jueves, 31 de diciembre de 2009

Nunca se sabe...

-Ande, tenga un Sugus de limón, que lo cura todo.
-No me apetece.
-Pues se lo guarda, que nunca se sabe cuándo un Sugus le va a sacar a uno de un apuro.

La sombra del viento

Manías de fin de año

Mucha gente tiene la manía, en ésta, la última noche del año, de que todo salga perfecto. Antes de que llegue tratan de dejar cerrados todos los temas que tenían pendientes, llaman a gente con la que ya ni se hablaban para suavizar el asunto con una felicitación de Navidad, hacen limpieza, preparan una gran cena o visten sus mejores galas.

Hay a quien le parece mejor y a quien le parece peor. A mí personalmente me parece que cada uno debe hacer justa y precisamente lo que le venga en gana, si eso le hace feliz y no molesta a nadie, pero creo que esa manía de que el año termine lo mejor posible nace de esa sensación que se suele tener de que, para que algo comience con buen pie, lo que le precede ha de acabar del mismo modo.

A mí la verdad, y si lo pienso bien, es que si el año pasado me hubiesen contado todas las cosas que iban a ocurrir durante este año, de la sola posibilidad de muchas de ellas me habría reído, y unas cuantas más ni siquiera me las habría creído. Otras cosas, sin embargo, eran tan predecibles... que da hasta un poco de rabia que hayan acabado como ya se veía venir. Peleas, vueltas, reconciliaciones, relaciones entre personas que jamás pensarías ver juntas, decepciones esperadas, encuentros por sorpresa a mil kilómetros, tanto arte enamorándome, un montón de personajes que adorar, ir disfrazados por Barcelona, verle de nuevo a él, ver otra vez a mi Toni, saber otra vez de alguien, su muerte, ese susto de la otra noche... Me parecía que no, pero son un montón. Y todo eso que no me esperaba vino habiendo dejado las cosas antaño de la misma forma en que habían venido. De hecho tuve más problemas tratando de intervenir que dejándolas seguir su curso.

Por eso, entiendo esas manías pero yo no las voy a compartir. Que sea lo que tenga que ser, ahora y el año que viene, porque hay cosas que es mejor no alterar: su propia naturaleza ya está bien como está.

martes, 29 de diciembre de 2009

Mía... Pero yo no soy así

Hay gente que cuando deja de necesitar a alguien empieza a necesitar necesitar a otra persona.

Al final le habrás olvidado

Poco a poco se irán espaciando los momentos en que te viene a la mente sin tú quererlo, y esos en los que lo evocas a propósito llegarán a su fin tarde o temprano. Su olor dejará de ser su olor y será otra esencia más que se mezcle con el viento. Dejarás de buscar que tus ojos se encuentren con su cara, y cuando esto inevitablemente suceda, su visión no te clavará puñales en el pecho de dolor. Ni siquiera tu mirada se apartará de él nerviosa y precipitada, sino que lo mirarás como quien no ve nada y, distraída, cualquier otra cosa captará tu atención.

Te levantarás y empezarás a andar, y tu mano ya no buscará la suya. Pensarás en el futuro y ya no lo verás a él, y cuando éste se convierta en pasado y recuerdes cuando era presente, te darás cuenta de que faltaba y no por ello recuerdas ese tiempo con tristeza. Al final pasará todo eso. Al final le habrás olvidado.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Refugio

Cuando el miedo te atenaza sólo quieres encontrar un refugio. Un refugio en el que no sea capaz de darte alcance, que lo distraiga y que te proteja y que lo aleje de ti. Pero antes de salir corriendo en su busca tratas de localizarlo con la mirada. Los nervios, el latir de tu corazón, el ruido que hace tu respiración agitada, no te dejan pensar con claridad, y se interponen en tu camino impidiéndote ver nada, esté ahí o no esté.

Entonces, cuando no eres capaz de encontrar ni a tientas donde puedas esconderte, cuando te es imposible encontrar tu refugio, es cuando él te encuentra a ti. Y te pone a salvo, y el miedo se convierte en un rumor alejado que golpea en la ventana pero que no puede pasar.

Pero si no, si sigues ahí inmóvil durante horas escrutando lo que tienes delante sin dar con un refugio y éste tampoco te encuentra a ti, prepárate para afrontar el miedo en soledad, porque si no aparece en ese momento, es que no tienes uno, y el que tuvieras antaño, si es que lo tuvieses, no va a volver.

Y cuando empiezas a correr, sin nada a lo que agarrarte, presa del miedo y sin poder ver donde pones los pies, el mundo se derrumba y ya no quieres un refugio. Ya no te sirve de nada, y al final acabas aprendiendo a vivir sin uno.

¿Sabes?

Ojalá no te hubiera conocido.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Decir tonterías

Muchas veces la gente, como yo misma aquí, dice lo primero que le viene a la cabeza. Tal vez en un rato, en un día, o quizás en unos años, lo piense realmente y con tiempo y se dé cuenta de que sólo dijo tonterías.

Pasa mucho, sí, y supongo que nos pasa a todos alguna vez. Lo malo es que casi siempre hay alguien (y si está por escrito más todavía) dispuesto a echar en cara a los demás cualquier cosa que haya dicho, y si cambió de parecer respecto al tema, también eso. Y lo sé porque más de una vez lo he hecho yo, sí.

