas en un estante y que no puedas hacerlo real... pero tampoco, porque con haberlo conocido ya te puedes dar por satisfecha. Viva donde viva, está vivo, y contigo nunca morirá. Y ese amor que empezó en la adolescencia tampoco.
Aunque él siga siendo el mismo y tú hayas cambiado, nunca cambiará la forma en que tú lo ves. Da igual si se queda a vivir en tus recuerdos o si os reencontráis cada diez años. No importa si sabe que le observas o él no se da ni cuenta. Qué más da lo que piensen los demás o lo que te digan... Ese amor sí es eterno, y eso sí que existe y sí que es verdadero, y lo único que debería ponerte triste es que él sólo exista en unas viejas cintas en un estante y que no puedas hacerlo real... pero tampoco, porque con haberlo conocido ya te puedes dar por satisfecha. Viva donde viva, está vivo, y contigo nunca morirá. Y ese amor que empezó en la adolescencia tampoco.
viernes, 29 de enero de 2010
Fármacos
"Si no es estrictamente necesario tomar fármacos, entonces es estrictamente necesario no tomarlos".
No recuerdo quién lo dijo, pero alguien con dos dedos de frente
El quiero y el puedo
Las diferencias entre el quiero y el puedo son a veces bastante importantes. Y es que no es lo mismo querer que poder, aunque algunos se empeñen en igualarlo. El verbo deber también tiene aquí un papel, aunque sólo sea secundario.
No son pocas las ocasiones en que alguien hace algo sólo porque puede. Ni siquiera se plantea si quiere, pero el mero hecho de poder le hace pensar que debe hacerlo, porque para eso tiene esa capacidad y sería de necios desaprovecharla. Obviamente ésa no es, casi siempre, sino una excusa para hacer algo que sabían que no debían hacer pero en el fondo deseaban.
También está el quiero y no puedo. Sin embargo, es frecuente que la gente simplemente crea que no puede. La clave está en intentarlo si verdaderamente lo quiere. Una vez lo hagas tantas veces como puedas y hayas fracasado tantas otras, podrás decir que no puedes. Antes, normalmente, no.
Por ejemplo, yo puedo hacer daño a mucha gente, pero no quiero. Y quiero no querer a otra para que no sean capaces de hacérmelo a mí... pero no puedo.
No son pocas las ocasiones en que alguien hace algo sólo porque puede. Ni siquiera se plantea si quiere, pero el mero hecho de poder le hace pensar que debe hacerlo, porque para eso tiene esa capacidad y sería de necios desaprovecharla. Obviamente ésa no es, casi siempre, sino una excusa para hacer algo que sabían que no debían hacer pero en el fondo deseaban.
También está el quiero y no puedo. Sin embargo, es frecuente que la gente simplemente crea que no puede. La clave está en intentarlo si verdaderamente lo quiere. Una vez lo hagas tantas veces como puedas y hayas fracasado tantas otras, podrás decir que no puedes. Antes, normalmente, no.
Por ejemplo, yo puedo hacer daño a mucha gente, pero no quiero. Y quiero no querer a otra para que no sean capaces de hacérmelo a mí... pero no puedo.
¿Qué es...?
Parece como si el tiempo se hubiese parado. Miras a tu alrededor y te parece que todo está quieto, como observándote con la calma que en ese momento buscas y no encuentras. De repente hace frío, mucho frío. Es un frío glacial que no sabes de dónde viene, pero te cala tan adentro que te da la sensación de que procediese de tu propio cuerpo. Tus ojos arden, y tu cabeza, que es fuego también, te pide a gritos que salgas corriendo de dondequiera que estés y que te alejes, que te alejes tanto que nadie nunca te pueda encontrar. Quiere que te pongas a salvo, pero tú sabes que ya no tienes salvación. Que el abismo se va a abrir y tú te vas a ir con él.
Más o menos eso es lo que sientes cuando alguien te hace daño.
Más o menos eso es lo que sientes cuando alguien te hace daño.
miércoles, 27 de enero de 2010
Princes et princesses
Quand j'étais petite je ne croyais pas en princes, mais maintenant il y a quelqu'un que parfois me fait sentir une princesse.
Happiness
When you are young you build fences around you. As you grow up, there are some people who try to get to you, but you don't let them in. You build some houses for them near your fences for them to be close to you, but not inside. You are afraid of them. Your highest fear is to wake up one morning and find out that there's somebody sleeping by your side, because that would mean that the person you're looking at knows all your secrets, all about you, and then they'll have the key to open that heart you want to keep closed to the public.
Once you've grown up, your fences become weaker. You try to do your best rebuilding them but you can't cope with all the work it implies. And than morning comes. And you wake up and see someone by your side, but they're not asleep as you had imagined. They're looking at you, holding and caressing you. That is the moment when you realize there's no problem with all that. You're actually glad of seeing their face, and they help you rebuilding your fences. But from now on, you're not alone inside them. You have found happiness.
Once you've grown up, your fences become weaker. You try to do your best rebuilding them but you can't cope with all the work it implies. And than morning comes. And you wake up and see someone by your side, but they're not asleep as you had imagined. They're looking at you, holding and caressing you. That is the moment when you realize there's no problem with all that. You're actually glad of seeing their face, and they help you rebuilding your fences. But from now on, you're not alone inside them. You have found happiness.
lunes, 25 de enero de 2010
Guerras privadas
Es increíble la cantidad de cosas que dos personas pueden llegar a decirse cuando se enfadan. En realidad no tengo claro si en ese momento uno dice lo que piensa de verdad, sin ningún tipo de censuras, o sólo busca lo que pueda hacer más daño al otro.
En mi caso, suele ser una mezcla de las dos cosas, y además les sumo una tercera. Cuando me enfado suelo decir cosas que no puedo decir que no piense, porque las he pensado, pero que tampoco me acabo de creer. A veces no sabes qué pensar, hay determinados aspectos de otras personas que, según se interpreten, pueden ser fantásticos o repugnantes. Pues en esos momentos parece que sólo sepa ver el polo negativo de todas esas cosas.
El caso es que luego uno hasta se ríe de las burradas que dice e incluso de las que le han dicho, porque después del fuego cruzado se para la gente a pensar y la refriega se vuelve absurda, pero también pasa que, con el tiempo, uno se acaba preguntando qué habría de cierto en todo lo que le dijeron. ¿Será que en el fondo piensa que soy una imbécil? ¿Realmente estaría mejor sin mí? ¿Me quiere o me detesta? Es imposible saberlo, a menos que el otro nos lo diga, claro, pero siempre puede quedar la duda de si nos está diciendo la verdad. En esos casos, lo mejor es hacer caso al lenguaje no verbal: ése suele ser el más sincero.
