Si lo piensas, uno pasa muchos años en el colegio, y ahí se aprenden algunas cosas. Desde luego, o al menos en mi caso, muchísimas menos de todas las que te enseñan. Creo que eso pasa porque, y más siendo tan niños, nos cuentan cosas que no siempre nos incumben o nos interesan. Cuando eso pasa no es difícil olvidarse de ellas después del examen de rigor.
Más adelante, conforme pasan los años y nosotros vamos creciendo, también lo hacen y por diferentes motivos nuestros intereses. De repente nos podemos ver interesados por algo que recordamos vagamente haber visto años ha, y cuando ahondamos en ello es como si alcanzásemos una visión más global de lo que antes no acabamos de comprender. Es como si de cosas que nos dan igual aprendiésemos las partes, y de lo que verdaderamente nos llama pudiésemos ver el todo.
Es absurdo pretender que alguien retenga en su memoria todo aquello que ha estudiado alguna vez, especialmente cuando, por ejemplo, de 25 años llevas estudiando 21. No obstante, y aunque fastidie que a uno le obliguen a retener cosas que, en principio, no van a servirle para nada, es interesante verlas todas. Ésa es una de las maneras de ir desarrollando los propios intereses, y nunca deja de ser interesante tener nociones de todo un poco. Sólo cambiaría la obligatoriedad de examinarse de ellas, pero lo cierto es que si no fuese así, muchos entre los que me incluyo no nos molestaríamos en dedicarles algo de tiempo.
Lo ideal sería que siempre nos pudiésemos sorprender. No saber tanto como sabemos. Que pudiésemos suspender y luego descubrir que no pasa nada por no dominar todas las materias. Así al menos les daríamos una oportunidad.
Fantasías aparte, es bonito mirar atrás y darte cuenta de cómo has ido adquiriendo todos tus intereses. Y cuanto más atrás se remontan, más lo es.