Es curiosa. La sensación, digo. Ésa de cuando deseas algo con todas tus fuerzas y al final lo acabas encontrando, y tardas un poco en ser consciente de que por fin lo has conseguido.
Estás durante un tiempo pensando en una cosa. Algo que te gustaría que pasara, alguien con quien quisieras reencontrarte, o todo al mismo tiempo. Lo deseas tanto que lo construyes y lo tiras de nuevo abajo cada día, en tus fantasías. De tanto imaginarlo crees que lo vas a gafar. Que no podrá suceder, porque ya has pensado en todas las formas en que podría pasar, y nunca pasa nada del mismo modo en que lo pensamos.
Pero ocurre. Como si pudieses invocar algo o a alguien y conseguir que finalmente apareciese. De una de las forma en que lo habías soñado o de cualquier otra. Así o asá, qué más da. Es magia, y si en realidad no lo es tampoco importa: se parece demasiado.
No habías fantaseado sólo con lo que querías. Habías imaginado también la alegría que te daría encontrarlo. Se te salió el corazón del pecho con sólo pensarlo. Y, cuando por fin sucede, estás como demasiado en calma. Emocionada pero contenida. Como un grito que se ahoga en la garganta justo antes de salir. Consigues acostarte, no ya pensando en lo que querías, sino en lo que ya tienes. Sin tener que imaginarlo todo, sino sólo completando lo que ya estás viviendo.
Estás encantada y sonriente, pero aún no has soltado la carcajada. Pero no te preocupa. Sólo te inquieta. Sabes que no es que esperases demasiado y no se cumplen ahora tus expectativas. Que el problema no es que quisieras más de lo que has obtenido. Es solamente que aún no te lo crees. Y, entonces, cuando por fin te lo creas, te reirás hasta que te duela. Te reirás hasta que acabes llorando. Y ésa será otra gran sensación. Ésa será la felicidad.
jueves, 15 de diciembre de 2011
domingo, 20 de noviembre de 2011
Menuda putada
Es una putada. Es una putada hacer algo (o dejar de hacerlo, en su caso), pensar que has hecho lo correcto y sentirte mal. Pensar que has hecho lo correcto a pesar de que te haga sentir mal. Porque eso significa que hacer lo correcto no siempre te hace ganar a ti. Que la solución a un gran problema puede tener como mal menor que tú te jodas. Yo que pensaba que eso sólo pasaba en las películas... Y es que claro, "a veces son necesarias algunas bajas para el bien común". Pero menuda putada que la baja tenga que ser la tuya.
Game over. Y ya no me quedan más vidas.
viernes, 14 de octubre de 2011
De verdad...
"Si de verdad quieres hacer algo lo haces, no lo guardas para tu epitafio".
Gregory House, House M.D.
Mi buena memoria
Siempre pensé que tenía una buena memoria. Era capaz de recordar cosas que otros habían olvidado, aun incluso cuando no tenían demasiado que ver conmigo. Tal vez, precisamente, mi memoria sea buena sólo para lo que no me atañe directamente. O quizás sea que con el tiempo se ha ido volviendo selectiva.
Apenas recuerdo mi infancia. Algunos trazos, dibujos... pero nunca o prácticamente nunca un mapa completo. Además, nunca me gustó escribir un diario, así que son pocas las notas que tengo para acordarme de algunas partes de mi vida.
Con los años, recordar se me fue haciendo más sencillo. El avance tecnológico ha hecho que ahora podamos llevar con nosotros una cámara de fotos en todo momento. Captamos muchos más momentos y de forma más precisa. Los logs, en los ordenadores, registran cada una de nuestras palabras tal cual las escribimos. Un vistazo y ni siquiera hace falta hacer memoria: tienes las conversaciones que tuviste hace varios años delante de ti, como si de un mágico espejismo se tratara, capaz de proyectar en tu pantalla el pasado.
Esa suerte de memoria accesoria, los logs, me gustan y a la vez los odio. Son tan tangibles que parecen de verdad. Pero no lo son. Lo que cuentan ya no es ahora. Como los emails. Da igual que los releas mil veces, pues el contenido que guardan ya no es actual. Por mucho que los mires, por más que observes de nuevo todas esas letras juntas, ya no significan nada. Es como mirar un cadáver tumbado en el suelo: por fuera es la persona que era cuando estaba viva, pero por dentro ahora es, simplemente, nada.
Lo bueno que tienen es que te dan la oportunidad de ver las cosas con perspectiva. Te colocas frente a ellos años después y ves. Y te ves. Y te das cuenta de si has sido una imbécil o de si lo han sido contigo.
Y sí. Es una pena descubrirse una estúpida, por mucho que una ya lo sospechara. Pero no es mucho menos deprimente darte cuenta de que alguien a quien querías sólo te escribía para dedicarte palabras de desprecio. Que, si veía que tenías una herida, te la apuñalaba para que no dejase de sangrarte. Y si acaso estabas sana, te rajaba entera y te hurgaba en las heridas mientras te susurraba que él también te quería.
Quizás debería haber confiado un poco más en mi memoria selectiva. Ésa que sólo quería acordarse de todo lo bueno que creía que habías hecho por mí. La que apartaba tus insultos, tus arrebatos, tus malas maneras... Tu manía de tratar de reducirme, de intentar humillarme o de reírte de mí. La que a pesar de todo eso te seguía queriendo y te echaba de menos. La que se ríe de mis sentimientos y de mi razón, haciéndoles creer, aún hoy, que tú en realidad no eres así.
Apenas recuerdo mi infancia. Algunos trazos, dibujos... pero nunca o prácticamente nunca un mapa completo. Además, nunca me gustó escribir un diario, así que son pocas las notas que tengo para acordarme de algunas partes de mi vida.
Con los años, recordar se me fue haciendo más sencillo. El avance tecnológico ha hecho que ahora podamos llevar con nosotros una cámara de fotos en todo momento. Captamos muchos más momentos y de forma más precisa. Los logs, en los ordenadores, registran cada una de nuestras palabras tal cual las escribimos. Un vistazo y ni siquiera hace falta hacer memoria: tienes las conversaciones que tuviste hace varios años delante de ti, como si de un mágico espejismo se tratara, capaz de proyectar en tu pantalla el pasado.
Esa suerte de memoria accesoria, los logs, me gustan y a la vez los odio. Son tan tangibles que parecen de verdad. Pero no lo son. Lo que cuentan ya no es ahora. Como los emails. Da igual que los releas mil veces, pues el contenido que guardan ya no es actual. Por mucho que los mires, por más que observes de nuevo todas esas letras juntas, ya no significan nada. Es como mirar un cadáver tumbado en el suelo: por fuera es la persona que era cuando estaba viva, pero por dentro ahora es, simplemente, nada.
Lo bueno que tienen es que te dan la oportunidad de ver las cosas con perspectiva. Te colocas frente a ellos años después y ves. Y te ves. Y te das cuenta de si has sido una imbécil o de si lo han sido contigo.
