domingo, 14 de marzo de 2010

Prefiero no ser guay

Normalmente, cuando hablo de mis preferencias en el cine suelo dejar previamente claro que de eso no entiendo. Yo sólo entiendo que unas películas me gustan y otras no. De todas formas, siempre he pensado que es difícil que, por mucho que uno entienda de cine, uno no disfrute con unos films más que con otros sencillamente por una cuestión de gustos personales.

No sé si tendré razón o si estaré equivocada, pero lo cierto es que si se echa un vistazo a las críticas de casi cualquier película, que en principio en determinados sitios se supone que están realizadas por expertos en la materia, es fácil encontrar que, de la misma película, hay críticas totalmente opuestas. Si fuese una cuestión técnica, digo yo, entre entendidos deberían estar de acuerdo. Pero eso no ocurre, o al menos no siempre. Por eso no entiendo las crucifixiones de las que somos testigos de vez en cuando a determinadas cintas, sencillamente porque a unos cuantos señores que en teoría saben del tema les han desagradado, o las han considerado poca cosa para ellos. Si al final lo que más importa es el gusto personal de cada uno, ¿por qué demonios va a ser mejor o más respetable el suyo?

También es verdad que no me preocupa demasiado si es así o no, si tengo razón o no la tengo, pues a la gente que como a mí no le gusta el cine, sino ver películas, la que no lo tiene como afición sino como entretenimiento, le basta y le sobra con su criterio particular, y no le importa que sea absolutamente subjetivo. Y así, vemos lo que nos gusta a nosotros, no a cuatro estirados que se creen con derecho a decirte qué te puede gustar y qué no para ser tan guay como ellos.