No entiendo cómo hay gente que no comprende lo importante que es lo que motiva a la gente cuando actúa. Muchas veces, más importantes que los hechos en sí, son los motivos que impulsaron a quien los protagonizó a llevarlos a cabo. Como se suele decir -aunque en otro sentido- la intención es lo que cuenta.
En el libro que leo hay un malo muy malo, y en el que le precede había otro con un papel parecido. Los dos matan, torturan y violan sin ton ni son. Sin embargo, el primero me caía fatal y no me hacía ninguna gracia, y el segundo me resulta simpático muchas veces. Están en la edad media y según qué cosas en aquella época no eran tan malas (por decirlo de algún modo) como lo son ahora. El chico del primer libro era malo porque era un hijo de puta. Hacía mal adrede y disfrutaba con ello, aun a sabiendas de que lo que hacía no debía hacerlo. Este del segundo libro es diferente. No es que sea un cabrón, es que no da para más. Es cortito, y su forma de entender la vida no va mucho más allá de como viven un soldado, un caballero o un señor. Realmente piensa que tiene derecho a hacer lo que hace y que no está mal hacerlo, aunque a veces dude, ya que cuando duda es, básicamente, por la forma en que ve que le juzgan los demás.
Este ejemplo ilustra muy bien lo importante que es la motivación. No obstante, los hay menos dramáticos y más cotidianos.
La gente normalmente miente a los demás, pero no siempre lo hace por la misma razón. Una mentira siempre me da asco, pero puede ser que me dé más o menos según el fin con que fue concebida: no es lo mismo pretender una cosa que otra. Lo malo es que también se puede mentir sobre la propia volición, y en la vida real no tenemos al lado a un narrador omnisciente que nos vaya contando lo que verdaderamente piensan los demás.