Por suerte o por desgracia, o más bien, en cierto sentido por suerte y en otro por desgracia, no procedo de ninguna de las comunidades autónomas españolas en las que existe la polémica de los nacionalismos. Sin embargo, y gracias al espacio virtual que nos brinda Internet, sí que he conocido a gente de todos esos lugares, especialmente de Cataluña.
De allí he conocido y conozco de todo un poco: nacionalistas de los que llaman país a su comunidad, otros algo más tranquilos, unos que más bien pasan de esos embrollos y otros que no sólo no son nacionalistas sino que detestan los símbolos que estos defienden. Pues bien, ni aun con los primeros he tenido problemas. Puede ser simplemente que sea una chica afortunada.
Al ser de otro sitio más bien libre de polémica (aunque me ha tocado también leer gilipolleces como "Andalucía is not Spain", además así, en inglés, como para que quede más cool...) y no estar demasiado interesada por la historia en general, no suelo entrar a cuestionar lo que los nacionalistas llaman un sentimiento. No sé por qué quien no se siente español no se lo siente. Yo lo soy porque nací en un territorio perteneciente a ese país. Si hubiese nacido un poco más abajo sería marroquí, o un poco más al oeste y sería portuguesa. En realidad no albergo ningún tipo de sentimiento por mi tierra por el simple hecho de ser la mía. Le tengo cariño porque es en la que yo he vivido, pero es la que es como bien podría ser cualquiera. Por eso, dejo a un lado los sentimientos nacionalistas. No los puedo entender porque, entre otras cosas, no estoy en la situación adecuada para hacerlo, y por tanto no me parece justo juzgarlos. Pero sí que me veo capaz de cuestionar otros asuntos.
Más de una discusión he tenido (de las de debatir, no de las de pelear) sobre eso de llamar a Cataluña (o como si es al País Vasco o Galicia, pongo este ejemplo porque conozco más gente de ahí) país. Puedo aceptar que alguien me diga que no se siente español sino catalán, aunque no lo entienda o incluso aunque no lo compartiera, pero no que se pretendan cambiar los hechos. Me parece lícito que alguien quiera ser independiente de España, tenga cada cual los motivos que tenga, pero el hecho es que a día de hoy no lo son. Me pueden decir que no se sienten españoles, pero no que no lo sean, porque, les guste o no, lo son. Esa parte, y la de defender ideas asesinando gente, es la que sí que se me escapa. Esta última además me repugna, pero es un caso aparte y, gracias a Dios, no todo el mundo necesita recurrir a eso para luchar por lo que quiere.
Creo que todo el mundo tiene derecho a sentir lo que quiera (o lo que pueda, porque un sentimiento no se puede controlar), y a tratar de hacer realidad sus deseos, siempre que se haga con respeto. Antes de ir a Barcelona había oído que eso escaseaba por allí, y que la gente te contestaba en catalán aunque les hablases en castellano. Ya he ido unas cuantas veces y aún no me encontré a nadie que hiciese eso. De hecho, incluso conocí, como ya dije, a nacionalistas de esos que defienden que su tierra es un país (aunque, repito, deberían decir que quieren que lo sea y no que lo es, porque no lo es), y hasta con ellos se puede tratar. Los nacionalistas, los entendamos o no, compartamos sus ideas o no lo hagamos, no son todos iguales: también son personas y algunos saben lo que es el respeto, no se reducen a los grupos de energúmenos que a veces sacan por la tele.