Y sí. Es una pena descubrirse una estúpida, por mucho que una ya lo sospechara. Pero no es mucho menos deprimente darte cuenta de que alguien a quien querías sólo te escribía para dedicarte palabras de desprecio. Que, si veía que tenías una herida, te la apuñalaba para que no dejase de sangrarte. Y si acaso estabas sana, te rajaba entera y te hurgaba en las heridas mientras te susurraba que él también te quería.
Quizás debería haber confiado un poco más en mi memoria selectiva. Ésa que sólo quería acordarse de todo lo bueno que creía que habías hecho por mí. La que apartaba tus insultos, tus arrebatos, tus malas maneras... Tu manía de tratar de reducirme, de intentar humillarme o de reírte de mí. La que a pesar de todo eso te seguía queriendo y te echaba de menos. La que se ríe de mis sentimientos y de mi razón, haciéndoles creer, aún hoy, que tú en realidad no eres así.
martes, 11 de octubre de 2011
La lógica
Cuando tenía 12 ó 13 años descubrí los problemas de lógica. Me gustaron bastante y me parecieron muy entretenidos. Además, eran sencillos, porque sólo había que usar, evidentemente, la lógica. Y eso es algo que, en teoría, sabemos hacer todos. En teoría.
Algunos años después, en el instituto, descubrí la lógica formal, la de clases... También era muy fácil y también me encantaba, aunque prácticamente el resto de la clase la detestase. Creo que resolviendo aquellas pizarras enteras de ceros y unos, sentía aquello a lo que Mihaly Csikzentmihalyi llamó flujo.
Lo que hace a la lógica sencilla es, en mi opinión, que es lo más obvio que puedes pensar. No hay que hacer interpretaciones ni tener nada más en cuenta, excepto lo que te dan. La clave la tienes ahí, en un pedazo de papel, y no tienes que buscar más pies al gato. Ésa misma es una de las razones por las que me gusta la verdad. Es mucho más sencillo decir la verdad, aunque joda, aunque duela, aunque avergüence, que mentir. Mentir requiere de mucha más elaboración si se quiere mentir bien. E imaginación. Son cosas que la mayoría de la gente no domina todo lo bien que una buena mentira requiere. Supongo que, por eso, la mayoría de la gente no miente nada bien.
También es por ese motivo que me gustan las ciencias, se me den mejor o peor. Explican cosas, tienen fórmulas. No hay cuestiones de fe y cuentan con una mayor objetividad. En realidad, creo que son más fáciles, aunque a veces se nos puedan llegar a hacer tan complicadas. Lo que pasa es que requieren de más lógica y de más memoria de las que solemos emplear a diario. De hecho, en nuestra vida cotidiana, normalmente, no utilizamos la lógica. Tiramos de heurísticos y así ahorramos tiempo. Y alguna gente se acostumbra tanto a ellos que luego ya no puede volver a la lógica de verdad.
Al final, creo que lo obvio, en general, no gusta. Y sin embargo otros lo agradecemos, porque bastantes jeroglíficos imposibles de resolver tenemos ya por ahí, a los que ojalá encontrásemos la lógica.
Algunos años después, en el instituto, descubrí la lógica formal, la de clases... También era muy fácil y también me encantaba, aunque prácticamente el resto de la clase la detestase. Creo que resolviendo aquellas pizarras enteras de ceros y unos, sentía aquello a lo que Mihaly Csikzentmihalyi llamó flujo.
Lo que hace a la lógica sencilla es, en mi opinión, que es lo más obvio que puedes pensar. No hay que hacer interpretaciones ni tener nada más en cuenta, excepto lo que te dan. La clave la tienes ahí, en un pedazo de papel, y no tienes que buscar más pies al gato. Ésa misma es una de las razones por las que me gusta la verdad. Es mucho más sencillo decir la verdad, aunque joda, aunque duela, aunque avergüence, que mentir. Mentir requiere de mucha más elaboración si se quiere mentir bien. E imaginación. Son cosas que la mayoría de la gente no domina todo lo bien que una buena mentira requiere. Supongo que, por eso, la mayoría de la gente no miente nada bien.
También es por ese motivo que me gustan las ciencias, se me den mejor o peor. Explican cosas, tienen fórmulas. No hay cuestiones de fe y cuentan con una mayor objetividad. En realidad, creo que son más fáciles, aunque a veces se nos puedan llegar a hacer tan complicadas. Lo que pasa es que requieren de más lógica y de más memoria de las que solemos emplear a diario. De hecho, en nuestra vida cotidiana, normalmente, no utilizamos la lógica. Tiramos de heurísticos y así ahorramos tiempo. Y alguna gente se acostumbra tanto a ellos que luego ya no puede volver a la lógica de verdad.
Al final, creo que lo obvio, en general, no gusta. Y sin embargo otros lo agradecemos, porque bastantes jeroglíficos imposibles de resolver tenemos ya por ahí, a los que ojalá encontrásemos la lógica.
lunes, 26 de septiembre de 2011
Sueño gore
El otro día tuve un sueño bastante gore. No creo que hiera sensibilidades, pero si alguien tiene dudas, que deje de leer.
Tengo un pendiente en el ombligo. Es lo que se conoce con el nombre de "banana", por la forma que tiene. En cada extremo tiene una bola, una más grande debajo y una más pequeña arriba, que se enrosca para dejarlo cerrado. En el sueño, había perdido la bola pequeñita. Es algo relativamente normal, aunque a mí sólo me ha pasado dos veces en doce años y ambas la acabé encontrando. Me puse a buscarla y pensé que no me gustaría no encontrarla y tener que comprar otro pendiente, ya que llevo tantos años con el mismo. Me daba mucha pena pensar en la posibilidad haberla perdido para siempre. Buscaba y buscaba y no aparecía, pero de pronto me di cuenta de que, al no tener sujeción, y al ser la bola de debajo más grande y pesada, el pendiente iba a salirse del agujero. Como no quería que eso pasara (es algo que nunca me ha hecho demasiada gracia), la sujetaba y la subía para que no se saliera la barra del agujero. Y debe ser que deseaba con tantas fuerzas no perder el pendiente, que subí tanto y tan bruscamente la bola, que se me empezó a meter también por el agujero. Empecé a sangrar, y la bola cada vez estaba más metida en el agujero. Hasta que se desprendió el pequeño trozo de piel de delante del agujero. Ya no podría volver a ponerme ahí un pendiente. Y cada vez había más sangre en mi abdomen.
El sueño acabó ahí. No encontré la bola pequeñita, y tratando de no perder el pendiente destrocé el agujero, haciendo imposible ponérmelo otra vez, la encontrase o no. Y me pregunté si no me pasa eso mismo con algunas personas. Algo se rompe. Se estropea. No es nada serio, pero hay un pequeño problema. Yo me empeño en tratar de arreglarlo, a mi manera. De la única manera que en ese momento se me ocurre. Pero lo único que consigo es estropearlo todo más. Convertir una estúpida diferencia en un momento dado en una sangría irrecuperable.