En mi caso, suele ser una mezcla de las dos cosas, y además les sumo una tercera. Cuando me enfado suelo decir cosas que no puedo decir que no piense, porque las he pensado, pero que tampoco me acabo de creer. A veces no sabes qué pensar, hay determinados aspectos de otras personas que, según se interpreten, pueden ser fantásticos o repugnantes. Pues en esos momentos parece que sólo sepa ver el polo negativo de todas esas cosas.
El caso es que luego uno hasta se ríe de las burradas que dice e incluso de las que le han dicho, porque después del fuego cruzado se para la gente a pensar y la refriega se vuelve absurda, pero también pasa que, con el tiempo, uno se acaba preguntando qué habría de cierto en todo lo que le dijeron. ¿Será que en el fondo piensa que soy una imbécil? ¿Realmente estaría mejor sin mí? ¿Me quiere o me detesta? Es imposible saberlo, a menos que el otro nos lo diga, claro, pero siempre puede quedar la duda de si nos está diciendo la verdad. En esos casos, lo mejor es hacer caso al lenguaje no verbal: ése suele ser el más sincero.
domingo, 24 de enero de 2010
A veces no entiendo...
Por más que lo intente, no entiendo a alguna gente. No entiendo que no tengan principios, ni que proclamen unos a los cuatro vientos y los vendan luego y además tan barato. No entiendo las ganas que tienen de caer bien a toda costa aun enseñándote de ellos facetas falsas para que acabes apreciando algo que no son. No entiendo que se engañen a sí mismos. No entiendo que mientan a la gente a la que dicen querer. No entiendo por qué coño les quiero yo.
Supongo que ellos a mí tampoco me entienden, porque a veces no me entiendo ni yo.
Supongo que ellos a mí tampoco me entienden, porque a veces no me entiendo ni yo.
viernes, 22 de enero de 2010
Éxito
El mejor triunfo es tener a alguien que te va a querer lo mismo tengas éxito o fracases, así que al menos en parte ya me siento vencedora.
miércoles, 20 de enero de 2010
Una buena digestión...
Ponerse siempre en lo peor suele traer consigo una preocupación gratuita por algo que todavía ni siquiera ha pasado, y que a veces ni siquiera es probable que ocurra. Son las ganas de llevarse un disgusto, pero lo cierto es que la gente que se pone en lo peor no lo suele hacer por gusto. Evitar que la imaginación vuele ante la incertidumbre no es tarea fácil, y cuanta más se tiene, más difícil se hace cortarle las alas.
Pero por suerte hay veces en las que tampoco pasa nada por ponerse en lo peor. Son aquellas en las que al final nuestras dudas sobre cómo se resolverá una situación se disipan para dejar ver una opción con la que ni siquiera habíamos contado: la mejor.
Si a la incertidumbre le añadimos la imaginación, le echamos un poco de nerviosismo casi por naturaleza, y culminamos la receta con una situación estresante, acabamos con un plato bastante complicado de digerir. Pero no importa, porque la satisfacción y la tranquilidad que da ver que las cosas al final acaban saliendo bien, son el mejor digestivo. De hecho, uno acaba tan contento, que vete tú a saber si eso era sólo un digestivo...
Pero por suerte hay veces en las que tampoco pasa nada por ponerse en lo peor. Son aquellas en las que al final nuestras dudas sobre cómo se resolverá una situación se disipan para dejar ver una opción con la que ni siquiera habíamos contado: la mejor.
Si a la incertidumbre le añadimos la imaginación, le echamos un poco de nerviosismo casi por naturaleza, y culminamos la receta con una situación estresante, acabamos con un plato bastante complicado de digerir. Pero no importa, porque la satisfacción y la tranquilidad que da ver que las cosas al final acaban saliendo bien, son el mejor digestivo. De hecho, uno acaba tan contento, que vete tú a saber si eso era sólo un digestivo...
El neoanalfabetismo
A veces en el colegio o en el instituto uno da cosas cuya utilidad práctica no alcanza a comprender. Cierto es que se aprenden muchas cosas que en realidad no sirven para nada, pero no lo es menos que en algunas ocasiones, aun habiendo pasado años desde que vimos cierto tema en clase, entendemos de qué forma nos iba a hacer falta, cuando ese posible y tal vez improbable futuro se hace presente ante nosotros.
A mí, por ejemplo, nunca me gustó lengua. Aún hoy creo que el problema es más cómo se enseña que lo que se enseña, pero ésa es arena de otro costal. La cuestión es que muchas cosas que veíamos ahí, más allá de lo evidente, no me parecían tener sentido cuando era una cría. ¿Para qué estudiar algo que a uno le sale casi de manera natural y que se puede aprender con la práctica? Una de las cosas que no me gustaban era hacer resúmenes de algún texto. Me parecía una pérdida de tiempo. Pero con el tiempo me he dado cuenta de la importancia que tiene el lenguaje, y concretamente saber leer, y cuando resumes algo que leíste se nota si en realidad entendiste bien el mensaje o no.
Aprendemos a leer con unos seis años, y en ese momento de tierna infancia uno casi es incapaz de imaginar lo útil que eso le podrá ser en un futuro. Pero con leer no basta. Uno tiene que entender lo que lee. Parece fácil y, de hecho, tampoco es tan complicado, pero por lo visto hay gente a la que le cuesta un mundo hacerlo. La comprensión lectora es, en mucha gente, algo que brilla por su ausencia, y no me refiero a personas con déficits de ningún tipo.
Otra cosa que vi ya siendo algo más grande pero que sí que me gustó y encontré interesante fue el pensamiento lógico. Para saber leer, muchas veces es muy importante. No son pocas las veces que me encuentro con gente que da por hechas ciertas cosas al leer algo, cosas que no están ahí escritas y que no se deducen de ningún modo de las premisas expuestas. Además de fallar en lectura, fallan en pensamiento. Y lo peor de eso es que los que sí han llegado a ser capaces de razonar medianamente, bien por enseñanzas o bien por pura inteligencia normal, se sienten frustrados al no ser capaces de hacer entender a otros lo que ellos ven tan claro.
Hoy le dije a un tipo que su nick se parecía mucho al de un conocido pederasta que salió por televisión. De siete letras sólo variaban dos. Pues no hubo quien lo sacase de su ofensa por haberle comparado con semejante persona y, según él, haberle prejuzgado. Increíble pero cierto. Algunos pensaban que hacía tiempo que el analfabetismo había dejado de ser un problema, al menos en esta parte del mundo. La realidad es que ahora nos encontramos frente a uno peor que el de antaño, que en la mayoría de los casos sólo se debía a la falta de recursos: éste se suele deber a la falta de interés por aprovechar esos recursos.
