Últimamente pensaba que, cuanto mayor conoces a alguien, más cosas tenéis por contaros, ya que hay más años y en ellos más experiencias en vuestras vidas. Y es cierto, pero a la vez tampoco es mentira que se hace más difícil aprobar todo el pasado del otro.
Hay cosas más fáciles de asimilar que otras. Algunas, de hecho, dudamos si podremos aceptarlas o no, aunque la gente diga que no hay que mirar atrás, que lo que cuenta es el presente y que la gente cambia. Es cierto, la gente puede cambiar, y el pasado de uno no condena o no debería condenar ni su presente ni su futuro, pero lo que es cada uno se ha ido construyendo ahí.
No es que nos persiga. Es que todo lo que hemos hecho, todo lo que hemos vivido, lo hemos ido asimilando hasta hacerlo parte de nosotros mismos. Una pieza esencial en el descubrimiento del otro es el de su propio pasado, y en realidad luego tampoco es tan difícil vivir con él. Si podemos vivir con el nuestro, ¿por qué no con el de los demás?