Pero lo que pasa es que la forma más directa de conocer a otra persona es a través de lo que dice, y a veces una quiere llegar hasta el fondo de otro agarrándose básicamente a eso. Por tanto, cuando te dicen que te aferraste a algo que el otro dijo sin pensar, o que no había meditado lo suficiente, y que tu descenso en realidad fue errado, te sientes mal, o decepcionada, o frustrada, porque parece que nunca vayas a poder llegar a conocer a nadie, o al menos a quien querías. De ahí nacen los reproches y esos "es que tú dijiste...", y aquellos "bueno, pero ahora es diferente".

En realidad creo que nadie tiene la culpa, ni el que habla distraído ni el que desearía que nadie más lo hiciera. Aunque sí que ayudaría que el primero reflexionase y ayudase a los demás a conocerle, y que el segundo entendiera que él mismo comete esos mismos errores y que, aunque lleve su tiempo repararlos, tienen solución.

El dolor, que es subjetivo

Ya sé que es subjetivo, pero me cuesta creer que haya una diferencia tan grande entre cómo una misma enfermedad o dolencia incapacita a unos y a otros. El dolor no se puede medir, pero todos (salvo excepciones médicas) lo sentimos.

Creo que la actitud de cada uno es bastante importante a la hora de que le afecte más o menos el dolor. Hablo, claro está, de lo que podríamos llamar dolores cotidianos como los que puede tener cualquiera: el dolor menstrual en las mujeres, el dolor de cabeza, el mal cuerpo que uno tiene cuando le da fiebre... No obstante, ya es conocido que en diversas dolencias intervienen los factores psicológicos, predisponiendo o protegiendo a alguien de una enfermedad, por ejemplo. Más o menos eso es lo que aquí y con un lenguaje popular quiero significar con "actitud", que podría abarcar desde estilos de afrontamiento hasta tipos de atribución causal (a qué causas atribuye uno cada cosa que le pasa, y las características de esas causas).

En definitiva, me parece que hay gente con una actitud mala ante el dolor. Es como si se dejasen vencer por él, como si se rindieran y se colocasen a su merced. Piensan en su dolor y sienten que les duele más, lo que les hace pensar más en él y entrar en un círculo vicioso. Otros tienen una actitud mejor (o que a mí me parece mejor, cada cual pensará lo que quiera), y se tratan de distraer con sus tareas cotidianas para no atender tanto al dolor y que les sea más leve mientras dure.

Además de cómo creo que puede afectar a la percepción del dolor el tener una "mala" o una "buena" actitud, haciendo que la intensidad de éste acabe pareciendo menor a los segundos, también creo que puede afectar al estado de ánimo. Creo que seguir con la rutina hace al enfermo sentirse menos enfermo, y eso contribuye a que tal vez esté más animado aunque algo le moleste. Sin embargo, el rol de enfermo suele ser deprimente, y pasarse todo el día sin más estimulación que el propio dolor y las quejas de uno mismo sobre él también. Esto lo veo así porque yo misma he tenido lo que di en llamar una actitud mala muchas veces, y cuando tuve una buena me fue bastante mejor.

De todos modos, esto sólo son divagaciones... Evidentemente no tengo ni idea de si a los demás les duelen las cosas más o menos que a mí, ni sé por qué. Pero es que me sigue costando creer que en el mundo haya unos cuantos superhéroes, aunque a veces me gustaría creerlo, y por algo deben existir las diferencias que de hecho hay. Tal vez me equivoque y sea todo biología, pero yo realmente creo que no. De todos modos, y aunque mis ideas tuviesen algo de acertado, cambiar una actitud sigue siendo bastante complicado, con lo que no estoy segura de si serviría para algo saberlo.

viernes, 25 de diciembre de 2009

¿Quién eres?

Hay una frase que me enamoró desde el primer día que la vi, hará ya 11 ó 12 años: 'Don't dream your life. Live your dream'. En castellano dice que no sueñes tu vida, que vivas tu sueño. Por eso, teniendo una, no entiendo a la gente que se inventa otra.

A alguna gente le gusta aparentar lo que no es: ser como no es, tener lo que no tiene, querer lo que no quiere... Y así un largo etcétera. Y no sé, porque todos empezamos con las cartas que nos han tocado. Nos gustarán más o nos gustarán menos, pero creo que es mejor jugarlas y jugarlas bien que ir de farol. Eso puede servirte para ganar alguna mano, pero lo que cuenta en realidad es saber jugar, no hacer ver que sabes, porque una vez se descubra tu secreto dejará de ser efectivo.

Por eso no entiendo a esa gente. En lugar de pretender ser de otra forma, deberían intentar cambiar, si es que eso es lo que quieren. No tendrían que mentir acerca de sus logros o sus posesiones, sino conseguirlos o al menos intentarlo. Y deberían dejar de hacer ver que coinciden siempre con la mayoría cuando no siempre les sucede. ¿Qué cojones hay de malo en ser uno mismo? Y si alguien piensa que sí que hay algo de malo en ello, o que a otro se lo podría parecer, tendría que plantearse si quiere vivir en un mundo de mentiras, rodeado de gente que no le quiere a él, sino a quien hace ver que es él. A mí no me merecería la pena alguien que necesita que me coloque una máscara para poderme mirar a la cara. No logro asimilar que otros vivan con una puesta y sin el valor para exponerse al mundo sin ella.