A mí, por ejemplo, nunca me gustó lengua. Aún hoy creo que el problema es más cómo se enseña que lo que se enseña, pero ésa es arena de otro costal. La cuestión es que muchas cosas que veíamos ahí, más allá de lo evidente, no me parecían tener sentido cuando era una cría. ¿Para qué estudiar algo que a uno le sale casi de manera natural y que se puede aprender con la práctica? Una de las cosas que no me gustaban era hacer resúmenes de algún texto. Me parecía una pérdida de tiempo. Pero con el tiempo me he dado cuenta de la importancia que tiene el lenguaje, y concretamente saber leer, y cuando resumes algo que leíste se nota si en realidad entendiste bien el mensaje o no.
Aprendemos a leer con unos seis años, y en ese momento de tierna infancia uno casi es incapaz de imaginar lo útil que eso le podrá ser en un futuro. Pero con leer no basta. Uno tiene que entender lo que lee. Parece fácil y, de hecho, tampoco es tan complicado, pero por lo visto hay gente a la que le cuesta un mundo hacerlo. La comprensión lectora es, en mucha gente, algo que brilla por su ausencia, y no me refiero a personas con déficits de ningún tipo.
Otra cosa que vi ya siendo algo más grande pero que sí que me gustó y encontré interesante fue el pensamiento lógico. Para saber leer, muchas veces es muy importante. No son pocas las veces que me encuentro con gente que da por hechas ciertas cosas al leer algo, cosas que no están ahí escritas y que no se deducen de ningún modo de las premisas expuestas. Además de fallar en lectura, fallan en pensamiento. Y lo peor de eso es que los que sí han llegado a ser capaces de razonar medianamente, bien por enseñanzas o bien por pura inteligencia normal, se sienten frustrados al no ser capaces de hacer entender a otros lo que ellos ven tan claro.
Hoy le dije a un tipo que su nick se parecía mucho al de un conocido pederasta que salió por televisión. De siete letras sólo variaban dos. Pues no hubo quien lo sacase de su ofensa por haberle comparado con semejante persona y, según él, haberle prejuzgado. Increíble pero cierto. Algunos pensaban que hacía tiempo que el analfabetismo había dejado de ser un problema, al menos en esta parte del mundo. La realidad es que ahora nos encontramos frente a uno peor que el de antaño, que en la mayoría de los casos sólo se debía a la falta de recursos: éste se suele deber a la falta de interés por aprovechar esos recursos.
martes, 19 de enero de 2010
Taquicardia
Estaba en la casa de mi abuela, pero ella no estaba. Estaba mi hermana, y después también mi hermano. Para variar, aquella no era exactamente su casa, aunque al menos sí que se parecía bastante. Salía por la terraza hasta la casa de al lado, pisando un minúsculo azulejo que había entre ambos balcones. Cuando a la vuelta me encontraba otra vez en ese punto, me llamaba alguien desde la otra casa, y yo, que oía a mi hermano -que había cambiando la batería por la guitarra- cantándole a mi hermana algo que me divertía, me giraba para volver a la casa contigua, y al verme, una señora de gafas y pelo blanco me decía que tuviese cuidado, porque justo en ese punto ella estuvo a punto de caer al vacío. Ya cuando estaba dándome la vuelta, me di cuenta de que llevaba puesta la ropa de trabajo y el pelo recogido en una coleta, como cuando voy a trabajar.
Una vez en la otra casa, estaba mi padre hablando con alguien y también ataviado con la ropa que más se pone: la que usa para trabajar. Yo me iba con la persona que me había llamado, una madre con un bebé en brazos. Me pedía que recogiese no sé qué del suelo de la cocina, algo que me daba mucho asco hacer pero que hacía porque era mi trabajo y no debía protestar. Ella se iba a enseñar a su hijo a unas cuantas personas, pero ninguno quería mirar a la cara del pequeño, de quien yo apenas veía la manta que lo envolvía. Daba la sensación de que, o bien tuviesen algo en contra de la madre, o bien hubiese algo en ese crío que no querían ver.
Al poco salía de la cocina. Aquello estaba plagado de niños que corrían de un lado a otro y peleaban. Había unas escaleras y se parecía a un instituto. De pronto me fijaba en un hombre con un uniforme de guardia civil, o algún otro de color verde, tumbado bocabajo en el suelo, sosteniendo una bandeja. A su lado había un niño tumbado boca arriba. Al parecer, el hombre había dado un traspié y a punto había estado de aplastar al pequeño. Los dos parecían en estado de shock.
Seguí andando en medio de aquel caos y aquello de pronto parecía más bien un supermercado. Atravesé las puertas de metal y decidí irme a casa, así que tomé un autobús. Apenas recuerdo el trayecto, sólo a un hombre viejo con un bastón, y a uno joven en silla de ruedas. El de la silla protestaba por la accesibilidad del vehículo. Cuando el autobús estaba llegando a su destino, me daba cuenta de que me había metido en un mal barrio, pero estaba a pocos metros del mío. Al bajar, le preguntaba a un señor por ahí apostado si aquel autobús no llegaba un poco más lejos, hasta mi casa, pero me decía que al ser domingo sólo llegaba hasta ahí. Me dije que no pasaba nada, porque desde donde estaba ya veía la luz del sol, que parecía haberse olvidado de aquel sitio y sólo iluminaba el lugar que estaba cerca de mi casa, y además era de día y había gente por allí. Sólo esperaba no tener mala suerte y que me robasen la cartera.
Para ir hacia la luz, o hacia mi casa, tenía que atravesar lo que parecía un terreno en obras. El suelo era de arena, y cuando estaba a mitad de camino, con un par de chavales a la zaga y un señor mayor un poco más atrás, veía en la arena una huella de un zapato que se hundía y parecía no tener fin. Al pasar por al lado, veía que debajo había un hombre con un mono azul y una gorra del mismo color quitando arena y tratando de desenterrar algo o a alguien. Pensé serían cosas de la obra y seguí caminando. Cuando ya estaba casi al final de esa zona de obras, a poco de llegar hacia la primera calle que se veía iluminada, veía agua en la arena y en la acera. Entonces, me daba cuenta de que mi pie se había quedado atrapado. Los chicos y el señor me habían adelantado, y yo me limitaba a sonreír por el contratiempo, pero cuando me disponía a sacar de ahí el pie para seguir con mi camino, me daba cuenta de que no podía. De hecho, ahora estaba un poco más hundida. Cuando fui consciente de que estaba en un aprieto y de que no podría salir de ahí sin ayuda, la pedí con un tímido grito. Los chavales del camino, que ya estaban algo adelantados, se daban la vuelta, y el señor también, pero lejos de echarme una mano, los primeros se reían de mí y el segundo se daba la vuelta, para después seguir los tres con su camino dejándome atrás. Estaba más hundida. Mis gritos se habían olvidado de la vergüenza y ahora eran perfectamente audibles. La mezcla de arena y agua me llegaba al pecho, y yo seguía gritando: "¡Ayuda! ¡Ayuda!". Entonces me desperté. Quise encontrar ayuda ya despierta, pero lo cierto es que nunca llegó.
