Recuerdo una vez de pequeña, en la catequesis si no recuerdo mal, o al menos en algún lugar relacionado con la religión, en que una chica gangosa trató sin demasiado éxito contar al grupo en el que yo estaba una conocida cita que venía a decir algo así como que si un hombre tenía hambre no debíamos darle peces, sino enseñarle a pescar. Nadie se enteró de nada, pero como yo ya conocía la cita y me había gustado, y yo no tuve problemas en descifrar que era eso lo que la muchacha había dicho, levanté la mano cuando preguntaron su significado y lo expliqué. Es curioso, porque de algún modo estaba dando un pez a aquella chica, pero entonces tampoco se me ocurrió otra cosa que hacer.
Hay gente que se libra -o al menos lo intenta- de muchas tareas, indeseables o no, arguyendo que no sabe hacerlas. Cuando le pregunto a alguien por qué no hace tal o cuál cosa y me contesta de esa manera, mi respuesta siempre suele ser la misma: aprende.
Entiendo que hay cosas muy complicadas o especializadas como para que podamos aprenderlas todas todos, pero con otras más sencillas no cuesta nada hacerse, y siempre es mejor ser capaz de desenvolverte sola con algo que andar todo el día preguntando. Además, si encuentras un buen maestro, aprender puede convertirse en el mayor de los placeres.