No nos ha vencido

Cuando los días dan esquinazo a la rutina parecen pasar más despacio. Una de las cosas que más me sorprenden de hacerme mayor es que el tiempo cada vez se acelera más, pero ahora me estoy dando cuenta de que tal vez en eso tenga que ver más la monotonía de lo que yo pensaba.

Creía que era tan fácil como que conforme nos hacemos mayores, nuestra percepción del paso del tiempo cambia. Ahora aún sigo pensando lo mismo, pero a esa teoría (por llamarla de alguna manera) añadiría ese nuevo factor. Cuando los días se parecen o se hace siempre más o menos lo mismo durante la semana, la sensación es de que los meses se pasan volando. En cambio, las fiestas o las alteraciones en el ritmo cotidiano, hacen que parezca que haga siglos de una cosa que pasó hace apenas 4 días.

En realidad, cuando somos pequeños la vida suele ser bastante parecida de unos días a otros. A cinco días de colegio les siguen dos de descanso, y no hay mucho más. Aunque como ya de mayores los pequeños matices hagan a un día completamente distinto del otro a pesar de que hayamos hecho lo mismo, se podría considerar la vida escolar como rutinaria. Sin embargo en esa época el tiempo pasa muy despacio, a pesar de la rutina.

Tal vez sea que cuando somos unos críos, al ser nosotros mismos más pequeños y percibirlo todo como si fuese enorme (la casa, la calle, los adultos...), el tiempo también nos aparezca más amplio de lo que realmente es.

Sea como sea, tranquiliza saber que al menos hay una manera de invertir el proceso. Aun siendo mayores, podemos ralentizar el tiempo saliéndonos de lo habitual. El tiempo, por el momento y aunque lo pareciera, aún no nos ha vencido.

Extraña resurrección

Cuando quien vive en tus recuerdos tiene poco más de cinco años y quien tienes delante pasa la veintena, según cómo les haya afectado el paso del tiempo a él y a sus facciones, puede ser que la cara del uno y la del otro apenas se parezcan. Otra gente, sin embargo, se pasa toda la vida con la misma.

De todos modos es curioso. Aunque casi no reconozcas a ese niño que se ha hecho mayor en un primer momento, lo terminas viendo cuando el hombre que ahora es se rie, o cuando arruga la frente al sorprenderse, o cuando ladea la cabeza para expresar desacuerdo.

Parece diferente, pero esos gestos te recuerdan que es el mismo. Que aunque esos días en que os veíais a diario se hayan quedado en el pasado, o aunque la vida haya moldeado su manera de ser, no es otra persona que ha usurpado el lugar de quien conocías. Sigue vivo más allá de tus recuerdos, y aunque lo hayas visto ya mayor varias veces, hasta que no te das cuenta de que sigue estando en esos pequeños detalles, sientes que hiciera muchísimo tiempo que ya no lo ves, como si se hubiera perdido para siempre. Por eso, darse cuenta de lo contrario, es una alegría. Tal vez sea lo más parecido a hacer resucitar a los muertos.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Posible es...

"Y la gente que cree en Dios piensa que Dios ha puesto seres humanos en la Tierra porque piensa que los seres humanos son el mejor animal, pero los seres humanos sólo son un animal y evolucionarán hasta ser otro animal, y ese animal será más listo y meterá a los seres humanos en un zoo, como ponemos a los chimpancés y a los gorilas en el zoo. O los seres humanos cogerán todos una enfermedad y se extinguirán o producirán demasiada contaminación y se matarán a ellos mismos, y entonces sólo habrá insectos en el mundo y ellos serán el mejor animal".

Christopher Boone, El curioso incidente del perro a medianoche

martes, 22 de diciembre de 2009

I will be

There's nothing I could say to you,
nothing I could ever do
to make you see
what you mean to me...

All the pain, the tears I cried...
Still you never said goodbye...
And now I know
how far you'd go...

I know I let you down,
but it's not like that now...
This time I'll never let you go...

I will be all that you want
and get myself together,
'cause you keep me from falling apart...
All my life, I'll be with you forever
to get you through the day
and make everything okay...

I thought that I had everything...
I didn't know what life could bring...
But now I see, honestly,
you're the one thing I got right,
the only one I let inside...
Now I can breathe,
'cause you're here with me...

And if I let you down,
I'll turn it all around...
'Cause I would never let you go...

I will be all that you want
and get myself together,
'cause you keep me from falling apart...
And all my life, I'll be with you forever
to get you through the day
and make everything okay...

Without you I can't breathe...
I'm not gonna ever, ever let you leave!
You're all I got, you're all I want, oh...
'Cause without you I don't know what I'd do,
I can never ever live a day without you
here with me, do you see you're all I need?

And I will be, all that you want
and get myself together,
'cause you keep me from falling apart...
And all my life, I'll be with you forever
to get you through the day
and make everything okay...

I will be all that you want
and get myself together,
'cause you keep me from falling apart...
And all my life, I'll be with you forever
to get you through the day
and make everything okay...

Leona Lewis, I will be

lunes, 21 de diciembre de 2009

Las palabras

Cuando era pequeña descubrí aquello de que si repites mucho una palabra deja de tener sentido. Es lógico si tenemos en cuenta lo arbitrario del lenguaje, pues en realidad en nuestro idioma no hay ninguna relación entre significante y significado que vaya más allá de la pura convención.