Una vez en la otra casa, estaba mi padre hablando con alguien y también ataviado con la ropa que más se pone: la que usa para trabajar. Yo me iba con la persona que me había llamado, una madre con un bebé en brazos. Me pedía que recogiese no sé qué del suelo de la cocina, algo que me daba mucho asco hacer pero que hacía porque era mi trabajo y no debía protestar. Ella se iba a enseñar a su hijo a unas cuantas personas, pero ninguno quería mirar a la cara del pequeño, de quien yo apenas veía la manta que lo envolvía. Daba la sensación de que, o bien tuviesen algo en contra de la madre, o bien hubiese algo en ese crío que no querían ver.
Al poco salía de la cocina. Aquello estaba plagado de niños que corrían de un lado a otro y peleaban. Había unas escaleras y se parecía a un instituto. De pronto me fijaba en un hombre con un uniforme de guardia civil, o algún otro de color verde, tumbado bocabajo en el suelo, sosteniendo una bandeja. A su lado había un niño tumbado boca arriba. Al parecer, el hombre había dado un traspié y a punto había estado de aplastar al pequeño. Los dos parecían en estado de shock.
Seguí andando en medio de aquel caos y aquello de pronto parecía más bien un supermercado. Atravesé las puertas de metal y decidí irme a casa, así que tomé un autobús. Apenas recuerdo el trayecto, sólo a un hombre viejo con un bastón, y a uno joven en silla de ruedas. El de la silla protestaba por la accesibilidad del vehículo. Cuando el autobús estaba llegando a su destino, me daba cuenta de que me había metido en un mal barrio, pero estaba a pocos metros del mío. Al bajar, le preguntaba a un señor por ahí apostado si aquel autobús no llegaba un poco más lejos, hasta mi casa, pero me decía que al ser domingo sólo llegaba hasta ahí. Me dije que no pasaba nada, porque desde donde estaba ya veía la luz del sol, que parecía haberse olvidado de aquel sitio y sólo iluminaba el lugar que estaba cerca de mi casa, y además era de día y había gente por allí. Sólo esperaba no tener mala suerte y que me robasen la cartera.
Para ir hacia la luz, o hacia mi casa, tenía que atravesar lo que parecía un terreno en obras. El suelo era de arena, y cuando estaba a mitad de camino, con un par de chavales a la zaga y un señor mayor un poco más atrás, veía en la arena una huella de un zapato que se hundía y parecía no tener fin. Al pasar por al lado, veía que debajo había un hombre con un mono azul y una gorra del mismo color quitando arena y tratando de desenterrar algo o a alguien. Pensé serían cosas de la obra y seguí caminando. Cuando ya estaba casi al final de esa zona de obras, a poco de llegar hacia la primera calle que se veía iluminada, veía agua en la arena y en la acera. Entonces, me daba cuenta de que mi pie se había quedado atrapado. Los chicos y el señor me habían adelantado, y yo me limitaba a sonreír por el contratiempo, pero cuando me disponía a sacar de ahí el pie para seguir con mi camino, me daba cuenta de que no podía. De hecho, ahora estaba un poco más hundida. Cuando fui consciente de que estaba en un aprieto y de que no podría salir de ahí sin ayuda, la pedí con un tímido grito. Los chavales del camino, que ya estaban algo adelantados, se daban la vuelta, y el señor también, pero lejos de echarme una mano, los primeros se reían de mí y el segundo se daba la vuelta, para después seguir los tres con su camino dejándome atrás. Estaba más hundida. Mis gritos se habían olvidado de la vergüenza y ahora eran perfectamente audibles. La mezcla de arena y agua me llegaba al pecho, y yo seguía gritando: "¡Ayuda! ¡Ayuda!". Entonces me desperté. Quise encontrar ayuda ya despierta, pero lo cierto es que nunca llegó.
No hay más mejillas
Qué cansada estoy de tener que encontrarme con según qué tipo de gente. Como diría mi madre, pégale a quien no te pegue... Y como diría una amiga, suerte para ella.
domingo, 17 de enero de 2010
Comer en público
Algo tan tonto como eso para algunos se hace un mundo. Supongo que hay determinadas cosas que una gente considera más privadas que otra, y puede que comer sea una de ellas. No sé si será cuestión de pudor o de costumbres, pero algunos sólo nos sentimos realmente cómodos comiendo en nuestras casas y con nuestra familia. Aunque me parece que, aun habiendo gente que lo hace con una mayor facilidad, a bastantes les cuesta un poco hacerlo en público.
Me hace gracia la forma tan despreocupada en que cualquiera come en su casa, y lo detallista que se vuelve uno fuera. Una estupidez como mancharse la comisura de los labios o que se caiga un poco de comida de la boca, puede hacer sentir fatal cuando hay gente delante a la que no se está acostumbrado. Y lo mejor es que, en la tranquilidad de casa, esas cosas no suceden precisamente porque no les prestamos atención, o de ocurrir, las solucionamos con bastante más gracia y más naturalidad, y por eso mismo no les damos importancia.
Con el tiempo todo el mundo se dice que es absurdo avergonzarse por algo que cualquiera sabe que hace y le sucede a todo el mundo, pero siempre queda esa cosilla. Nadie se va a escandalizar por la forma en que comen los demás (o al menos nadie debería), a menos que sea un auténtico cerdo en la mesa, y me parece que no es lo más frecuente.
Quizás es que, como diría algún psicoanalista, proyectamos. Si, por ejemplo, a ti te da grima ver a otro comer, te desagrada la idea de ser tú el que provoque eso en los demás. De ahí la ansiedad de comer en público. O tal vez no sea eso y sólo se trate de esa absurda vergüenza que muchas cosas naturales, como que nos hablen las tripas por ejemplo, nos provocan. Pero lo cierto es que muchas veces nosotros mismos somos nuestro peor juez, y a veces nos preocupamos precipitadamente por los juicios que nos puedan hacer otros, cuando esos otros muchas veces ni siquiera se habían preocupado de lo que estuviésemos haciendo. O sí que se preocuparon, pero en vez de condenar nuestra normalidad la aplaudieron, que al fin y al cabo es lo que debería hacer cualquiera.
Por eso... Comamos. Con educación o como gorrinos, pero sin incomodar a los que tengamos alrededor ni sintiéndonos mal nosotros por su culpa tampoco.
