A veces a la gente le da por correr por la vida, y con las prisas no se da cuenta de todo el paisaje que se va perdiendo.
Es cierto que hay metas bastante deseables, pero aun así, se disfrutan mucho más después de haberlas sufrido también un poco. Y en el camino hacia ellas se aprenden tantas cosas que es una lástima no ir pendiente de descubrirlas todas.
También es verdad que desear algo durante mucho tiempo puede llegar a agotar. Las ganas pueden pasar de estirarse a corroerse y perderse por completo. Por eso tampoco hay que detenerse más de la cuenta con los detalles.
No hay que correr. No hay que estancarse. Lo ideal es encontrar tu propio ritmo: el que te deje una sonrisa de satisfacción, aunque al final ni siquiera roces la meta.