Las diferencias entre el quiero y el puedo son a veces bastante importantes. Y es que no es lo mismo querer que poder, aunque algunos se empeñen en igualarlo. El verbo deber también tiene aquí un papel, aunque sólo sea secundario.
No son pocas las ocasiones en que alguien hace algo sólo porque puede. Ni siquiera se plantea si quiere, pero el mero hecho de poder le hace pensar que debe hacerlo, porque para eso tiene esa capacidad y sería de necios desaprovecharla. Obviamente ésa no es, casi siempre, sino una excusa para hacer algo que sabían que no debían hacer pero en el fondo deseaban.
También está el quiero y no puedo. Sin embargo, es frecuente que la gente simplemente crea que no puede. La clave está en intentarlo si verdaderamente lo quiere. Una vez lo hagas tantas veces como puedas y hayas fracasado tantas otras, podrás decir que no puedes. Antes, normalmente, no.
Por ejemplo, yo puedo hacer daño a mucha gente, pero no quiero. Y quiero no querer a otra para que no sean capaces de hacérmelo a mí... pero no puedo.