Me hace gracia la forma tan despreocupada en que cualquiera come en su casa, y lo detallista que se vuelve uno fuera. Una estupidez como mancharse la comisura de los labios o que se caiga un poco de comida de la boca, puede hacer sentir fatal cuando hay gente delante a la que no se está acostumbrado. Y lo mejor es que, en la tranquilidad de casa, esas cosas no suceden precisamente porque no les prestamos atención, o de ocurrir, las solucionamos con bastante más gracia y más naturalidad, y por eso mismo no les damos importancia.
Con el tiempo todo el mundo se dice que es absurdo avergonzarse por algo que cualquiera sabe que hace y le sucede a todo el mundo, pero siempre queda esa cosilla. Nadie se va a escandalizar por la forma en que comen los demás (o al menos nadie debería), a menos que sea un auténtico cerdo en la mesa, y me parece que no es lo más frecuente.
Quizás es que, como diría algún psicoanalista, proyectamos. Si, por ejemplo, a ti te da grima ver a otro comer, te desagrada la idea de ser tú el que provoque eso en los demás. De ahí la ansiedad de comer en público. O tal vez no sea eso y sólo se trate de esa absurda vergüenza que muchas cosas naturales, como que nos hablen las tripas por ejemplo, nos provocan. Pero lo cierto es que muchas veces nosotros mismos somos nuestro peor juez, y a veces nos preocupamos precipitadamente por los juicios que nos puedan hacer otros, cuando esos otros muchas veces ni siquiera se habían preocupado de lo que estuviésemos haciendo. O sí que se preocuparon, pero en vez de condenar nuestra normalidad la aplaudieron, que al fin y al cabo es lo que debería hacer cualquiera.
Por eso... Comamos. Con educación o como gorrinos, pero sin incomodar a los que tengamos alrededor ni sintiéndonos mal nosotros por su culpa tampoco.
sábado, 16 de enero de 2010
Reading to his son
'I don't know whether you've ever seen a map of a person's mind. Doctors sometimes draw maps of other parts of you, and your own map can become intensely interesting, but catch them trying to draw a map of a child's mind, which is not only confused, but keeps going round all the time. There are zigzag lines on it, just like your temperature on a card, and these are probably roads in the island, for the Neverland is always more or less an island...'.
Joe Warr, The boys are back
Resiliencia
Odio que la gente vaya de víctima justificando todo lo que hace mal, queriendo o sin querer, en una forma de ser que le han forjado los demás. Es muy fácil echar balones fuera, y hay quien nunca está dispuesto a asumir que también tiene parte de culpa en sus fracasos. Pero la manera en que cada uno es, al final es exclusivamente responsabilidad suya.
Todo el mundo tiene problemas. Unos más y otros menos. La resiliencia es la capacidad que tiene la gente de superar esas adversidades. Ante objetivamente las mismas, no todos actúan del mismo modo. Es curioso observar como, por ejemplo, en ciertos ambientes marginales, algunos chicos se dejan llevar por la miseria y por la mala vida que les rodea y otros salen adelante, a pesar de todo eso.
El ambiente es influyente pero no determinante. No suele serlo. Por eso cuando trato de hilvanar mis recuerdos tratando de encontrar el origen de algo que puedo ver ahora, me da rabia que otros piensen que trato de justificarme como tantos otros. Que busco excusar todo lo que hago mal y encima en alguna causa remota que me exima de las culpas en el presente. Porque no es así. Sólo quiero entender mi historia y entenderme un poco más a mí. Seguir mentalmente el camino que siguieron los acontecimientos y tomar conciencia de qué manera los acompañé yo, para intentar discernir si fue o no la más apropiada.
Lo que pasa es que a veces una tiene la sensación de que todo el mundo esté de acuerdo en atribuirle todo lo que le sale mal... pero también en desheredarla de cada cosa de la que pensaba que se podía sentir orgullosa. Parecen empeñarse en que tú no sepas lo que es la resiliencia.
Todo el mundo tiene problemas. Unos más y otros menos. La resiliencia es la capacidad que tiene la gente de superar esas adversidades. Ante objetivamente las mismas, no todos actúan del mismo modo. Es curioso observar como, por ejemplo, en ciertos ambientes marginales, algunos chicos se dejan llevar por la miseria y por la mala vida que les rodea y otros salen adelante, a pesar de todo eso.
El ambiente es influyente pero no determinante. No suele serlo. Por eso cuando trato de hilvanar mis recuerdos tratando de encontrar el origen de algo que puedo ver ahora, me da rabia que otros piensen que trato de justificarme como tantos otros. Que busco excusar todo lo que hago mal y encima en alguna causa remota que me exima de las culpas en el presente. Porque no es así. Sólo quiero entender mi historia y entenderme un poco más a mí. Seguir mentalmente el camino que siguieron los acontecimientos y tomar conciencia de qué manera los acompañé yo, para intentar discernir si fue o no la más apropiada.
Lo que pasa es que a veces una tiene la sensación de que todo el mundo esté de acuerdo en atribuirle todo lo que le sale mal... pero también en desheredarla de cada cosa de la que pensaba que se podía sentir orgullosa. Parecen empeñarse en que tú no sepas lo que es la resiliencia.
miércoles, 13 de enero de 2010
Viajes gratuitos
A veces viajar en el tiempo es tan barato como un billete de autobús. Al contemplar el paisaje a través de la ventanilla te vas dando cuenta de qué cosas recuerdas haber visto siempre en el lugar en que ahora están y de cuáles están sólo desde hace poco. Entonces, en esa visión se te empiezan a mezclar presente y pasado, cuando ves una tienda con un cartel que aún recuerda a la época en que fue colocado y tú lo viste por primera vez, allá por los 80, junto a una carretera rodeada de vallas que están construyendo ahora mismo.
En ése cóctel del tiempo incluso la atmósfera empieza a batirse. Lo observas todo y te das cuenta de que hasta el negro de la noche es capaz de transportarte a esos días en los que la veías cernirse sobre ti sentada en el asiento de atrás del coche de tus padres, yendo o viniendo de casa de la abuela.
Y cuando lo antiguo y lo nuevo se hacen uno por un momento, se hace extraño regresar. Al poner los pies en la calle te empiezas a acordar de todo lo que es ahora y de todo lo que ya no lo es. Regresas de ambos viajes, de ése por el que pagaste algo más de un euro y del que tu ciudad, esa por la que te llevas toda la vida moviendo, te ha regalado.
En ése cóctel del tiempo incluso la atmósfera empieza a batirse. Lo observas todo y te das cuenta de que hasta el negro de la noche es capaz de transportarte a esos días en los que la veías cernirse sobre ti sentada en el asiento de atrás del coche de tus padres, yendo o viniendo de casa de la abuela.