Lo peor de todo, es que alguna vez lo he hecho adrede. Lo he llenado todo de sangre, porque hay ciertos pendientes que una no puede llevar, por muy bonitos que sean. Y yo ya no sé qué hacer con este ombligo destrozado. Forzarlo a llevar de nuevo el pendiente nunca me ha salido bien, pero es que yo no quiero llevar otro ni colocarme otro adorno diferente. Así que me imagino que me olvidaré del pendiente y ya está. Por lo menos podré contemplar cada vez que lo desee la cicatriz que me ha dejado, y recordar lo bonito que era todo cuando todavía no nos habíamos manchado de sangre.
Tengo un pendiente en el ombligo. Es lo que se conoce con el nombre de "banana", por la forma que tiene. En cada extremo tiene una bola, una más grande debajo y una más pequeña arriba, que se enrosca para dejarlo cerrado. En el sueño, había perdido la bola pequeñita. Es algo relativamente normal, aunque a mí sólo me ha pasado dos veces en doce años y ambas la acabé encontrando. Me puse a buscarla y pensé que no me gustaría no encontrarla y tener que comprar otro pendiente, ya que llevo tantos años con el mismo. Me daba mucha pena pensar en la posibilidad haberla perdido para siempre. Buscaba y buscaba y no aparecía, pero de pronto me di cuenta de que, al no tener sujeción, y al ser la bola de debajo más grande y pesada, el pendiente iba a salirse del agujero. Como no quería que eso pasara (es algo que nunca me ha hecho demasiada gracia), la sujetaba y la subía para que no se saliera la barra del agujero. Y debe ser que deseaba con tantas fuerzas no perder el pendiente, que subí tanto y tan bruscamente la bola, que se me empezó a meter también por el agujero. Empecé a sangrar, y la bola cada vez estaba más metida en el agujero. Hasta que se desprendió el pequeño trozo de piel de delante del agujero. Ya no podría volver a ponerme ahí un pendiente. Y cada vez había más sangre en mi abdomen.
El sueño acabó ahí. No encontré la bola pequeñita, y tratando de no perder el pendiente destrocé el agujero, haciendo imposible ponérmelo otra vez, la encontrase o no. Y me pregunté si no me pasa eso mismo con algunas personas. Algo se rompe. Se estropea. No es nada serio, pero hay un pequeño problema. Yo me empeño en tratar de arreglarlo, a mi manera. De la única manera que en ese momento se me ocurre. Pero lo único que consigo es estropearlo todo más. Convertir una estúpida diferencia en un momento dado en una sangría irrecuperable.
Lo peor de todo, es que alguna vez lo he hecho adrede. Lo he llenado todo de sangre, porque hay ciertos pendientes que una no puede llevar, por muy bonitos que sean. Y yo ya no sé qué hacer con este ombligo destrozado. Forzarlo a llevar de nuevo el pendiente nunca me ha salido bien, pero es que yo no quiero llevar otro ni colocarme otro adorno diferente. Así que me imagino que me olvidaré del pendiente y ya está. Por lo menos podré contemplar cada vez que lo desee la cicatriz que me ha dejado, y recordar lo bonito que era todo cuando todavía no nos habíamos manchado de sangre.
viernes, 23 de septiembre de 2011
Ain't no mountain high enough
Listen, baby,
ain't no mountain high,
ain't no valley low
ain't no river wide enough, baby...
If you need me, call me,
no matter where you are,
no matter how far...
Don't worry baby!
Just call my name,
I'll be there in a hurry,
you don't have to worry,
'cause baby...
There ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough,
ain't no river wide enough
to keep me from getting to you, babe.
Remember the day
I set you free,
I told you
you could always count on me.
From that day on I made a vow,
I'll be there when you want me,
some way, somehow,
'cause baby...
There ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough,
ain't no river wide enough
to keep me from getting to you, babe
Oh no, darling...
No wind, no rain...
All winter's cold can't stop me, baby...
If you're ever in trouble
I'll be there on the double,
just sing for me, oh, baby!
My love is alive
way down in my heart,
although we are miles apart...
If you ever need a helping hand,
I'll be there on the double
as fast as I can...
Don't you know that
there ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough,
ain't no river wide enough
to keep me from getting to you, babe.
Don't you know that
there ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough,
ain't no river wide enough,
ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough...
ain't no mountain high,
ain't no valley low
ain't no river wide enough, baby...
If you need me, call me,
no matter where you are,
no matter how far...
Don't worry baby!
Just call my name,
I'll be there in a hurry,
you don't have to worry,
'cause baby...
There ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough,
ain't no river wide enough
to keep me from getting to you, babe.
Remember the day
I set you free,
I told you
you could always count on me.
From that day on I made a vow,
I'll be there when you want me,
some way, somehow,
'cause baby...
There ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough,
ain't no river wide enough
to keep me from getting to you, babe
Oh no, darling...
No wind, no rain...
All winter's cold can't stop me, baby...
If you're ever in trouble
I'll be there on the double,
just sing for me, oh, baby!
My love is alive
way down in my heart,
although we are miles apart...
If you ever need a helping hand,
I'll be there on the double
as fast as I can...
Don't you know that
there ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough,
ain't no river wide enough
to keep me from getting to you, babe.
Don't you know that
there ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough,
ain't no river wide enough,
ain't no mountain high enough,
ain't no valley low enough...
Marvin Gaye & Tammi Terrell, Ain't no mountain high enough
martes, 20 de septiembre de 2011
No recuerdo quién soy
Me he estado leyendo a mí misma aquí hace algunos años y me he dado cuenta de que no me conozco. Estoy de acuerdo con lo que leo, sé que lo he escrito yo aunque a veces no lo recuerde... pero es como si leyese a otra persona. Me veo ahí atrás, en el pasado, y me parece darme cuenta de mil cosas que cuando aquello era presente pasaba por alto. Pero no sólo eso. Es que los demás tampoco sabían gran cosa de mí. Aun si les gritaba en la cara no se daban cuenta. No se daban por aludidos.
Ya me vine dando cuenta estos días atrás. Que lo que pienso y lo que hago o demuestro pocas veces logro que se corresponda. Que tal vez haya cosas de mí que ignore porque no las quiero saber, y eso se termina traduciendo en un montón de incongruencias entre mis actos y mis deseos, que pocas veces soy capaz de transmitir.
Pero, ¿quién se conoce? Tal vez lo mío no sea tan raro. La gente todo el rato miente, así que quién dice que no se mienta continuamente. Yo quiero ser sincera y me esfuerzo por serlo, pero parece que con quien más trabajo me cuesta serlo es conmigo.
De todos modos, aunque no sepa quién soy, aún me reconozco. Me asusto por sentir ciertas cosas con mucha intensidad, pero en realidad son las que ya sentía antes. Me asombra haber sido capaz de cosas que ahora me creo que no están a mi alcance. Y al final me parece que no es que ya no me conozca: sólo que había olvidado quién soy. En el fondo sigo siendo la misma, y mi testarudez me ha seguido hasta aquí.
Ya me vine dando cuenta estos días atrás. Que lo que pienso y lo que hago o demuestro pocas veces logro que se corresponda. Que tal vez haya cosas de mí que ignore porque no las quiero saber, y eso se termina traduciendo en un montón de incongruencias entre mis actos y mis deseos, que pocas veces soy capaz de transmitir.