También pasa con los nombres. Uno se llama Fulano o se llama Mengano, y eso en cierto modo es también arbitrario. Lo es en tanto que un nombre no deja de ser una palabra más y, como tal, es igual que aquéllas, pero no lo es en el sentido del azar porque alguien en algún momento y por alguna razón, decidió llamarnos como nos llamamos y no de otra manera. Igualmente, si dices tu nombre muchas veces, te acabas dando cuenta de que es sólo un montón de letras y que bien podría ser cualquier otro. Lo que pasa es que, aunque los nombres no sean más que eso, y a pesar de que se repiten casi infinitamente entre las distintas personas del mundo, para uno designan solamente a una persona.

Aun cuando dos personas se llaman igual, no es lo mismo. No sé si a los demás les pasará, pero para mí es como si fuese capaz de decir dos veces el mismo nombre de diferente modo según a quién me quiera referir. El resto de la gente sólo oye un nombre y no es capaz de adivinar de quién quiero hablar yo, pero para mí el matiz sí que es evidente. Recuerdo alguna vez en la que decía: "¿Pero "Fulanito" o "Fulanito? Ah... ¡Fulanito!". Decía la misma palabra en ambas ocasiones pero yo ni siquiera me daba cuenta. Para mí eran diferentes.

En realidad no, las palabras por sí mismas no tienen sentido. Se lo da la Real Academia de la lengua Española, o en su caso quién corresponda, que no lo sé ni tampoco me preocupa, pero en último término se lo damos nosotros.

domingo, 20 de diciembre de 2009

A ver cómo termina...

Cuando sólo conoces algo por sus partes acabas completándolo con tu imaginación, queriendo o sin querer. Muchas veces aciertas, pero posiblemente otras tantas te equivocas. Y es que todo el mundo habrá vivido, de un modo u otro, eso de encontrarse un montón de pistas en un sentido que parece ser el único posible y, finalmente, descubrir una última que cambia el signo de todas las anteriores.

Con la gente eso pasa mucho. Cuando otro es apenas un conocido, se hacen conjeturas sobre cómo será en otros aspectos que no hemos visto, basadas en lo que sí que sabemos. Pero las personas no siempre son tan predecibles, y muchas veces todo lo que hacen, dicen o piensan no va en la misma dirección. Por ejemplo, un chico puede tener su habitación hecha un desastre y que sus compañeros de oficina ni se lo imaginen dado el orden y el perfeccionismo que ven de él en el trabajo.

Pero el problema no es equivocarse adivinando a los demás. El problema es que muchos se olvidan de que sólo están atando cabos y se toman sus especulaciones demasiado en serio. Juzgan a quien creen que es el otro y no a quien es en realidad, ya que verdaderamente no lo conocen del todo.

Por eso me gusta empezar así, dibujando a los demás sólo trazos de quien soy y de lo que soy. La gran mayoría no se espera a ver el cuadro completo, y lo cierto es que no me da ninguna pena. Lo único que lamento es que, de los pocos que esperan a ver la obra completa, muchos sean los que deciden abandonarla en el rincón más oscuro de sus casas. Pero es que, para bien o para mal, eso es lo que soy.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Falsa modestia

A veces es mejor una mala crítica que una buena. Cuando la gente empieza a hablar bien de algo, los demás se generan expectativas. Tantas, que aunque lo que finalmente tienen delante sea realmente bueno, en comparación con lo que se esperaba resulta decepcionante.

Por eso, en realidad es mejor que los demás no esperen demasiado de nosotros o de algo que hemos hecho. Así, si resulta pésimo no sorprende ni para bien ni para mal, pero si por casualidad acaba gustando, la sorpresa termina siendo grata.

Posiblemente ese sea el origen de la falsa modestia. Mucha gente sabe que hizo algo genial pero se lo calla o lo menosprecia delante de los demás, porque así se aseguran de no ser pillados por sorpresa (al menos en apariencia) si alguien dice que es una pura bazofia, y se levantan la moral si cae en gracia su obra.

A mí no me gusta la falsa modestia. Si uno se gusta a sí mismo o algo que creó, debería ser capaz de exponer su opinión sin importarle demasiado si es compartida. Sólo lo justo para observar si no molesta a nadie.

Eso sí, no todo el mundo se critica a sí mismo o a sus cosas por falsa modestia. Hay ocasiones en las que, simplemente, uno reconoce que ciertas cosas de él -o hasta él entero- no le gustan porque realmente es así. Pero igual que el hecho de que uno se guste a sí mismo no debería ser motivo de vergüenza, no lo debería ser tampoco lo contrario, aunque si alguien es capaz de criticarse o a lo que salió de él, tendría que ser también responsable para cambiarlo en la medida en que le sea posible, porque quejarse es muy fácil, pero actuar un poco menos.

Los juegos de nuestra memoria

La memoria es muy puñetera, y aunque hay determinadas alteraciones de ésta que hacen que uno "regrese", de algún modo, a un momento anterior de su vida y olvide lo que sucedió a partir de ahí, sin que haya presente anomalía alguna también puede traicionarnos.