Y cuando lo antiguo y lo nuevo se hacen uno por un momento, se hace extraño regresar. Al poner los pies en la calle te empiezas a acordar de todo lo que es ahora y de todo lo que ya no lo es. Regresas de ambos viajes, de ése por el que pagaste algo más de un euro y del que tu ciudad, esa por la que te llevas toda la vida moviendo, te ha regalado.
El fin del mundo
El mundo no se acabará dentro de dos años y pico como se supone que dicen los mayas. No lo hará porque ya se ha acabado.
Lo ha hecho para todos los que han visto morir a alguien a quien querían. Para la gente que ha visto sus sueños hacerse añicos ante sus ojos. Para los que han perdido todo lo que tenían. Para los que ya no tienen esperanzas, ni fe, ni nada por lo que les valga la pena vivir.
Por eso el mundo no se va a acabar, porque se acaba cada día, con cada pérdida. Hoy un terremoto ha segado la vida a todos cuantos ha podido en Haití, y en las noticias ha salido una de las supervivientes diciendo: "the world is going to an end". El mundo se está acabando. Y qué razón tenía. Para cientos y miles de personas allí mismo se estaba acabando en ese preciso instante en el que un derrumbamiento les separaba para siempre de un padre, de una hermana, de un hijo, de una abuela o de un amigo.
Pero eso no es nada nuevo, pues la muerte destruye mundos a diario aunque lo haga con otro rostro cada vez. No hace falta que el planeta explote o se rebele para que todo se venga abajo, porque el mundo no es sólo uno: el mundo es uno para cada uno, y con todos nosotros alguno se irá.
Lo ha hecho para todos los que han visto morir a alguien a quien querían. Para la gente que ha visto sus sueños hacerse añicos ante sus ojos. Para los que han perdido todo lo que tenían. Para los que ya no tienen esperanzas, ni fe, ni nada por lo que les valga la pena vivir.
Por eso el mundo no se va a acabar, porque se acaba cada día, con cada pérdida. Hoy un terremoto ha segado la vida a todos cuantos ha podido en Haití, y en las noticias ha salido una de las supervivientes diciendo: "the world is going to an end". El mundo se está acabando. Y qué razón tenía. Para cientos y miles de personas allí mismo se estaba acabando en ese preciso instante en el que un derrumbamiento les separaba para siempre de un padre, de una hermana, de un hijo, de una abuela o de un amigo.
Pero eso no es nada nuevo, pues la muerte destruye mundos a diario aunque lo haga con otro rostro cada vez. No hace falta que el planeta explote o se rebele para que todo se venga abajo, porque el mundo no es sólo uno: el mundo es uno para cada uno, y con todos nosotros alguno se irá.
martes, 12 de enero de 2010
Tu te souviens pas de moi?
-C'est vrai que tu te souviens pas de moi?
-Non, c'est pas vrai.
-Tu t'en souviens?
-Oui.
-Tu te souviens de quoi?
-Je me souviens que t'avais dix ans, que tu mesurais 1 mètre 29, que tu pesais 26 kilos et que t'avais eu les oreillons l'année d'avant, je m'en souviens de la visite médicale. Je me souviens que t'habitais á Choisy-Le-Roi et á l'époque ça m'aurait coûté 42 francs de venir te voir en train. Je me souviens que ta mère s'appelait Catherine et ton père Jacques. Je me souviens que t'avais une tortue d'eau qui s'appelait Candy et ta meilleure copine avait un cochon d'Inde qui s'appelait Anthony. Je me souviens que tu avais un maillot de bain vert avec des étoiles blanches et ta mère t'avait même fait un peignoir avec ton nom brodé dessus. Je me souviens que tu avais pleuré un matin parce qu'il n'y avait pas de lettres pour toi. Je me souviens que tu t'étais collé des paillettes sur les joues le soir de la boum et qu'avec Rébecca, vous aviez fait un spectacle sur la musique de Grease...
-Oh là là, mais c'est pas croyable la mémoire que t'as!
-Non, c'est pas vrai.
-Tu t'en souviens?
-Oui.
-Tu te souviens de quoi?
-Je me souviens que t'avais dix ans, que tu mesurais 1 mètre 29, que tu pesais 26 kilos et que t'avais eu les oreillons l'année d'avant, je m'en souviens de la visite médicale. Je me souviens que t'habitais á Choisy-Le-Roi et á l'époque ça m'aurait coûté 42 francs de venir te voir en train. Je me souviens que ta mère s'appelait Catherine et ton père Jacques. Je me souviens que t'avais une tortue d'eau qui s'appelait Candy et ta meilleure copine avait un cochon d'Inde qui s'appelait Anthony. Je me souviens que tu avais un maillot de bain vert avec des étoiles blanches et ta mère t'avait même fait un peignoir avec ton nom brodé dessus. Je me souviens que tu avais pleuré un matin parce qu'il n'y avait pas de lettres pour toi. Je me souviens que tu t'étais collé des paillettes sur les joues le soir de la boum et qu'avec Rébecca, vous aviez fait un spectacle sur la musique de Grease...
-Oh là là, mais c'est pas croyable la mémoire que t'as!
Anna Gavalda, Je voudrais que quelqu'un m'attende quelque part
lunes, 11 de enero de 2010
Fantasmas en la calle
A veces ando por la calle y me siento como paseando entre sombras fantasmales que no tienen nada que ver conmigo. No me miran ni yo a ellos. Sé que dicen algo porque oigo a lo lejos el rumor de sus palabras, pero suenan tan distantes que me es imposible adivinar qué se dicen en susurros. Sí sé que yo no digo nada, así que a mí ellos no me pueden escuchar.
No me ven, ni tampoco me oyen. Y paso junto a ellos como una ráfaga de aire congelado que sólo es capaz de hacerles sentir frío. Sé que, para ellos, el fantasma soy yo.
No me ven, ni tampoco me oyen. Y paso junto a ellos como una ráfaga de aire congelado que sólo es capaz de hacerles sentir frío. Sé que, para ellos, el fantasma soy yo.
Espejismo
Tu silueta se recorta en el horizonte de mis pensamientos, y con paso enlentecido salva la distancia que la separa del rincón de mi memoria donde guardo todo lo que me hace daño. No te veo pero te intuyo, y me pregunto qué andas buscando tú ahí. Tiempo atrás no habría dudado. Te hubiese sabido allí agazapado, al acecho de cualquier cosa que intentase herirme para destruirlo e impedirle quedarse a vivir conmigo. Pero ahora no lo sé.
Tal vez esperes a que me duerma y a que mi conciencia se quede a oscuras para espiar a tientas qué me hace llorar, intentando adivinar al descubrirlo por qué yo no te lo conté. O puede que sin yo enterarme te hayas convertido en uno más de lo que allí habita y sólo salgas fuera muy de vez en cuando para confundirme y que no me dé cuenta del daño que me haces.