Pero, ¿quién se conoce? Tal vez lo mío no sea tan raro. La gente todo el rato miente, así que quién dice que no se mienta continuamente. Yo quiero ser sincera y me esfuerzo por serlo, pero parece que con quien más trabajo me cuesta serlo es conmigo.
De todos modos, aunque no sepa quién soy, aún me reconozco. Me asusto por sentir ciertas cosas con mucha intensidad, pero en realidad son las que ya sentía antes. Me asombra haber sido capaz de cosas que ahora me creo que no están a mi alcance. Y al final me parece que no es que ya no me conozca: sólo que había olvidado quién soy. En el fondo sigo siendo la misma, y mi testarudez me ha seguido hasta aquí.
viernes, 16 de septiembre de 2011
Mis días...
"Y tenía miedo de los días, que pasaban sin piedad de todas formas".
竹本 祐太, Honey & clover
Te olvidaré
Un círculo. No. No pienses en un círculo. Ni se te ocurra imaginar nada que tenga esa forma. Vamos, apártalo. Olvídate de que los círculos existen y no los recuerdes nunca más.
Esto es como lo del oso blanco, ¿no? Si te dicen que no pienses en ello, lo piensas más. Cuando tratas de olvidar a alguien pasa algo parecido. Es como si te castigases al descubrirte pensando en esa persona o recordando algo que tenga que ver con ella. Pero eso no sirve de nada.
Acuérdate. Especialmente, piensa en el motivo por el que quieres olvidarla. Duele, ¿verdad? Claro que duele. Si no no te esforzarías en borrarla de tu mente. La dejarías en un rincón hasta que el tiempo la fuese emborronando, eliminándola casi por completo. Pero no. Quieres olvidarla porque te hace daño que esté ahí.
Repítetelo, repítetelo. Siente una punzada de dolor en el pecho cuando lo recuerdes todo. Sufre, llora, y desespérate, porque poco a poco se irá yendo. Acabarás dándote cuenta de que has pensado en ella y ya no has sentido ese dolor. Que cada vez lo sientes más lejos, y que ya no te hace tanto daño desde la distancia.
No hay que evitar pensar, sino justamente lo contrario. Cuando agotes tu dolor desaparecerá. Por eso, no lo dejes creciendo en una esquina, haciéndose más fuerte. Termina con él cuanto antes, porque si no será él quien acabe contigo.
Esto es como lo del oso blanco, ¿no? Si te dicen que no pienses en ello, lo piensas más. Cuando tratas de olvidar a alguien pasa algo parecido. Es como si te castigases al descubrirte pensando en esa persona o recordando algo que tenga que ver con ella. Pero eso no sirve de nada.
Acuérdate. Especialmente, piensa en el motivo por el que quieres olvidarla. Duele, ¿verdad? Claro que duele. Si no no te esforzarías en borrarla de tu mente. La dejarías en un rincón hasta que el tiempo la fuese emborronando, eliminándola casi por completo. Pero no. Quieres olvidarla porque te hace daño que esté ahí.
Repítetelo, repítetelo. Siente una punzada de dolor en el pecho cuando lo recuerdes todo. Sufre, llora, y desespérate, porque poco a poco se irá yendo. Acabarás dándote cuenta de que has pensado en ella y ya no has sentido ese dolor. Que cada vez lo sientes más lejos, y que ya no te hace tanto daño desde la distancia.
No hay que evitar pensar, sino justamente lo contrario. Cuando agotes tu dolor desaparecerá. Por eso, no lo dejes creciendo en una esquina, haciéndose más fuerte. Termina con él cuanto antes, porque si no será él quien acabe contigo.
Nada no es una derrota
Tuve una vez una profesora que solía decir que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Muchas veces he pensado como ella, pero al minuto siguiente me he repetido hasta la saciedad que no puede haber tantas cosas imposibles. Que seguro que la mayoría de cosas que damos por perdidas no lo están en realidad. Que siempre se podría hacer algo más. Que no es un azar que haya fijado el destino y al que tengamos que rendirnos. Que siempre podemos hacer otro esfuerzo y que en alguno estará la clave para que lo imposible se haga real.
Por eso es que me desespero. Me viene a la mente esa frase y decido destruirlo todo. Si no puede ser, que no sea nunca, y que ningún imposible agonice alimentado de falsas esperanzas. Pero luego pienso todo lo demás. Que qué pasa si hay una salida y soy yo en mi torpeza infinita la que soy incapaz de verla. Que tampoco es justo dejar morir a esas esperanzas sin haberlo hecho todo por ellas. Que no quiero perderlo todo y quedarme sin nada por no haber sido capaz de salvar algunas dificultades. Que me voy a arrepentir si no lo intento por lo menos.
Es entonces cuando trato de dar marcha atrás. Recojo los pedazos de lo que antes destruí y trato de recomponerlo a la desesperada. Todo lo imposible, todo lo que no me sale. Es como una espina que se me queda clavada y creo que puedo sacar. Sé que la puedo sacar, pero no sé cómo. Sólo me falla eso. Una estupidez, unas instrucciones. Una pista, una guía. Pero sin ello lo único que hago al tratar de quitar la espina es clavarla más adentro.
Y vuelvo a lo de antes. A dejarlo roto, como estaba, o incluso cada vez peor. ¿Será que sí que hay tantos imposibles? ¿No hay más soluciones que las que he sido capaz de ver? Me niego a creerlo. Pero al menos, hasta que haya meditado dónde puede estar la clave, será mejor estarse quieta. Si los pasos que trato de dar hacia delante me empujan hacia atrás, mejor será que no me mueva. Así, al menos, no lo estropeo todo más. No hago más profundas las heridas.
Ésa es la razón. Ése es el motivo de que mi nada no signifique que ya he abandonado. Sólo necesito darme cuenta de por qué no puede ser imposible.
Por eso es que me desespero. Me viene a la mente esa frase y decido destruirlo todo. Si no puede ser, que no sea nunca, y que ningún imposible agonice alimentado de falsas esperanzas. Pero luego pienso todo lo demás. Que qué pasa si hay una salida y soy yo en mi torpeza infinita la que soy incapaz de verla. Que tampoco es justo dejar morir a esas esperanzas sin haberlo hecho todo por ellas. Que no quiero perderlo todo y quedarme sin nada por no haber sido capaz de salvar algunas dificultades. Que me voy a arrepentir si no lo intento por lo menos.
Es entonces cuando trato de dar marcha atrás. Recojo los pedazos de lo que antes destruí y trato de recomponerlo a la desesperada. Todo lo imposible, todo lo que no me sale. Es como una espina que se me queda clavada y creo que puedo sacar. Sé que la puedo sacar, pero no sé cómo. Sólo me falla eso. Una estupidez, unas instrucciones. Una pista, una guía. Pero sin ello lo único que hago al tratar de quitar la espina es clavarla más adentro.
