viernes, 13 de febrero de 2009

Cansancio

He empujado un coche, he andado varios kilómetros a paso ligero para volver a casa, me he levantado un día a las nueve de la mañana con dos o tres horas de sueño a las espaldas y no he vuelto a acostarme hasta la noche del día siguiente, he montado andamios y he cargado cubos de quince kilos a pares... pero nada, ninguna de esas cosas ni las que me quedaron por contar, me agotaron tanto como me agota buscar el equilibrio. Y, evidentemente, no me refiero al que se pueda necesitar sobre una cuerda floja, sino a uno que no puede observarse en los propios movimientos ni en los de los demás.

Se van. Se va. Vuelve. Se va. Se va él de nuevo. Vuelve. Se vuelve a ir. Ahora ése otro. Vuelve. El anterior también. Aquél de allá no vuelve, pero se asoma. Me faltan manos para controlarlos a todos. Sumo, resto, divido y multiplico. Tiene que haber una fórmula. Yo la ignoro pero seguro que la hay. Paso noches en vela buscándola, y sólo descanso cuando parezco estar cerca... Pero no la llego a encontrar. Cuando creo que ya casi está, se desarma todo otra vez y tengo que volver a empezar. ¿Desde dónde? No lo sé, pero ya habrá noches para descubrirlo...

Supongo que por eso prefiero trabajar a estudiar. El cansancio del cuerpo me dura unas horas. El de más arriba no se va. No hasta que se soluciona lo que ha dejado de funcionar. Y, además, mi cuerpo no arrastra a mi cabeza, pero ella sí se lo lleva a él por delante.

Dormiré. O no. Por eso empecé a leer, para dejar de pensar un rato. Para mitigar el cansancio acumulado. Pero no funciona...: yo necesito dormir.