Ahora ya no sé si esa silueta realmente te pertenece, porque al empezar las dudas comenzó ella a disolverse. Como un espejismo que te engaña y que no sabes si es real o si desaparecerá. Como la confianza que antaño me hacía no dudar, cuya pétrea solidez se fue desvaneciendo hecha arena entre mis dedos.
Tal vez esperes a que me duerma y a que mi conciencia se quede a oscuras para espiar a tientas qué me hace llorar, intentando adivinar al descubrirlo por qué yo no te lo conté. O puede que sin yo enterarme te hayas convertido en uno más de lo que allí habita y sólo salgas fuera muy de vez en cuando para confundirme y que no me dé cuenta del daño que me haces.
Ahora ya no sé si esa silueta realmente te pertenece, porque al empezar las dudas comenzó ella a disolverse. Como un espejismo que te engaña y que no sabes si es real o si desaparecerá. Como la confianza que antaño me hacía no dudar, cuya pétrea solidez se fue desvaneciendo hecha arena entre mis dedos.
domingo, 10 de enero de 2010
Barcelona
"Esta ciudad es bruja, ¿sabe usted, Daniel? Se le mete a uno en la piel y le roba el alma sin que uno se dé ni cuenta".
Fermín Romero de Torres, La sombra del viento
viernes, 8 de enero de 2010
No quiero ser inmortal
Lo bueno de los años es que todo el mundo los cumple. Y no, no lo digo por el consuelo de tontos, si es que hacerse mayor lo consideramos un mal (ciertamente lo es, pero sólo en unos cuantos aspectos y no en otros). Lo digo porque la gente a la que conocemos nos acompaña de ese modo a lo largo de la vida. Los que son mayores que uno siempre lo son, y los que son más jóvenes lo mismo. Es una de las cosas por las que no creo que fuese tan divertido eso de ser inmortal.
Creo que sería algo así como estar en una estación y ver que todo aquel al que quieres sube en un tren mientras tú les despides desde el andén, sin poder subir con ellos y viendo repetirse continuamente esa misma escena, como se repiten a propósito las que a uno le gustan más pero con esa salvedad: dudo que nadie gustase de vivir continuamente eso.
Creo que sería algo así como estar en una estación y ver que todo aquel al que quieres sube en un tren mientras tú les despides desde el andén, sin poder subir con ellos y viendo repetirse continuamente esa misma escena, como se repiten a propósito las que a uno le gustan más pero con esa salvedad: dudo que nadie gustase de vivir continuamente eso.
martes, 5 de enero de 2010
Ya vienen los Reyes Magos...
Llevaba semanas esperando este día. Me gustan los regalos, y bastante más que recibirlos, hacerlos, aunque los entreguen esos tres de oriente en mi nombre.
Sé que las cosas materiales son lo de menos, pero también que a veces nos hacen falta, o simplemente deseamos tenerlas porque nos gustan, y me encanta cuando puedo concedérselas a la gente a la que quiero. Otras veces vale más el símbolo o quien lo entrega que el objeto que lo representa. Sea la cosa que sea, me gusta ver las caras de la gente cuando encuentran lo que buscaban, o cuando se sorprenden ante lo que ven y esbozan una sonrisa. También verles disfrutar con ello, o simplemente que se alegren porque te esforzaste en que tuviesen algo. Eso sólo te lo da regalar, por eso me gusta más.
Recibir un regalo también está bien, pero es diferente. Es bonito que se acuerden de ti, y muchas veces además aciertan con lo que te regalan y te hacen un pequeño (o gran) favor, pero no se puede comparar sentir algo con ser tú quien hace que otro que te importa lo sienta. Tal vez sea egoísta, porque a veces creo que disfruto más yo regalando que el otro con lo que le regalé, pero es un egoísmo que no me hace avergonzarme.
Este año, un rey en particular se adelantó a la fecha. No vino exactamente de oriente, pero más o menos... y ni siquiera le miré las manos. Su sola presencia ya es un regalo. Gracias.
Llevaba semanas esperando este día. Y si hubiese alcanzado a imaginarlo tal y como va a ser, con más ansias lo habría esperado.
Sé que las cosas materiales son lo de menos, pero también que a veces nos hacen falta, o simplemente deseamos tenerlas porque nos gustan, y me encanta cuando puedo concedérselas a la gente a la que quiero. Otras veces vale más el símbolo o quien lo entrega que el objeto que lo representa. Sea la cosa que sea, me gusta ver las caras de la gente cuando encuentran lo que buscaban, o cuando se sorprenden ante lo que ven y esbozan una sonrisa. También verles disfrutar con ello, o simplemente que se alegren porque te esforzaste en que tuviesen algo. Eso sólo te lo da regalar, por eso me gusta más.
Recibir un regalo también está bien, pero es diferente. Es bonito que se acuerden de ti, y muchas veces además aciertan con lo que te regalan y te hacen un pequeño (o gran) favor, pero no se puede comparar sentir algo con ser tú quien hace que otro que te importa lo sienta. Tal vez sea egoísta, porque a veces creo que disfruto más yo regalando que el otro con lo que le regalé, pero es un egoísmo que no me hace avergonzarme.
Este año, un rey en particular se adelantó a la fecha. No vino exactamente de oriente, pero más o menos... y ni siquiera le miré las manos. Su sola presencia ya es un regalo. Gracias.
Llevaba semanas esperando este día. Y si hubiese alcanzado a imaginarlo tal y como va a ser, con más ansias lo habría esperado.
lunes, 4 de enero de 2010
Cutreces
No soporto cuando en una serie o en una saga de películas, de pronto cambian a un actor por otro (aunque obviamente lo entiendo cuando es por defunción como en Harry Potter), o le cambian a uno de los personajes la voz (al actor de doblaje, claro está). También detesto que a un mismo actor le cambien la voz de una película a otra, especialmente cuando ya te tenían acostumbrada a una en concreto. Tampoco aguanto que traduzcan los títulos de tal modo que cualquier parecido con el original sea pura coincidencia, ni que "reinventen" los guiones sacándose las traducciones de la manga, como me pasó al final del Final Fantasy X, donde Yuna dice a Tidus "arigato" (gracias) en su japonés original y algún lumbreras hizo que en inglés dijese "I love you" (te quiero), cosa que es un pelín distinta, no es por nada. Ni me gusta que cambien los nombres de los protagonistas para adaptarlos al país de emisión, llamando por ejemplo Laura y Olivia a Miyuki y Natsumi en "Taiho Shichauzo". Y menos aún me gusta cuando a otros les dejan el nombre original y te encuentras a Akane hablando con Federica en Ranma, cosa que, cómo no, suena muy natural, y ya es la hostia cuando encima Federica primero se llamaba de otro modo y después se pasa a llamar de una tercera manera.