Y vuelvo a lo de antes. A dejarlo roto, como estaba, o incluso cada vez peor. ¿Será que sí que hay tantos imposibles? ¿No hay más soluciones que las que he sido capaz de ver? Me niego a creerlo. Pero al menos, hasta que haya meditado dónde puede estar la clave, será mejor estarse quieta. Si los pasos que trato de dar hacia delante me empujan hacia atrás, mejor será que no me mueva. Así, al menos, no lo estropeo todo más. No hago más profundas las heridas.
Ésa es la razón. Ése es el motivo de que mi nada no signifique que ya he abandonado. Sólo necesito darme cuenta de por qué no puede ser imposible.
miércoles, 14 de septiembre de 2011
No le odio
"No le odio. Le quise hasta que supe cómo hacer que me diera igual [...]. Si no esperas que te llame por tu cumpleaños ni verle en varios meses, no te decepcionas. ¿Quieres que nos reconciliemos? ¿Que nos tomemos unas cervezas y nos abracemos? Ya le he dado bastantes abrazos y ya me ha decepcionado bastante".
Robert Chase, House M.D.
martes, 26 de julio de 2011
Vuelve
Vuelve por favor a casa...
Sin mi hombro tú no sabes dormir.
Hoy te toca a ti leerme...
Lo acordamos en la página cien.
Por favor, vuelve...
Vuelve...
Vuelve, no dudes más...
Tengo mil recados que darte...
Tus amigos no paran de llamar.
Las plantas se han quedado sin agua...
Y el gato no para de maullar.
Por favor, vuelve...
Vuelve...
Vuelve, no dudes más...
Las persianas se han quedado bajadas,
ya no entra el sol por mis ventanas...
Y la casa poco a poco va tomando aspecto
de que la has abandonado...
Por favor, vuelve...
Vuelve...
Vuelve, no dudes más...
Ni siquiera tengo apetito...
Si no estás tú con quién voy a cenar.
Día a día yo me voy apagando...
Mi mirada se ha quedado sin luz.
Por favor, vuelve...
Vuelve...
Vuelve, no puedo más...
Las persianas se han quedado bajadas,
ya no entra el sol por mis ventanas...
Y la casa poco a poco va tomando aspecto
de que la has abandonado...
Por favor, vuelve...
Vuelve...
Vuelve, no dudes más...
Por favor, vuelve...
Vuelve...
Vuelve, no dudes más...
Las persianas se han quedado bajadas,
ya no entra el sol por mis ventanas...
Y la casa poco a poco va tomando aspecto
de que la has abandonado...
Sin mi hombro tú no sabes dormir.
Hoy te toca a ti leerme...
Lo acordamos en la página cien.
Por favor, vuelve...
Vuelve...
Vuelve, no dudes más...
Tengo mil recados que darte...
Tus amigos no paran de llamar.
Las plantas se han quedado sin agua...
Y el gato no para de maullar.
Por favor, vuelve...
Vuelve...
Vuelve, no dudes más...
Las persianas se han quedado bajadas,
ya no entra el sol por mis ventanas...
Y la casa poco a poco va tomando aspecto
de que la has abandonado...
Por favor, vuelve...
Vuelve...
Vuelve, no dudes más...
Ni siquiera tengo apetito...
Si no estás tú con quién voy a cenar.
Día a día yo me voy apagando...
Mi mirada se ha quedado sin luz.
Por favor, vuelve...
Vuelve...
Vuelve, no puedo más...
Las persianas se han quedado bajadas,
ya no entra el sol por mis ventanas...
Y la casa poco a poco va tomando aspecto
de que la has abandonado...
Por favor, vuelve...
Vuelve...
Vuelve, no dudes más...
Por favor, vuelve...
Vuelve...
Vuelve, no dudes más...
Las persianas se han quedado bajadas,
ya no entra el sol por mis ventanas...
Y la casa poco a poco va tomando aspecto
de que la has abandonado...
Gonzalo, Vuelve
martes, 7 de junio de 2011
lunes, 6 de junio de 2011
A veces es mejor dejarlo estar
Cuando alguien se enfada contigo tienes dos opciones: o lo dejas estar o tratas de arreglarlo. Pero muchas veces, la gente, intentando solucionar algo, sólo consigue empeorarlo. Y es que cuando tiras algo y lo dejas hecho añicos, el otro, en muchas ocasiones, no quiere una justificación ni una excusa. Quiere simplemente una disculpa. Que seas capaz de admitir que te has equivocado, o que has hecho algo mal, aunque ésa no fuese tu intención.
Sin embargo, a muchos les cuesta reconocer sus errores. Bueno, no. Es mentira. En realidad creo que nos cuesta a todos, sólo que unos se esfuerzan y finalmente lo hacen y otros prefieren la comodidad de mirar siempre hacia otro lado y que sea otro el que lo haga.
Pues si no estás dispuesto a admitir tu parte de culpa, mejor déjalo estar. ¿Que por qué? Pues porque si es así, es porque estás seguro de que la culpa no es tuya en absoluto, sino del otro, y crees que es él quien debe dar el paso si es que quieres todavía que lo dé, o si no, porque tienes la pueril esperanza de que todo se solucione por arte de magia y sin tener que sacrificar tu orgullo.
Si de verdad alguien te merece la pena, si realmente estás interesado en no perder a esa persona, tragarte tu orgullo sólo será un mal menor. Pero, por favor, no hagas como si quisieras arreglar algo con alguien por quien ni siquiera estés dispuesto a hacer eso.
Sin embargo, a muchos les cuesta reconocer sus errores. Bueno, no. Es mentira. En realidad creo que nos cuesta a todos, sólo que unos se esfuerzan y finalmente lo hacen y otros prefieren la comodidad de mirar siempre hacia otro lado y que sea otro el que lo haga.
Pues si no estás dispuesto a admitir tu parte de culpa, mejor déjalo estar. ¿Que por qué? Pues porque si es así, es porque estás seguro de que la culpa no es tuya en absoluto, sino del otro, y crees que es él quien debe dar el paso si es que quieres todavía que lo dé, o si no, porque tienes la pueril esperanza de que todo se solucione por arte de magia y sin tener que sacrificar tu orgullo.
Si de verdad alguien te merece la pena, si realmente estás interesado en no perder a esa persona, tragarte tu orgullo sólo será un mal menor. Pero, por favor, no hagas como si quisieras arreglar algo con alguien por quien ni siquiera estés dispuesto a hacer eso.
viernes, 3 de junio de 2011
Teleoperadoras
Hay quien piensa que muchos son antipáticos con las teleoperadoras que les llaman porque necesitan descargar su ira o su frustración, y esa pobre persona anónima (o no tanto, porque algunas se presentan) se cruza en su camino y se convierte en blanco fácil. Evidentemente, quien dice teleoperadora, dice teleoperador, pero utilizo el femenino porque, al menos a mi casa, llaman más mujeres que hombres.
El caso es que creo que a veces es cierto... Más de uno aprovecha la ocasión para liberar un mal genio (vaya usted a saber por qué) contenido. Pero debo decir que, en la mayoría de los casos, se lo buscan ellas solitas. O, mejor dicho, los que les pagan las hacen buscárselo.