A veces te levantas con la sensación de que algo está como estaba hace algún tiempo, y tardas unos segundos en darte cuenta de que ya no es así. Otras, ves a alguien y, cuando estás a punto de tener un gesto de confianza con él, te sorprende de pronto el recuerdo de una pelea que os distanció y que te quitó el derecho a mostrarte amistoso.

Es curioso, porque muchas cosas igual que se hacen se pueden deshacer. En uno de esos momentos en los que uno disfruta pensando que se encuentra en el pasado podría darse cuenta demasiado tarde del paso del tiempo y actuar como si no hubiera pasado. Quizás se sorprendiera. Tal vez haya cosas que cambian más en nuestras cabezas que en la propia realidad. Situaciones que en verdad no quedan tan lejos, o que no cambiaron tanto. Y personas que están más cerca de lo que nosotros pensamos. Lo que pasa es que tememos volver atrás, pero está claro que nos gustaría, pues si no la sensación de haberlo hecho no sería agradable, sino todo lo contrario.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Así era ella

Hubo una época en que solía hablar con todo el mundo. Chicos, chicas, de su edad o algo mayores, o más jóvenes... Disfrutaba tratando con la gente, pero más aún cuando confiaban en ella para contarle sus problemas. Ella no los tenía, o si los tenía no los consideraba insufribles, y a veces se quedaba sin palabras ante las desgracias de las que era testigo. Un montón de confesiones de todos los colores y tamaños, que podían ir desde un pequeño desengaño amoroso hasta el gran horror de haber sufrido abusos. Aun así, siempre intentaba aconsejar, ayudar o animar a quienes acudían a ella, aunque para su desgracia no siempre fuese capaz.

A pesar de ser testigo de tantas penurias, era feliz. No por ser quien se libraba de ellas. Tampoco porque se alegrase de que otros las padecieran. Era feliz porque, además de que sentía que para alguien era digna de confianza, siempre solía hacer todo lo que estaba en su mano. Era como si intentase repartir su propia felicidad entre aquellas personas, y al hacerlo ésta se hiciese cada vez más grande.

Pasados unos años dejó de hacerlo. Dejó de hablar con todo el mundo. De hecho, ya apenas tenía contacto con nadie. Se preguntaba si se había vuelto insoportable, si importaba a los demás y si le importaba a ella alguien. Seguía sin grandes perturbaciones en su vida, o quizás tuviera más que antaño, pero le seguían sin preocupar.

También dejó de ser feliz, y un día se preguntó si no sería por eso. Ya no podía hacer nada por nadie, ni siquiera intentarlo. Le era imposible ayudar a otros. Ni siquiera era capaz de salvarse a sí misma y ser feliz de nuevo.

Entonces recordó aquellos días, en los que intentaba evitarles a los demás las lágrimas, y en los que ella misma acababa llorando cuando terminaba de hablar con alguien, sólo por oírle decir al final alguna palabra de agradecimiento que no sabía si merecía. Supuso que estaba en lo cierto y que en parte que ya no se sintiese feliz tenía que ver con eso. No hablaba apenas con nadie y nadie confiaba en ella. Ni siquiera ella. No podía ayudar a nadie. Tampoco podía ayudarse. Quizás ahí estaba la clave que necesitaba para volver a ser feliz, pero tampoco eso sabía si lo merecía en realidad.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Gran comparación...

"Acostarse junto a ella por las noches era como hacerlo al lado de una vaca muerta".

Ken Follet, Un mundo sin fin

I need you tonight

Open up your heart to me
and say what's on your mind...
Oh yes...
I know that we have been through so much pain,
but I still need you in my life, this time...

And I need you tonight,
I need you right now...
I know deep within my heart
It doesn't matter if it's wrong or right...
I really need you tonight...

I figured out what to say to you,
but sometimes the words they,
they come out so wrong...
Oh yes, they do...
And I know in time that you will understand
that what we have is so right this time...

And I need you tonight,
I need you right now...
I know deep within my heart
It doesn't matter if it's wrong or right...

All those endless times
we tried to make it last forever more...
And baby I know I need you...
I know deep within my heart
It doesn't matter if it's wrong or right...
I really need you, oh...

I need you tonight...
I need you, oh, I need you baby...
I need you right now...
It's gotta be this, it's gotta be this...
I know deep within my heart...
No, it doesn't matter if it's wrong or it's right...
All I know is baby... I really need you... tonight...
Backstreet Boys, I need you tonight

martes, 15 de diciembre de 2009

La importancia de la motivación

No entiendo cómo hay gente que no comprende lo importante que es lo que motiva a la gente cuando actúa. Muchas veces, más importantes que los hechos en sí, son los motivos que impulsaron a quien los protagonizó a llevarlos a cabo. Como se suele decir -aunque en otro sentido- la intención es lo que cuenta.

En el libro que leo hay un malo muy malo, y en el que le precede había otro con un papel parecido. Los dos matan, torturan y violan sin ton ni son. Sin embargo, el primero me caía fatal y no me hacía ninguna gracia, y el segundo me resulta simpático muchas veces. Están en la edad media y según qué cosas en aquella época no eran tan malas (por decirlo de algún modo) como lo son ahora. El chico del primer libro era malo porque era un hijo de puta. Hacía mal adrede y disfrutaba con ello, aun a sabiendas de que lo que hacía no debía hacerlo. Este del segundo libro es diferente. No es que sea un cabrón, es que no da para más. Es cortito, y su forma de entender la vida no va mucho más allá de como viven un soldado, un caballero o un señor. Realmente piensa que tiene derecho a hacer lo que hace y que no está mal hacerlo, aunque a veces dude, ya que cuando duda es, básicamente, por la forma en que ve que le juzgan los demás.

