Suelo llamar conversaciones inteligentes a aquellas que te hacen pensar continuamente, y de un modo tal, que te hacen concentrar en ella casi sin darte cuenta todos tus recursos atencionales.
Es difícil tener una, porque no todo el mundo es capaz de hacerle reflexionar a uno de ese modo y porque no son las más frecuentes, incluso entre quienes son lo suficientemente hábiles y compatibles para tenerlas entre sí. A menudo la gente prefiere conversaciones más banales o que sean más sencillas de llevar.
He de decir que, a pesar de llamarlas como las llamo, no hago o no quiero hacer referencia a ningún nivel -por llamarlo de algún modo- de inteligencia entre los conversadores. Quiero decir que gente como yo, de inteligencia normal, es perfectamente capaz de tenerlas, y ni mucho menos están reservadas para gente especialmente dotada. Más que en quien habla, la inteligencia reside en las conversaciones, si bien es verdad que quienes la tienen algo deben poner de su parte.
De todos modos esto es subjetivo. El esfuerzo que algo me requiera a mí y el que eso mismo le requiera a otro puede variar. Cualquiera puede considerar a una conversación inteligente, dada la subjetividad del término.
Sea como sea, a mí me gustan y, en cierto modo, las echo de menos. La pena es que sé que algunas no van a volver... cosa que puede ser también alegría.