Me imagino que no son tan pesadas por gusto. Entiendo que es su trabajo e imagino que la razón de su insistencia no es responsabilidad de ellas, sino de sus superiores. Pero ellos... ¿acaso creen que sus tácticas funcionan? ¿En serio piensan que haciéndote repetir seis veces que NO te interesa lo que te ofrecen les vas a soltar un SÍ a la séptima? ¿Les parece que las casi súplicas de una telefonista les dan buena imagen? Creo que al final sólo consiguen hacer sentir mal a sus trabajadoras, porque estoy segura de que a la mayoría les molesta tremendamente tener que acosar e incordiar a la gente, y además dar mala imagen a su empresa. Por lo menos, la que yo tenía de determinadas empresas ha caído bastante, y más de una vez, tras tener que soportar repetidas veces su publicidad y su persistencia.
Y es que insistir demasiado causa el efecto contrario en muchas personas. Cuanto más pretendas cambiar mi voluntad, teniéndola yo tan clara, menos ganas me van a dar de contratar tus servicios.
Sí. Todo esto viene a que hoy me tocó atender a una teleoperadora, que me dijo que, según observaba, en el pasado estuve con su compañía pero, ahora, lamentablemente, (no para mí ni para mi actual compañía, desde luego) estaba con otros. Le he dicho que precisamente porque ya tuve contratada su compañía en el pasado ahora no quería saber nada de ella. Ha insistido en hablarme de sus ofertas, y creo que unas cinco o seis veces le he dicho claramente que no me interesaba su compañía ni nada que tuviese que ver con ella y que tampoco me iba a interesar en el futuro. Pues bien, al final la muchacha ha perdido el tiempo (también me lo ha hecho perder a mí) y su compañía la dignidad con sus ruegos (no ella, porque entiendo que sólo quiere un sueldo a finales de mes). Evidentemente, no he contratado sus servicios, y obviamente me ha molestado profundamente tal intromisión y esa manera de seguirte dando la brasa cuando ya has dicho que no y además varias veces... Pero al final he acabado contenta. He sido capaz de darle largas sin soltar ni un grito ni una palabra más fea de la cuenta. Me ha costado, pero no he pagado con la muchacha lo que en realidad me irrita la compañía para la que trabaja. Hoy por lo menos, mi mala leche no ha tenido que pagarla nadie.
El caso es que creo que a veces es cierto... Más de uno aprovecha la ocasión para liberar un mal genio (vaya usted a saber por qué) contenido. Pero debo decir que, en la mayoría de los casos, se lo buscan ellas solitas. O, mejor dicho, los que les pagan las hacen buscárselo.
Me imagino que no son tan pesadas por gusto. Entiendo que es su trabajo e imagino que la razón de su insistencia no es responsabilidad de ellas, sino de sus superiores. Pero ellos... ¿acaso creen que sus tácticas funcionan? ¿En serio piensan que haciéndote repetir seis veces que NO te interesa lo que te ofrecen les vas a soltar un SÍ a la séptima? ¿Les parece que las casi súplicas de una telefonista les dan buena imagen? Creo que al final sólo consiguen hacer sentir mal a sus trabajadoras, porque estoy segura de que a la mayoría les molesta tremendamente tener que acosar e incordiar a la gente, y además dar mala imagen a su empresa. Por lo menos, la que yo tenía de determinadas empresas ha caído bastante, y más de una vez, tras tener que soportar repetidas veces su publicidad y su persistencia.
Y es que insistir demasiado causa el efecto contrario en muchas personas. Cuanto más pretendas cambiar mi voluntad, teniéndola yo tan clara, menos ganas me van a dar de contratar tus servicios.
Sí. Todo esto viene a que hoy me tocó atender a una teleoperadora, que me dijo que, según observaba, en el pasado estuve con su compañía pero, ahora, lamentablemente, (no para mí ni para mi actual compañía, desde luego) estaba con otros. Le he dicho que precisamente porque ya tuve contratada su compañía en el pasado ahora no quería saber nada de ella. Ha insistido en hablarme de sus ofertas, y creo que unas cinco o seis veces le he dicho claramente que no me interesaba su compañía ni nada que tuviese que ver con ella y que tampoco me iba a interesar en el futuro. Pues bien, al final la muchacha ha perdido el tiempo (también me lo ha hecho perder a mí) y su compañía la dignidad con sus ruegos (no ella, porque entiendo que sólo quiere un sueldo a finales de mes). Evidentemente, no he contratado sus servicios, y obviamente me ha molestado profundamente tal intromisión y esa manera de seguirte dando la brasa cuando ya has dicho que no y además varias veces... Pero al final he acabado contenta. He sido capaz de darle largas sin soltar ni un grito ni una palabra más fea de la cuenta. Me ha costado, pero no he pagado con la muchacha lo que en realidad me irrita la compañía para la que trabaja. Hoy por lo menos, mi mala leche no ha tenido que pagarla nadie.
jueves, 2 de junio de 2011
Hágase mi voluntad
Aunque no recuerdo todas las ficciones que llevo vistas, leídas o escuchadas a lo largo de mi cada vez más extensa existencia, hay un mensaje común a muchas de ellas que sí que no he olvidado: si lo deseas, lo puedes conseguir.
Ya, claro. Los cojones. Eso es básicamente lo que piensa todo el mundo en cuanto entiende ese mensaje varias veces en contextos irreales -y nada realistas, en su mayoría- y ya lleva un poco vivido como para darse cuenta de que, al ciudadano medio, en su vida corriente, eso no le sirve. Querer algo con todas tus fuerzas en ningún modo te garantiza conseguirlo.
No obstante, creo que hay un término medio entre el optimismo desmesurado de la ficción y el realismo apabullante con que tantos la descartan. Es verdad que desear algo no es suficiente. Salta a la vista, pues de ser así todos estaríamos colmados con la más fabulosa fortuna, económica y personal. Y no, eso no es así. Pero, sin embargo, también los pesimistas infravaloran la voluntad humana. Y tal vez sobre lo de "humana".
Desear algo no basta, no, pero ayuda bastante más que sentarse en un sillón a esperar que aparezca. El deseo en muchos casos es motivante, y hay infinidad de cosas que no se pueden hacer sin ganas. Y no es que crea en la magia o en los milagros, pero tampoco dejo de hacerlo. A veces, deseas algo tan fuerte, recordando o no todas aquellas ficciones, conservando la esperanza de que tu voluntad atraiga aquello que quieres tanto o más que tu esfuerzo o que las probabilidades, y de hecho lo consigues. No sabes cómo ni de qué manera pero lo consigues. Y aunque no te llenes la cabeza de pájaros que revoloteen dentro de ella repitiéndote mensajes en los que avalan esa idea de que desear algo es suficiente, sí te invade la esperanza de que anhelar algo con todas tus fuerzas no sea sino una forma más de esfuerzo que, al final, se verá recompensada. Y menos mal, porque algunas veces, me temo, lo más que puedes hacer para conseguir según qué cosas es desearlo.
