Ya hace cinco años. Por lento o rápido que pase el tiempo, por mucho o poco que viva, por más o menos que aprenda, parece que nunca termines de crecer. Y supongo que pasa porque la vida es así. Te hace descubrir mientras la investigas que nada tiene fin. Hay cosas que se acaban, pero quizás sea sólo porque, de las múltiples opciones que ofrecían, elegimos la que no tenía salida.
No importa cuántas veces pienses que eso ya lo tienes controlado. Que ya no vas a volver a caer. Que no te podrán engañar otra vez. Eso tampoco se acaba.
La solución no es dejar de confiar en la gente, pues uno sólo puede contraatacar evitando convertirse en aquello que le atormenta, pero con cada paso se hace más complicado. No es que te construyas castillos en el aire, es que te los hacen los demás, y a veces parece que sólo lo hagan para tener el placer de reírse en tu cara cuando empieces a echarlos de menos, sabiendo ellos que en realidad nunca existieron.
Qué más da... Por más que lo pienses luego siempre vuelve a pasar. Aunque te fíes sólo de unos pocos. Así que supongo que lo mejor que puedes hacer es no preocuparte y agradecer cada traición que descubres. Duelen, pero es peor vivir con una venda en los ojos.