Supongo que muchas veces es cuestión de dinero, cuando se trata de contratar a un actor u otro, de salud, motivos personales, o vete a saber qué... Pero muchísimas de esas cutreces no tienen justificación alguna. Y lo siento, pero aun cuando la tienen, me sacan de quicio. No puedo evitarlo...
Supongo que muchas veces es cuestión de dinero, cuando se trata de contratar a un actor u otro, de salud, motivos personales, o vete a saber qué... Pero muchísimas de esas cutreces no tienen justificación alguna. Y lo siento, pero aun cuando la tienen, me sacan de quicio. No puedo evitarlo...
Criterio
No son pocos los que se confunden cuando les digo que no tienen criterio. No sé por qué, pero suelen interpretar que lo digo cuando su opinión es distinta de la mía, y no es así. La gente puede seguir el criterio que le venga en gana, siempre que para él tenga una lógica (aunque ésta sea un porque sí en algunas ocasiones), para decidir qué le gusta y qué no.
Por ejemplo, no sé nada de cine, y por tanto no me atrevería mucho a decir si una película es buena o mala, pero sí que sé cuando veo una si me gustó o no, y por qué. Mi criterio no es experto y no tiene nada que ver con la fotografía, la dirección, las luces, o lo que quiera que sea que juzguen un cinéfilo o un profesional del cine, pero existe igualmente. Tal vez yo me base en si me gustó la historia, en si me pareció creíble o no, en si me gustaban los personajes, cómo estaban elaborados, o si me creí su interpretación por parte de los actores. Quizás eso a otro le importe bien poco o le parezca estúpido para juzgar una película, pero el hecho es que yo sí que tengo unos ciertos motivos para que algo me llame la atención y otra cosa no. Incluso si es sólo que me hizo reír de lo cutre que me pareció.
Lo que pasa es que hay gente que no tiene criterio. Y no, no me refiero a que su criterio a mí me parezca que se base en porquerías, sino que hay gente a la que le gusta todo. Todas las películas son geniales, todas las mujeres son hermosas, todos los videojuegos son fantásticos... O bien todo eso le parece una mierda y no le gusta nada. La cosa es que para todas las cosas de una categoría (libros, mujeres, películas o lo que sea) tienen la misma opinión, y a veces ni siquiera saben por qué, o tienen un porqué idéntico para cosas completamente diferentes.
Por eso a algunos les digo con ciertas cosas que no tienen criterio. No porque tengan uno y lo deteste o yo no esté de acuerdo, repito, sino porque no tienen capacidad de decisión, de juicio, aunque en realidad creo que muchos de esos que aparentemente no tienen criterio, lo que realmente no tienen son cojones. Los de decir qué les gusta y por qué, así que prefieren colocarse una careta neutra desde detrás de la cual creen que nadie puede discutirles nada. Pero yo sí puedo. Si se trata de discutir, yo siempre puedo.
Por ejemplo, no sé nada de cine, y por tanto no me atrevería mucho a decir si una película es buena o mala, pero sí que sé cuando veo una si me gustó o no, y por qué. Mi criterio no es experto y no tiene nada que ver con la fotografía, la dirección, las luces, o lo que quiera que sea que juzguen un cinéfilo o un profesional del cine, pero existe igualmente. Tal vez yo me base en si me gustó la historia, en si me pareció creíble o no, en si me gustaban los personajes, cómo estaban elaborados, o si me creí su interpretación por parte de los actores. Quizás eso a otro le importe bien poco o le parezca estúpido para juzgar una película, pero el hecho es que yo sí que tengo unos ciertos motivos para que algo me llame la atención y otra cosa no. Incluso si es sólo que me hizo reír de lo cutre que me pareció.
Lo que pasa es que hay gente que no tiene criterio. Y no, no me refiero a que su criterio a mí me parezca que se base en porquerías, sino que hay gente a la que le gusta todo. Todas las películas son geniales, todas las mujeres son hermosas, todos los videojuegos son fantásticos... O bien todo eso le parece una mierda y no le gusta nada. La cosa es que para todas las cosas de una categoría (libros, mujeres, películas o lo que sea) tienen la misma opinión, y a veces ni siquiera saben por qué, o tienen un porqué idéntico para cosas completamente diferentes.
Por eso a algunos les digo con ciertas cosas que no tienen criterio. No porque tengan uno y lo deteste o yo no esté de acuerdo, repito, sino porque no tienen capacidad de decisión, de juicio, aunque en realidad creo que muchos de esos que aparentemente no tienen criterio, lo que realmente no tienen son cojones. Los de decir qué les gusta y por qué, así que prefieren colocarse una careta neutra desde detrás de la cual creen que nadie puede discutirles nada. Pero yo sí puedo. Si se trata de discutir, yo siempre puedo.
viernes, 1 de enero de 2010
Realismo personalizado
Hay que ser realista, pero sin olvidar que la realidad es diferente para cada uno. No todo el mundo es de la misma manera, y por tanto, lo que nos rodea, aun si es igual para todos, nos afecta en distinta medida.
No es raro ver a algunos poner a los demás los límites que ellos mismos tienen. Te hablan de dónde te puedes equivocar cuando en realidad te están señalando en qué lugar se equivocaron ellos, con la firme convicción de que si no les haces caso cometerás sus mismos errores. Muchas veces te tratan como si fueses lo que ellos serían de estar en tu lugar, y no de acuerdo a como realmente eres. Hacen como si pudiesen ver tu futuro mirando en su pasado, como si tus defectos fuesen una exageración de los suyos y tus virtudes las suyas venidas a menos.
Es una de las formas del egocentrismo, la de pensar que todos han de ser como es uno, e incluso siempre un poco peor, cuando se mezcla con la megalomanía. Y no: el universo tiene más posibilidades que elementos contiene. En ocasiones la gente o la realidad de cada uno no es mejor ni peor que otra gente o que su realidad, pues es simplemente diferente.
No es raro ver a algunos poner a los demás los límites que ellos mismos tienen. Te hablan de dónde te puedes equivocar cuando en realidad te están señalando en qué lugar se equivocaron ellos, con la firme convicción de que si no les haces caso cometerás sus mismos errores. Muchas veces te tratan como si fueses lo que ellos serían de estar en tu lugar, y no de acuerdo a como realmente eres. Hacen como si pudiesen ver tu futuro mirando en su pasado, como si tus defectos fuesen una exageración de los suyos y tus virtudes las suyas venidas a menos.
Es una de las formas del egocentrismo, la de pensar que todos han de ser como es uno, e incluso siempre un poco peor, cuando se mezcla con la megalomanía. Y no: el universo tiene más posibilidades que elementos contiene. En ocasiones la gente o la realidad de cada uno no es mejor ni peor que otra gente o que su realidad, pues es simplemente diferente.
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