Ya, claro. Los cojones. Eso es básicamente lo que piensa todo el mundo en cuanto entiende ese mensaje varias veces en contextos irreales -y nada realistas, en su mayoría- y ya lleva un poco vivido como para darse cuenta de que, al ciudadano medio, en su vida corriente, eso no le sirve. Querer algo con todas tus fuerzas en ningún modo te garantiza conseguirlo.
No obstante, creo que hay un término medio entre el optimismo desmesurado de la ficción y el realismo apabullante con que tantos la descartan. Es verdad que desear algo no es suficiente. Salta a la vista, pues de ser así todos estaríamos colmados con la más fabulosa fortuna, económica y personal. Y no, eso no es así. Pero, sin embargo, también los pesimistas infravaloran la voluntad humana. Y tal vez sobre lo de "humana".
Desear algo no basta, no, pero ayuda bastante más que sentarse en un sillón a esperar que aparezca. El deseo en muchos casos es motivante, y hay infinidad de cosas que no se pueden hacer sin ganas. Y no es que crea en la magia o en los milagros, pero tampoco dejo de hacerlo. A veces, deseas algo tan fuerte, recordando o no todas aquellas ficciones, conservando la esperanza de que tu voluntad atraiga aquello que quieres tanto o más que tu esfuerzo o que las probabilidades, y de hecho lo consigues. No sabes cómo ni de qué manera pero lo consigues. Y aunque no te llenes la cabeza de pájaros que revoloteen dentro de ella repitiéndote mensajes en los que avalan esa idea de que desear algo es suficiente, sí te invade la esperanza de que anhelar algo con todas tus fuerzas no sea sino una forma más de esfuerzo que, al final, se verá recompensada. Y menos mal, porque algunas veces, me temo, lo más que puedes hacer para conseguir según qué cosas es desearlo.
miércoles, 1 de junio de 2011
Perder o invertir
Hay una línea muy fina que separa qué es invertir el tiempo y qué es perderlo. A veces las cosas no suceden al ritmo que nos gustaría, o nos encontramos con situaciones que, necesariamente, requieren tiempo para poder ser atajadas correctamente. Ya sea esperado o no, el tiempo no suele ser bienvenido. Al menos no al principio. Una vez nos hacemos amigos de él, o él dueño de nosotros, empezamos a dudar sobre qué cantidad era necesario emplear en cada encrucijada.
¿Ha pasado el tiempo suficiente o hace falta más? Es muy difícil saberlo. Y no lo es menos averiguar qué debemos hacer con todo ese tiempo que nos sobra. Con todo el tiempo que hay entre nuestro presente y ese futuro que aguardamos. Ahí es precisamente donde radica la diferencia.
Hay quien espera. Quien deja pasar el tiempo en la línea de salida, dispuesto a correr tras él en cuanto escuche su señal. Esos son los que pierden el tiempo. Los que lo invierten se alejan de él mientras crece, y se dedican a enredar sus ramas sin que se dé cuenta en otros proyectos, en otras personas, en otras metas. No lo dejan escaparse delante de sus ojos sin hacer nada al respecto. Lo llevan a donde ellos quieren y lo apartan de lo que en ese momento no debe encontrarle.
Pero aun así es complicado. Cuando inviertes mucho más tiempo en algo del que tu cometido requería, ese tiempo de más empieza a ser desperdiciado, porque lo empleas en hacer otras cosas y en mirar a otros lados, olvidando que algo lo necesitaba a él, pero no al olvido.
martes, 31 de mayo de 2011
sábado, 30 de abril de 2011
Maldita suerte...
Últimamente he venido observando algo que me ha hecho reflexionar. Conozco a mucha gente que es incapaz de ser feliz si no anuncia continuamente al mundo todo lo bueno que le ocurre. Ya sea aprobar un examen o encontrarse un billete en la calle. A menudo, me consta, todo lo que buscan con su publicidad es suscitar envidias en los demás, aun cuando "los demás" sean los que se supone que son sus familiares, amigos y conocidos más cercanos o queridos. Y lo digo porque esas grandes noticias se suelen publicar, especialmente, en medios de comunicación (como las tan de moda redes sociales) de esos que, básicamente, compartimos sólo con la gente con la que los queremos compartir y se supone que algo nos importa.
Me he dado cuenta de que a mí no me pasa eso. Al menos, no me pasa eso cuando lo que me ocurrió tan fabuloso no es un fruto de mi esfuerzo, sino un golpe de suerte. Es decir, me encantaría gritar a los cuatro vientos que aprobé el examen, pero no tanto lo de que encontré un billete. Lo primero me hace sentir orgullo, pero lo segundo en absoluto. De hecho, creo que sería estúpido que me hiciese sentirlo, pero continuamente veo a la gente alardeando orgullosa de millones de cosas que de ningún modo son un mérito suyo sino pura casualidad.
A mí me da vergüenza. Hace ya tiempo que me considero más afortunada de lo que lo es mucha gente de la que me rodea (o tal vez sólo sean ellos más desafortunados que yo...), y, aunque evidentemente me gusta tener suerte, también me abruma reconocer que buena parte de mis alegrías son debidas a la simple fortuna. Además, me da pena ser yo la que tiene suerte y que otros tengan que esforzarse más que yo.
En el fondo, me dan envidia los demás a mí, aunque tengan menos de algo, porque cuando lo tengan sabrán que fue gracias a ellos mismos y no por pura chiripa. Y es que en realidad, tener tanta suerte a veces me hace sentir mal. Me hace sentir que yo no merezco casi nada de lo que tengo, y por culpa de mi maldita suerte tal vez nunca sepa si es así o no.
Ya, seguramente está mal también que me queje por tener suerte... Pero es que a veces de nada te sirve tenerla si, simplemente, no la puedes repartir entre quienes quieres que la tengan de verdad.
jueves, 31 de marzo de 2011
Camino empedrado
Dicen que el ser humano es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra. En realidad no, no es el único, y no se tropieza dos veces con la misma piedra sino setecientas. Pero de todas maneras, esa frase tampoco es tan negativa como puede parecer en un principio. Repetir los mismos errores más de una vez también tiene sus ventajas.
En primer lugar, tenemos la oportunidad de comprobar si realmente eran errores. Tal vez afrontando de otra forma las mismas situaciones las sepamos manejar, cosa que nos estaría diciendo que el error no fue lo que hicimos o lo que provocamos, sino cómo atajamos sus consecuencias.
Por otro lado, cuando pensamos que nuestro error tiene sólo un cauce y que va a llevarnos siempre al mismo lugar, una vez lo repetimos ya conocemos el camino que va a seguir. Podemos prepararnos y estar tranquilos, pensando que lo que nos espera no será peor que lo que ya conocemos de otras veces.
Aún así, a nadie le gusta tropezarse, y menos siempre en el mismo lugar. Pero es que en un camino tan empedrado, a veces cuesta distinguir unas piedras de otras, y hasta que no nos damos de bruces con ellas no nos damos cuenta de que eran las que debíamos evitar. Y total, al final, aunque no nos guste, cayéndose es como aprende uno a levantarse.
lunes, 28 de febrero de 2011
El terapeuta paciente
Ser paciente es mucho más complejo que ser terapeuta. Y es que no importa demasiado dónde esté el problema si tú eres incapaz de verlo. O, por lo menos, de verlo como tal.