Este ejemplo ilustra muy bien lo importante que es la motivación. No obstante, los hay menos dramáticos y más cotidianos.

La gente normalmente miente a los demás, pero no siempre lo hace por la misma razón. Una mentira siempre me da asco, pero puede ser que me dé más o menos según el fin con que fue concebida: no es lo mismo pretender una cosa que otra. Lo malo es que también se puede mentir sobre la propia volición, y en la vida real no tenemos al lado a un narrador omnisciente que nos vaya contando lo que verdaderamente piensan los demás.

A round of applause, please

'Never tell a child that something is too hard for them'.

Pauline Benetto, For one more day

sábado, 12 de diciembre de 2009

Los asientos del autobús

En los autobuses siempre suele haber unos cuantos asientos destinados a personas mayores, mujeres embarazadas, o gente con algún tipo de lesión. Luego hay un espacio habilitado para sillas de ruedas y cochecitos de bebé. En los más nuevos hay unos asientos más anchos que, imagino, son para personas obesas.

No tengo ni idea de cuántas personas de edad avanzada cogen un autobús en comparación con el resto de la población, pero sus asientos "reservados" suelen ser unos cuatro, y normalmente veo bastantes más en el mismo viaje.

Todo el mundo supone que las personas más jóvenes deben ceder su asiento a los abuelillos, pero no es tan sencillo el asunto. Alguna vez ha pasado que una de esas personas se ha ofendido cuando han querido ofrecerle un asiento, entendiendo así que la estaban llamando vieja. Algo parecido pasa cuando alguien le cede su asiento a una señora pensando que está encinta y luego resulta que sólo está gorda. La cara que se le queda a la mujer es un cuadro.

Al final, si cedes el asiento corres el riesgo de que el otro se ofenda, y si no lo haces se te quedan mirando con cara de asco por el simple hecho de ser joven y estar sentado. Pues en primer lugar, esos que ponen esas caras deberían saber que juventud no es igual a salud. Un joven también puede tener escoliosis, una meniscopatía, o por el simple hecho de ser mujer, un puñetero dolor en los riñones durante todo el santo día. En segundo, los de menos edad también tienen derecho a ir cómodos en el autobús. A veces los mayores cogen el autobús para recorrer una sola calle larga mientras un estudiante (cargado además con los libros) puede tener por delante una hora de camino.

Creo que, respetando los asientos rojos, el resto de personas también tiene derecho a ir sentada. Nadie tiene por qué dar explicaciones de si lo merece o no, porque para algo se paga el billete (y más caro, pues los pensionistas pagan menos, por ejemplo). El civismo de cada uno ya le indicará si debe o no levantarse para que se siente otro. Si no lo hace tal vez no sea por pura pereza, y aunque lo fuera, la gran mayoría de la gente, que es egoísta, no se debería extrañar de que los demás también lo sean.

Yo, si veo a una mujer con un crío en brazos, le ofrezco mi asiento. O si veo a una mujer que apenas se tiene en pie con los movimientos del autobús. Pero no a cualquier señora oronda por peinar canas y ser mayor que yo, y si tanto necesitasen ir sentadas podrían decirlo en lugar de poner cara de vinagre. Los demás ni somos adivinos ni queremos serlo, ni tenemos por qué aguantar que se nos pongan al lado mirándonos fijamente para ver si nos conmovemos (o nos asustamos, porque algunas ponen cara de mala hostia), especialmente cuando al fondo del coche hay sitio y no lo ocupan porque no quieren moverse, sino que lo hagamos los demás.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Al menos tenemos salud

Más o menos por estas fechas, cuando la gente descubre que su boleto de lotería no estaba premiado y sus pequeñas esperanzas de tener una fortuna se desvanecen, es muy típico escuchar eso de "al menos tenemos salud". La gente se ríe, porque suena a un consuelo que no compensa todo lo que se ha "perdido", o, más bien, no se ha ganado, pero en realidad es así.

Normalmente muchos no piensan en ello porque están sanos, pero basta con tener una molestia en la tripa para empezar a echar de menos sentirse completamente bien y plantearse lo importante que es la salud.

El amor llena mucho, llena muchísimo. El dinero no da la felicidad pero ayuda a obtenerla librándonos de preocupaciones y permitiéndonos dar y darnos caprichos. Pero es que sin salud ni se puede disfrutar plenamente del amor ni sirve de mucho el dinero.

Estar sano no tiene precio, así que cuando en casa no nos toque la lotería espero poder decir eso, que al menos tenemos salud.

Nacionalismos

Por suerte o por desgracia, o más bien, en cierto sentido por suerte y en otro por desgracia, no procedo de ninguna de las comunidades autónomas españolas en las que existe la polémica de los nacionalismos. Sin embargo, y gracias al espacio virtual que nos brinda Internet, sí que he conocido a gente de todos esos lugares, especialmente de Cataluña.