Los síntomas escapan a la voluntad de uno, si no es una mera simulación, o tal vez un trastorno facticio, que no se deja de llamar trastorno. Es como cuando tratas de recordar algo que sabes que anda dando vueltas por tu memoria. Y piensas, y piensas, y no consigues acordarte.
La sensación es que aquello se ha borrado, que se ha desvanecido. Y si acaso piensas que es mentira, cuando llevas un tiempo tratando de evocarlo sin éxito, empiezas a plantearte que puede ser imposible que te acuerdes de eso que ahora te hace falta porque, en realidad, nunca lo has sabido. La realidad, o tu realidad, se acaba imponiendo a la lógica que te rige.
Y por supuesto no importa qué te digan los demás. Si lo has visto, o si no, si deberías recordarlo o si tratan de ayudarte a que lo hagas. Lo que no ves, no existe para ti. Y no es lo mismo mirar desde fuera el mundo de otro e intentarlo reparar desde lo que conoces que reinar en el tuyo y que aparezca otro pretendiendo destronarte sin que te resistas.
Los síntomas escapan a la voluntad de uno, si no es una mera simulación, o tal vez un trastorno facticio, que no se deja de llamar trastorno. Es como cuando tratas de recordar algo que sabes que anda dando vueltas por tu memoria. Y piensas, y piensas, y no consigues acordarte.
La sensación es que aquello se ha borrado, que se ha desvanecido. Y si acaso piensas que es mentira, cuando llevas un tiempo tratando de evocarlo sin éxito, empiezas a plantearte que puede ser imposible que te acuerdes de eso que ahora te hace falta porque, en realidad, nunca lo has sabido. La realidad, o tu realidad, se acaba imponiendo a la lógica que te rige.
Y por supuesto no importa qué te digan los demás. Si lo has visto, o si no, si deberías recordarlo o si tratan de ayudarte a que lo hagas. Lo que no ves, no existe para ti. Y no es lo mismo mirar desde fuera el mundo de otro e intentarlo reparar desde lo que conoces que reinar en el tuyo y que aparezca otro pretendiendo destronarte sin que te resistas.
lunes, 31 de enero de 2011
À ma place
Serait-elle à ma place
plus forte qu'un homme...
Au bout de ces impasses
où elle m'abandonne...
Vivre l'enfer.
Mourir au combat.
Faut-il pour lui plaire
aller jusqu'à là...
Se peut-il que j'y parvienne...
Se peut'il qu'on nous pardonne...
Se peut-il qu'on nous aime
pour ce que nous sommes...
Se met-il à ma place
quelquefois...
Quand mes ailes se froissent
et mes îles se noient...
Je plie sous le poids...
Plie sous le poids
de cette moitié de femme
qu'il veut que je sois...
Je veux bien faire la belle
mais pas dormir au bois...
Je veux bien être reine
mais pas l'ombre du roi...
Faut-il que je cède...
Faut-il que je saigne...
Pour qu'il m'aime aussi
pour ce que je suis...
Pourrait-il faire en sorte...
Ferait-elle pour moi...
D'ouvrir un peu la porte...
Ne serait-ce qu'un pas...
Pourrait-il faire encore...
Encore un effort...
Un geste un pas vers moi...
Un pas vers moi...
Je n'attends pas de toi
que tu sois la même...
Je n'attends pas de toi
que tu me comprenne...
Mais seulement que tu m'aimes
pour ce que je suis...
Se met-elle à ma place
quelquefois...
Que faut-il que je fasse
pour qu'elle me voie...
Vivre l'enfer.
Mourir au combat.
Veux-tu faire de moi
ce que je ne suis pas...
Je veux bien tenter l'effort
de regarder en face,
mais le silence est mort
et le tien me glace...
Mon âme soeur
cherche l'erreur...
Plus mon sang se vide
et plus tu as peur...
Faut-il que je t'apprenne...
Je ne demande rien...
Les eaux troubles où je traîne...
Où tu vas d'où tu viens...
Faut-il vraiment que tu saches...
Tout ce que tu caches...
Le doute au fond de moi...
Au fond de toi...
Je n'attends pas de toi
que tu sois la même...
Je n'attends pas de toi
que tu me comprennes...
Mais seulement que tu m'aimes...
Mais seulement que tu m'aimes...
Pour ce que je suis...
Quand je doute...
Quand je tombe...
Et quand la route
est trop longue...
Quand parfois
je ne suis pas
ce que tu attends de moi...
Que veux-tu
qu'on y fasse...
Qu'aurais-tu fait
à ma place...
plus forte qu'un homme...
Au bout de ces impasses
où elle m'abandonne...
Vivre l'enfer.
Mourir au combat.
Faut-il pour lui plaire
aller jusqu'à là...
Se peut-il que j'y parvienne...
Se peut'il qu'on nous pardonne...
Se peut-il qu'on nous aime
pour ce que nous sommes...
Se met-il à ma place
quelquefois...
Quand mes ailes se froissent
et mes îles se noient...
Je plie sous le poids...
Plie sous le poids
de cette moitié de femme
qu'il veut que je sois...
Je veux bien faire la belle
mais pas dormir au bois...
Je veux bien être reine
mais pas l'ombre du roi...
Faut-il que je cède...
Faut-il que je saigne...
Pour qu'il m'aime aussi
pour ce que je suis...
Pourrait-il faire en sorte...
Ferait-elle pour moi...
D'ouvrir un peu la porte...
Ne serait-ce qu'un pas...
Pourrait-il faire encore...
Encore un effort...
Un geste un pas vers moi...
Un pas vers moi...
Je n'attends pas de toi
que tu sois la même...
Je n'attends pas de toi
que tu me comprenne...
Mais seulement que tu m'aimes
pour ce que je suis...
Se met-elle à ma place
quelquefois...
Que faut-il que je fasse
pour qu'elle me voie...
Vivre l'enfer.
Mourir au combat.
Veux-tu faire de moi
ce que je ne suis pas...
Je veux bien tenter l'effort
de regarder en face,
mais le silence est mort
et le tien me glace...
Mon âme soeur
cherche l'erreur...
Plus mon sang se vide
et plus tu as peur...
Faut-il que je t'apprenne...
Je ne demande rien...
Les eaux troubles où je traîne...
Où tu vas d'où tu viens...
Faut-il vraiment que tu saches...
Tout ce que tu caches...
Le doute au fond de moi...
Au fond de toi...
Je n'attends pas de toi
que tu sois la même...
Je n'attends pas de toi
que tu me comprennes...
Mais seulement que tu m'aimes...
Mais seulement que tu m'aimes...
Pour ce que je suis...
Quand je doute...
Quand je tombe...
Et quand la route
est trop longue...
Quand parfois
je ne suis pas
ce que tu attends de moi...
Que veux-tu
qu'on y fasse...
Qu'aurais-tu fait
à ma place...
Axel Bauer & Zazie, À ma place
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