De allí he conocido y conozco de todo un poco: nacionalistas de los que llaman país a su comunidad, otros algo más tranquilos, unos que más bien pasan de esos embrollos y otros que no sólo no son nacionalistas sino que detestan los símbolos que estos defienden. Pues bien, ni aun con los primeros he tenido problemas. Puede ser simplemente que sea una chica afortunada.

Al ser de otro sitio más bien libre de polémica (aunque me ha tocado también leer gilipolleces como "Andalucía is not Spain", además así, en inglés, como para que quede más cool...) y no estar demasiado interesada por la historia en general, no suelo entrar a cuestionar lo que los nacionalistas llaman un sentimiento. No sé por qué quien no se siente español no se lo siente. Yo lo soy porque nací en un territorio perteneciente a ese país. Si hubiese nacido un poco más abajo sería marroquí, o un poco más al oeste y sería portuguesa. En realidad no albergo ningún tipo de sentimiento por mi tierra por el simple hecho de ser la mía. Le tengo cariño porque es en la que yo he vivido, pero es la que es como bien podría ser cualquiera. Por eso, dejo a un lado los sentimientos nacionalistas. No los puedo entender porque, entre otras cosas, no estoy en la situación adecuada para hacerlo, y por tanto no me parece justo juzgarlos. Pero sí que me veo capaz de cuestionar otros asuntos.

Más de una discusión he tenido (de las de debatir, no de las de pelear) sobre eso de llamar a Cataluña (o como si es al País Vasco o Galicia, pongo este ejemplo porque conozco más gente de ahí) país. Puedo aceptar que alguien me diga que no se siente español sino catalán, aunque no lo entienda o incluso aunque no lo compartiera, pero no que se pretendan cambiar los hechos. Me parece lícito que alguien quiera ser independiente de España, tenga cada cual los motivos que tenga, pero el hecho es que a día de hoy no lo son. Me pueden decir que no se sienten españoles, pero no que no lo sean, porque, les guste o no, lo son. Esa parte, y la de defender ideas asesinando gente, es la que sí que se me escapa. Esta última además me repugna, pero es un caso aparte y, gracias a Dios, no todo el mundo necesita recurrir a eso para luchar por lo que quiere.

Creo que todo el mundo tiene derecho a sentir lo que quiera (o lo que pueda, porque un sentimiento no se puede controlar), y a tratar de hacer realidad sus deseos, siempre que se haga con respeto. Antes de ir a Barcelona había oído que eso escaseaba por allí, y que la gente te contestaba en catalán aunque les hablases en castellano. Ya he ido unas cuantas veces y aún no me encontré a nadie que hiciese eso. De hecho, incluso conocí, como ya dije, a nacionalistas de esos que defienden que su tierra es un país (aunque, repito, deberían decir que quieren que lo sea y no que lo es, porque no lo es), y hasta con ellos se puede tratar. Los nacionalistas, los entendamos o no, compartamos sus ideas o no lo hagamos, no son todos iguales: también son personas y algunos saben lo que es el respeto, no se reducen a los grupos de energúmenos que a veces sacan por la tele.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Tiempo para todo... y todos

En la universidad o en la escuela oficial de idiomas es fácil ver, cuando eres joven, a mucha gente que bien podría ser tu padre o tu madre. Al principio choca un poco ver como a un igual a alguien que te saca tantos años, porque el rol de persona mayor que tú tiene ciertas incompatibilidades con el de un colega de banca. Se hace raro tutear y compartir lecciones con alguien de la edad de quien normalmente te las daba, pero creo que es algo plausible.

Antes pensaba que hacer las cosas a deshora generaría un intenso malestar. Que continuamente te recordaría que podrías haberlas hecho cuando tocaba. Pero ahora creo que no tiene por qué. No todo el mundo tiene las mismas circunstancias, y la gente que decide estudiar cuando es más vieja no necesariamente dejó de hacerlo en su día por pereza. De hecho, muchos no tuvieron la oportunidad y es ahora que la tienen cuando deciden no dejarla escapar por duro que se les haga, si es que se les hace duro.

Y aun cuando sí fue por comodidad que uno no hizo lo que fuera que debía hacer en su momento, creo que retomarlo lo que debe generar más bien es satisfacción. Todo el mundo tiene derecho a equivocarse, tanto decidiendo no hacer ciertas cosas como haciendo otras que finalmente prefieren dejar.

Por eso ya no tengo la mente tan cuadriculada. El tiempo corre y cada vez lo va haciendo más deprisa, pero no pasa nada. Tenemos más del que creemos. Antes solía agobiarme con la sombra del minutero sobre la cabeza, y aunque ahora aún me pasa en ciertas ocasiones, he aprendido a relajarme. No pasa nada por suspender, ni por repetir un curso (aunque esto último nunca lo he hecho). No importa si las cosas salen mal, no por ello hay que dejarlas, ni hay un tiempo marcado para hacer tal o cual. Lo que importa de verdad es conseguir lo que uno quiere, sea lo que sea y cueste lo que cueste. No todos podemos tenerlo todo, y no todo se logra a la primera. Eso sí... tampoco hay que relajarse demasiado.

martes, 8 de diciembre de 2009

I still

Who are you now?
Are you still the same
or did you change somehow?
What do you do?
At this very moment
when I think of you...
And when I'm looking back...
How we were young and stupid...
Do you remember that?
No matter how I fight it,
can't deny it,
just can't let you go...

I still need you,
I still care about you...
Though everything's been said and done...
I still feel you like I'm right beside you...
But still no word from you...

Now look at me,
instead of moving on
I refuse to see
that I keep coming back...
Yeah, I'm stuck in a moment...
That wasn't meant to last...
I've tried to fight it,
can't deny it...
You don't even know, that...

I still need you,
I still care about you...
Though everything's been said and done...
I still feel you like I'm right beside you...
But still no word from you...

No, no...

I wish I could find you
just like you found me...
Then I... Would never let you go...

Though everything's been said and done...
I still feel you like I'm right beside you...
But still no word from you...
Backstreet Boys, I still

Íntima y cercana

Aunque a veces pueda parecer que no, hay un montón de gente que se deprime. Pero gente que padece una depresión depresión, no el típico estado de ánimo decaído que cualquiera puede tener cualquier día por casi cualquier razón, e incluso sin ella. Por eso hay varios autores que se han dedicado a hacer sendas teorías que tratan de describir esta patología, estudiar qué mecanismos intervienen en ella, cuál puede ser su etiología y, por ende, cómo es posible tratarla.

Entre todos esos autores que investigan o han investigado este trastorno está Lewinsohn, y de los muchos aportes que ha realizado al estudio de la depresión, desde enfoques conductuales y cognitivistas, me ha llamado bastante la atención el siguiente: uno de los factores que ha encontrado como protector contra la depresión es disponer de una persona íntima y cercana a la que poder confiarse.

En realidad no es que me sorprenda, porque ya todos (o todos en el ámbito de la psicología, aunque los de fuera lo pueden intuir) sabemos que el apoyo social actúa como amortiguador de casi cualquier patología, pero esa forma del apoyo social como una persona íntima y cercana a la que poder confiarse me ha gustado especialmente.

Casi todo el mundo tiene amigos; unos más y otros menos, unos mejores y otros peores... Pero algo que, aunque no todos, muchos también suelen tener, es una persona especial. Una a la que pueden contar cualquier cosa. A la que podrían llamar en cualquier momento si les ocurriese algo. Que es la primera en la que piensan para compartir tanto tristezas como alegrías.

Muchos tienen a alguien así... Pero no todo el mundo. Y es una pena, porque cuando lo tienes o lo has tenido, entiendes por qué Lewinsohn dio en considerar ese aspecto en sus investigaciones y por qué obtuvo el resultado que obtuvo: cuando tienes a alguien así, deprimirse es mucho más complicado.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Can I swim?

'Suppose you were on a boat with two guys and the boat capsized... Who would you save? The guy who's closer to you? The guy who looks better? The guy that's kind? Or the guy you like? If it was me... [...] I would save the one that cannot swim...'.

矢野 元晴, 僕等がいた

Mal de muchos...

Sufrimiento compartido. En realidad creo que esperar que otros compartan los males que uno padece no es exclusividad de los necios. Todo depende del modo en que se espere. De hecho, cuando se suele aplicar aquello de "mal de muchos, consuelo de tontos" tampoco suele estar bien empleado.

Muchísimas personas sólo esperan que sus penas no les sean exclusivas para no sentir la humillación de ser los únicos a los que no les van bien las cosas. Para eso no hay que ser tonto; más bien un hijo de puta. Otra gente, la verdaderamente idiota, es la que espera que sus males sean generales para tener una justificación para no hacer nada al respecto, arguyendo que si otros no pudieron solucionar sus mismos problemas, no van a poder hacerlo ellos tampoco.

Los que no salen mal parados cuando esperan ver su sufrimiento en los rostros de otras personas son los que lo hacen, simplemente, porque necesitan saber que no están solos. No son unos hijos de puta, no desean su mal a nadie, pero buscan si otro lo sufre también. Tampoco son tontos ni desean poder dejar sus problemas a otros y lavarse las manos, sino que buscan en sus iguales apoyo para encontrar una fórmula entre todos. Lo único que quieren es sentirse acompañados para tener más fuerza de la que son capaces de reunir solos, pero ese tipo de gente, probablemente, pudiese hacer frente a lo que le pase aun sin que hubiese alguien para echarles una mano.

martes, 1 de diciembre de 2009

Yo no me rendiré tan fácilmente

La gente debería tener más cuidado con lo que dice, especialmente si trabaja en el ámbito sanitario. No todo el mundo tiene por qué tener la misma actitud ante la vida, la muerte, la enfermedad o la vejez. Un profesional no se debería permitir la licencia de compartir su pesimismo, de quitar la esperanza a quien aún tiene derecho a conservarla con datos en la mano a su favor. No quiero que me engañen, pero tampoco que me aplasten cuando no hay en absoluto necesidad. Que me dejen respirar y pensar que seguiré pudiendo hacerlo mucho tiempo más hasta que no haya indicios de lo contrario. Que no minen mi moral con comentarios inoportunos y prescindibles que sólo dejan ver que quien los hace es la clase de persona que se rinde con facilidad.

Porque no todos somos de esa forma. Porque no todos somos pesimistas. Porque no tenemos por qué serlo ni nos tienen que tratar de arrebatar nuestro optimismo sólo porque ellos haga tiempo que lo perdieron. Porque tenemos derecho a aspirar a una vida llena de años y a un montón de años llenos de vida. Porque estamos vivos, y por tanto podemos seguir luchando.